Blogia
CINEMA DE PERRA GORDA

Adam McKay

DON’T LOOK UP (2021, Adam McKay) No mires arriba

DON’T LOOK UP (2021, Adam McKay) No mires arriba

No me cabe la menor duda que Adam McKay intentó plasmar con DON’T LOOK UP (No mires arriba, 2021) su propuesta más ambiciosa, tras una andadura donde lo irregular y lo estimulante se da de las manos hasta el momento de manera aleatoria. Ahí es nada, plantear una sátira global sobre la estupidez colectiva de la sociedad americana -y, por ende, del mundo Occidental-, a través de una base argumental que plantea un inesperado Apocalipsis. En ocasiones he fantaseado con la mirada que hubiera podido brindar el añorado Frank Tashlin ante un mundo globalizado, vendido ante adelantos tecnológicos que nos dominan y controlan, y unos modos de comportamiento que, si no fuera por el prejuicio que ocasionan, podrían proporcionar una mirada satírica demoledora.

Lo cierto es que el artífice de la atractiva THE BIG SHOT (La gran apuesta, 2015) en esta ocasión no logra el equilibrio y la coherencia en esta propuesta tan mainstream como desaforada en sus intenciones y objetivos, que a mi modo de ver queda muy limitada en su alcance, precisamente en esa mezcolanza de subtramas e incluso de géneros, algo que en el título antes citado en buena medida sí se articulaba, quizá favorecido por una base argumental más concreta. DON’T LOOK UP se inicia, envuelta en unos coloristas títulos de crédito, con el inesperado descubrimiento por parte de la estudiante de astronomía Kate Dibiasky (Jennifer Lawrence), de la existencia de un voluminoso cometa que parece acercarse a la Tierra. Pondrá en conocimiento el descubrimiento a su superior, el profesor Randall Mindy (Leonardo DiCaprio), quien hará el cálculo de dicha evolución, comprobando con horror que los datos técnicos certifican que este -de unas dimensiones entre cinco y diez kilómetros de diámetro- chocará con nuestro planeta en poco más de seis meses, destruyendo en el impacto todo tipo de vida. Casi de inmediato informarán a las autoridades de la NASA y serán trasladados con celeridad hasta la Casa Blanca, donde serán recibidos por la presidenta Orlean (Meryl Streep). Sin embargo, los dos alterados científicos -que contarán con el firme apoyo del superior Teddy Oglethorpe (Rob Morgan)-, pronto percibirán el desinterés tanto de la mandataria norteamericana como del entorno que le rodea, en especial su impresentable hijo Jason (Jonah Hill), figura muy estrecha de su staff, tan solo pendiente de la elección de un candidato judicial sobre el que recae un enorme escándalo mediático.

Conscientes de que institucionalmente no tienen el menor apoyo, el trío de científicos intentará divulgar el impactante descubrimiento, con magro resultado, aunque en la deriva la presentadora televisiva Brie Evantee (Kate Blanchet) caiga rendida ante los improbables encantos de Mindy. Como quiera que desde de la Casa Blanca se confirman los datos expuestos -y también intentando buscar en ello una ventaja en torno a la alicaída popularidad de la mandataria- se iniciará un proyecto para enviar al espacio una serie de cohetes de energía nuclear que pueda diseminar el cometa antes de llegar a la Tierra. Lo que en principio llevaba buen camino, una vez se produzca el lanzamiento quedará derogado, atendiendo la presidenta a la sugerencia de Peter Isherwell (Mark Rylance), magnate de telefonía móvil, quien propone un plan alternativo, que al mismo tiempo sirva para extraer los valiosos minerales que han detectado entre la inmensa masa del meteorito. Todo será, en el fondo, una deriva mercantilista y sin rigor científico alguno, ante la que nuestros protagonistas quedarán desalojados, mientras la progresiva cercanía del objeto cada vez parece más inexorable.

Si tuviera que definir DON’T LOOK UP, señalaría que aparece como una irregular mixtura entre títulos en apariencia opuestos como WHEN WORD COLLIDE (Cuando los mundos chocan, 1951. Rudolph Maté), DR. STRAGENLOVE OR: HOW I LEARNED TO STOP WORRYNG AND LOVE THE BOMB (¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú, 1964. Stanley Kubrick), FAIL SAFE (Punto límite, 1964. Sidney Lumet) y MARS ATTACKS! (Mars Attacks!, 1996. Tim Burton). Y lo peor de todo, es que la referencia más clara la asume de la que considero la propuesta más prescindible de la filmografía de Burton. En la película de McKay se extiende, con más fuerza de lo deseado, la impronta de una farsa conducida sin ingenio, antes que la pretendida de la sátira. De entrada, y al margen que tiene que discurrir casi un tercio de su abultado metraje para que nos podamos sentir cómodos en el relato, la galería humana ofrecida se caracteriza por su generalizada antipatía -empezando por la que desprende un excesivo y bufonesco DiCaprio y una poco acertada Lawrence-, en la que destaca el profundo desagrado que desprende el cargante Jonah Hill. Por momento, uno tiene la impresión de asistir a un poco acertado casting, en el que personalmente destacaría tres excepciones. La primera de ellas es el magnífico Rob Morgan, en su rol de científico leal a las consignas descritas, que proporciona una absoluta dignidad a su personaje, inexistente en el resto del reparto. Y aún dentro de la impronta caricaturesca, no se puede dejar de destacar la felina fuerza desprendido por la brillante Kate Blanchett, y también el joven Timothée Chalamet, en su breve pero sincero rol de joven nerd que se verá atraído por la Lawrence, en las postrimerías de la vida en la Tierra.

Partiendo de dicha premisa, con una fauna humana ante la que el espectador apenas puede empatizar, la película deambula a través de una estructura de montaje, ironizando con trazo grueso en torno la deriva autodestructiva del mundo moderno, con especial mención al elemento nocivo, manipular y acosador de las redes sociales, que en la película adquieren una presencia tan reiterada como episódica y, lo que es peor, tan superficial como escasamente lograda. Todo ello se irá combinando con una serie de peripecias argumentales que, en su acumulación estereotipada, impiden que ese alcance de tragicomedia que en ocasiones brinda el relato, se diluya en esa ausencia de equilibrio interno que este pide a gritos. Es por ello que en momentos donde la película parece ponerse en serio y situar en primer plano un alcance moralista -la proclama desesperada de Randall en el programa televisivo, cuando la llegada del cometa ya parece irreversible- chirríen en exceso.

En todo caso, y asumiendo las relativas reservas que nos transmite una propuesta de entrada ambiciosa, esta no carece de buenos momentos, por lo general situados de manera paradójica cuando la vertiente de comedia queda en un segundo término, y la película ya se encuentra avanzada en su metraje. Se percibe en ese primerísimo plano sobre el rostro de DiCaprio cuando se le está maquillando antes de salir en televisión, sobrepuesto a su presencia en el programa. Al rostro cariacontecido de Oglethorpe al conocer en una llamada que una prueba de países extranjeros para combatir el cometa ha fracasado. La secuencia confesional entre la pareja de jóvenes e inesperados amantes, hablando sobre la divinidad. El instante en el que los dos científicos, desde la distancia, contemplan en plena noche la primera señal del meteorito desde la lejanía, y él exterioriza una aterradora fascinación ante los viandantes que se encuentran a su lado o, en definitiva, todo cuando acontece en esa cena final en torno a la familia de Randall, mientras la eclosión del cometa se encuentra centrada, y el joven Yule (Chalamet) improvisa una oración de acción de gracias -quizá el momento más inesperadamente emocionante del relato-. En medio de la misma, el científico recibirá una llamada de la presidenta, ofreciéndole dos plazas en el vuelo de una nave donde se van a evacuar a poderosos de la catástrofe.

Es cierto que en su vertiente de comedia, creo que apenas funciona todo lo que rodea a la famosa y avasalladora periodista que encarna la Blanche, y su inesperada fascinación por el aturullado científico. Sin embargo, es justo reconocer que la película brinda un muy divertido epílogo descrito más de veinte mil años después que, lamentablemente, se verá limitado con la presencia de otra situación final de nula efectividad. Hasta en estos instantes finales se desprende ese afán de McKay por la acumulación de situaciones que, a fín de cuentas, es el mayor enemigo de esta discreta película.

Calificación: 2

ANCHORMAN 2. THE LEGEND CONTINUES (2013, Adam McKay) [Los amos de la noticia]

ANCHORMAN 2. THE LEGEND CONTINUES (2013, Adam McKay) [Los amos de la noticia]

Seguido por mi ya dilatada admiración hacia el actor Paul Rudd, recuerdo como en el otoño de 2004 acudí al estreno de ANCHORMAN: THE LEGEND OF RON BURGUNDY (El reportero: la leyenda de Ron Burgundy, 2004. Adam McKay). Recuerdo que me llegó a desagradar. La relativa buena acogida que tuvo en USA, no se correspondió con el silencio piadoso de crítica y público que recibió en nuestro país. Un a valoración que, justo es reconocerlo, en modo alguno me sorprendió. Curiosamente, el paso de poco más de una década ha modificado por completo ese semblante. ANCHORMAN… no solo es un título de culto, sino que en numerosas plataformas críticas aparece como una de las sátiras fundamentales emanadas por la factoría Apatow, al margen de situarse como plataforma de lanzamiento para el talento cómico de actores como Steve Carell o el propio Rudd –que ya había demostrado sobradamente su pericia en el género, y que luchó denodadamente para conseguir el impagable rol del machista Brian Fantana-.

He de reconocer que tendré que asumir una revisión de esa comedia que en su momento me dejó tan frío, máxime cuando el nombre de McKay aparece en nuestros días artífice de revisionismo, sobre todo a raíz de la entusiasta acogida crítica dispensada a la muy reciente THE BIG SHORT (La gran apuesta, 2015). Mientras tanto, los responsables de ANCHORMAN…, durante años barajaron la posibilidad de establecer una continuación de las aventuras del narcisista Burgundy y sus secuaces, para la que incluso se barajó la posibilidad de realizar un musical en Broadway, que sirviera de planteamiento previo a la misma. Es más, cuando finalmente se planteó su rodaje, con el título de ANCHORMAN 2. THE LEGEND CONTINUES (2013, Adam McKay), se llegaron a rodar dos divertidos números musicales, que finalmente fueron desechados del metraje final, y algunos de cuyos pasajes se pueden disfrutar en los extras de la edición digital de la película. Y es que, conviene señalarlo, esta ni siquiera fue estrenada comercialmente en España –la denominada “Nueva Comedia Americana” no goza de especial popularidad en nuestras pantallas-, llegando a los aficionados mediante una cuidada edición, que propone el título de “Los amos de la noticia”. Partamos de razonamientos opuestos. El primero no ser personalmente un especial defensor de dicha corriente –aunque reconozca que en su ámbito se ofrecen algunos títulos de notable valía-. El segundo me hace pensar que no albergamos la suficiente distancia en el tiempo, para valorar el autentico alcance de la misma. Sin embargo, y aún atendiendo a ambos enunciados, preciso es reconocer que ANCHORMAN 2… esgrime no pocas cualidades, superando de manera considerable la –para mi- menguada valía de su precedente. Cierto es que no pocos afirman lo contrario, aunque en Estados Unidos la película fue bien recibida por su errática crítica, logrando además una generosa carrera comercial de más de ciento setenta millones de dólares en todo el mundo –la mayor parte de ellos, es lógico, en USA-. La película, se caracteriza de entrada por una cuidada, elegante y estilizada textura visual, en la que al impactante uso de la pantalla ancha o la precisión de su montaje, hay que aunar una nítida y luminosa impronta cromática más cercana a los años sesenta que a ese final de los setenta en el que se encuadra su acción, obra de Oliver Wood y Patrick Capone, y un afilado montaje, al que ayudará de manera impecable una inmaculada selección de música disco, que hace que en no pocos de sus momentos, la película se convierta esa extraña invocación retro de dicho periodo, bastante más lograda que en otros exponentes que insertaban dicha condición en un primer término.

A partir de dicha circunstancia, McKay y Ferrer –el otro artífice del proyecto-, apuestan a mi juicio por una combinación de los rasgos ligados al absurdo y ese cierto grado de escatología que –para bien o para mal-, condicionaba ANCHORMAN…, por una propuesta más pulida, quizá para los fans del título precedente más deslavazada, pero a mi modo de ver bastante más conseguida. La película logra brindar elementos indudablemente ligados a esa comicidad casi estúpida por su ingenuidad, con una mirada no por simple menos reveladora, de ese mundo de la comunicación de su tiempo, mezquino y ya entonces basado en el logro de la audiencia, fuera como fuera. Un contexto en el que el arribismo, el desprecio por la información veraz, y la búsqueda del amarillismo, permitió el afloramiento de los canales informativos de 24 horas, que tan frecuentes son en nuestros días.

Desde esa sencilla premisa argumental, se brindará una nueva andadura del célebre cuarteto comandado por Ron Burgundy (Will Ferrell), formado por el chulesco e infantil Brian Fantana (Rudd), el directamente retrasado Brick Tamland (Steve Carell), y el aparentemente rudo pero en realidad gay reprimido Champ Kind (David Koechner), retomando de manera casi casual el privilegio de la información, tras varios años retirados de la misma. La irrupción de un cuarteto que, guste o no, se encuentra ya en la pequeña historia de la comedia americana de los últimos años, nos ofrecerá una especie de traslación de un extraño absurdo, que casi de un plano a otro puede devenir de una escatología casi obscena, a inclinarse a un infantilismo sorprendente, hasta concluir incluso en una conservadora apología de la familia. Sin embargo, el terreno recorrido, que en algunos momentos en su plasmación visual aparece como una actualización del mundo generado por Frank Tashlin y Jerry Lewis, ofrece una serie de episodios sorprendentes por su riesgo. Es algo que podremos plasmar por la impagable recuperación de Brick ¡Asistiendo a su propio funeral y llorando por su muerte!, a la extraña poesía que describe el accidente de la caravana en la que se encuentran los periodistas, con uso de cámara lenta y escorpiones incluidos. En esa impagable recurrencia de Kind a utilizar murciélagos en vez de pollo para su comida basura, o en el despliegue de preservativos que alberga Fantana en un rincón oculto de su despacho. O, por supuesto, en ese extraño momento –que considero el más libre de la película-, en el que una extraña poesía rodea la aparición, danzando en pista de patinaje y con una flauta, de un Burgundy estrella, en un acto público, antes de que una argucia de su directo rival le provoque un inesperado accidente.

Pero junto a ello, ANCHORMAN 2… logrará el acierto de la introducción del narcisista y arrogante personaje de Jack Lime –un impagable James Marsden, demostrando una vez más su valía para la comedia-, en su enfrentamiento contra Burgundy, que le hará acreedor de un ridículo nuevo apellido, o en la desopilante pelea que aparece como la hilarante catarsis del relato, superando con creces la que aparecía en su título precedente, y en la que junto a una catarata de private jokes poco comprensibles desde nuestra perspectiva, se darán cita un casi incalculable número de celebridades, que en su mayor parte, rogaron por participar en la película.

Calificación: 3