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CINEMA DE PERRA GORDA

James L. Brooks

HOW DO YOU KNOW (2010, James L. Brooks) ¿Cómo sabes si…?

HOW DO YOU KNOW (2010, James L. Brooks) ¿Cómo sabes si…?

Supongo que en todo amante del cine se encontrarán presentes títulos en los que, expresar una opinión favorable o desfavorable, contrariando a una opinión más o menos generalizada, casi supone casi provocar el recelo de una sospechosa –o legítima, quien sabe- unanimidad. En cualquier caso, son referencias que más o menos nos someten a prueba, haciéndonos tomar partido, y poniendo sobre el tapete que la afición al cine, se convierte en ocasiones también en un pequeño compromiso. Y todo este preámbulo viene a colación al hablar de HOW DO YOU KNOW (¿Cómo sabes si…?, 2010. James L. Brooks), que se ha erigido en uno de los fracasos más estrepitosos del cine norteamericano de 2010. El retorno a la actividad del allí mitificado Brooks se ha saldado con una acogida crítica bastante negativa pero, sobre todo, una recepción comercial calamitosa, recaudándose poco más de treinta millones de dólares de los más de cien invertidos en la película –una cifra a todas luces injustificada-. Reconozco que nunca he sentido el menor interés ante la escueta obra de James L. Brooks, de la que su tan reconocida AS GOOD AS IT GETS (Mejor… imposible, 1997) no me parece ningún logro especialmente destacable dentro de la comedia. Típico cineasta emergido en la muy mediocre década de los ochenta y laureado de manera incompresible, es sin embargo el artífice de series de la categoría de Lou Grant –me sorprende a este respecto que las únicas referencias televisivas de Brooks que se citen se ciñan a “Los Simpson”-. De nada ha valido, sin embargo, una trayectoria tan zigzagueante como por lo general acompañada por el éxito –la excepción quizá se centrara en la previa SPANGLISH (2004)-, para una acogida tan negativa como la recibida, en la que parece que disentir del enunciado puede ser motivo de auténtico anatema. No importa. Asumo gustoso el hecho de que, sin reconocer en la propuesta ningún logro en el género –muy pocos han sido los surgidos en la última década-, la película que nos ocupa brinda una mirada, bastante más lograda de lo que se le ha reconocido, en torno a la inestabilidad del sentimiento amoroso, cuando este es sometido a cualquier situación límite. Una comedia dramática, centrada en torno a la importancia del destino a la hora de reafirmar o equilibrar las relaciones afectivas, sometidas en un universo por una parte actual –el de la finanzas, la excesiva importancia de la juventud como elemento activo, la presencia de las nuevas tecnologías- y por otra tan eterno en sus manifestaciones –la necesidad del amor, las relaciones paterno filiales-. Serán las bases sobre las que Brooks establecerá de un lado el triángulo amoroso sobre el que desarrolla su ficción, y de otra una subtrama sobre la que introducirá esa reflexión sobre la importancia de las raíces familiares, que por otro lado será resuelta con más riesgo del previsible –un aspecto en el que casi nadie ha observado-.

HOW DO YOU KNOW centra su planteamiento en dos líneas paralelas. Una de ellas nos mostrará la decepción vivida por Lisa (Reese Witherspoon), una atleta que se introduce en una edad más o menos límite para la práctica profesional del deporte, repentinamente relegada en el equipo que participaba. En un vértice opuesto viviremos el drama sufrido sin pretenderlo por George Madison (Paul Rudd), hijo del veterano Charles (Jack Nicholson), quien debido a las malas artes de este se verá sometido a una investigación federal –relacionada con un supuesto fraude fiscal en la empresa que comanda-  que puede dar con sus huesos en la cárcel, modificando por completo su cómodo estatus de vida. Ellos serán en realidad los dos elementos vectores de una propuesta abierta a un triángulo amoroso cuando Lisa se relacione con un conocido jugador de béisbol -Matty (Owen Wilson)-, caracterizado por su egocentrismo y tener como norma la sucesión de conquistas amorosas. Una vez puesto sobre el tapete sus personajes, HOU DO YOU KNOW establece el marco de relaciones con un resultado más o menos previsible, pero en el que personalmente no dudo en destacar la textura, elegancia y sinceridad con la que se ofrece un tratamiento que quizá a no pocos aparezca como anacrónico, pero que muy pocos se han atrevido a defender en su puesta al día de un clasicismo que, con todas las diferencias que se les pueda establecer, marcaron en el pasado cineastas como Leo McCarey, Stanley Donen o Vincente Minnelli. Se ha objetado a este respecto que no nos encontramos con un título divertido, cuando creo que en las intenciones de sus responsables no estaba presente esta circunstancia –aunque aparezcan secuencias como la del hospital, o en no pocas de las actitudes de George si que se plantee un sentimiento cómico- ¿Eran divertidas AN AFFAIR TO REMEMBER (Tu y yo, 1957. Leo McCarey) o BREAKFAST AT TIFFANY’S (Desayuno con diamantes, 1960. Blake Edwards), y nadie les niega su condición de clásicos de la comedia romántica? No quiero con ello establecer una comparación directa, pero no se puede oponer como elemento de crítica el hecho de que no sea humorística una película que intentar establecer su mayor centro de interés en la mirada revestida de humanidad que plantea, en la que incluso las repentinas contrariedades sufridas por George y Lisa son mostradas sin incidir en exceso en su dramatización, describiendo a todos sus personajes con una cierta aura de bonhomía –ese portero del edificio en el que se focalizará buena parte de la acción; el estupendo personaje de Annie (Kathryn Hahn), la fiel ayuda de empresa de George;-, a lo que contribuirá en no poca medida la atinada banda sonora de Hans Zimmer. Esa elección dramática, propicia que la película se establezca con una extraña musicalidad, como si contempláramos una balada a dos bandas, dentro de un tono narrativo que, por momentos, me recuerda al existente en la mencionada AS GOOD AS IT GETS.

Sin embargo, y estoy seguro que expresándome dentro de un sentido en el que quizá nadie coincida conmigo, estimo que nos encontramos con un título superior al que proporcionó su tercer Oscar al mejor actor a Jack Nicholson y, de alguna manera, en la imágenes de HOW DO YOU… se atisba una madurez y estilización narrativa en Brooks que, mucho me temo, cuando el cineasta asume este batacazo comercial y crítico teniendo setenta años de edad, no va a poder explorar en el futuro. Llegados a este punto, es cierto que la película se resiente de un primer tramo en el que cuesta entrar y que no engancha al espectador como debiera –aunque ello no impide reconocer en su desarrollo un progresivo crescendo que nos va implicando de forma imperceptible en la evolución de sus personajes-, que en su conjunto su resultado hubiera quedado más logrado con unos veinte minutos menos de duración y que, personalmente, estimo que el personaje encarnado por Owen Wilson no aporta demasiado a un argumento –ese pretendido triángulo amoroso-, en el que cualquier espectador sabrá dirimir hacia donde se encuadrarán los sentimientos últimos del vértice femenino del mismo. En la película el argumento no supone más que la base para expresar sentimientos y emociones. Es en ese terreno donde Brooks logra manifestar una notable sensibilidad, ayudado de un lado por la excelente ayuda prestada por el operador de fotografía Janusz Kaminski, que proporciona de una patina de luminosidad a todos y cada uno de los encuadres del film, y de otra una magnífica dirección de actores. En este sentido el realizador vuelca todos sus esfuerzos, logrando que Owen Wilson esté sorprendentemente soportable –incluso que un personaje de partida tan desagradable lograra aparecernos entrañable-, y que Reese Witherspoon aparezca bastante madura como intérprete del género. Sin embargo, aunque se desprende una nada desdeñable química entre ellos, no cabe duda que el mando del film recae en un Paul Rudd que despliega elegancia y carisma, sensibilidad e incluso timing cómico. Su encarnación de este atribulado George, supone una prueba más de que nos encontramos ante un intérprete de posibilidades insospechadas, en uno de sus trabajos más memorables. Su labor interpretativa es el principal aliado que encuentra Brooks –muy por encima de la pasable pero innecesaria aportación de Nicholson-, para brindar credibilidad y sensibilidad a la propuesta dramática que emana de un conjunto en teoría tan liviano, pero muy pronto revestido de una extraña sutileza y complejidad en su discurrir. Y es algo que nos demostrará todo el magnífico episodio final del film –revestido de un feeling inusual en la comedia de los últimos años, y que culminará con un plano tan sencillo como rotundo y definitivo-, o instantes concretos como ese juego de picados y contrapicados –encuadrando alternativamente a George cuando discurre en plena calle tras abandonar la que ha sido su empresa, o al asesor que se encuentra situado en las dependencias de la misma- plasmando visualmente el drama vivido por este, a través del diálogo mantenido por el móvil. Son pinceladas que hablan de esa precisión visual –poco común en la obra de su artífice-, en una propuesta a la que cierto es que una pulida en su metraje le hubiera venido de maravilla, pero que no dudo es destacar para todos aquellos amantes de la eterna comedia romántica. Cierto es que nos ofrece recetas gastadas, pero preciso es admitir que no están al alcance de cualquiera, y que a mi modo de ver se brindan con eficacia eterna cuando, como creo es el caso, son ofrecidas con la suficiente sensibilidad.

Calificación: 3

AS GOOD AS IT GETS (1997, James L. Brooks) Mejor... imposible.

AS GOOD AS IT GETS (1997, James L. Brooks) Mejor... imposible.

Si bien es cierto que en muy pocas ocasiones la comedia fue un género muy proclive a galardones –y curiosamente ese porcentaje es aún menor en los festivales europeos-, lo cierto es que en los galardones del cine norteamericano –los Oscars-, la simple enumeración de títulos premiados –no solo en la modalidad de mejor película-, habla bien a las claras de las crisis del género en los últimos tiempos. Uno de esos títulos –que de forma incomprensible logró los de mejor actor (Jack Nicholson) y mejor actriz (Helen Hunt) en 1.998, es el que supuso el segundo y último gran éxito del realizador de origen televisivo James L. Brooks –artífice por cierto de la que tengo como una de las mejores series de la historia de la televisión (Lou Grant), y que en 1.984 logró el Oscar a la mejor película con la olvidadísima TERMS OF ENDEARMENT (La fuerza del cariño, 1983).

Me estoy refiriendo, como se puede suponer, a AS GOOD AS IT GETS (Mejor... imposible, 1997). La crónica del irascible, maniático, racista, homófono y cuantos epítetos en esta línea se quieran formular... Melvin Udall (Nicholson). Se trata de un novelista de éxito pero absolutamente carente de humanidad alguna. Como si fuera una nueva versión del Ebenezer Scrooge dickensiano (aunque partiendo de una ruindad no producida por su avaricia), la película de Brooks mostrará el proceso de “humanización” del personaje, para lo cual serán de crucial importancia el perro de su vecino homosexual, el propio vecino –Simon (Greg Kinnear)- al sufrir un auténtico schock en su vida y, fundamentalmente, la joven camarera –Carol (Helen Hunt)- del restaurante al que acude todos los días –provisto de esterilizados cubiertos de plástico-, y que sufre la enfermedad de su pequeño hijo.

No se si con todo esto es un conjunto lo suficientemente denso como para articular en torno a esta historia, una larguísima duración de dos horas y cuarto, máxime cuando con unos cuarenta minutos menos, la película hubiera evitado notables bajones de ritmo y la sensación de debilidad que en ocasiones invade al espectador. En cualquier caso y partiendo de la premisa de someterse al lucimiento del histrionismo sin medida de Nicholson –que compone una labor cargante en bastantes momentos, entonada en otros y cuyo personaje ha ido reiterando con leves variaciones en comedias más recientes-, lo cierto es que AS GOOD AS IT GETS engancha desde el primer momento, más por la pericia de su guión –que tampoco peca de excesivamente original-, que por una realización absolutamente apagada, funcional y carente de brillo.

Cierto es que el film de Brooks tiene sus mejores momentos cuando sus escenas se centran en la relación de Melvin con el perro de Simon, que le facilitará el descubrimiento de su humanidad –cierto es que resulta un recurso fácil, pero no es menos evidente que en esta ocasión funciona con eficacia-. Y junto a ello, el otro gran punto de apoyo se encuentra en el personaje de Simon, del cual Grez Kinnear ofrece una interpretación magnífica y llena de intensidad y matices.

En su oposición, y pese la buena labor de Helen Hunt, la relación entre Melvin y Carol en muy pocos momentos adquiere consistencia, contribuyendo a la excesiva duración de su metraje –la parte final resulta reveladora en este sentido, amen de repetitiva, previsible y carente de sentido-. Pese a sus enormes limitaciones, lo cierto es que AS GOOD AS IT GETS ve con relativo agrado, quedando como una muestra representativa de los cortos vuelos que los últimos pormenores de la comedia, adquiere de cara a buena parte de sus títulos más exitosos y reconocidos fundamentalmente por el público norteamericano.

Calificación: 2