Blogia
CINEMA DE PERRA GORDA

CONFESSION (1937, Joe May)

CONFESSION (1937, Joe May)

¿Qué es CONFESSION (1937, Joe May)? ¿Un remake? ¿Un precedente del film d’art? ¿Un melodrama bizarro en torno a la seducción del arte? ¿Un exponente tardío del expresionismo alemán? ¿Un título inserto dentro de la producción de la Warner? ¿Una historia de redención madre-hija? ¿Una visión de un mundo decadente y sombrío en la Europa de la I Guerra Mundial? Como cualquier gran película –y CONFESSION no solo lo es, sino que reclama a gritos emerger dentro de la producción del melodrama americano de la década de los treinta-, la lectura de sus diversas vertientes, aparecen engarzadas no solo con precisión e inspiración, sino engrandeciendo una película que, de manera paradójica, discurre frustrando en todo momentos las intuiciones del espectador, a través de unos giros dramáticos que, de manera sorprendente, desprenden tal complejidad tanto en su evolución argumental como, sobre todo, brillantez e inventiva en su puesta en escena. No es de extrañar. Las crónicas hablas de que nos encontramos ante una película que se asume como nueva versión de MAZURCA, film alemán dirigido por Willi Forst en 1935. Es más, algunas referencias señalan que se trata de una fiel traslación, con diferentes actores, retomando dicho referente casi plano por plano. Por fortuna, hoy en día hay posibilidad de comprobar dicho enunciado, por que me comprometo en un futuro más o menos cercano a valorar esta circunstancia. En cualquier caso, sería algo que habría que analizar con seguridad, asumiendo la presencia –y es algo que se percibe casi desde su primer fotograma- del alemán Joe May como firmante de la misma. Incluso aceptando la veneración que al parecer mantenía May por la película que volvió a trasladar en imágenes. Lamentablemente, todavía es pronto para situar la figura de May en el lugar que merece, como uno de los grandes realizadores surgidos en el expresionismo alemán, que acabó sus días filmando series B en USA, teniendo que montar un restaurante para asegurar su subsistencia. Hasta la fecha, tan solo he podido contemplar cinco de los títulos que componen su amplia filmografía, y son muestra suficiente para apreciar las cualidades de un cineasta de primerísima fila, al cual solo un prematuro fallecimiento –antes de que surgieran las corrientes criticas que recuperaron tantos cineastas-, y un olvido de su cine, han impedido que hasta la fecha su figura ocupe el lugar que intuyo merece –haría falta una cuidada retrospectiva para ello-. El derroche de talento cinematográfico que despliega CONFESSION, en el que se aprecian ecos de la obra precedente del cineasta, de entrada por el inequívoco aire europeo que asume la propuesta. Más allá de estar situado su argumento en un ámbito centroeuropeo, las propias elecciones formales de May, denotan en todo momento esa traslación de la impronta alemana, situando su conjunto, muy por encima de su condición de vehículo para la estupenda y hoy olvidada Kay Francis, entro del ámbito de la producción de la Warner Bros, en un contexto de producción del que la película que comentamos, se aleja por completo.

La película se inicia, llevando al espectador a un contexto equívoco, acercándonos al terreno proteccionista de la joven Lisa, que por primera vez va a vivir apenas unos días al margen del cariñoso amparo de su madre. Junto a una amiga, intentará librarse del elegante y persistente acoso de un galanteador, que muy pronto descubrirá se trata de un conocido pianista –Michael Michalow (Basil Rathbone)-. Pese a su recelo, la persistencia de este le hará caer en su embrujo, siendo ella como es, estudiante de un conservatorio musical.  Cuando su madre haya vuelto al hogar, y aunque la muchacha haya rogado al pianista que no se ponga más en contacto con ella, no podrá resistirse a una noche más de galanteo, de alguien que pese a sus temores, le ha permitido abrir los ojos al mundo, y de quien se va a despedir ya que se marcha a Paris. Todo el fragmento descrito en una gran sala de fiestas, es el primer gran tour de force de la película, destacando tanto en la fuerza con la que transmite la atmósfera decadente de una multitud que busca el escapismo para huir de la situación convulsa que se intuye, como la destreza con la que la utilización de la grúa por parte de May, permite integrar en el relato al personaje de una avejentada cantante, que muy poco después será, repentinamente, determinante en la trama –Michael se sorprenderá y querrá huir, cuando la contemple-, hasta el punto de matar al pianista, confundiendo los disparos de la actuación de un tirador, con los que emanan de la pistola que la cantante –Vera (Kay Francis)- tirará al suelo, tras acabar con su víctima. La imagen del arma fundirá con la presencia de la misma, en lo que pronto descubriremos se trata de una vista judicial, en la que Lisa ejerce de testigo y Vera de acusada, sin que quiera abrir la boca para argumental el más mínimo apunte en su defensa. Para describir el marco de la situación y el contraste con el anterior fragmento, describirá una deslumbrante grúa de ascenso y retroceso, que culminará en un enorme plano general, donde las personas parecen quedar engullidas. La presencia de una extraña maleta cerrada, provocará un inesperado y temeroso cambio de actitud en la acusada, quien aceptará hablar, a cambio del desalojo de la sala, apelando a la reserva de lo narrado. El juez atenderá la demanda, pese a las protestas del fiscal, iniciándose un largo flashback que se prolongará hasta casi la conclusión de la película. El mismo nos remontará hasta un pasado en el que Vera era una reconocida cantante, que se encontraba bajo el influjo profesional de Michael, aunque a punto de casarse con el militar Leonide Kirow (Ian Hunter). El largo fragmento nos permitirá conocer que el conocido pianista fue siempre un hombre mujeriego que utilizó sus encantos para complacer sus deseos, sin que ello le hiciera reparar en el más mínimo sentido de la ética.

La película no deja de mostrar la inestabilidad de un contexto de guerra, en el que Leonide acudirá al combate, quedando su esposa a merced del cuidado de su pequeña, hasta que pasado el tiempo, y ante el consejo del médico que ha ido a visitar a su hija, le lleve a aceptar asistir a una lujosa fiesta. Allí se reencontrará inesperadamente con Michael, siendo ello tanto el indeseado reencuentro con un pasado que desea olvidar, como el inicio de una serie de desdichas, que le llevarán al abandono de su esposo, la pérdida de la custodia de su hija, y su retorno al canto, teniendo que deambular por locales indignos de su antigua categoría artística. Una situación prolongada durante muchos años, en los que de manera infructuosa irá buscando a su hija, hasta que finalmente la encuentre en Lisa, aunque por nada del mundo desee revelar a esta su condición de madre, al descubrir su acomodada situación. De ahí su negativa a expresarse en público al contemplar ese maletín suyo en el que se encuentran las pruebas de su maternidad. Y de ahí también su deseo de que en las conclusiones públicas del tribunal, no se haga mención a una circunstancia que desea se mantengan en el anonimato.

CONFESSION es, por tanto, un personalísimo melodrama de vocación europea, que en poco o nada debe al look de su estudio de procedencia. Por el contrario, acaricia la circunstancia de su querencia musical y su aura malsana –todo ello rodeando al personaje encarnado por Basil Rathbone-. No se ausenta un aura romántica en instantes como la reunión entre Michael y Lisa, antes de que se produzca el inesperado encuentro de este con Michael, y su propio asesinato. O en el abrazo que Vera expresará ante el inesperado retorno de su esposo de la contienda, comprobando con horror que le falta un brazo –con ello percibimos, sin más referencia, el horror de la guerra-. El film de May destaca por su elegancia, por su constante inventiva fílmica –el largo travelling lateral exterior, donde Vera intenta entre la multitud acercarse con su esposo, cuando este la descubre junto al pianista, para explicarle lo erróneo de su primera impresión-. Por el gusto en el detalle –esa querencia de Lisa por las lámparas, que ejercen a modo de metáfora, a la hora de verse atrapada en ámbitos desconocidos para ella-. O incluso en el eco que la película nos transmite de antiguos títulos de su realizador, como el célebre ASPAHLT (Asfalto, 1928) –los planos iniciales con la cámara encima de un vehículo, describiendo el bullicio ciudadano, la sordidez que irá adueñándose del conjunto, a modo de drama pasional-. Es cierto, en CONFESSION apreciamos algunos de los elementos límite del melodrama, como ese sacrificio final de Vera, para con ello preservar a su hija de cualquier riesgo. Tal empeño, permitirá una conmovedora conclusión, cuando el tribunal permite a la encausada una condena venial, que recibirá con lágrimas en los ojos, sin mencionar su relación con la pequeña. Y, sobre todo, brindará ese contacto de Vera con Lisa, en la que la apariencia de su frialdad, contrastará con la admirable sobreimpresión de una especie de doble espiritual de la cantante, transmitiendo al espectador un aura sensitiva, muy cercana al mundo de Frank Borzage, no en vano uno de los referentes del género en aquel tiempo. Verá se alejará finalmente para cumplir su condena, en un encuadre de clara ascendencia expresionista, caracterizado por su simetría.

Personalísima obra de un cineasta que necesita a gritos una necesaria reivindicación de su obra –su aporte en el cine USA ni siquiera es reseñado en el canónico “50 años de cine norteamericano” de Tavernier y Coursodon-, CONFESSION aparece sin duda como uno de los más valiosos y singulares melodramas producidos en el cine USA de los años treinta, a la altura de las mejores propuestas de cineastas como el citado Borzage, John M. Stahl o Edmund Goulding. Y, sobre todo, transmitiendo la personalidad de alguien que trajo a Hollywood la impronta europea, sin recibir hasta la fecha su reconocimiento como tal.

Calificación: 4

3 comentarios

Luis -

Sin haber visto el original creo que es una de las grandes películas de la década de los treinta que merece una urgente reivindicación

Taliban -

Muy buena reseña. No obstante confirmo que "Confession" es una copia plano a plano de "Mazurka", copia legal (se adquirieron los derechos) y reconocida por May según parece. El grado de exactitud es tan asombroso que sólo se me ocurre compararlo con los casos de las dobles versiones en distintos idiomas de principios del sonoro o con la (aunque en este caso absurda) versión de "Psicosis" de Van Sant. Aprovecho para recomendar otras películas de Willi Forst, también de gran imaginación visual: "Maskerade" y "Leisen flehen meine lieder".

Jose Manuel -

Una vez más me vuelves a poner en contacto con una "joyita", que acabo de disfrutar. También como tú, estoy deseando ver la película origen de este remake. Buen director este Joe May.
Gracias J.C