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CINEMA DE PERRA GORDA

THE WHOLE TRUTH (1958, John Guillermin) Toda la verdad

THE WHOLE TRUTH (1958, John Guillermin) Toda la verdad

Es más que probable que a partir del estruendoso éxito de LES DIABOLIQUES (Las diabólicas, 1955. Henri-George Clouzot), se popularizara un modelo de cine de suspense, basado en la explotación de las falsas apariencias y planteamientos dramáticos efectistas, que hundían sus raíces en la adaptación de novelas y obras de teatro. Dicha tendencia, tuvo en Inglaterra una notable anuencia, que se prolongó hasta inicios de los sesenta, y que brindó títulos como CHASE A CROOKED SHADOW (Sombras acusadoras, 1958. Michael Anderson), THE FULL TREATMENT (La muerte llega de noche, 1960. Val Guest), o el pequeño clásico que es THE NANNY (A merced del odio, 1965. Seth Holt). Dentro de dicha corriente, cabe situar con claridad la desigual THE WHOLE TRUTH (Toda la verdad, 1958), con la que ese apreciable realizador que fue John Guillermin, asumía una producción de Jack Clayton para Romulus Films. Su planteamiento surge a partir de la obra de teatro de Philip Mackie, a partir de la cual el experto Jonathan Latimer –THE BIG CLOCK (El reloj asesino, 1948. John Farrow)- intenta afianzar los puntos de interés de un elemental whodunit. Sin embargo, preciso es reconocerlo, si en última instancia nos encontramos con un titulo irregular, pero no exento de interés, se debe en todo momento al evidente trabajo de puesta en escena, empeñado en proporcionar un relativo atractivo a un argumento con escasos alicientes.

Será algo que podremos comprobar en la vibrante secuencia pregenérico, en la que en medio de una nocturnidad, con una planificación dinámica, un montaje percutante, se describe la huida en medio de la noche y de un escenario exterior que desconocemos –más adelante sabremos que se trata de una localidad francesa-, del personaje, al que aún no conocemos su identidad, encarnado por Stewart Granger. Lo veremos huir en una persecución policial, dentro de unos minutos llenos de ritmo e incluso una cierta musicalidad, en su coreográfica puesta en escena, hasta que finalmente se vea casi en una situación límite, que la acción nos trasladará hasta un flashback, que incluso se plasmará con el girar en sentido contrario, de las agujas del reloj. Será el traslado, sorprendente, a un plató cinematográfico, en donde asistiremos al rodaje de la secuencia de una película, en la se aprecia –incluso con sentido paródico-, la incompatibilidad de la pareja protagonista. El es un joven actor pusilánime –se le llamará despectivamente “jamón”, y ella es Gina Bertini (Gianna Maria Canale), una joven starlett de cortos vuelos, caprichosa y diva, con la que mantiene un efímero romance el productor Max Poulton (Granger), aunque este se encuentre casado. Dada esta incómoda situación, Poulton intenta despegarse del acoso de Gina, en lo que producirá una situación que, de forma extraña, aparecerá como el asesinato de esta. Será algo que le anunciará el enigmático Carliss (George Sanders), que se presentará como inspector de Scotland Yard, cuando haga acto de presencia en una fiesta que Max ha convocado, junto a su esposa Carol (Donna Reed). Será el inicio de una serie de azarosas circunstancias, en las que Pulton se verá sorprendido por ese supuesto asesinato, el retorno de Gina, el definitivo asesinato de esta, la desaparición de Carliss, su retorno, y la detención del protagonista como sospechoso de asesinato, mientras su esposa, que pese a conocer su infidelidad, se mantendrá aliada con éi, descubra la identidad del auténtico asesino, hasta el punto de poner en peligro, involuntariamente, su propia vida.

Antes lo señalaba, THE WHOLE TRUTH aparece como un inocente y artificioso whodnuit, dominado por giros argumentales, destinados como es habitual en estos casos, a sorprender al espectador. Claro es, que a tantos años de distancia, esa asimilación del aparato más epidérmico del cine de Hitchcock, apenas proporciona margen a la sorpresa. Sin embargo, sería injusto condenar su conjunto en función de esa querencia genérica. Antes lo señalaba, Guillermin es un director que logra proporcionar interés y densidad a sus imágenes. Lo brinda con una puesta en escena envolvente, en la que la audacia del montaje –atención a los atractivos fundidos encadenados para articular cambios de escenario-, irá acompañada por una interesante planificación, en la que destacará el uso de la grúa –el picado sobre el que se describe la peligrosa situación que vive Carol, cuando se encuentra en el balcón de la vivienda de la fallecida Gina, ubicado sobre un ominoso barranco-. En la presencia de una atmosfera de creciente desasosiego, a la que aportará no poco la pertinencia del montaje de Gerry Ambliong, y la iluminación en blanco y negro de Wilkie Cooper. No obstante, el mayor atractivo que brinda THE WHOLE TRUTH –y creo que Guillermin era consciente de ello-, es la magnifica composición del misterioso y calculador personaje que encarna George Sanders. La cámara se sirve de su ambivalencia, su distanciación, y los recursos de uno de los intérpretes más singulares que ha proporcionado el cine, para componer el retrato de ese tan elegante como mefistofélico, en el que Sanders se recrea con la sutileza que siempre fue su “marca de fábrica”.

Perjudicada por una conclusión apresurada y formularia –esa persecución final, que apenas aporta el necesario pathos a la misma-, y unos instantes finales, de carácter humorístico y distanciado, que provocan vergüenza ajena, no es menos cierto que su metraje no deja de proporcionar algunos atractivos pasajes, la mayor parte de ellos ligados al personaje encarnado por Sanders. Entre ellos, no puedo omitir la que a mi modo de ver es la mejor secuencia de la película. Aquella que, con la complicidad de un mechero, en un ingenioso intercambio, Carol confirme la sospecha, de la autoría del asesinato de Gina.

Calificación: 2

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