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CINEMA DE PERRA GORDA

IN HARM’S WAY (1965, Otto Preminger) Primera victoria

IN HARM’S WAY (1965, Otto Preminger) Primera victoria

En no pocas ocasiones, he intentado preguntarme, cual fue el objetivo real, de esas grandes producciones que Otto Preminger llevó a cabo en la primera mitad de los sesenta. Es cierto que en ellas se puso en tela de juicio la creación del estado de Israel, la política americana, el catolicismo o una mirada complementaria sobre la II Guerra Mundial. Siempre que me he planteado esta reflexión, he llegado a la misma conclusión. En todos estos casos, más allá de haber conseguido algunas de las mejores aportaciones del cine de aquellos años -en especial ADVISE & CONSENT (Tempestad sobre Washington, 1962), en mi opinión, una de las cimas cinematográficas de todos los tiempos-, quedaba claro que un Preminger en la cumbre de su talento, utilizaba estos ámbitos dramáticos, para plasmar en ellos algo tan sencillo, como era la propia condición humana.

Como en el resto de los títulos que acompañaron este no reconocido ciclo, IN HARM’S WAY (Primera victoria, 1965) se incorpora a dicha vertiente, aunando la originalidad y el carácter globalizador de la mirada, enmarcada en esta ocasión, en la deriva de un grupo de personajes, ligados a la vida militar, destinados en las instalaciones americanas en Japón, a partir del ataque nipón a Pearl Harbor. Como en el resto de sus compañeros de inesperado y aún no reconocido ciclo, Preminger se sirve de manera fundamental, de los resortes del melodrama, para combinar la gran producción con el intimismo. La utilización de deslumbrantes repartos de estrellas, con el logro de una asombrosa autenticidad. Con esa capacidad del vienés, para penetrar en los recovecos de las criaturas que forman sus ficciones, componiendo unos cuadros globales en los que se encuentran las contradicciones del comportamiento humano, a modo de moderna tragedia griega y, al mismo tiempo, desplegándolo con el magisterio de su cámara, y la precisión de una puesta en escena, tan reconocible como, en último término, en apariencia invisible, que atesoran con la enorme riqueza de sus recovecos dramáticos. Unos resortes fílmicos, que funcionan con la misma precisión en el manejo de la grúa, o el uno del plano americano fijo. Con la maestría del uso de los formatos panorámicos, o la actualización de unos modos cinematográficos de siempre. Nada escapa al magisterio de un Preminger en estado de gracia. Capaz de convertir en factibles, formulaciones de enorme complejidad. Y hacerlo además sorteando el ámbito de lo convencional.

En este sentido, IN HARM’S WAY añade un elemento de especial singularidad; estar rodada en un periodo, en el que Hollwwood se encontraba en un periodo de cambios casi sin precedentes. Es por ello, que nos encontramos con una película que no oculta su condición de gran producción, pero al mismo asume con enorme sentido de la simbiosis, determinados rasgos, más bien propios de propuestas alternativas en el cine americano de aquel tiempo -la elección del magnífico blanco y negro de Loyal Griggs no resulta en absoluto casual-. Tanto como la incorporación de los memorables títulos de crédito de Saúl Bass, una vez finaliza la película, complementando con ellos, elementos inquietantes, como el disparo de las bombas atómicas-. Y puede decirse que la propia elección narrativa que proponen los diseños de Bass, en el fondo resume las intenciones de Preminger -y de su habitual colaborador, Wendell Mayes, trasladando como guion, una novela de James Bassett-, al articular su entraña dramática, serpenteando lo que ha sido mostrado por tantas y tantas producciones cinematográficas; el bombardeo japonés de Pearl Harbor.

La película -que no dudo en considerar una de las cimas de un género, más proclive a grandes aportaciones de lo que se la ha solido reconocer, como es el cine bélico-, se inicia la noche del 6 de diciembre de 1941, con un memorable y extenso plano de grúa, acariciando las gorras de esos militares americanos, y mostrando el desarrollo de una fiesta de varios de sus oficiales. Será el breve preámbulo, que casi de inmediato, nos introducirá en una dualidad dramática, insertando una original subtrama, relacionada con la mundana esposa, del que pronto descubriremos es el comandante Paul Eddington (Kirk Douglas), que es sacada de la misma, bebida, por un oficial, no dudando en pasar la noche con este en la arena de una playa. A la mañana siguiente, la cotidianeidad de la amenaza bélica, se centrará en el veterano capitán Rockwell Torrey (un memorable John Wayne) quien, en la inmensidad del mar, percibirá casi sin poderlo evitar, el bombardeo nipón, que marcó un antes y un después, en la intervención americana en la II Guerra Mundial. Con ser impactante la expresión física del ataque, en todo momento las intenciones de Preminger se revelan diferentes. Apela a la cotidianeidad, y a detenerse en los pasos íntimos, de las criaturas que ha decidido seguir. En realidad, a la media hora del metraje, sobrepasado el shock del bombardeo, la cámara del cineasta se centra en Torrey y Eddington. El primero, discurrirá entre los cadáveres y los heridos del ataque, encontrándose con una mujer que cambiará su vida, la enfermera Maggie (admirable Patricia Neal). El segundo, sobrellevará la muerte accidental de su esposa -la joven bebida, que ha muerto en un accidente de tráfico, durante la huida con el oficial que pasó su última noche-, descrita por Preminger con una mirada profundamente desapasionada, lo que producirá un efecto emocional al espectador, de enorme calado. Pero es que en el veterano Torrey, se producirá una circunstancia desazonadora; tener que sufrir la humillación de ser destituido de su cargo, con vistas a ser sometido a un consejo de guerra, por haber subvertido las ordenanzas militares. Lo expresará un plano en grúa de retroceso, mientras este abandona el buque que ha comandado, y se encuentra iniciando las tareas de reconstrucción. Una nueva muestra de la capacidad que el cineasta albergaba, con tanta aparente facilidad, como con la maestría de un genio de la pantalla.

A partir de ese momento, IN HARM’S WAY ondea por los meandros del melodrama, articulando una admirable contraposición de sentimientos, de altibajos emocionales, de situaciones bajo las que el maestro vienés, pone en práctica su destreza, para plasmar su visión de los recovecos de la condición humana. Elementos como la honestidad, la difícil frontera que alterna la heroicidad del desequilibrio, la búsqueda de una paternidad perdida, el deseo de una segunda oportunidad sentimental, el oportunismo, la audacia, el instinto, la veteranía, la admiración, el miedo… la muerte y el despertar. Otto Preminger logró, una vez más, en la que quizá fuera su último logro absoluto de su obra, articular con su personalísimo sentido de la puesta en escena, aunar gran espectáculo, y recetas siempre de probada eficacia, e imbricándose en unos terrenos presentes en determinadas formas del cine de su tiempo, que prolongaría ese mismo año con BUNNY LAKE IS MISSING (El rapto de Bunny Lake, 1965). Todo ello, en una estructura descrita a través de bloques narrativos, resueltos con sencillos fundidos en negro, en los que, por momentos, se tiene la sensación de que el cineasta respeta el pudor y la intimidad de sus personajes, aún más allá si cabe, cuando esa emotividad se encuentra presente, en algunos de los mejores momentos del cine de su tiempo.

Es cierto. El hombre capaz de plasmar las más complejas audacias visuales y, al mismo tiempo, poseer un casi milagroso sentido de la fluidez narrativa -las más de dos horas y media del metraje de IN HARM’S WAY, se devoran casi sin que nos demos cuenta-, demuestra ser un humanista de la más vieja escuela, capaz de plantear un inmenso pudor emocional, al asistir como testigo casi involuntario, de instantes revestidos de enorme intensidad emocional, plasmados con una sobriedad y sencillez que llega a conmover. Antes citada los dos pasajes, en los que Torrey y Eddington, vivirán unos de los instantes más duros de sus respectivas existencias. Pero esa capacidad de penetrar en la entraña de sus criaturas, permitirá pasajes memorables, como aquel en el que el primero comunique a Bev (Paula Prentiss), la muerte -posteriormente desmentida- de su esposo -Mac (Tom Tryon), en unos instantes dolorosos e íntimos, descritos en la cotidiana función exterior de esta. O el miedo que el veterano comandante Powell (Burguess Meredith, eterno colaborador de Preminger), confesará a Torray, antes de que se inicie la ofensiva que revertirá el avance nipón. O en esa mirada que oscilará de reacia a admirativa, que el joven Jere (Brandon de Wilde), brindará a un padre al que despreciaba hasta que, poco a poco, vaya comprendiendo en la fuerza de su personalidad. Dentro de un cast en el que Preminger acierta una vez más, al imbricar admirablemente, a profesionales de diferentes generaciones y características, considero que es en la relación entre Jere y Torray, donde se articula, a mi juicio, lo más conmovedor de IN HARM’S WAY. Lo brindarán esos contraplanos, emocionantes hasta la lágrima -a mi modo de ver, el punto más arrebatador de una película admirable-, en los que padre e hijo se reconocerán como tales, mirándose a los ojos, y dando paso a un futuro en su relación que, de manera trágica, se verá abruptamente interrumpido, con la muerte del muchacho en la ofensiva naval. Un largo plano fijo, en el que Torray reciba en el fondo del encuadre y bajo la semi penumbra, el listado de bajas, entre las que se encuentra su hijo, bastará para transmitir el inmenso dolor, al que se ha fulminado su posibilidad de recuperar esa paternidad, 18 años alejada de su existencia.

Pasmosa en su alternancia de objetivos, capaz de emocionar y al mismo tiempo ser reflexiva. Admirable en su concepción de gran producción, de tratar al espectador como un ser adulto. Densa e inteligente tanto dramática como narrativamente, IN HARM’S WAY supone una muestra rotunda y casi tardía, de la vigencia en los postulados de un coloso del cine, llamado Otto Preminger.

Calificación: 4

5 comentarios

Juan Carlos Vizcaíno -

Sigo diciéndote que pareces haber visto otra película. Aunque al parecer, la novela de Allen Drury se caracterizaba por su enorme reaccionarismo -Drury detestó la adaptación de la misma, efectuada por Peminger-, en modo alguno puedo ver en la figura de Ackerman y sus acólitos a comunistas. Si percibo en ellos el prototipo del arribismo más feroz ¿Pero alguien se imagina a comunistas en las cámaras USA de inicios de los 60? Reitero que contemplar 'Advise...' como una simple batallita de conservadores y progresistas es, a mi juicio, no entender nada de la enorme complejidad de la película, que por cierto, cuenta con uno de los inicios más sencillos y con mayor impacto al mismo tiempo, jamás registrados en la pantalla.

Sevisan -

No hay que hilar muy fino para ver que en "Tempestad sobre Washington" los comunistas son los que maniobran a favor de Legfinwell (Henry Fonda), es decir, Van Ackerman y su pandilla. Simplemente, Preminger es prudente y no se atreve a llamarlos por su nombre.

Juan Carlos Vizcaíno -

De entrada, me alegra que esta excelente película, suscite algún tipo de comentario. En cuanto a lo que señala José Manuel el 'debe' de las maquetas ¿Alguien puede achacar a Hitchcock el recurrente uso de cantarinas transparencias en sus películas? Entiendo que en toda creación artística cinematográfica, estos elementos meramente técnicos, a mi modo de ver aparecen como simples servilismos, dentro del conjunto de sus respectivos relatos. Es decir, que no me importa en absoluto ese carácter 'cantarín'.

Por otro lado, discrepo, como suele ser norma, con el colega Sevisan. Partiendo de la base de que la obra de Preminger está -como la de todos los grandes- sujeta a vaivenes, de entrada creo que olvidas en su primer periodo, obras tan extraordinarias como 'Al borde del peligro' -que poco a poco se está reconociendo como una de sus películas más valiosas. La manera que tienes de definir su periodo de superproducciones, en modo alguno coincide con mi visión de las mismas, que en este comentario, señalo que se trata de establecer marcos controvertidos, para proponer su visión del mundo y de la condición humana. Y definir una obra de la extraordinaria riqueza de 'Tempestad sobre Washington' -una de mis películas preferidas de todos los tiempos- tal y como lo haces, me da a entender que has visto otra película. No se donde se encuentran en ella los comunistas, y en cuanto al rol de Laughton, define perfectamente a un político sureño, que no veo que en la película quede como simpático ni antipático. La grandeza de esa película, al margen de su prodigiosa puesta en escena, reside en la comprensión de las grandezas y miserias, de todos y cada uno de sus personajes. En fin, que una vez más, no coincidimos en casi nada, jajaja.

Sevisan -

No he visto "In harms way", que me inspira cierto temor, y mi comentario se refiere a la obra de Preminger en general. En su primera época hay una (casi) obra maestra, "Laura", y el sublime "Angel face", una de mis películas "de cabecera". En cuanto a las "superproducciones", tenemos, a pesar del lujoso Panavisión en b. y n., "Advise and consent", un enredo de guerra fría en que los malos son los comunistas que conspiran en la sombra y el "simpático" el parafascista interpretado por Charles Laughton. Luego está el acartonado "Exodo", una buena película, ("El rapto de Bunny Lake ") y, por fin, un excelente melodrama, elegante y contenido ("Bonjour tristesse") que mejora considerablemente la ridícula de Francoise Sagan.

Juan Manuel -

Incomprensible lo olvidada que está está cinta. Muy imaginativo cómo Preminger resuelve el ataque a Pearl Harbor con una toma -entiendo que rodada sólo una vez-de un coche sorteando una serie de explosiones.

Wayne está eminente. Increíble la físicidad que aporta este actor en momentos aparentemente tan nimios como cuando se lesiona con una puerta.
También hay sensación de autenticidad en un plano secuencia con el personaje de Kirk Douglas subiendo a un avión cuando a continuación se le ve a los mandos camino de la pista de despegue.

En el debe, las maquetas de barcos, igual de tristes o más que en Ben-Hur.