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CINEMA DE PERRA GORDA

PAYROLL (1961, Sidney Hayers) Cada minuto cuenta

PAYROLL (1961, Sidney Hayers) Cada minuto cuenta

A pesar de asumir que me queda bastante por visionar de la amplia producción del policial desarrollado en un periodo crucial para el cine británico, no dudo en considerar PAYROLL (Cada minuto cuenta, 1961. Sidney Hayers), como una de las muestras más destacadas de dicha corriente. En cierto modo, no es de extrañar, ya que el muy pronto debilitado Sidney Hayers, se encontraba en un periodo de extraordinaria febrilidad creativa. Un ámbito, quizá contagiado por la brillantez con la que se expresaba en aquellos años la producción inglesa, que le permitió el rodaje de sendas cimas del género –la casi ignota THE WHITE TRAP (1959)- y del british terrorNIGHT OF THE EAGLE (1962)-. PAYROLL no llega a alcanzar la altura de los referentes señalados, lo que no le impide resultar una película magnífica, dura, áspera y nihilista, en la que no se sabe que admirar más, si la narración de un golpe perpetrado por una banda de atracadores, o la disgregación de la misma, en buena parte provocada por la acción paralela de dos mujeres implicadas de manera subsidiaria en un atraco que devendrá en tragedia.

Personalmente considero que solo hay un elemento que limita en algunos momentos el alcance del film de Hayers. Me refiero a lo molesta y escasamente integrada banda sonora de Reg Owen que, si bien en algunos momentos se inserta en la vertiente percutante de sus imágenes, fracasa por completo cuando el relato se inserta en derroteros dramáticos e incluso existenciales. Basada en una novela de Derek Bickerton, PAYROLL narra a primera instancia la intención del joven y arrogante Johnny Mellors (un espléndido Michael Craig, en el que quizá resulte el mejor rol de su aún poco reconocida trayectoria), de provocar un golpe para robar cien mil libras de una factoría. Para ello reclutará un reducido grupo de colaboradores, y procurará la ayuda de uno de los empleados de la firma, el apocado Dennis Pearson (William Lucas). Este aparece como un hombre fracasado en su vida diaria, recibiendo constantes reproches de su esposa, la deseable Katie (Françoise Prévost). De manera inesperada, Mellors y sus ayudantes se toparán con la aplicación de nuevas medidas de seguridad en el transporte de las nóminas, por lo que pedirá a Pearson que les facilite la copia de los planos. De forma paralela iremos descubriendo la arrogancia de Mellors y su ascendencia con las mujeres, dado el uso que hace de su apostura. Finalmente el asalto se desarrollará, no sin tensión y un resultado desastroso, muriendo el conductor del furgón –Harry Parker (William Dexter)- y resultando gravemente herido uno de los componentes de la banda –Bert (Barry Keagan)-. A partir de estos contratiempos, el resto de asaltantes proseguirá el plan urdido, pero en ellos reinará el desconcierto, incluso en el siempre frío Johnny. De forma sorprendente, y actuando la policia casi como testigos ajenos, será la viuda del chofer muerto –Jackie Parker (Billie Whitelaw)-, la que iniciará una constante acción de acoso hacia Pearson, del que adivina la complicidad con los asaltantes, mientras que su esposa intentará unirse a la huída de Mellors, sublimando con ello la mediocridad de su futuro existencial.

Sorprende contemplar en PAYROLL una mirada revestida de tanta crueldad a la hora de la descripción de su galería de personajes., Al contrario que podía parecer en propuestas como las firmadas por Jules Dassin –de las que esta película asume ciertas referencias-, los delincuentes no aparecen revestidos de ningún aura romántica. Su cabeza, es un joven descreído y desprovisto de dignidad, que choca constantemente con sus colaboradores, en medio de una anuencia en la se ausenta el menor atisbo de ética –la actitud de este con el herido del grupo-. Pero ese nihilismo se refleja igualmente en los seres que pueblan el “otro lado” de esa Inglaterra provinciana que se muestra como si se tratara en una obra del Free Cinema, no ocultándose la humedad de los exteriores industriales –la persecución de Jackie a Katie, en la que el espectador siente la intensidad de la lluvia-, o incluso la presencia de una central nuclear. Una vez más, la cámara situada dentro de un vehículo será casi el símbolo que nos permitirá recorrer esos parajes urbanos, siendo testigos del seguimiento de la banda del protagonista, centrada en el asalto de la nómina. Como antes señalaba, Hayers logra acentuar el perfil psicológico del conjunto de personajes, empezando por la extraña relación que aparece en el matrimonio Pearson, donde una esposa exuberante e insatisfecha, no encuentra en su marido esa deseada complementariedad. Incluso la perfecta madre de familia que es Jackie, demuestra ante su esposo una personalidad que supera la bonhomía de este.

Muy pronto unos y otros se encontrarán, teniendo su punto de inflexión en el admirable fragmento que describirá el asalto del furgón, planificado y montado con una asombrosa precisión, y que concluirá con tintes trágicos. La presencia inesperada de un desencajado Pearson, iniciará un tercio final dominado por resentimientos y elementos oscuros. Los inesperados apuntes trágicos irán mermando, con tintes sombríos, en donde todos aquellos relacionados con el robo, exteriorizarán lo peor de sí mismos. Por un lado Johnny hará extensiva su frialdad, iniciando una espiral de violencia que le llevará a desembarazarse de sus compañeros –en una escalofriante secuencia desarrollada en las arenas movedizas de un pantano-. Por su parte, se establecerá un juego de raíz sexual entre Johnny y Katie a la hora de huir juntos –este ha tenido que acogerla, imbuido de una atracción por ella, al tiempo que para evitar males mayores-, estableciéndose entre ambos una extraña relación de dependencia y recelo al mismo tiempo.

Describa en tonos lívidos a través de la luminosa y húmeda al mismo tiempo, iluminación en blanco y negro ofrecida por Ernest Steward, PAYROLL aparece casi como la descripción de un conjunto de escorpiones. Una mirada revestida de desesperanza, descrita en el contexto de esa Inglaterra que tan bien reflejó el Free Cinema, propuesta por un director que en un determinado contexto temporal estuvo muy cercano a la grandes, brindando en este caso una película comparable a otros exponentes tan celebrados como BLIND DATE (La clave del enigma, 1959) o THE CRIMINAL (El criminal, 1960) de Joseph Losey. Una propuesta que finaliza casi escapando a la mínima lógica de cualquier convencionalismo, de manera tan percutante como primitiva, en la que ese sentimiento de impotencia presente en el interior de la viuda Jackie, logre culminar una venganza, filmada tan a ras de tierra –mejor dicho a mar, en este caso-, cerrando una propuesta rodada con un asombroso sentido de la inmediatez, que se mantiene con absoluta vigencia, sobrepasado ampliamente el medio siglo de distancia desde que fuera filmada. Un grupo de intérpretes que viven sus personajes con un admirable sentido de lo físico, un director que por momentos se inserta de lleno en el ámbito de lo documental –incluyendo algunos oportunos zooms, que siguen el discurrir del recorrido por carretera de los vehículos, antes del asalto-, y una soltura narrativa, sirviendo como marco para un relato de fracasados, sin el marchamo romántico que le habían proporcionado tantas y tantas muestras de similares características. Solo por ello, por esa mirada desesperanzada hasta extremos inauditos, PAYROLL merece un lugar de referencia del cine policial rodado en Inglaterra, y exteriorizado en otras cinematografías europeas.

Calificación: 3’5

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