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CINEMA DE PERRA GORDA

THE COURT-MARTIAL OF BILLY MITCHELL (1955, Otto Preminger)

THE COURT-MARTIAL OF BILLY MITCHELL (1955, Otto Preminger)

Ubicada entre THE MAN WITH THE GOLDEN ARM (El hombre del brazo de oro, 1955) y SAINT JOAN (1957), dentro de un periodo fértil en la andadura de Otto Preminger, y precediendo uno de los bloques más admirables de su filmografía, nos encontramos con un título que podríamos considerar maldito. Una película que incluso en nuestro país jamás se estrenó comercialmente; reduciéndose su difusión a contados pases televisivos –su edición en DVD solventa solo parcialmente esta ausencia, ya que la calidad de la misma no hace justicia a la película-. Todo ello quizá haya contribuido a que en nuestro país, THE COURT-MARTIAL OF BILLY MITCHELL (1955) haya quedado como uno de los títulos menos reconocidos de la obra del realizador vienés, lo cual ciertamente no hace justicia a sus méritos, ya que se trata de un film preciso, revelador de los modos y cualidades de su artífice y, por momentos, realmente magnífico. Quizá la primera singularidad de su conjunto estribe en su extraña ambientación, que se centra en la década de los años veinte del pasado siglo, pero en su configuración no deja –salvo precisamente las escenas de exteriores de su primera mitad-, de alcanzar tintes contemporáneos. Dicha circunstancia, unido a los escenarios en donde se alterna la acción –especialmente la sobria y destartalada sala en la que se celebra la vista militar con Billy Mitchell-, es indudable que proporciona una textura singular al film, aunque integra la misma dentro de un tipo de cine practicado con bastante asiduidad en su periodo de rodaje –podríamos citar melodramas de Vincente Minnelli, Nicholas Ray y tantos otros-.

La película narra la andadura visionaria del coronel Billy Mitchell (Cary Cooper), un respetado militar que desde finales de la I Guerra Mundial intenta hacer comprender a los mandos militares norteamericanos de la época, sobre la necesidad de conceder la debida importancia al creciente impulso de la aviación como arma de guerra. Ello se plasmará en la práctica con la alta cantidad de accidentes que irán sufriendo militares en accidentes dentro de aparatos totalmente obsoletos y trasnochados. Esta constante llamada de atención, expresada en desobediencias a los mandos de la época, llevará en primer lugar a desplazar a Mitchell a una localidad de segundo orden, aunque la muerte –no por previsible menos dolorosa- de su gran amigo, el comandante Zack (Jack Lord) le llevará a formular unas declaraciones, incidiendo en sus intuiciones militares, que muy pronto serán objeto de extrema polémica entre los mandos, y le llevarán a una vista militar. Será algo buscado por el propio protagonista para completar esa llamada de la sociedad norteamericana ante la necesidad de considerar el entorno aéreo como uno de los vectores de la defensa militar.

Sin embargo, este proceso muy pronto se convertirá en la plena demostración del entorno cerrado que define el mando militar, contra el que muy pronto se estrechará una barrera aparentemente infranqueable para nuestro protagonista. En cualquier caso, podrá contar con la inestimable ayuda de un viejo amigo, el congresista Frank R. Reid (Ralph Bellamy), quien actuará como defensor de Mitchell, logrando que la vista adquiera un carácter mucho más favorable para su defendido, al tiempo que extendiendo el influjo de su repercusión al conjunto de la sociedad civil, algo que los militares habían pretendido evitar a toda costa. Esta circunstancia, les llevará finalmente a solicitar la prestación de un prestigioso jurista militar –el mayor Allan Guillion (Rod Steiger)-, quien someterá al encausado a un implacable interrogatorio, en el que se podrán establecer las débiles fronteras de la lógica y detectar los razonamientos que defienden con convicción, tanto el encausado como aquellos que –dentro de su mismo entorno militar- piensan de forma opuesta y se aferran a una manera de entender el ejército tan obsoleta como aparentemente lógica en sus condicionantes.

Una vez más, Preminger apuesta en su película por una mirada llena de revulsivo ante el mundo que retrata. Un marco que en esta ocasión se centra en una de las instituciones más aparentemente intocables de la sociedad norteamericana. El hecho de ubicarse en un periodo más o menos lejano en el tiempo y el recurrir a una historia real –que al parecer, y es lógico, se modificó en algunos de sus términos-, no evita integrar THE COURT… dentro de esa visión que el realizador vienés vino proporcionando a diferentes estratos y sectores de la sociedad norteamericana. Todos aquellos temas que hasta entonces fueron considerados tabú para ser trasladados al cine, fueron sistemáticamente utilizados por Preminger en su cine una vez entrados en la década de los cincuenta. Fue algo que sus detractores criticaron como la astuta medida de un director-productor en la constante búsqueda del éxito –algo por otra parte legítimo-. Sin embargo, creo que el paso de los años ha permitido valorar con justicia, no solo –con sus ocasionales y lógico vaivenes- la valía de este periodo de la trayectoria de Preminger, sino sobre todo el sendero que despejó de cara a la andadura posterior del cine norteamericano, para poder trasladar a la pantalla temas hasta entonces prácticamente vedados.

Pero hay dos cuestiones que permiten que el título que nos ocupa pueda ser admirado en su verdadera valía. Uno de ellos es la mirada limpia que el realizador proporciona sobre sus personajes, y la otra –y en definitiva, la más importante-, señalar que su puesta en escena supone una auténtica lección de cine. Con respecto al primer enunciado, es de destacar el esfuerzo mostrado por el realizador –y sus guionistas-, a la hora de intentar mostrar las legítimas razones que esgrimen todos sus personajes. Desde el primero hasta el último, la cámara implacable de Preminger intenta trasladar el sentir de todos ellos, apostando por incorporar ese rasgo de verdad y convicción que guíen sus acciones. Se trata de una mirada que no dudará en mostrar elementos de debilidad en la conducta del protagonista, al tiempo que dotar de rasgos de lógica y humanidad en los personajes que podríamos considerar negativos o autoritarios –los que interpretan Charles Bickfort o Rod Steiger en las secuencias finales-. Fue este un método que hace muchos años definió al director como el “cineasta objetivo” por excelencia. Una etiqueta tan cómoda y discutible como cualquier otra -¿puede alguien considerarse objetivo en cualquier manifestación?-, que quizá se hubiera redefinido mejor dentro del concepto de ambivalencia. Sin embargo, lo cierto es que también en esta ocasión, Preminger busca un tema controvertido pero su tratamiento es cotidiano y mesurado, matizado y contrapuesto.

Y antes señalaba que, por encima de todo, THE COURT… es una nueva prueba de la condición de primer cineasta que Otto Preminger gozó a lo largo de prácticamente toda su carrera, erigiéndose como uno de los representantes más distinguidos de esa segunda oleada de hombres de cine que llegaron hasta Norteamérica a partir de los años treinta. La precisión, fluidez y transparencia de la realización de esta película es buena prueba de ello, siempre dentro de un impecable dominio de la pantalla ancha, que le permite precisar dramáticamente la importancia de sus actores dentro del encuadre. Es algo que se manifiesta con extraordinaria nitidez en las secuencias de la vista que protagoniza Mitchell -modélicas en su planificación-, y que saben trasladar visualmente no solo las tensiones entre sus personajes, sino el dominio psicológico que se establece dentro de la vista, en la medida que los argumentos de acusación y defensa, van tomando cuerpo en la vista. En definitiva, la diferencia que se puede encontrar a la hora de plasmar cinematográficamente una película de estas características, entre el título que nos ocupa y otro que aparentemente adquiere características similares. Me estoy refiriendo a INHERIND THE WIND (1960, Stanley Kramer). Lo que en esta posterior y típica película de Kramer se erigía como una propuesta discursiva y finalmente complaciente, en el film que comentamos se define como una rigurosa aportación cinematográfica, con una excelente prestación de su conjunto de intérpretes –Cooper, Bellamy, Bickfort, especialmente-, y a la que quizá solo cabría reprochar la elección de Fred Clark como representante de la acusación. Clark era un buen actor de comedia, y ese rasgo es el que, en ocasiones, inclina hacia la caricatura las intervenciones de su personaje.

Pero mas allá de este detalle concreto, THE COURT-MARTIAL OF BILLY MITCHELL deviene en su conjunto como un título magnífico y, por momentos, apasionante. Quizá se trate de uno de los exponentes de su filmografía menos apreciados y comentados, aunque supongan la primera avanzadilla de dos de sus posteriores logros absolutos –ANATOMY OF A MURDER (Anatomía de un asesinato, 1959) y su obra cumbre, ADVISE & CONSENT (Tempestad sobre Washington, 1962)-. La película culminará en este caso con la acusación del protagonista, aunque la pantalla se inclinará a mostrar que el carácter visionario de Mitchell, se haría patente en el devenir futuro de la vida norteamericana. Un simple fundido encadenado, tras la mirada cómplice de Gary Cooper después de ser sentenciado, le definirá como auténtico y satisfecho, al apreciar que sus aportaciones entran dentro del terreno de la lógica más estricta.

Calificación: 3’5

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