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CINEMA DE PERRA GORDA

Walter Salles

CENTRAL DO BRASIL (1998, Walter Salles) Estación central de Brasil

CENTRAL DO BRASIL (1998, Walter Salles) Estación central de Brasil

Galardonada con el Oso de Oro del Festival de Berlín 1998, a la que acompañó a lo largo del año toda una catarata de galardones y nominaciones –incluso en la edición de los Oscars del año siguiente la película y su protagonista fueron seleccionadas-, CENTRAL DO BRASIL –ESTACIÓN CENTRAL EN BRASIL en España- supuso la consagración internacional de su artífice -Walter Salles-, en estos días de actualidad por el estreno de su biografía de los primeros pasos del Che Guevara, titulada DIARIOS DE MOTOCICLETA. Está claro que su nombre se ha colocado en la cabecera del cine brasileño, logrando una proyección internacional hábilmente explotada por Hollywood en sus concesiones de premios, a través de esa política de aggiornamiento que viene realizando en diferentes cinematografías con el único objetivo final de atraerse valores a una industria en la que la minoría latina es cada vez más numerosa.

Pese a todas estas características y aún reconociendo –una vez más- sentirme un poco a contracorriente, he de decir que esta ESTACIÓN CENTRAL DE BRASIL me ha parecido un título muy digno pero decididamente inferior a lo su planteamiento original podría dar de sí. En líneas generales la película nos ofrece la relación que se establece entre Dora (Fernanda Montenegro), una maestra jubilada que se gana la vida escribiendo cartas a analfabetos en la Estación de Autobuses de Río de Janeiro –muchas de las cuales no envía finalmente a sus destinatarios- y Joshué (Vinicius de Oliveira), un niño que de repente se queda sin madre al ser atropellada esta tras solicitar una carta para poder reencontrarse con su esposo –el pequeño se salva al recoger una peonza de madera que le ha hecho ese padre al que busca-.

La dramática circunstancia relaciona el niño con la maestra, que lo acoge provisionalmente aunque decide venderlo a unos siniestros compradores. Recelos posteriores y la insistencia de una vecina amiga hacen que lo recupere y huya con él recorriendo diversos marcos de Brasil en la búsqueda del padre de Joshue. En estos recorridos se van estrechando las relaciones entre ambos –inicialmente muy frías-, hasta desembocar en un entrañable cariño. Sin embargo, el destino permitirá que esta madurez en el contacto finalmente derive a caminos divergentes.

Es evidente que el cine ha mostrado en mil y una ocasiones estas hermosas relaciones. Recuerdo de forma muy especial la obra maestra de Alexander Mackendrick SAMMY, HUÍDA HACIA EL SUR (Sammy Going South, 1963) –la relación entre el niño protagonista y el veterano cazador que encarnaba en aquel hermoso film Edward G. Robinson- aunque cada uno tendrá sus propias preferencias en esta temática concreta. Lo cierto es que nos encontramos ante un ejemplo más de esos films en los que se interrelaciona el viaje interior con el exterior.

ESTACIÓN CENTRAL DE BRASIL se beneficia del tono sencillo y desdramatizado que aplica Salles a su narración. Huyendo en todo momento de tremendismos y sentimentalismos la película siempre elude lo acomodaticio –la breve secuencia en la que se muestra el terrible asesinato de un joven ladrón en la estación es un ejemplo de ello-. Al mismo tiempo es de destacar el sentido cromático de sus fotogramas y el cuidado en la composición de sus planos en formato panorámico. A su través, la película ofrece en segundo término un recorrido por las diferentes sociedades que conviven en Brasil y, por extensión, en Latinoamérica. En la evidente pugna entre su atraso cultural y social y la llegada del progreso las diferentes secuencias del film nos lleva a visitar romerías religiosas, entornos obreros o ambientes sobrecargados en las grandes urbes. Su historia va discurriendo en breves capítulos que se detienen en es carácter descriptivo. En ese sentido, su conclusión se decanta por la esperanza que ofrece ese pueblo de reciente creación en el que el niño se integrará con sus hermanos en la posibilidad de un mañana con formación y un afecto familiar que ha estado buscando de forma desesperada.

Hasta aquí todo sería ideal y realmente elevaría la película a la categoría que muchos han querido ver, pero a mi juicio a ESTACIÓN CENTRAL DE BRASIL le falta densidad dramática. Pese a su encomiable sobriedad narrativa –es todo lo contrario de esa también aclamada y simpática por otros motivos CIUDAD DE DIOS (Fernando Medeiros) que parece una mezcla de Tarantino y el inefable Baz Luhrmann- sus fotogramas discurren sin progresión real en sus personajes, dejando una sensación de dejá vu en la que se impide una implicación emocional del espectador con sus protagonistas.

A pesar de la impecable intensidad de Fernanda Montenegro en su encarnación de la Dora protagonista y el acierto de casting del pequeño Vinícius de Oliveira como el niño –me recordaba poderosamente al Jesse Bradford de EL REY DE LA COLINA (King of the Hill, 1993. Steven Soderbergh)-. A pesar incluso de unos minutos finales excelentes, que alcanzan esa serena emotividad que previamente no se atisba, CENTRAL DO BRASIL tiene una serie de lagunas fundamentalmente de guión que la medianía de la realización no consigue soslayar. Todos sabemos que en el cine una puesta en escena adecuada te puede hacer creer cualquier cosa. Sin embargo, en este caso hay detalles que no cuelan. Uno de los más ostentosos es la forma que Dora tiene para rescatar a Josué de la casa en la que lo ha vendido poco antes. Pero la película está lleno de detalles de ese tipo, de trampas de guión muy evidentes que curiosamente los exegetas del film no se han parado a enumerar –como el niño se queda solo tras el atropello de su madre (lo lógico es que lo recogieran); el intento de Dora de dejar al niño en el autocar; la forma en la que casualmente se encuentran nuestros protagonistas con los hermanos del niño o la propia y artificiosa presencia de una carta del padre ausente-. Esos cabos sueltos que a mi juicio contribuyen a desequilibrar un conjunto en definitiva apreciable, ausente de demagogias, que no subraya en exceso el triste marco exterior en el que se desarrolla pero francamente sobrestimado que no me estimula a considerar en exceso al brasileño Walter Salles aunque, eso si, haya que ubicarlo muy por encima de pésimos genios como el hace poco comentado Alejandro González Iñárritu.

Calificación: 2’5