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CINEMA DE PERRA GORDA

RAPTURE (1965, John Guillermin)

RAPTURE (1965, John Guillermin)

Inédita en España y ni siquiera emitida en pases televisivos, lo cierto es que RAPTURE (1965), supone una de esas delicatessen que atesoró el cine británico en la década de los sesenta y, probablemente, la película más inspirada en la filmografía de ese apreciable realizador que fue John Guillermin. Realizada en un 1965, donde los nuevos cines europeos seguían dando muestras de su efervescencia –en Inglaterra fue el año en que Karel Reisz daría vida a MORGAN IN A SUITABLE CASE FOR TREATMENT (Morgan, un caso clínico, 1965), o Roman Polanski estrenaría REPULSION (1965), lo cierto es que la película de Guillermin nació al mismo tiempo con vocación de aunar los ecos de los más importantes cines europeos en aquel momento. Y es que si su diseño de producción es esencialmente británico, en el seno de la misma se detectan influencias francesas –más allá de estar rodada en suelo costero francés, la recurrencia al compositor George Delerue, o el protagonismo de la joven patricia Gozzi (pocos años después de su rol en LES DIMANCHES DE LA VILLE D’AVRAY  (Sibila, 1962. Serge Bourguignon), de cuyos ecos se adueña su rol en esta película), o la aportación italiana a cargo del experto dramaturgo italiano Ennio Galiano, junto a Stanley Mann –que ese mismo año había participado en el guión de otra cima del cine inglés tomando como referencia el mundo infantil; A HIGH WIND IN JAMAICA (Viento en las velas, 1965. Alexander Mackendrick). La confluencia de todos estos elementos, en un periodo de especial efervescencia cinematográfica, dio como resultado esta extraña cinta, en la que al mismo tiempo se detecta la inclinación del cine británico por la plasmación de dramas de raíz psicológica –se me antojan referencias concretas del cine de Jack Clayton-, en torno a la importancia de la vivencia de la infancia y la adolescencia. Todo ello, tomando como base su mirada para plasmar propuestas de carácter casi experimental, en las que se vislumbrara junto a un aspecto casi mágico, propio de un encantamiento, por momentos de ascendencia fantastique, en el que se envuelve en primera instancia, ese mundo paralelo en el que vive la joven Agnes Larbaud (Patricia Gozzi). Pero cualquier espectador minimamente avezado, podrá percibir que lo que plantea en última instancia RAPTURE –basada en la novela de Phyllis Hastings Rapture in My Rags-, es el empuje al propio precipicio emocional –planteado en la pantalla a través de esos acantilados costeros por los que se pasea Agnes con ensoñamiento, quizá en busca de esa otra realidad que se le escamotea en su gris y sombría existencia diaria.

Ella es la hija del viejo Frederick Larbaud (eminente Melvyn Douglas), antiguo juez que se retiró de la profesión al descubrir el engaño que le infringió su esposa al mantener una relación con un amigo suyo. Poco después ella murió y él se trasladó junto a su hija a una vieja casa de la costa francesa, mostrando hacia Agnes un evidente recelo, ya que representa para el viejo juez -que consume sus días escribiendo pasajes de una obra legislativa-, el recuerdo de esa esposa muerta que amó. Precario equilibrio que se mantiene, y que completa la presencia de la joven, llamativa y sensual Karen (Gunnel Lindblom) -¿Un coqueteo con el cine sueco?-, que quedará descrito a través de una rutina que tiene algo de oscuro, de innombrado. En la que nadie desea abrir la boca, aunque constantemente se tenga la sensación de que hay muchas cosas para aclarar. De manera inesperada, el silencio se romperá con la presencia de Joseph (el siempre magnífico Dean Stockwell), joven hombre de mar que vivió unos incidentes por los que fue detenido con unos compañeros, sufriendo una tan absurda como terrible circunstancia que marcará su futuro. Será una pelea en el furgón policial, que provocará un accidente de la misma, escapando junto a sus compañeros, y enfrentándose con un agente, al que dejará herido de gravedad antes de huir. Guillermin mostrará el primer contacto entre el joven y Frederick, en un instante que tendrá algo de extrañeza para ambos, como si pareciera un momento trascendente, en medio de lo accidentado de la situación. Joseph huirá hasta llegar a la cabaña que se encuentra junto al caserón en donde residen los Larbaud, siendo confundida en la mente calenturienta de Agnes con el espantapájaros que ella ha creado con las ropas viejas que su padre guardaba en un viejo arcón. Para la muchacha supondrá un momento de extrañeza encontrarlo entre la torrencial lluvia, mostrándose de espaldas a la cámara, delante de la cruz que antes albergaba el espantapájaros, en una composición visual que por momentos nos hace relacionarlo con el mundo de Frankenstein –la criatura creada por la imaginación de la joven-. La llegada del joven invocará primero un común sentimiento de ayuda, decidiendo todos ellos acogerlo escondido de la búsqueda de la policía, pero muy pronto marcará la ruptura de ese ya precario equilibrio inmerso en un desvencijado caserón poblado por apenas tres personas. Será reveladora a este respecto la secuencia en la que los cuatro personajes se encuentran tomando una sopa, sintiendo Joseph como es observado por los tres moradores del viejo recinto. Si bien el padre intentará ver en él a ese interlocutor que ha buscado durante largo tiempo, encontrando siempre el rechazo de sus convecinos –la situación provocada a la salida de la misa-, pronto descubriremos la atracción que se establecerá en Karen –que hasta entonces había desahogado su sexualidad con un novio de poco halagüeña personalidad- y el recién llegado. El conflicto aparecerá cuando Agnes descubra a los dos jóvenes en un escarceo amoroso, exteriorizando su ira con la sirvienta en una terrible lucha que apenas podrá evitar Joseph se transforme en un asesinato, y provocando que Karen abandone su cometido y huya de allí. Pero el conflicto se establecerá del mismo modo cuando Joseph decida huir de allí en un barco, viviendo la persecución de una Agnes cada vez más fascinada por él, lo que poco a poco irá correspondiendo este, sintiendo ambos fugaces instantes de felicidad en la costa.

Será sin embargo el espejismo de una realidad más sombría y cruel. Los dos decidirán marcharse juntos hasta una gran ciudad, en donde Agnes pronto sufrirá constantes desequilibrios, que la cámara mostrará como si fueran los vaivenes de un barco en alta mar. Joseph por su parte trabajará como ayudante en un sucio bar, ganando con ello para el sostenimiento de la pareja, y viviendo en una cochambrosa habitación, que la joven intentará sustituir por otra dependencia más adecuada para ellos. La búsqueda supondrá el inicio de un auténtico infierno para la muchacha, que iniciará una escapada a los infiernos, perdiendo el dinero que su compañero le había entregado de su trabajo. La discusión entre ambos pasará a un segundo plano, pero finalmente Agnes retornará al caserón junto a su padre. El gendarme agredido involuntariamente por Joseph morirá, suponiendo ello para este un agravamiento en sus responsabilidades penales. Sin conocer dicha circunstancia, regresará a la vieja mansión para reencontrarse con la mujer que ama, sin percibir que se encuentran allí los gendarmes en su búsqueda. Será el momento de la tragedia.

Desde el inicio dominado por una extraña sensualidad, que queda marcado por esos extraños planos que combinan una mirada lejana con el rostro de sus principales protagonistas, cuando acuden a la boda de la hija mayor de Frederick, envueltos por la cálida melodía de Delerue, RAPTURE aparece como una extraña mixtura de drama psicológico escorado hacia el paso de la infancia y a la adolescencia, con ciertas gotas de fantastique. No han faltado fundamentadas voces que lo han emparentado –dada la presencia de los roles encarnados por la Gozzi y Stockwell-, con los previos TIGER BAY (La bahía del tigre, 1959. John Lee Thompson) o WHISTLE DOWN THE WIND (Cuando el viento silva, 1961, del hoy tan reivindicado Bryan Forbes), ambas protagonizadas por Hayley Mills. Sin embargo, quizá aparezca más pertinente dicha vinculación, con una serie de títulos de divergente condición entre sí, caracterizados por esa querencia por contemplar en sus imágenes el contrasta de miradas entre el mundo infantil y juvenil y el de los adultos. Títulos todos ellos dominados por su poderoso blanco y negro, y por estar amparados bajo la división británica de la 20th Century Fox. Me refiero a exponentes como las cult movies  THE NANNY (A merced del odio, 1965. Seth Holt), BUNNY LAKE IS MISSING (El rapto de Bunny Lake, 1965. Otto Preminger) o el menos reconocido pero igualmente valioso THE THIRD SECRET (El tercer secreto, 1964. Charles Crichton). Exponentes todos ellos de una inclinación a temáticas siempre tortuosas, en las que la aparente inocencia de la mirada de seres de cortas edades, no supone más que la punta del iceberg se contextos dramáticos dominados por lo severo e incluso lo siniestro.

John Guillermin conduce el contraste de lo evanescente, de la efímera felicidad –esos momentos entre Joseph y Agnes en la playa-, el aire telúrico de algunos de sus pasajes –la presencia de esa casi fantasmagórica masa boscosa-, la impronta sombría que le proporciona la extraordinaria fotografía en blanco y negro de Marcel Grignon, esa sensación de mixtura entre un título esencialmente británico abierto a la implicación de ciertas corriente del cine francés –la querencia por una cámara que en ocasiones explora los matices psicológicos de su vertiente narrativa, y que separa con claridad las secuencias dominadas por una cierta serenidad, con aquellas otras en las que se expresa cierta crispación, por otra parte las más envejecidas del relato-. Lo mejor de RAPTURE se centra en la delicadeza mostrada. En esa visión que el realizador logra trasladar al espectador. En la capacidad ensoñadora. En esa muñeca que es arrojada por el padre al acantilado y es recogida rota, y como siniestro preludio a la trágica conclusión del mismo, es mostrada uniendo grotescamente sus elementos rotos. Un detalle inserto antes de que el espectador perciba que se ofrece como metafórico avance a la romántica tragedia con que concluirá la película, permitiendo que la muchacha, de una vez por todas, emerja de esa nebulosa que hasta entonces le ha rodeado, y se convierta en esa mujer que en realidad era. Sus comentario ante el cuerpo ensangrentado de Joseph “Sabía que eras real”, serán la terrible evidencia de esa nueva mirada adulta, en un ámbito de dolorosa e inevitable pérdida.

Calificación. 3’5

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