HIGH TENSION (1936, Allan Dwan)
Bajo su reconocible corto alcance, una película como HIGH TENSION (1936) puede servir como referencia para destacar el talento de un cineasta aún hoy día practicamente ninguneado, como sigue siendo el primitivo Allan Dwan. Paradoja esta que ofrece esta producción de serie B de la 20th Century Fox, en la que por encima de un tratamiento que combina la comedia con el cine de aventuras, ejerce como un exponente casi primitivo e inesperado de esa screewall comedy, que muy pronto marcaría una de las corrientes más valiosas del cine a partir de la segunda mitad de la década de los treinta.
HIGH TENSION centra su ajustada propuesta –poco más de una hora de duración- en la figura del dinámico, irónico y carismático Steve Rearden (Brian Donlevy). Steve es uno de los más valiosos encargados de las reparaciones de una firma de cables de alta tensión, sobrellevando una vida diaria centrada en las previsibles averías e incidencias habituales en su profesión. Pese a este trabajo tan proclive a sobresaltos, nuestro protagonista desea contraer matrimonio con la joven escritora Edith McNeil (Glenda Farrell), con la que pese a todo mantiene una tormentosa relación, aunque dichas tensiones sean precisamente las que sirvan de inspiración a los relatos que esta escribe. En medio de un contexto dominado por peleas y constantes recelos e ironías, Rearden planteará a su prometida un ultimátum para permanecer estable en su trabajo y sin desarrollar su vida diaria como un desafío laboral continuo. Es por ello que pedirá al viejo mandatario de su empresa que le conceda la oportunidad de seis meses de trabajo en las oficinas, para lograr con dicho cambio crear finalmente la estabilidad necesaria para casarse con Edith. La experiencia será un autentico fracaso para nuestro protagonista, teniendo finalmente que viajar hasta unas zona costera del Pacífico, al objeto de ayudar a su amigo Eddie Mitchell (el posterior director Norman Foster) quien no sabe como sobrellevar el deterioro irrefrenable de unos cables situados sobre una enorme masa de coral. El repentino desplazamiento provocará los recelos de Edith –recelos que el propio Rearden insuflará en ella a través de escritos equívocos que intentan relacionarlo con otra amante en su repentino lugar de trabajo-, quien finalmente viajará hasta allí con la esperanza de “recuperar” el cariño del –pese a todo- hombre de su vida. Será en plena operación de rescate de Mitchell cuando en alta mar se contraponga el peligro de este y el cariño que le profesa quien ha actuado como su secretaria. Algo que se pondrá de manifiesto con la valentía de Rearden a la hora de rescatarlo, permitiendo asimismo que Edith compruebe con sus propios ojos tanto el rasgo aventurero de la personalidad de su amado, como la lealtad que le ha proporcionado en su ausencia.
Sorprende en el film de Dwan encontrarnos con un tipo de cine que de alguna manera hbían puesto en práctica nombres como Howard Hawks –TIGER SHARK (Pasto de tiburones, 1932)- o Henry Hathaway –SPAWN OF THE NORTH (Lobos del norte, 1938)-, aunque lo más atractivo del conjunto venga dado precisamente por esa especial inclinación a esa comedia basada en la “guerra de los sexos”, que en aquel tiempo aún se encontraba en un estado bastante embrionario. Podríamos referirnos, llegados a este punto, a una relativa coincidencia temática a la hora de adoptar estilos y mezclas de género, pero personalmente preferiría destacar el ritmo trepidante caracterizado por una película que contaba tanto con una notoria carencia de medios, como un material de base probablemente despojado de especiales atractivos. Y sin embargo –aún reconociendo que nos encontramos con un producto finalmente discreto, y en el que su escueta duración impide un mayor grado de desarrollo de personajes y situaciones-, cierto es que en casi todo momento HIGH TENSION demuestra que tras la cámara se encontraba con un cineasta dotado de un especial talento fílmico. Lo hará con el ritmo trepidante que imprime a un relato que en otras manos menos hábiles hubiera fructificado en un resultado olvidable, en la acertada ubicación de los intérpretes en el encuadre, o la intuición de saber ubicar la cámara siempre en el lugar adecuado. Cualidades estas a las que cabe sumar o la eficacia con la que se intercalan los momentos de comedia, a la que ayuda no poco el apoyo de personajes secundarios como el remilgado ayudante del jefe de Rearden, quien asumirá con indisimulado placer tener a esta bajo su mando en su infructuosa singladura como operario de oficina, o la propia, influyente y divertida criada negra de Edith, encarnada por una Hattie McDaniel pre GONE WITH THE WIND (Lo que el viento se llevó, 1939. Victor Fleming). No conviene, por otra parte, omitir a todo ello la presencia de un montaje impecable o la constatación de algunos movimientos de grúa de enorme pertinencia –como los que describen el contexto del viejo navío desde donde se ejecutan las labores del rescate de Eddie-, que al mismo tiempo parecen manifestarse con la mera intención de provocar una sensación de apertura formal, contribuyendo a desterrar cualquier sensación de estatismo que, justo es reconocerlo, apenas tiene acto de presencia.
Y es que pese a la condición antes señalada de ser una simple película de complemento en el estudio de Zanuck, lo cierto es que HIGH TENSION permite intuir las casi plenas facultades que Allan Dwan mantenía en aquel periodo de su obra. Obviamente, ese potencial iría sedimentándose y creciendo en inspiración, hasta llegar a su producción en la década de los cincuenta, donde se insertan buena parte de sus títulos más prestigiosos. En cualquier caso, y dentro de la vastísima producción de un director que ya dejó un buen número de títulos –muchos de ellos perdidos- en el periodo silente, la posibilidad de ir acercándonos a películas suyas apenas referenciadas han de provocar nuestro entusiasmo, siquiera sea para ir completando el perfil de la obra de un enorme cineasta, del que aún nos queda tanto buen cine por contemplar. Buen cine como el que, con notable modestia, plantea la película que comentamos, que tiene un inicio realmente atrayente; presentar a Rearden en pantalla, mostrándolo dentro de la cápsula que le sirve como elemento de trabajo, situándose en el fondo del mar y pescando tranquilamente desde el interior del artilugio. Un hilarante inicio que, por momentos, me recordó al Buster Keaton de THE NAVIGATOR (El navegante, 1924. Buster Keaton y Donald Crisp).
Calificación. 2
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