Blogia
CINEMA DE PERRA GORDA

THE COMMON LAW (1931. Paul L. Stein) [La diosa de Montmatre]

THE COMMON LAW (1931. Paul L. Stein) [La diosa de Montmatre]

THE COMMON LAW (1931. Paul L. Stein), presenta buena parte de las características, que configuraron el melodrama descrito en la RKO, durante los primeros años del sonoro. A saber. Una historia, narrada con una ajustada duración, caracterizada por una efectiva sobriedad y naturalidad expresiva y que, coincidiendo por el periodo Precode permitió paladear una serie de ficciones, que destacaban por una mirada adulta, en torno a las relaciones de pareja y, fundamentalmente, en el perfil activo de sus respectivos personajes femeninos. Todo ello, se cumple punto por punto, en esta realización del austriaco Paul L. Stein, uno de los realizadores en nómina por el estudio, con una andadura iniciada en Europa durante pleno periodo silente, pero del que poco se sabe, o quizá su producción norteamericana estuviera dominada por cierta medianía. Creo que en buena medida, las imágenes de este curioso melodrama, que no deja de incorporar elementos de comedia, avalan esa limitada destreza de Stein, aunque al mismo tiempo, señalan que su puesta en escena, comparada con la de otros realizadores de aquel contexto de producción, muestra un mayor dinamismo y, sobre todo, una especial sinceridad, a la hora de mostrar esas secuencias ‘a dos’ que, a fin de cuentas, aparecen como lo más valioso y perdurable de su conjunto.

La película se inicia -tras una panorámica descendiente sobre la Torre Eiffel, ciudad en la que se desarrolla el relato-, describiendo el abandono de la joven Valerie West (Constance Bennett) del que ha sido su amante, el acaudalado Dick Carmedon (Lew Cody). Será un pasaje narrado con absoluta desdramatización, al tiempo que un punto de ironía, en la que percibiremos la sinceridad de la protagonista, capaz de renunciar a un contexto de lujo y riqueza, y prefiriendo por ello ser honesta consigo misma. Casi de inmediato, esta se presentará en el estudio del joven pintor norteamericano John Neville (Joel McCrea), al que hemos visto previamente en la debilidad de su personalidad, y la dependencia que mantiene de su absorbente hermana Claire (la posteriormente conocida comadre de Hollywood, Hedda Hopper). También con las dudas que alberga, en los permanentes consejos que le brinda el avispado Sam (el prematuramente desaparecido Robert Williams, que pudo ser una de las grandes figuras de la década). En ese contexto, Valerie aceptará, no sin dudas, ejercer como modelo de John, desnudándose para él -una grúa de retroceso, como cierre de escena, mostrará a lo lejos el desnudo de la actriz, después que pequeños planos de detalle inciten a dicha presencia-. La sinceridad entre ambos jóvenes, muy pronto se configurará con una sólida relación, en la que Neville planteará a la muchacha en matrimonio. Sin embargo, una feliz Valerie confesará que no le importa en absoluto esa ligazón. Se encuentra segura de su amor a él, y prefiere seguir así. Todo ello, descrito en esos planos sostenidos, dominados por una sobria dirección de actores, transmitiendo esa sensación de verdad cinematográfica, en la que se envolverán los mejores momentos de esta apreciable cinta.

La felicidad de la joven pareja pronto se someterá a prueba, al enterarse John de la relación pasada de la muchacha con Carmedon, algo que su inmadurez le impedirá digerir, decidiendo Valerie abandonarle sin resentimiento. El tiempo pasará sin que el pintor haya abandonado el recuerdo de esta, abstrayéndose de acudir a actividades sociales. No obstante, accederá finalmente a acudir a una sala de fiestas, donde encontrará inadvertidamente a Valerie, participando en una multitudinaria fiesta, caracterizada por una puesta en escena erotizante, y la presencia de un túmulo en movimiento, caracterizado todo ello por su estética décó. La joven, que disfruta con entusiasmo de la misma, seguirá a un decepcionado Neville, introduciéndose en el taxi donde este se va a marchar, e incluso acompañándole a su casa, dispuesta a mostrarse, de nuevo, sincera en sus sentimientos. En la secuencia más hermosa de la película, este exteriorizará su rencor, pero quedará desmontado ante la convicción en las manifestaciones de la mujer que sigue amando, confesándole que rompió por completo de cualquier propuesta posterior de Carmedon, por más que en dicha relación se estableciera se plasmara la seguridad de un futuro cómodo y lujoso. La intensidad del momento, concluirá con un primer plano de John, conmovido y, en el fondo, feliz de saber que el amor de ambos se ha mantenido incólume.

A partir de ese momento, THE COMMON LAW adquirirá fundamentalmente, los aires de una comedia de alcoba, desde el deseo de John de presentar a Valerie al entorno de su familia. Todo ello, se plasmará en su asistencia a un crucero con su familia, donde nos encontraremos con las molestas e insistentes intromisiones de Claudia, la hermana de John, para intentar hacer desistir a este de su relación. Para ello, no dudará en invitar al mismo a Stephanie Brown, una antigua novia de su hermano, empeñada en acercarse a él -pese a que John no dude en exteriorizar su educado desdén hacia ella-, y contándose igualmente a Carmedon como molesto invitado -también favorecido por la injerencia de Claudia-. Ello propiciará secuencias dominadas dentro del contexto de la comedia de enredo, pero revestidas al mismo tiempo de cierta tensión interna, al tiempo que retornará esa neutralidad dramática que caracterizará el conjunto de la película. Serán momentos como la cena de todos los invitados del crucero, cuya mesa habrá ordenado Claudia de manera maliciosa, ubicando a su hermano junto a Stephanie, y a Valerie al lado de Carmedon. O el instante casi final, en el que este último invadirá borracho el camarote de nuestra protagonista, viviendo una incómoda escena, al caer de la puerta de dicho camarote, cuando Valerie lo expulsa pacientemente del mismo.

Pero incluso dentro de este largo episodio, el film de Stein se inclinará en ocasiones, por las secuencias ‘a dos’, casi confesionales, en la que su realizador demostraba encontrarse muy a gusto y que, una vez más, se elevan entre lo más logrado de esta interesante y olvidada película. En este tramo final destacarán, sobre todo, el encuentro de Valerie con el padre de John -encarnado por Walter Walker-, en el que le veterano patriarca, de inmediato quedará cautivado por la sinceridad y lucidez de la muchacha. También lo hará, la breve secuencia, en la que la protagonista se sitúe en la valla del barco, al salir hastiada de la cena, y hasta allí se acerque el incombustible Carmedon, quien se confesará en su incansable fascinación hacia ella. THE COMMON LAW finalizará, de manera inesperada, virando hacia un tono de insólita comedia, y de nuevo en un ámbito de insólita complicidad para la pareja, cuando Valerie decida abandonar hastiada el crucero. Será el momento en que Neville la ayude a ello, tripulando una pequeña barca… y huyendo ambos de ese contexto de asfixiante convención, que ha impedido hasta entonces su felicidad, y aceptando la muchacha, esa ya casi imposible implicación al matrimonio entre ambos.

Calificación: 2’5

0 comentarios