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CINEMA DE PERRA GORDA

Roy Del Ruth

RED LIGHT (1949, Roy Del Ruth) [Luz roja]

RED LIGHT (1949, Roy Del Ruth) [Luz roja]

Siempre he considerado a Roy Del Ruth (1893-1961), como uno de los realizadores norteamericanos más anodinos del cine clásico. Artífice de una extensísima filmografía que supera el centenar de títulos -entre largos y cortometrajes- iniciada en pleno periodo silente -dentro del universo cómico de Mack Sennett-, y prolongada hasta el inicio de la década de los sesenta. Ver un título de Del Ruth lleva aparejada una sensación de inanidad, aunque en el universo de los profesionales del cine norteamericano, siempre hay lugar para la sorpresa. En su caso, no puedo dejar de estacar un atractivo exponente de ciencia-ficción, como es THE ALLIGATOR PEOPLE (1959). Y a ese cómputo de sorpresas, no dudo en añadir la previa RED LIGHT (1949), una serie B rodada en pleno periodo de esplendor del noir, y en la que no deja de ver una implicación personal por parte del propio realizador, algo que certifica el hecho de ser el propio productor de la misma. Pese a estar inserto en un periodo especialmente prolífico de su obra, no creo equivocarme si afirmo que Del Ruth asumió con especial interés la adaptación cinematográfica del relato This Guy Gideon escrito por Donald Barry, más conocido como actor secundario en el cine USA. Así pues, nos encontramos con una película -calificada de penosa, por los especialistas Tavernier y Coursodon-, que he de reconocer me ha sorprendido. Y lo ha hecho no solo por la sequedad de su trazado, la presencia de no pocos giros, que en determinados momentos parecen romper la frontera de su clasificación genérica, la extraordinaria impronta visual que adquieren algunas de sus secuencias y, en definitiva, la fuerza que transmite ese misticismo de raíz cristiana que envuelve su conjunto, estando seguro -sus imágenes e inclinaciones dramáticas lo demuestran-, fueron los factores que le incitaron a producir y dirigir la película.

Tras un preludio, con una voz en off que advierte de la singularidad de la historia narrada con el fondo de la prisión de San Francisco, la acción se detiene en el interior de la misma mostrando un noticiario cinematográfico que se está proyectando ante los presos. Uno de sus contenidos, describe el retorno a tierras americanas del capellán castrense Jess Torno (Arthur Franz) siendo recibido con entusiasmo, y estando a su llegada su hermano -John Torno (George Raft)-. De inmediato, la cámara se dirigirá a dos de los presos. Uno de ellos es Nick Cherney (Raymond Burr), que se encuentra cumpliendo condena por el desfalco que cometió en la firma de transportes encabezada por John. Uno de los acólitos de Nick es el ido Rocky (Henry Morgan), a punto de cumplir su pena y abandonar la cárcel. El primero dejará entrever que prepara su venganza hacia quien él considera lo llevó a la cárcel. Mientras tanto, John donará una vidriera a la parroquia a la que pertenecía su hermano, comunicándole este que se va a trasladar a otra para realizar allí su apostolado, y pidiéndole que le acompañe. Sin embargo, en la noche previa, mientras Jess se encuentra en una habitación de hotel será asesinado a balazos. El crimen provocará un enorme trauma en su hermano, quien no dudará en afirmar a la policía e incluso entre su entorno, su deseo vengarse del crimen, y convirtiéndose desde ese momento en un ser hosco y sin escrúpulos. Como quiera que el asesinado dejó escrito en la biblia que se encontraba en la habitación el nombre de su autor -así se lo indicará de manera críptica cuando Jess contemple el cuerpo aún agonizante de este-, una vez retorne a la misma comprobará que el libro ya no se encuentra allí. Reclamará la relación de clientes que estuvieron en el recinto durante los últimos días. Serán cinco los evocados en una pequeña lista. La primera de ellas la joven actriz sin fortuna -Carla North (Virginia Mayo)-, a la que Torno llevará a su lujoso piso encargándole la búsqueda telefónica de los otros cuatro ocupantes. Mientras se van produciendo dichas pesquisas para descartar estos hospedados, Cherney habrá salido de la cárcel y se postulará en el entorno de las oficinas de John, buscando en apariencia una oportunidad de empleo, dentro de una extraña deriva que llevará, por un lado, al terrible asesinato del veterano socio de este -Warn Hazard (Gene Lockhart) y, por otro, a un recrudecimiento de las ansias de venganza de nuestro protagonista, que se convirtirá en un ser sin entraña.

Antes lo señalaba, RED LIGHT es una película provista de una extraña sequedad. Inicialmente podría percibirse que se trata de un relato carente de modulación dramática, pero a los pocos minutos -la impactante secuencia del asesinato de Jess en la nocturnidad de su habitación, poco después de haber contemplado esa biblia que aparecerá como epicentro de la película-, el espectador asume la aspereza de un conjunto que alcanza un aliado de extraordinaria importancia, por la oscura iluminación de blanco y negro de Bert Glennon -no podemos decir lo mismo, del aporte sonoro de Dimitri Tiomkin-. Esta decidida apuesta conferirá a sus imágenes una extraña pátina de duermevela o vigilia. Una mórbida atmósfera que no abandonará sus imágenes en ningún momento, por más que aparezcan determinadas ligerezas de guion -ese revoloteo de Nick Cherney, no siempre justificado- teniéndose la impresión de que la cámara de Del Ruth, prefiere insertarse por el ámbito de una extraña fantasmagoría, antes que proseguir la ortodoxia de un noir. Esa querencia por el sendero de un morality play guiará esta mixtura de relato policiaco, romántico, apólogo cristiano e, incluso, una querencia en algunos de sus mejores instantes, por el lenguaje del fantastique. Todo ello configurará ese sendero de búsqueda de redención, en torno a un protagonista lleno de odio que, en definitiva, supondrá como el epicentro del relato.

Fruto de dicha configuración surgirán episodios tan hermosos, como el encuentro de John en tierras mejicanas -en un entorno rural dominado por la serenidad- con el último de los inquilinos, a quien tratará con brusquedad hasta comprobar que se trata de un joven ciego. Ello nos remitirá a un breve, intenso, emotivo y casi místico flashback, en el que se relatará como la presencia de esa biblia en dicha habitación -el viento que hace oscilar las cortinas de la habitación, el inesperado ondear de las páginas del sagrado libro-, impidió que el antiguo combatiente consumara su intento de suicidio. Esa apuesta por el misticismo, ligada en este caso a lo sobrenatural, aparecerá en la impactante conclusión de la película. Una secuencia desarrollada en la terraza del edificio de las oficinas de John presididas por un gran letrero luminoso, que ejercerá como inesperada catarsis justiciera en torno a la malignidad de Cherney -impresionante el instante en el que arroja por la borda de un vagón de tren a Roicky, una vez este ya solo le puede servir como estorbo, o antes, en ese primer plano ante un espejo, en el que deja traducir en solitario su instinto homicida-. Serán unos instantes finales en los que John, de una vez por todas, hará caso a lo que le escribió su hermano -instantes antes de su muerte-, apelando a la justicia divina, que en apariencia surgirá a través de ese plano de grúa ascendente, con el que concluirá el relato.

Y en una película donde la elección del siempre hierático George Raft aparece especialmente adecuada, en la que tanto el siempre magnífico Raymond Burr como el menos recordado Henry Morgan, se incorporan a la perfección en sus roles de villano, no me gustaría dejar de mencionar otros dos episodios -además del ya señalado de conclusión- en los que Del Ruth apuesta por una evocación de los rasgos ligados al cine fantástico, e incluso de terror. Uno de ellos, de muy breve duración, se insertará en sus momentos finales, ante esa inesperada reaparición de Rocky, con el rostro totalmente lleno de cicatrices, como si fuera un espectro, para sorpresa de Cherrney, que lo daba por muerto. El otro, de mucha mayor extensión supone, sin duda, el más memorable de la película, digno de la mejor producción de Val Lewton. Sus imágenes describirán de manera angustiosa, jugando con los silencios, la nocturnidad y unos pasos amenazantes, la silenciosa persecución que vivirá Hazard, una vez abandone su oficina, hasta que sea asesinado. Un pasaje absolutamente deslumbrante, que siete décadas después de su rodaje, me aparece como una de las secuencias más aterradoras y menos conocidas del cine USA durante la década de los 40.

Calificación: 3

THE ALLIGATOR PEOPLE (1959, Roy Del Ruth)

THE ALLIGATOR PEOPLE (1959, Roy Del Ruth)

Muchas veces me he manifestado bastante escéptico, en torno a las supuestas excelencias apreciadas en la extensa aportación que el cine norteamericano brindó al género de la ciencia-ficción durante la década de los cincuenta. No creo que el paso del tiempo me haya llevado a modificar mi criterio, aunque bien es cierto que una relativa insistencia a la hora de acceder a algunos de sus exponentes quizá menos valorados en su momento, me esté ofreciendo alguna pequeña y estimulante sorpresa. Es el ejemplo que ofrece THE ALLIGATOR PEOPLE (1959, Roy Del Ruth), al que no dudo en incluir como exponente de una de las tendencias menos analizadas y atractivas que el género propuso en los últimos años cincuenta. Me estoy refiriendo a la aportación de muestras de la S/F cinematográfica, desarrolladas a partir de argumentos que cuestionaban, entre líneas, los estereotipos emanados de la expresión cinematográfica del American Way of Life, y que se encuentran manifestados en películas como la rotunda THE INCREDIBLE SHRINKING MAN (El increíble hombre menguante, 1957. Jack Arnold), I MARRIED A MONSTER FROM OUTER SPACE  (1958, Gene Fowler Jr.) o THE FLY (La mosca, 1958. Kurt Newmann) –que tuvo su continuidad con la nada desdeñable RETURN OF THE FLY (1959, Edweard Bernds-. Precisamente de este magnífico referente, bebe notablemente el film del generalmente apagado e impersonal Roy Del Ruth, ya que nos encontramos en ambos casos con una producción de la 20th Century Fox, igualmente definida por la singularidad visual en CinemaScope, aunque en el título que nos ocupa se deje de lado el cromatismo que definía el film de Newmann, y en su lugar proponga una adecuada incorporación del blanco y negro –responsabilidad de Karl Strauss-, que ejercerá como punto de partida a la hora de lograr un relato bizarro y dominado en todo momento por un rasgo siniestro e incluso fatalista.

 

Dos especialistas de reconocido prestigio se preguntarán sobre la veracidad de un relato que, bajo terapia hipnótica, relata la secretaria de uno de ellos –Jane Marvin (Beverly Garland)-. Al volver a interpelar a Jane, la película retrocederá en flash-back para plasmar –con el relato en off de la protagonista, convertida en Joyce Webster-, el viaje de novios que inicia en tren con su esposo, el amable y atractivo Paul Webster (Richard Crane). Muy pronto, el espectador observará que algo extraño esconde el ya esposo, estando dispuesto a contárselo a su amada. La llegada de una serie de telegramas para felicitar a los novios, sobrellevará la entrega de un mensaje que demudará el rostro de Paul, abandonando rápidamente el tren y, con ello, a su esposa. Esta por su parte intentará reencontrarse y localizarlo infructuosamente, resignándose a una concienzuda búsqueda y localización de posibles familiares u orígenes suyos personales, que finalmente le llevarán hasta una zona pantanosa. Un lugar extraño, escasamente habitado, y dominado además por siniestros augurios, en los que un sórdido personaje –Manon (Lon Chaney Jr.)-, accederá a llevarla hasta una mansión en la que logró referencias que ligaban dichas instalaciones con su marido. Allí es fríamente recibida por su dueña, la Sra. Hawthorne, quien inicialmente se muestra decidida a que abandone la mansión sin responder a sus consultas, aunque finalmente accederá a que pase la noche en una de sus dependencias, con la petición que no abandone su habitación en ningún momento. Los comentarios en off de Joyce, revelarán el extraño y misterioso ambiente que se intuye en la mansión. Será un sentimiento que más adelante quedará en segundo término, al escuchar bajo la interpretación de un piano de un tema para ella familiar. Bajará hasta el salón central, donde descubrirá a un extraño ser vestido con una gabardina, que huirá cuando contemple a la muchacha. Poco a poco, Joyce tomará conciencia que su marido se encuentra aquí y ha sido fruto de unas extrañas experimentaciones. La Sra. Hawthorne revelará a Joyce finalmente que era la madre de su marido, conociéndose la circunstancia de su actual estado, mutado en su rostro con los rasgos de un caimán, debido a una experimentación aplicada en él tras un terrible accidente de aviación que sufrió, y en la que su cuerpo quedó destrozado casi por completo. La aplicación de sustancias extraídas de reptiles le permitió una curación rápida y casi milagrosa, pero poco después marcó como consecuencia posterior la aparición de escamas y características inherentes a este tipo de reptiles.

 

A pesar de no definirse como una historia demasiado original, lo cierto es que las virtudes de THE ALLIGATOR… se encuentran sobre todo en la puesta en práctica de una producción de S/F, definida dentro de los parámetros de la Fox, con lo que ello conlleva la incorporación del Scope –en esta ocasión muy pertinentemente utilizada-, unos elementos de producción y ambientación bastante más notables de lo habitual –en los que resultan importantes las secuencias rodadas en escenarios naturales-, permitiendo en su conjunto proporcionar a la película una extraña personalidad, en algunos momentos ligada al melodrama, en otras a su vertiente bizarra, y en otras incluso al relato gótico –las secuencias en las que Joyce es recibida por la Sra. Hawthorne en el interior de la mansión, y las distintas situaciones que en su interior se plantean. En cualquier caso, toda esta mezcolanza, la sensación que se tienen de ver en el film de Del Ruth, un intento de aprovechar el éxito de la citada THE FLY, los ecos nada velados de títulos clásicos como el Dr. Moreau de ISLANDS OF LOST SOULS (La isla de la almas perdidas, 1932. Erle C, Kenton), la más cercana CREATURE FROM THE BLACK LAGOON (La mujer y el monstruo, 1954, o incluso el alcance psicoanalítico que se introduce a través de la introducciones y las conclusiones finales de los psicólogos que nos narran la historia que sirve de base al film, -integrados en la película a partir del cercano éxito del estudio a través de la muy interesante THE THREE FACES OF EVE (Las tres caras de Eva, 1957. Nunnally Johnson), no kimitan al alcance de la propuesta. Por el contrario, jamás bajo mi punto de vista dejan de lado el interés de una película impecablemente construida, y que en sus poco más de setenta minutos de duración se ofrece como una pieza de casi perfecta progresión narrativa. Todas y cada una de sus secuencias, la ajustada planificación que muestra en su desarrollo, la sensación de asistir a un relato en el que todos sus planos resultan ajustados y deudores del conjunto, se muestran en una ocasión en la que el habitualmente poco inspirado Del Ruth quizá se tomó con un especial interés esta serie B que dispone de una producción hasta cierto punto lujosa, y que merced a ese especial cuidado marcado en su realización y montaje, logra erigirse como uno de los títulos más sólidos, al tiempo que menos reconocidos, del género en la segunda mitad de los cincuenta.

 

En cualquier caso, y pese a un conjunto en el que las virtudes de concisión de la serie B se engarzan con acierto a un contexto de producción algo más elaborado, no se puede ocultar que el único elemento negativo del relato, se ofrece en la transformación final de Webster en un auténtico caimán humano, a partir de la radiación aportada “in extremis” por el Dr. Sinclair. Será un instante en el que la intromisión del siniestro Manon con violentos objetivos en el interior del laboratorio, supondrá para este su trágica muerte. En este sentido, hay que reconocer que ni la caracterización de este “hombre caimán” es demasiado creíble y, lo que es peor, se muestra demasiado en estos minutos de climax, evitando con ello una mayor capacidad de sugerencia, e impidiendo finalmente que su sacrificio final –por medio de  las arenas movedizas-, se ofrezca en la pantalla una catarsis suficientemente convincente. En cualquier caso, y pese a cuestionar sinceramente esta visualización de la monstruosidad de Webster, no puede llevarnos a ofrecer una mirada escéptica ante un producto bien ejecutado, repleto de referencias valiosas de variada índole, expresión de una tendencia poco estudiada en la S/F de aquellos años y, finalmente, un film elaborado a conciencia, quizá más valioso que muchos títulos que sostienen de forma inmerecida, la condición de clásicos del género.

 

Calificación: 3