Blogia
CINEMA DE PERRA GORDA

NIGHT OF THE EAGLE (1962, Sidney Hayers)

NIGHT OF THE EAGLE (1962, Sidney Hayers)

Según voy acercándome a ciertos títulos que forjaron la producción del cine fantástico y de terror británicos de las postrimerías de los años cincuenta e inicios de los sesenta, se acrecienta mi impresión del impacto que provocó en una vertiente del género, la obra maestra realizada en tierras inglesas por Jacques Tourneur, THE NIGHT OF THE DEMON (La noche del demonio, 1957). A pesar de no resultar ser una producción de elevado presupuesto, el arrojo de su propuesta, la singularidad de su atmósfera, la actualización que planteaba de un tema como el satanismo –poco tratado hasta entonces en la pantalla-, con respecto a las producciones de Val Lewton, unido a esa confrontación entre el atavismo y el momento presente o la atmósfera descrita con un destacado papel otorgado a la iluminación en blanco y negro, fueron sobrados elementos a mi juicio que permitieron seguir un sendero de enorme riqueza para el fantastique inglés. Sin estar enclavados en las mismas coordenadas, estoy convencido que sin la existencia –y el impacto- previo del film de Tourneur, hubiera sido más compleja la existencia de otras cimas del género como THE INNOCENTS (¡Suspense!, 1961. Jack Clayton) o THE HAUNTING (1963, Robert Wise) –rodada en tierras inglesas-, expresadas en sus características en unos derroteros divergentes –e igualmente valiosos- a los predominantes emanados por las producciones de Hammer Films.  Si a ello unimos la creciente importancia que en aquel contexto cinematográfico fue logrando el cine de perfil psicológico de Joseph Losey, podemos entender la existencia de títulos como NIGHT OF THE EAGLE (1962) –jamás estrenada comercialmente en España- inesperada y valiosa gema del género, sin duda obra máxima del previamente competente montador que fue Sidney Hayers, que un par de años antes ya había probado sus armas en el género con un título a mi juicio bien poco destacable, aunque no deje de tener sus seguidores –CIRCUS OF HORRORS (1960)-, y cuya andadura posterior se dirigió a la televisión, aunque en pantalla grande ofreciera títulos tan olvidables como THE SOUTHERN STAR (La estrella del sur, 1969).

 

En cualquier caso, y pese a emerger de un realizador bien poco distinguido, siempre he pensado que el cine fantástico era el marco genérico que podía permitir que cineastas de poco lustre aupados por un momentáneo grado de inspiración y rodeados de un equipo competente, lograran títulos que han pasado a las antologías –me sería muy fácil citar algunos de ellos-. Pues bien, a mi modo de ver este es uno de los ejemplos más rotundos de este enunciado, ya que ni ante la previsión más optimista, se podía prever el logro de una propuesta tan brillante como la que nos ocupa, aunque la presencia en el cuadro técnico de dos guionistas como Charles Beaumont y, sobre todo, Richard Matheson –quien en una entrevista que le realizó Pat McGuilligan no llegó ni a citar este trabajo-, tomando como base la novela de Fritz Leiber Jr., lograron una de las aportaciones más valiosas que el cine ha legado en torno al mundo de la brujería y el satanismo tratado desde una vertiente más o menos fantastique –en una relación que personalmente incluiría HAXÄN (La brujería a través de los tiempos, 1922. Benjamín Christensen), THE SEVENTH VICTIM (1943, Mark Robson), el citado THE NIGHT OF THE DEMON, la casi desconocida EYE OF THE DEVIL (1966, John Lee Thompson), o la posterior THE DEVIL RIDES OUT (1968), por cierto contando asimismo con la prestación como guionista del citado Matheson, unido por única vez con el gran Terence Fisher-.

 

La referencia antes citada con la obra maestra de Tourneur no es gratuíta al analizar NIGHT OF THE EAGLE, y es algo que percibiremos desde sus primeros fotogramas, cuando la llegada de un vehículo –el progreso- a una pequeña universidad ubicada en una campiña inglesa, muy pronto nos acercará a ese símbolo misterioso del águila de piedra que preside el centro, e instantes después  describirá la figura de un joven y emprendedor profesor de sociología –Norman Taylor (brillante Peter Wyngarde, cuya tipología física por momentos remite a un más joven Peter Cushing, y en otros al Jonathan Harker del DRÁCULA fisheriano ¿Causalidad o elección premeditada?-, que en esos momentos explica a sus alumnos el origen de lo que él considera supercherías y supersticiones que han ido ensuciando el progreso de la humanidad. Como si fuera un sucesor del Dana Andrews de THE NIGHT OF THE DEMON se trata de un escéptico que solo confía en el progreso de la ciencia, siendo incapaz de asumir la posibilidad de la existencia de otras fuerzas ajenas a la naturaleza –y en este sentido, será muy explícita la cita que inserta en la pizarra “yo no soy creyente”-. Taylor es un hombre de claro porvenir, a quienes todo su contexto académico da por hecho que va a ser ascendido a una cátedra. Casado con una mujer joven y hermosa –Tansy (Janet Blair)-, quizá no advierta que entre sus compañeros solo es objeto de envidias y recelos, y que de estos ha sido protegido hasta entonces por la acción directa de su esposa... quien no ha dudado para ello en utilizar las armas de la brujería. Es ejemplar a este respecto la manera con la que Hayers sabe mostrar ese microcosmos hipócrita y clasista que rodea el marco universitario, cuando su profesorado y esposas se reúnen un una fiesta convocada por los Taylor. Será este el inicio del apercibimiento por parte de Norman de que su esposa esconde algo inquietante. El nerviosismo de esta a la hora de buscar un elemento –que luego resultará un amuleto maléfico que alguien ha escondido-, será el punto de partida para que el escéptico profesor descubra las práctica realizadas por su esposa, obligándole a quemar los artilugios que esta tenía desplegada por toda la casa, a partir de que dos años antes el matrimonio viajara hasta Jamaica, donde Tansy descubrió el poder de la misma. Como si se tratara de la exacerbación de un drama doméstico –de nuevo nos insertamos en ese terreno psicológico cercano al cine de Losey-, pronto la película adquirirá un sesgo más cercano al cine de terror cuando, de forma involuntaria, se queme una foto del propio Peter, desplegándose con ello una auténtica “Caja de Pandora” en las desdichas de este, y recordándonos de nuevo esas runas que el referenciado film de Tourneur provocarían la muerte del último que las portara. A partir de ese momento, el universo plácido y ascendente de Taylor se vendrá abajo y, sin salir de su asombro, lo más importante de todo es que su seguridad y escepticismo se verán socavados hasta extremos impensables apenas pocos días antes.

 

Son muchos los rasgos que hacen de NIGHT OF THE EAGLE una excelente muestra del cine de terror británico –en aquellos años el más importante del mundo-. Uno de ellos es la extraordinaria lógica y cotidianeidad con las que es descrita el descubrimiento de la presencia de prácticas de brujería en un hogar moderno y confortable, otro es la escalofriante lógica del relato, que sin apenas tregua sabe discurrir por una espiral de inicial inquietud, hasta ir escalando los peldaños del horror más absoluto con un crescendo cinematográfico que alcanza unos minutos finales paroxísticos, sin renunciar a momentos tan inquietantes como el descenso del protagonista hasta un panteón familiar, en la desesperada búsqueda de su esposa, quien no ha dudado en sacrificarse y morir para con ello lograr salvar la vida de ese esposo al que tanto quiere. Sí que hay algo, de todos modos, que separa el título que comentamos del referente tourneriano. Y es que si bien en la magistral obra protagonizada por Dana Andrews en todo momento el realizador francés apostaba por la ambivalencia ante la existencia o no de lo sobrenatural, el film de Hayers “cree” abiertamente no solo en la existencia de dichos métodos, sino en la efectividad de los mismos.

 

Pero lo que de verdad llega a subyugar en esta película, es la creciente tensión interna que va desplegando un relato apacible en sus primeros fotogramas, pero que casi de manera instantánea logra introducir elementos que dejan entrever la inquietud –representada por esas águilas y estatuas de piedra que emergerán como constantes y mudos elementos de amenaza-. A partir de dicha estructura, el film de Hayers no deja un solo minuto de tregua al espectador, dotado de un ritmo modulado con rara perfección, su planificación se centrará en un notable aprovechamiento de los primeros planos de los actores, por lo general situando a estos teniendo como fondo elementos de producción y escenografía que sirvan para completar el sentido de cada escena planteada. Unas escenas que, en progresión creciente, irán insertando al protagonista en la vivencia de una experiencia terrorífica que sobrepasará cualquiera de sus hipótesis, hasta sufrir una aterradora persecución de la humanizada águila que hasta el momento presidía en forma de piedra el instituto, o incluso descubrir que en esas tareas de brujería se encontraba otra persona también practicante de la misma –no en sentido protector, como la esposa de Taylor-, sino en su vertiente totalmente negativa. Todo ello, conformará un conjunto magnífico, en el que no se atisba prácticamente ninguna fisura, aunque encontremos en la secuencia de la persecución exterior y nocturna del profesor por parte de esa aterradora águila, ecos de la secuencia similar que culminaría el citado THE INNOCENTS de Clayton –el encuentro final en el jardín entre la institutriz y el niño que encarnaba Martín Stephens-.

 

La pura y simple justicia, estimo que de una vez por todas debería situar NIGHT OF THE EAGLE –jamás estrenada comercialmente en nuestro país-, en el lugar que merece; el de  suponer una de las grandes obras del cine de terror británico de inicios de los sesenta, además de una de las propuestas más valiosas que el cine ha legado sobre la temática de la brujería. El hecho de venir firmada por un nombre poco distinguido, o las influencia detectadas y antes señaladas, en modo alguno nos impide reconocer que asistimos ante un resultado magnífico y, como tal, el film de Hayers debe ser ubicado en el lugar que le corresponde.

 

Calificación: 4

1 comentario

David Breijo -

Saludos, Vizcaíno. Tan sólo mostrarte mi más absoluta coincidencia. En cuanto arrancó el film, no pude evitar la sensación de sincronicidad estética y temática (razón-superstición) entre la obra maestra de Tourneur y este film, al que lastra -en mi opinión- un desenlace un poco anticlimático, ralo. Pero, vista sin complejos, es un estimulante "eslabón perdido" en la carrera del fantástico británico.