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CINEMA DE PERRA GORDA

David W. Griffith

A 3 días, del XV aniversario de Cinema de Perra Gorda (LXXIX) DIRECTED BY... David Wark Griffith

A 3 días, del XV aniversario de Cinema de Perra Gorda (LXXIX) DIRECTED BY... David Wark Griffith

David W. Griffith, el más alto de la imagen -en pie-, el verdadero padre del lenguaje cinematográfico, en el rodaje de la tan controvertida, como maravillsa THE BIRTH OF A NATION (El nacimiento de una nación, 1915).


D. W. GRIFFITH... en CINEMA DE PERRA GORDA

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(2 títulos comentados)

TRUE HEART SUSIE (1919, David W. Griffith) Pobre amor / El verdadero corazón de Susie

TRUE HEART SUSIE (1919, David W. Griffith) Pobre amor / El verdadero corazón de Susie

Dentro de la mastodóntica producción generada por el genial David W. Griffith, a continuación de la emblemática BROKEN BLOSSOMS OF THE YELLOW MAN AND THE GIRL (Lirios rotos / la culpa ajena, 1919), asumió la realización de TRUE HEART SUSIE –estrenada en su momento en España como POBRE AMOR, aunque haya sido editada en DVD con el título de EL VERDADERO CORAZÓN DE SUSIE-. La película supone de entrada un contraste rotundo en función de la garra dramática de su título precedente, aunque una mirada más atenta revela un sentido complementario con uno de los referentes más reconocidos de la obra de su artífice, así como uno de los “melos” silentes más significativos en la evolución del género. De aquella tremenda historia, Griffith trae ese tono de delicadeza que imprimía sus instantes más intimistas, para trasladarnos en esta ocasión a una de las manifestaciones primigenias de lo que posteriormente de denominó Americana y que tuvo su carta de presentación con el excelente TOL’ABLE DAVID (1921) de Henry King. Serían historias en las que el contraste del entorno rural en el que se centran sus historias, sencillas y plácidas, tienen su contrapunto más o menos cuestionable con la invasión de todo lo que suponga lo urbano, o lo que del mismo se proponga, generalmente planteado como ajeno a la pureza que puede proporcionar la vida comunitaria junto a la naturaleza de los territorios norteamericanos.

En esta ocasión, la sencillez de su historia tiene lugar en la relación que mantienen dos jueves en un plácido contexto campestre. Ella es Susie (la siempre maravillosa Lillian Gist), por completo enamorada del despistado pero al mismo tiempo cándido y atractivo William (un notable Robert Harron, que murió en plena juventud un año después del rodaje de la película). Ambos comparten la sencillez de su vida en el campo, viviendo en modestas viviendas acompañados por sendos familiares –el padre del muchacho y la tía de Susie-. Poco a poco entre ellos se va forjando una relación más contundente, aunque la timidez por parte de la pareja impida consolidar lo que excede el ámbito de la amistad, para convertirse en la demostración de un incipiente amor. William no perderá la ocasión de perpetuar ese sentimiento en un árbol al insertar con una navaja las iniciales de la pareja, pero ninguno de los dos se atreverá a dar el paso adelante para exteriorizar su primer beso. En cambio, William si se animará a estudiar en una universidad, pensando que la financiación de su puesto en la misma ha provenido de un extraño personaje que ha llegado a la localidad con falsas esperanzas. En realidad, todo ha sido posible por el enorme sacrificio de Susie, quien secretamente y con la anuencia de su tía han vendido la vaca que tenían, sin revelar al joven el objeto de sus ilusiones.

A partir de ese momento se introduce en la película el contraste entre la nostalgia existente entre Susie, y la dureza de la vida de William en la universidad, donde tendrá que trabajar como camarero, recibiendo el apelativo de “mantequilla”, hasta que con una pelea logre ganarse el respeto de los atildados compañeros de la misma. Pasan los años y William regresa a su pequeña localidad ya formado, luciendo un tanto ridículo bogite, y con prematuros aires adultos. Los estudios le granjearán la plaza de predicador en la misma, sustituyendo al ya anciano que ejercía sus labores, y ello no será más que el inicio de una estabilidad e incluso inicio de colaboraciones como escritor. Todo ello posibilitará en él el deseo de casarse, que comentará a una entusiasma Susie. Sin embargo, pronto se entrometerá en la normal consolidación del deseo de ambos una mujer mundana –Bettina-, quien deseosa de alcanzar una estabilidad económica de la que alardea pero en el fondo carece, no cejará en su empeño de conquistar a William quien, preso de una perceptible carencia de personalidad, caerá en las garras de esta, casándose casi sin oponer resistencia. En todo este proceso Susie aparecerá como una mujer sensible, incapaz de forzar al hombre que ama. Griffith narra ese doloroso proceso con delicadeza, incidiendo con maestría en el uso del primer plano, e incluso en el montaje de momentos que puedan revelar la añoranza de los deseos de un pasado, o uno significativo que muestra como William hubiera querido que fuera su esposa, y lo que en realidad ha recibido de ella –la estampa mostrada es bastante desoladora-. Ese desencanto irá haciéndose presente gradualmente en el esposo, cuando vaya atisbando la personalidad de Bettina, y entienda que ya nada puede hacer por evitar el mayor error de su vida. En el quizá sea el plano más memorable del film, lo veremos caminar de espaldas al lado del árbol en donde aún se refleja aquel momento en el que quisieron dejar para reflejado para la posteridad el incipiente amor que existía entre él y Susie. La presencia del viejo árbol a la derecha del encuadre, y el caminar pesaroso de William a la izquierda, de espaldas, revelará ese estado de ánimo casi desolador en medio de la naturaleza casi agreste que rodea la escena.

A partir de ese momento, la película se inclinará por el lado moralista que Griffith siempre impuso en su cine, a partir de la fiesta que vivirá Bettina sin que su esposo lo sepa, y la enfermedad que contraerá cuando regrese sufriendo una pulmonía galopante que la llevará a la muerte. Pese a dicho rasgo ingenuamente moralizador, Griffith no cargará las tintas, e incluso se mostrará compasivo a la hora de describir los últimos momentos de una mujer que morirá como en el resto de su vida; con la mentira. William asumirá la pérdida con pesar, pero su condición de viudo no le llevará a abrir los ojos con respecto a Susie, hasta que la tía de la muchacha revele a este la realidad de donde surgió la génesis de sus estudios –quizá un recurso un tanto primitivo-. Revestido de una serie de elementos que con posterioridad se irán reiterando en numerosas producciones, lo cierto es que en TRUE HEART SUSIE destaca esa mirada sencilla; la de un cineasta primitivo dotado en todo momento para plasmar con tanta sencillez como intuición una serie de argumentos simples en su esencia, pero que lograban ofrecer un resultado sincero y emocionante. Sin reconocer en esta película unos de los grandes exponentes de la filmografía de su artífice, esa carencia de la culminación dramática que enalteció buena parte de sus grandes títulos es sustituida por una mirada relajada, sencilla y a ras de tierra, en la que los sentimientos se expresan con miradas llenas de verdad e intensidad al mismo tiempo. Pequeña perla olvidada a la hora de recorrer la vasta filmografía del primer gigante del cine, TRUE HEART SUSIE sigue manteniendo el encanto de su fondo y la bucólica tersura de su forma.

Calificación: 3

THE STRUGGLE (1931, David W. Griffith)

THE STRUGGLE (1931, David W. Griffith)

Cuando uno se asoma a un título de la rotundidad, la imperfección, la sinceridad, la sensación de erigirse como un extraño islote, como es THE STRUGGLE (1931, David W. Griffith), tiene la sensación de recibir un puñetazo. Una bofetada que el veterano maestro propinó a una sociedad que quizá se encontraba reflejada de modo tan profundo, como para aceptar lo que le proponía esta visión de un cineasta que ya de forma definitiva, iba a ser ignorado por todos aquellos que nunca hubieran podido forjar ese arte ya consolidado que creara a base tanto de intuición, como de la mixtura de referencias culturales que forjaron su obra. Lo que asombra en esta producción de abierta serie B, que por momentos aparece casi miserable en su producción, es ese arrojo, esa mirada sin contemplaciones, e incluso esa ya señalada imperfección con la que Griffith se arroja hasta la entraña en el retrato de una sociedad urbana, traumatizada por la Gran Depresión, aunque en principio se centre en ella a través de la historia de una víctima del alcoholismo en el periodo de la prohibición del mismo. El ingenuo, idealista y voluble Griffith ya hace mención de ellos en unos rótulos que parecen limitar el radio de acción de las imágenes que se sucederán. Sin embargo, poco a poco su devenir parece contradecir la simpleza de dicho enunciado, como si lo que lo que planteara en la pantalla –basado en un guión de Anita Loos, John Emerson y el propio cineasta, no acreditado-, se escapara por sí solo.

Lo que está claro es que, aún sin considerarla un logro absoluto, y sin ubicarla dentro de las cimas del cine social de aquellos años –la que va de THE CROWD (…Y el mundo marcha, 1928. King Vidor) a HEROES FOR SALE (Gloria y hambre, 1933. William A. Wellman), por citar dos referencias de relieve, una silente y otra sonora-, la propia singularidad –y también, y por que no decirlo, la autenticidad que ofrece la propuesta-, unido al hecho de que siga apareciendo como un título ignorado y olvidado –como por otro lado sucede con los títulos sonoros del cineasta, todos los que he podido contemplar caracterizados por sus limitaciones de medios e interés-, es por lo que resulta casi obligado referirse con entusiasmo ante una película cuya sinceridad se extiende por las fisuras de su casi ascético diseño de producción. THE STRUGGLE se inicia con una secuencia que nos remite a la sociedad norteamericana de 1915. Se desarrolla en una fiesta en exteriores, describiendo las breves conversaciones de diferentes personajes. Muy poco después –la película no llega a alcanzar los ochenta minutos de duración-, otra secuencia nos lleva al inicio de los “felices años veinte”. En ella el baile y la aparente felicidad de los presentes en el plano, ya dejan entrever la dependencia con ese alcohol que se erigirá en el metraje como casi una involuntaria metáfora del hundimiento de una sociedad en la que el progreso se ha revelado tan frágil como, por otra parte, ha sucedido en todos los tiempos, en los que junto a periodos de pleamar se han sucedido cuando menos lo esperaban los ciudadanos, una bajamar que siempre nos ha pillado a contrapelo. En esta ocasión, la acción se centrará en la odisea vivida por el matrimonio Wilson, un trasunto de los Smith de la citada THE CROWD. Se trata de una pareja media, en la que Jimmie (Hal Skelly) es el esposo, y un hombre tan primitivo como bondadoso y trabajador. Un ser que cuenta con la constante ayuda y apoyo de su esposa Florrie (Zita Johann), una mujer responsable, discreta, luchadora, madre de una hija –Nina-, y sin cuyo sostén la vida del protagonista no hubiera podido lograr ni el más mínimo atisbo de estabilidad. Y ello pese a ser un trabajador modelo, que incluso es referenciado por su jefe y cuenta con una hermana menor –Nan (Charlotte Wynters)-, que se encuentra ligada al joven Johnnie Marshall (Jackson Halliday). Son una joven pareja que se encuentra mimada por el matrimonio protagonista, dentro de un marco familiar sino idílico, sí al menos revestido de autenticidad.

Sin embargo, muy pronto poniendo sobre el tapete la presencia del alcohol, la tentación guiará el futuro al buenazo de Jimmie. No cabe duda que Griffith seguía siendo ese lúdico y al mismo tiempo ingenuo moralista, describiendo con aparente descuido ese descenso a los infiernos en el que se verá introducido el ingenuo y primitivo Jimmie, llevando con ellos al conjunto de una familia, quien vivirá en carne propia las consecuencias de un mundo que se desmorona tanto para ellos, como para muchas de los ciudadanos norteamericanos de su tiempo. Una de las grandes cualidades de este film estriba en la condición de fresco humilde pero revestido de sinceridad de una sociedad profundamente traumatizada, a través de la mínima excusa argumental de la caída en el alcoholismo de su protagonista. En secuencias sencillas, teniendo como epicentro –y escenario predominante-, los distintos hogares en los que residirá la familia Wilson, a partir de pequeñas pinceladas, de secuencias secas, de detalles casi insignificantes –ese cobrador de la póliza de seguros-, e incluso situaciones que pueden a primera instancia causar asombro por su simpleza, Griffith logra establecer un marco pavoroso de desolación humana. Retornando a la entraña de melodramas silentes tan perdurables como BROKEM BLOSSOMS OF THE YELLOW MAN AND THE GIRL (Lirios rotos / La culpa ajena, 1919), la película discurre en una espiral de destrucción colectiva, en la que la resignación y la dignidad de Florrie, se erigirá como un contrapeso no para evitar el casi terrorífico mundo en el que por propia voluntad –o quizá por ausencia de la misma- se verá imbuido. Y a su rededor, el espectador irá contemplando como un hombre dotado de una estabilidad emocional y laboral, prácticamente lo perderá todo por su progresiva dependencia del alcohol. Lo verdaderamente auténtico en la propuesta de Griffith, reside en el hecho de narrar este proceso con voz callada pero imágenes directas, casi a dentelladas, huyendo por completo de un acabado fílmico pulido, que quizá en su momento pudo despistar el público de su tiempo –sin duda asustado ante lo que contemplaba, ya que les podía afectar más de cerca que lo que pudiera parecer-, y cuyo rotundo fracaso sirvió como puntilla para el ya inexistente futuro fílmico de su artífice. Lo cierto es que en THE STRUGGLE no hay lugar para las florituras. Tan simple es contemplar como Jimmie hunde su prestigio laboral asistiendo borracho a una fiesta que se organiza en su propia casa, y a la que ha acudido su jefe, como viviendo en carne propia el ser timado por un desaprensivo y su fémina cómplice, que les robarán los tres mil dólares que albergaba en su póliza de seguros. Poco a poco contemplaremos como Jimmie tan solo tiene una opción para permitir que su familia sobreviva: huir de ella. Sin embargo, ello no evitará que Florrie tenga que abandonar su casa –estremecedora por su simplicidad-, en esa secuencia en la que sus limitados enseres son sacados a la calle de forma mecánica por empleados de la mudanza. En un instante casi a escondidas, Jimmie visitará esa vivienda ahora vacía, reflexionando desolado ante el vacío de ese mundo que forjó en un pasado no tan lejano como cabeza de una familia de la que se ha autoexcluido con tanta dignidad como aterradora lucidez.

A través de una narrativa sencilla, simple, como si se expresara dentro de una crónica a flor de piel, sin recargar las tintas, THE STRUGGLE no obviará las circunstancias colaterales que brindará la caída de Jimmie, como la separación de su hermana del compromiso que mantenía con Johnnie, el hecho de que esta se ausente a vivir a otro lugar, o la decadencia que sufrirá Florrie y su hija al vivir en un apartamento lúgubre, del que tendrán que ausentarse, hasta bordear los límites de la miseria –la hija se ofrecerá para vender chucherías en plena calle-. Mientras realiza esa labor indigna de una menor, sus amigos le anunciarán con mal disimulada malicia –ya se sabe, la falsa inocencia de los niños-, que han visto a su padre con las pintas de un mendigo. Será el inicio de la catarsis, el episodio más memorable del film de Griffith, a la altura de cualquiera de sus fragmentos más reconocidos, y en la que su profundo conocimiento de las claves del melodrama más hondo, se dan cita en la visita al mugriento y siniestro apartamento en el que Jimmie se refugia, contemplado con asombro por su hija, a la que no reconocerá. Un fragmento digno de los instante más perdurables del GREED (Avaricia, 1924) de Erich von Stroheim o el eternamente recurrente THE CROWD, en el que se refleja esa capacidad de Griffith de profundizar en los rincones mas recónditos del alma humana. Será el momento del reencuentro con Florrie –que ha sido avisada por la propia hija del lugar en donde se encuentra su esposo-, en una solución narrativa que deviene una actualización de la célebre “salvación en el último minuto”. No hará falta más. Era ya demasiado. De ahí quizá la opción por una redención y recuperación de Jimmie, y una recomposición casi imposible de creer de esa familia que ha sufrido unas traumáticas vivencias. Ni siquiera la plasmación de ese happy end, tan poco creíble como escasamente tranquilizador, impidió que el espectador de la época diera la espalda a esta valiente propuesta de Griffith. Fue por ese injusto rechazo, el testamento fílmico de un hombre ingenuo y contradictorio pero, como todos los grandes artistas, sincero en aquello que plasmaba, y que no dudo vería con amargura como sus últimas apuestas fílmicas eran recibidas con tanto desdén industrial y de público. Lo peor de todo no es ello, sino el hecho de que ochenta años después, un título de las considerables virtudes de THE STRUGGLE, no haya recibido el reconocimiento que merece, dentro de la no demasiado amplia galería de dramas sociales generados en el cine norteamericano a lo largo del tiempo.

Calificación: 3’5