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CINEMA DE PERRA GORDA

UP IN MABEL’S ROOM (1944, Allan Dwan) Un casado en apuros

UP IN MABEL’S ROOM (1944, Allan Dwan) Un casado en apuros

Hizo usted muchas comedias seguidas.

El motivo principal es que sabía que las verían los muchachos que estaban en la guerra, y en campamentos militares, y que les alegraría un poco la vida. Esa serie de películas las hice pensando en ellos. Lo que vieran o quisieran ver la gente que compraba entradas me traía sin cuidado, yo pensaba en esos muchachos, y a ellos les chiflaban. Aquí también gustaban, claro, porque eran distraídas, y tuvieron mucho éxito; y en Europa también funcionaron bien”.

Así se manifestaba Allan Dwan, ante las preguntas de Peter Bogdanovich, en el inolvidable libro de entrevistas Who the Devil Made It (1997). Lo cierto es que, personalmente, cada vez tengo más claro, que no se puede entender una mirada más o menos completa, sobre el devenir de la comedia americana durante la década de los cuarenta, sin hacer mención al aporte brindado por uno de los grandes pioneros del cine, de quien conocemos su vinculación a géneros más o menos dramáticos, pero quien durante aquellos años, se caracterizó por su reiterada implicación en dicho género, desde los postulados de la serie B, logrando pese a todo, resultados bastante estimulantes. Hasta el momento, había podido disfrutar BREWSTER’S MILLIONS (Mi novio está loco, 1945) -de la que Walter Hill, filmó un al parecer, poco distinguido remake en la década de los 80- y THE INSIDE STORY (1948). A ellas, me place sumar UP IN MABEL’S ROOM (Un casado en apuros, 1944), una divertidísima Screewall Comedy, rodada al amparo del productor Edward Small, adaptando la exitosa comedia teatral de Wilson Collison y Otto Harbach, de la cual existe una versión previa, rodada en 1926, en pleno periodo silente.

La película se inicia con un divertido y equívoco rótulo -a los modos de Preston Sturges-, que nos induce a pensar en un producto bélico. No será así. Servirá, sin embargo, como oportuno contraste, para mostrarnos a la pareja protagonista, el joven matrimonio, formado por Gary (un Dennis O’Keefe, sorprendentemente bien dotado para el género) y Geraldine Ainsworth (Marjorie Reynolds). De inmediato veremos que se trata de una pareja acomodada, y que Gary, en el fondo, es un ser de débil carácter, sometido a la arrolladora personalidad de su esposa que, asimismo, se encuentra ligada al dictado de su madre -a la que nunca varemos, salvo el sonido de su voz en off, en sus hilarantes manifestaciones por teléfono; uno de los grandes hallazgos del relato-. Geraldine aún se encuentra en los efluvios de la reciente boda, empeñándose en celebrar su 30 aniversario ¡el primer mes de la misma! Sin embargo, para Gary pesará más el testimonio del pasado, de esa inocente aventura que tuvo con la mundana Mabel Essington (la personalísima Gail Patrick), representado en ese camisón de mujer, que lleva bordada una dedicatoria y la propia firma de Gary. En el momento en el que su esposa le interrogue por esa reunión que tiene marcada por la tarde -en la que él se ha de ver con Mabel-, este aparecerá dominado por las hilarantes torpezas, a la hora de ponerse su chaqueta. Y es que, a grandes rasgos, en su personaje, podemos ver una prolongación del Cary Grant de la canónica THE AWFUL TRUTH (La pícara puritana, 1937. Leo McCarey), al tiempo que casi una avanzadilla del muy posterior Gregory Peck de la sensacional DESIGNING WOMAN (Mi desconfiada esposa, 1957. Vincente Minnelli).

En realidad, todo se dirime en el intento del joven esposo, de ocultar ese inocente episodio de su pasado, que por otro lado Mabel desea aclarar, tanto por un deseo de emular a la actual esposa de este, como no dejar nada de su pasado oculto, dado que se ha prometido a Arthur Weldon (Lee Bowman), fiel amigo socio de Gail. Todo ello, tendrá su creciente catarsis cómica, en la segunda mitad de la película, donde tanto la pareja protagonista, como Mabel y su prometida, se reúna a pasar un fin de semana, en una mansión, junto a una serie de amigos.

UP IN MABEL’S ROOM funciona con la perfección, y la combinación de los resortes de la Screewall, delimitada en la sempiterna ‘Guerra de los sexos’, adornada por no pocos y regocijantes ingredientes de nonsense, que permiten que su devenir se deguste con diversión y, en algunos momentos, con auténticas carcajadas. Desde lo impagable que resulta ver a Gary, sosteniendo involuntariamente colgando en su bolsillo derecho, ese camisón que cree haber recuperado, que contiene supuestamente la prueba del delito, hasta esa impagable secuencia, que parece estar desgajada de la ficción cinematográfica, en la que Gary coge en sus brazos un bebe, ayudándole Boris (Mischa Auer) en las tareas de entretener al niño, y provocando una hilarante situación equívoca entre todos los invitados, apostados tras la puerta.

Será precisamente el personaje que encarna con tanta admirable excentricidad el ya citado Auer, quien sobrellevará sobre sus espaldas los elementos más excéntricos y delirantes de la función -impagable esa conversación en ruso, que mantendrá por teléfono con la madre de Geraldine, para concluir la película-. Desde esas inútiles búsquedas del deseado camisón, por el que cada vez pedirá más dólares a Gary, hasta su salida al exterior de la mansión, en plena tormenta, siendo incluso escopeteado, pasando por esas escondidas en baúl o debajo de la cama, propias del más genuino vodevil, sin olvidar la desternillante secuencia, producida en la boda de una de las criadas, enfrentándose con el marido de esta -y dejando asimismo, una nota sociológica, en torno a las mujeres que han quedado embarazadas durante la guerra-. Un marasmo de creciente subversión, que en no pocos momentos no acerca a las catarsis del cine protagonizado por los Marx Brothers, y que proporciona a esta película un carácter regocijante. Y hay que decir que Dwan demuestra su destreza cinematográfica, aplicando una planificación ágil, rompiendo esa ‘cuarta pared’ propia de cualquier adaptación teatral, e incluyendo esas fugas cinematográficas, que proporcionarán esa escenificación de los sueños de Gail, que levantarán las sospechas de su esposa.

Todo ello, confluye en un conjunto divertido, delirante por momentos, que demuestra, ante todo, la sabiduría de Dwan manejando los resortes del género, aun cuando su trabajo, aparezca inserto dentro de los márgenes de la producción de bajo presupuesto. Una obra placentera, realzada por la complicidad de una banda sonora -nominada al Oscar de la Academia de Hollywood-, obra de Michael Michelet, que sabe puntear sus pasajes más cómicos, evocando ese incidente mejicano que ondea por todo su conjunto. Una comedia, en definitiva, que sotto voce, no deja de hablar sobre las flaquezas y virtudes de la figura del matrimonio, y que revela, por si a alguien le cabe duda que, junto al aporte de los especialistas del género, se sucedieron un gran número de comedias -pienso en ejemplos, como TOGETHER AGAIN (Otra vez juntos, 1944. Charles Vidor), o BECAUSE OF HIM (Su primera noche, 1946. Richard Wallace)-, ratificando una enorme fuerza en la producción de aquellos lejanos tiempos.

Calificación: 3

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