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CINEMA DE PERRA GORDA

THE WHIP HAND (1951, William Cameron Menzies)

THE WHIP HAND (1951, William Cameron Menzies)

Consagrado como director artístico –dos Oscars en su haber-, es bastante menos conocida la intermitente andadura del norteamericano William Cameron Menzies como realizador –hagamos excepción de la ambiciosa, y a mi juicio irregular, producción de ciencia-ficción THINGS TO COME (La vida futura, 1936)-. Por el contrario, el cine de Menzies parece que alcanza mayor altura cuando queda escorada en los ámbitos de la serie B, ámbito este en donde se sintió más a gusto, plasmando una serie de extravagantes títulos, por lo general orillados a géneros oscuros y tenebrosos –noir, suspense, ciencia-ficción-, que con el paso del tiempo se van redescubriendo, revelando en Menzies un extraño talento dentro de lo bizarro. THE WHIP HAND (1951) es un perfecto ejemplo de este enunciado, trasladando a través de esta modestísima e ignota producción de la RKO una atmósfera de pesadilla, a partir de un sencillo argumento utilizado como base de un relato, que es probable se dio salida en el estudio por su condición de ingenuo alegato anticomunista, aunque en realidad se dirima como un auténtico ejercicio de estilo, plasmando en sus imágenes una parábola –hubo tantas aquellos años en el cine americano-, en torno a la paranoia de la sociedad norteamericana.

Matt Corbin (Eliott Reid) es un joven redactor de una influyente revista norteamericana, que se encuentra pescando en una zona de Minessota, famosa por su fauna piscícola –aunque para ello se ha basado en una guía anclada en el tiempo-. Recibirá un inesperado golpe entre la luvia, lo que le llevará a buscar ayuda, iniciando una pesadillesca y azarosa andadura, encontrando únicamente hostilidad. Llegará a la pequeña localidad de Winnoga, donde será atendido por su doctor –Edward Koller (Edgar Barrier)-, aunque solo encuentre una cierta simpatía en su hermana Janet (Carla Balenda). Tras su cura, se trasladará a la fonda existente, donde será alojado por su propietario Steve Loomis (Raymond Burr). Muy pronto Corbin observará con extrañeza el comportamiento de sus habitantes, lo que unido a la sensación de pueblo abandonado que asumió al perder esa población piscícola por una extraña contaminación, le hará valer su condición de periodista, para elaborar un reportaje al respecto. En ello influirá también su atracción hacia Janet, aunque sin darse cuenta, la curiosidad que se acrecienta en su espíritu de investigador, pronto se transformará en una pesadilla, que no solo le llevará a un extraño laboratorio de experimentación, sino que pondrá en peligro se propia vida.

El gran acierto de THE WHIP HAND, reside a mi juicio precisamente en eso. En saber trasladar en imágenes un relato que parece fruto de una extraña pesadilla. La anuencia con la espesura de la fotografía del indispensable Nicholas Musuraca, se convierte en el mejor aliado, para que esta modesta producción adquiera un considerable grado de densidad y creciente desasosiego, y prenda de inmediato en la retina del espectador. Con una atmósfera que en más de una ocasión me recordó a la admirable MAN HUNT (El hombre atrapado, 1941. Fritz Lang), en muy pocos instantes el espectador sintonizará con la andadura del atribulado protagonista. Percibimos la angustia cuando recibe la hostilidad del vigilante al recinto a donde quiere entrar para recibir ayuda en su herida. Será el inicio de toda una odisea, en la que Menzies apostará claramente dos recursos cinematográficos. De un lado la utilización de la fuerza expresiva de los rostros, y de otro la clara huella de su condición como director artístico, que tendrá como fruto una serie de composiciones visuales, acrecentando esa aura de peligro creciente en la aventura de Corbin. Con ello, desplegará un relato en donde en todo momento intuimos la amenaza, lo ominoso y lo oscuro. Sentimos en más de una ocasión, que estamos ante una película que parece rodada en duermevela. Las miradas hoscas de los actores, la eterna vigilancia de los escasos vecinos a la hora de no dejar suelto al visitante. La única rebelión entre sus vecinos, la brindará el anciano tendero Luther Adams (Frank Darien), en el que el periodista encontrará su único asidero, logrando su colaboración a la hora de transmitir un mensaje al director de su revista, para poder ser rescatado, ya que en un momento determinado, percibi9rá con claridad que no le van a dejar abandonar la población.

La adscripción del film de Menzies en el terreno del alegato anticomunista, justo es reconocer que aparece casi forzada en su parte final, apareciendo en un recinto alejado de la misma la presencia de un extraño doctor huido tras su colaboración con los nazis –Bucholtz (Otto Waldis)-, aliado con el totalitarismo comunista, y empeñado en prolongarlo en territorio norteamericano, para lo cual cuenta con la colaboración de los vecinos de la localidad –a excepción del ya señalado Adams y de Julia, que nunca ha percibido dicha circunstancia, aunque siempre ha sospechado de las constantes salidas de su hermano-. El interés de THE WHIP HAND aparece en primer lugar en esos primeros planos de rostros amenazantes. En esa creciente presencia humana llena de hostilidad. En el predominio de la noche como elemento dramático. En la amenaza de Corbin cuando se escape y acuda a los exteriores de la mansión donde el siniestro doctor está realizando sus investigaciones, pudiendo contemplar desde la lejanía y con teleobjetivo, el indicio de que algo inhumano se está gestando allí. En la creciente sensación de sentirse acosado y sin posibilidad de fuga. En lo inquietante que aparece ese episodio de fuga junto a Julia, finalmente abortado, comprobando con pesimismo como el entorno se encuentra totalmente confabulado para impedir que salga al exterior el secreto que todos contribuyen a mantener. En lo aterrador que resulta comprobar como los experimentos de Bucholtz se dirimen con voluntarios, totalmente robotizados y despojados de la menor dignidad, que deambulan recluidos como auténticos zombis. O en la angustiosa persecución que protagonizarán, huyendo por las aguas del lago que circunda la mansión, en la que Matt tendrá que defenderse, estrangulando a uno de sus más feroces perseguidores, en uno de los momentos más electrizantes de la película.

Es cierto. A THE WHIP HAND le falta esa incapacidad de redondear un conjunto lleno de fuerza. No es ajeno a ello ese carácter de serie B que, con todo, se postula en un excesivo acomodo en un forzado Happy End, sin anular las cualidades de esta extraña visión de la paranoia anticomunista norteamericana, que se podría emparentar con la posterior, más reconocida, y a mi juicio inferior –a falta de una revisión que renovara mi lejano recuerdo; INVADERS FROM MARS (1953)-.

Calificación: 3

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