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CINEMA DE PERRA GORDA

David Wain

WANDERLUST (2012, David Wain) Sácame del paraíso

WANDERLUST (2012, David Wain) Sácame del paraíso

Al margen de la admiración que desde hace más de una década siento por la figura de Paul Rudd –al que he seguido en su carrera, comprobando su extraordinaria dotación para el drama e incluso para la escena-, y pese a que en Estados Unidos ya se le vaya reconociendo como uno de los comediantes más valiosos con que cuenta el país –algo que todavía apenas ha llegado hasta España-, lo cierto es que quedan años para que con la perspectiva que proporciona el paso del tiempo se valore no solo su aportación como figura del género, sino también la capacidad que con el paso del tiempo ha albergado a la hora de aglutinar en su seno toda una corriente de intérpretes que hoy por hoy capitalizan la producción en la comedia USA –que, justo es señalarlo, no siempre cuenta en mí un excesivo entusiasmo-. Sin embargo, la personalidad amable de Rudd ha conseguido por ejemplo aunar en su entorno una serie de intérpretes y realizadores con los que ha repetido y trabajado en numerosas ocasiones, revelando de un lado un lado humano en lo profesional no demasiado extendido y, sobre todo, el hecho de haber unido corrientes del género que años atrás aparecían por completo desgajadas. WANDERLUST (Sácame del paraíso, 2012. David Wain), es una de las muestras de esta tendencia, ya que cuando Rudd se erige en el año 2000 como uno de los intérpretes de la en algunos círculos mítica WET HOT AMERICAN SUMMER (David Wain), la hegemonía de Judd Apatow en absoluto se predecía dentro de la comedia norteamericana. No olvidemos que Rudd conecta con el mundo de Apatow cuando lucha por conseguir su rol de Brian Fantana en ANCHORMAN: THE LEGEND OF RON BURGUNDY (El reportero, 2004. Adam McKay) –que reconozco tiene decenas de seguidores pero a mi me resultó francamente mediocre, y de la que ya se plantea una continuidad, en esta ocasión enmarcada en la década de los ochenta-. Pero lo que nos interesa en este caso, es contemplar como WANDERLUST acude con el marchamo de buena parte de los componentes de aquel iconoclasta grupo denominado The State que comanda David Wain y en el que se incorporó Rudd –que ha participado desde entonces en todas las películas dirigidas por Wain, en la que participan como productores tanto el realizador, Rudd y el propio Apatow. Es decir, que ambos universos aparecen unidos en una comedia que, pese a suponer una nueva unión en la pantalla de la pareja formada por nuestro actor y Jennifer Aniston –trece años después de aquella memorable y tan diferente THE OBJECT OF MY AFFECTION (Mucho más que amigos, 1998. Nicholas Hytner)- y algunos años menos desde que Rudd se incorporó como dilatada estrella invitada en la serie Friends.

Recibida tibiamente en USA, tanto por público como por crítica, y con un recorrido fugaz en nuestro país, no deja de producirme cierta sorpresa esa recepción negativa de la película, sin que con ello quiera señalar que nos encontremos ante ningún título especialmente distinguido. Me sorprende, eso si, que todos aquellos que destacaron –quizá en exceso- la simpática ROLE MODELS (Mal ejemplo, 2008)- de la que Wain retoma no pocos elementos en esta su obra posterior, se rasgaran las vestiduras a la hora de contemplar esta película, y me atrevo a señalar una razón que implícitamente contribuyó a ello, el giro que la película ofrece a los pocos minutos de su comienzo, abandonando su condición de relato urbano, y pillando con el pié cambiado al espectador, que en muy pocos minutos se inserta en un marco y un contexto poco habitual para no solo la comedia actual, sino incluso el cine norteamericano de nuestros días. Pero vayamos por partes. WANDERLUST se inicia mostrándonos los deseos del matrimonio formado por George (Rudd) y Linda Gergenblatt (Aniston) por adquirir un pequeño estudio en pleno centro de New York. Ayudados por la astucia demostrada por la avispada responsable de la inmobiliaria, estos aceptarán la hipoteca de un pequeño recinto que intentarán arreglar –en estos primeros minutos, la película se caracterizará por su ritmo ligero-, mientras George prosigue con su remunerado trabajo, y su esposa no ceja en intentos por realizarse profesionalmente en frustrados intentos, que en esta ocasión le llevarán a rodar un documental sobre los pingüinos sometidos a extrañas enfermedades. Pero como sucederá a tantas parejas de nuestros días, de la noche a la mañana la empresa en la que trabaja el joven esposo será intervenida por la policía, perdiendo este su empleo, mientras que el intento de su esposa se verá abocado al fracaso más absoluto y humillante ante la productora que lo ha proyectado. De repente, para ellos se hunde ese mundo urbano que tan bien es mostrado por la cámara de Wain, y en el que George llega a punto de ser arrollado en plena calzada hablando por su móvil. Llegada la hora de deshacerse del estudio que ya han arreglado, la responsable que con tanta amabilidad se lo había endosado, no dejará de esgrimir que ahora nadie lo adquirirá, quedándose ambos prácticamente en la calle y teniendo que recurrir al hermano del marido –Rick (Ken Marino)-, un estúpido y petulante personaje enriquecido alquilando aseos portátiles a empresas de construcción, y del que muy pronto se cansará George de compartir incluso su vivienda. Será este el inicio de una inesperada aventura para nuestro matrimonio, al introducirse de forma inesperada en una comuna hippie.

Hasta ese momento, Wain ha logrado describir bajo una apariencia superficial una sociedad que desgraciadamente nos resulta muy familiar, en la que el consumismo irá de la mano de las frágiles costuras que lo sostienen. Bajo una apariencia festiva, utilizando en ocasiones un montaje revelador –el que nos muestra los diferentes estados de ánimo de la pareja, cuando ambos realizan el largo viaje en su coche-, será la llegada a la comuna –a partir de la inoportuna presencia de uno de sus componentes completamente desnudos-, lo que proporcionará a WANDERLUST un carácter cercano a una actualización del mundo de Lewis Carroll. Nuestra pareja se introducirá en un contexto en principio incómodo, pero al que poco a poco se acostumbrarán –sobre todo ella-, en el que el amor libre, la ausencia de puertas en las habitaciones, la insólita intromisión de animales dentro de las habitaciones… Todo un universo inicialmente caótico, en el que paradójicamente la esposa se integrará mucho más que un George, que solo tendrá como objetivo la posibilidad de lograr un nuevo trabajo y salir de ese ámbito cuanto antes.

Como antes señalaba, todos aquellos que hayan mirado con cierta displicencia WANDERLUST –que no deja de ser una propuesta amable y que en modo alguno pretende erigirse en un producto de especial relieve-, me sorprende su actitud, en la medida que valoraron positivamente la previa ROLE MODELS. Y es curioso señalar señalar esta circunstancia, ya que existen muchas semejanzas entre ambos títulos, comenzando por la psicología del rol que en ambos films encarna Rudd –un hombre amargado en el contexto de la sociedad en que vive, que se verá abocado a la vivencia de un mundo extraño-, aunque variando en este caso tener un compañero masculino por una pareja femenina. Sin ser un gran observador, se percibe ese pequeño mundo forjado por Wain, en un relato dispuesto a modo de pinceladas, algunas de ellas eficaces y divertidas –mención especial a la secuencia en la que Rudd desgrana ante el espejo toda una serie de exabruptos a la hora de prepararse para hacer el amor con una de las componentes de la comuna-, otras de menos calado –personalmente el rol que encarna Justin Theroux, curiosamente convertido en el esposo de la Aniston en la vida real- y, en definitiva, concluye de manera tan inofensiva y simpática como el anterior referente de Wain, proponiendo una mirada alternativa a un mundo consumista y alienante, del cual los componentes de esta estrafalaria comuna, finalmente lograrán revertir e integrarse, sin por ello renunciar a sus principios.

Simpática, sin grandes pretensiones, pero al mismo tiempo con más fondo del que pudiera parecer a primera vista, WANDERLUST no puede ser calificada como un producto de los que pasan a la historia, pero si algo más que una comedia coyuntural, reveladora de un estado de las cosas en una sociedad tan convulsa como la norteamericana de nuestros días. Y sirviendo además para la consolidación de David Wain –que ya ha finalizado de nuevo otra comedia con Rudd de protagonista-, dentro del ámbito general de un género en el que no puede ser catalogado un primer espada –tampoco lo es Judd Apatov-, pero sí un competente ejecutor.

Calificación: 2’5

ROLE MODELS (2008, David Wain) Mal ejemplo

ROLE MODELS (2008, David Wain) Mal ejemplo

He de reconocer de entrada que tenía verdadero pánico ante la posibilidad de contemplar ROLE MODELS (Mal ejemplo, 2008. David Wain). Y lo digo en la medida de no ser un especial admirador de los nuevos derroteros por los que gira la comedia norteamericana, centradas en la égida marcada por Judd Appatow. Cierto es que en varios de sus exponentes se encierra una mirada por momentos amarga sobre diferentes aspectos de las relaciones humanas, pero del mismo modo se echa de menos una mayor garra narrativa en unas películas que generalmente tienen su mayor grado de sinceridad en la aportación de sus intérpretes. Y es precisamente en dicho contexto donde se expresa mi mayor grado de interés, en la medida que uno de los representantes más valiosos de esa tendencia lo supone el definitivamente reconocido Paul Rudd. Reconociéndome desde hace prácticamente una década como un fervoroso seguidor de su trayectoria, en primer lugar no puedo por menos que alegrarme de que, siquiera sea más tarde de lo deseado, su personalidad cinematográfica haya alcanzado un notable auge –aún no demasiado exteriorizado fuera de las fronteras norteamericanas-. En este sentido, ROLE MODELS suponía una aportación muy especial, en la medida que además ha supuesto su debut como coguionista, en una película que le ha permitido colaborar por tercera vez consecutiva con David Wain, una personalidad conocida solo en círculos minoritarios e independientes, ligados al grupo satírico The State. Unamos a ello la presencia como coprotagonista de Sean William Scott –un intérprete por el que nunca he sentido ninguna estima-, y comprenderán mis temores a la hora de asistir a una película que, por otra parte, ha supuesto uno de los éxitos sorpresa del año cinematográfico 2008 en las pantallas estadounidenses –basados en una calurosa acogida crítica, y una recaudación de unos setenta millones de dólares, una cifra nada desdeñable, dado su ajustado coste-.

 

Afortunadamente, todas estas reservas se han disipado tras contemplar su resultado. Con ello no pretendo –ni de lejos- señalar que nos encontremos con un producto especialmente brillante, pero sí al menos me ha producido una propuesta hasta cierto punto inteligente, que de alguna manera deviene una combinación de comedia gamberra, heredera más o menos bastarda de los rasgos aportados por le mencionado Appatow, entremezclado por un componente de “comedia con niño” trasladado sin exceso de sentimentalismo. La receta, que podía haber resultado explosiva y caótica, justo es reconocer que en última instancia resulta apreciable, sorprendiendo ante todo por el hecho de revelar una realización, sino especialmente brillante, sí a mi modo de ver más solvente que las formuladas por el referente antes citado. Contra todo pronóstico, Wain sabe dirigir con propiedad, no se deja llevar por excesos ni groserías y, ante todo, deja discurrir su eficacia en la dirección de actores y la dosificación en la planificación, demostrando que nos encontramos con un hombre de cine eficaz, también dentro del terreno de unos presupuestos más o menos relevantes –las dos películas previas de Wain se insertan dentro de los parámetros del cine independiente, aunque en ellas participen actores de relieve-. Es a partir de estas premisas, cuando se logra trasladar desde el primer momento al espectador el contraste que se establece entre los dos personajes protagonistas. De un lado el optimista y bobalicón Wheeler (Scott), y de otro el resentido y sardónico Danny (Rudd). Ambos trabajan como representantes, vendiendo en los colegios una bebida energética. El primero de ellos disfruta con su trabajo, mientras que Danny está harto de su horizonte vital, trasladando esa angustia a su novia –Beth (Elizabeth Banks)- quien lo abandona definitivamente. En un momento determinado, los dos protagonistas tendrán un incidente con el vehículo que portan, siendo condenados a un mes de cárcel, que puedan ser sustituidos por ciento cincuenta horas de trabajos comunitarios. Decidirán esta segunda vía, lo que les llevará hasta una organización juvenil y, sobre todo, a relacionarse con dos de sus alumnos.

 

Será ese el instante en el que ROLE MODELS adquiere la vertiente de “comedia con niño”. Hasta entonces, lo cierto es que ha quedado perfectamente definida la frontera que separa los dos protagonistas, con situaciones quizá no proclives a la carcajada, pero en las que en todo momento se contempla un interesante componente irónico, que a mi modo de ver emerge como uno de los rasgos más valiosos de la función. Lógicamente, este concepto queda matizado en gran medida por la actitud y la propia interpretación proporcionada por un espléndido Paul Rudd quien, cómicamente dominado por ese estado de angustia existencial, parece recuperar aquel inolvidable Kevin que interpretara en la estupenda 200 CIGARETTES (200 Cigarrillos, 1999. Risa Bramon García), que en su momento me permitió descubrirlo como intérprete. Ello no nos ha de hacer olvidar el divertido contrapunto que se establece con un Sean William Scott en el que, muy probablemente, sea el mejor trabajo de su mediocre carrera, revelando unas posibilidades que sería conveniente supiera encauzar en el futuro. En definitiva, es la dirección de actores –y en ella incluyo a los jóvenes Christopher Mintz-Plasse y Bobb’e J. Thompson, la ironía que desprenden muchos de sus diálogos, la complicidad que se establece en las situaciones, y la propia y asumida intrascendencia del relato, lo que permitirá el logro de un conjunto entrañable y divertido, jamás en el sendero de la abierta carcajada pero si amable, irónico y reflexivo, en torno a varios de los actuales modos de convivencia humana. Es por ello que ROLE MODELS hablará de parejas imposibles, caracteres contrapuestos, familias disfuncionales e incluso  comportamientos ejemplares surgidos a partir de otros menos recomendables –algo que representará el rol de mandataria encarnado por la veterana Jane Lynch-. Inclusive, la película reivindica el hecho de ser diferente, aunque sea planteando una ridícula batalla poblada por frikis que frecuentan los juegos de rol.

 

Curiosa paradoja la que plantea esta película, más enjundiosa de lo que pudiera parecer a primera vista. Y es que, pese a la sencillez de su alcance, revela una mirada tierna e irónica al mismo tiempo, dentro de un contexto de comedia que podía haber discurrido por derroteros muchos menos recomendables. Si más no, algo es algo para los tiempos que corren.

 

Calificación: 2’5