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CINEMA DE PERRA GORDA

MOON ZERO TWO (1969, Roy Ward Baker) Luna cero dos

MOON ZERO TWO (1969, Roy Ward Baker) Luna cero dos

“Aquí somos todos extranjeros”, comentará Clementine Taplin (Catherine Schell) al osado capitán William Kemp (un desafortunado miscasting para James Olson), cuando discurran sobre el árido terreno lunar en la búsqueda del desaparecido hermano de la primera. Esa angustia en la vivencia de un territorio hostil en el que está vedado incluso el imposible contacto con el inexistente aire es, bajo mi punto de vista, el elemento más atractivo, por sombrío, de MOON ZERO TWO (Luna cero dos, 1969), dirigida por Roy Ward Baker un par de años después de su inesperada obra maestra con QUATERMASS AND THE PIT (¿Qué sucedió entonces?, 1967). Una cumbre inserta en un periodo tardío de Hammer Films, que concluía de una manera absolutamente desoladora, mostrando quizá esa aura nihilista, que se vislumbra en los instantes más atractivos de esta sorprendente incursión del director y, sobre todo, del mítico estudio británico, en el universo de unos determinados rasgos de la ciencia-ficción, puestos de moda tras la aparición de 2001: A SPACE ODYSEEY (2001: Una odisea del espacio, 1968. Stanley Kubrick). Por desgracia, pese a la presencia de algunos pasajes atractivos, lo cierto es que con bastante justicia se suele señalar esta película, como uno de los primeros referentes dentro de la pendiente de decadencia de Hammer, aunque los derroteros de dicho descenso de calidad, girara por parámetros divergentes a los que manifiesta esta –digámoslo yo- mediocre película, que por otro lado contó con un generoso presupuesto, que no impide que en determinadas secuencias –sobre todo aquellas que describen el discurrir de vehículos por la nocturnidad de la superficie lunar-, evidencien en nuestros días el recurso a maquetas hoy dia bastante superadas.

Kemp es un aguerrido piloto espacial, que en pleno siglo XXI mantiene un bien ganado prestigio al haber sido el precursor de alunizaje a planetas como Marte. De características que podríamos señalar casi como un precursor del Han Solo de STAR WARS (La guerra de las galaxias, 1977. George Lucas). Arrogante, irónico y con un claro atractivo cara a las mujeres, su prestigio va en consonancia a un carisma desafiante en el entorno que le rodea, de un planeta luna decididamente colonizado por terrestres, que han logrado recrear una serie de condiciones y adelantos para poder vivir en un contexto en el que, ante todo, se cuenta como definitiva rémora, la ausencia de oxígeno. Será el ambito en el que el piloto asuma por un lado la oferta del siniestro J. J. Hubbard (Warren Mitchell), dirigida a reconducir el destino de un enorme meteorito de seis mil toneladas de zafiro, al objeto de que lo dirija sobre territorio lunar. Por otro lado, atenderá el desesperado encargo formulado por Clementine, al objeto de buscar y rescatar a su hermano, desde meses atrás responsable de una explotación en un rincón de dicho planeta, y de quien ha dejado de tener noticia alguna. Entre ambas premisas –finalmente ligadas en torno a la conclusión del conjunto-, lo lamentable de MOON ZERO TWO es la triste sensación de contemplar un título en el que el tedio es el elemento más frecuente, pudiendo observar la sumisión de sus premisas, en torno a los tics más penosos no solo del cine, sino de las modas de su tiempo. Como una visión ya tardía del Swinging London y la psicodelia de finales de los sesenta, con la escusa de una ambientación lunar podremos contemplar un vestuario y una caracterización absolutamente horripilantes, la actuación incluso en una presuntamente evocadora taberna lunar, de un grupo de baile que podría haber sido coreografiado por el mismísimo Valerio Lazarov. Es más, habrá hasta una secuencia de pelea en dicho recinto –sin duda la peor de la película- rodada con cámara lenta. La caracterización de los personajes es tan ridícula como sus motivaciones, hasta el punto que ni siquiera contemplándolos desde un prisma irónico y distanciado alejan esa aura de rechazo que provoca su conjunto.

Por ello, y dentro de una película que nació ya con la etiqueta de la caducidad más evidente, uno prefiere reseñar aquellos instantes –pocos-, en los que se adivina ese alcance casi existencial, que podría haber conducido a MOON ZERO TWO una cierta entidad como tal propuesta adulta de la ciencia-ficción, que constantemente se niega a sí misma. Algo que se percibe en la secuencia en la que Kemp actuará por vez primera, iniciando las maniobras de cara a reconducir la órbita del enorme meteorito –aunque ello no nos evite escuchar el comentario de este al ver el mismo: “menuda mujer será la que lleve esta piedra al cuello”. Será sin embargo la búsqueda del hermano de Clementine, la que proporcione los mejores instantes del film de Baker. No se quiera pensar con ello que asistamos a un fragmento especialmente memorable –ahí están esos horribles zooms que arruinan el instante teóricamente atractivo del descubrimiento del cadáver, todavía en pie, del hermano de esta, con el uniforme de astronauta-. Sin embargo, no es menos cierto que en ellos se describe una cierta sensación de soledad compartida entre los dos personajes, transmitiendo al espectador esa aura opresiva de ser víctimas de la colonización de un territorio hostil a las comodidades humanas. Con todos sus altibajos e insuficiencias, la película legará hasta su conclusión, en un fragmento que, de nuevo, transmitirá cierto pathos –la estrategia para evadirse de los hombres de Simmons-.

Poco es, sin embargo, lo que resta por salvaguardar de una película que se inicia con unos curiosos títulos de créditos animados por una canción olvidable y muy de su tiempo, que despistan al espectador sobre lo que va a contemplar a continuación, al tiempo que avisan sobre lo horripilante del fondo sonoro de Don Ellis. En medio de esa auténtica ensalada de elementos caducos, retengamos dos detalles cuanto menos divertidos. Uno, la presencia de breves pasajes de la película STAGECOACH (La diligencia, 1939. John Ford) en una sala de proyección de la estación lunar. El segundo, el breve plano que muestra uno de los juegos utilizados por sus moradores; el Moonpoly, curiosa variante del Monopoly. Como puede deducirse, la sutileza no es precisamente la cualidad más relevante de esta película que ya nació trasnochada en el momento de su estreno.

Calificación: 1’5

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