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CINEMA DE PERRA GORDA

THE WITNESS CHAIR (1936, George Nichols, Jr.) [La silla del testigo]

THE WITNESS CHAIR (1936, George Nichols, Jr.) [La silla del testigo]

THE WITNESS CHAIR (1936, George Nichols, Jr.) se produce, sobre todo, por la insistencia de su protagonista femenina, la actriz Ann Harding, de adquirir un material que pudiera relanzar su carrera, algo que finalmente asumió el estudio. No obstante, la actriz en último extremo desconfió del proyecto finalmente ejecutado, hasta el punto que en su rodaje se apreciaron no pocas cortapisas por parte de la estrella, que por otro lado realiza un trabajo encomiable ante la pantalla. Todo ello confluye en una apreciable mixtura de melodrama judicial, en su principio con toques de comedia, pero que acierta a la hora de discurrir por una creciente densidad dramática, a través de una muy ajustada duración de unos 65 minutos. Metraje en el que, una vez más se observa esa sobriedad característica del melodrama en la RKO durante la década de los años treinta.

La película mostrará en sus primeros minutos, un plano general nocturno de la gran urbe newyorkina, hasta encuadrar un enorme rascacielos – el Continental- donde se ubican las oficinas de una gran empresa, de las que va saliendo una de sus trabajadoras -Paula Young (Harding)- abandonando con cierta prevención sus dependencias y teniendo desde el primer momento la constancia de que algo está pasando. La secuencia, de gran agilidad, no contará con diálogo alguno, tan solo de sonido directo, con una precisa planificación que predispone al espectador al estallido de la intriga. Será algo que se incentivará cuando la muchacha reciba en su casa a Connie Trent (Frances Sage), quien le señala a Paula su plan para fugarse con Stanley Whitaker (Douglass Dumbrille), el dueño de la empresa. Será otro elemento de intriga, ya que en ese momento desconocemos que Connie es la hija de Jim Trent (Walter Abel), el otro socio de la firma y a quien la protagonista sirve como secretaria, al tiempo que se encuentra secretamente enamorada de él.

A la mañana siguiente se descubrirá el cadáver de Whitaker en su despacho con una pistola en la mano, y una nota asumiendo haber detraído 75.000 dólares de la contabilidad de la firma, en la que pide que despoje a Trent de toda responsabilidad. Muy pronto la policía descartará la hipótesis del suicidio y casi de inmediato aparecerá Jim como el principal sospechoso. Por ello, la vista derivará en una acusación formal de asesinato, que de manera implacable se irá acercando hacia su persona. Será algo que, en realidad, irá haciendo mella en quien realmente cometió el homicidio, presente en la sala, hasta que al final la situación le obligue a confesar su acción.

Antes lo señalaba, THE WITNESS CHAIR se inicia de manera muy cinematográfica, acertando al incorporar elementos inquietantes y, con ello, logrando prender la atención del espectador de manera tan austera como dinámica. A partir de ese momento y la presencia de la trama secundaria protagonizada por la hija de Trent, la película se centrará en el descubrimiento del cadáver de Whitaker y las rápidas gestiones policiales, episodio en el que se introducirá el elemento a mi juicio más caduco de su conjunto; la presencia de un molesto y forzado rasgo de comedia, que tendrá sus exponentes más chirriantes en la presencia de ese joven botones y la propia empleada que encarna la estridente Margaret Hamilton. Esa deriva hacia lo sainestesco invalida en cierta medida el alcance de esta concisa producción, que contará con una segunda mitad delimitada en la vista contra Trent. Lo curioso de la misma es que se encuentra planteada a través de la progresiva incorporación de fugaces flashbacks que ilustrarán visualmente las diversas intervenciones de los testigos. Todo ello irá acompañado por algo que irá introduciéndose en su discurrir. Me refiero al progresivo abandono de esa chirriante inclinación a la comedia -incluso las actuaciones del botones en la vista serán más moderadas y de decreciente importancia-. En su oposición, el último tramo de la película irá creciendo en densidad, llegando a una cierta desnudez en la plasmación del drama que, en última instancia, revelará esa historia de amor y entrega que, a fin de cuentas, vehiculará la entraña de una película dirigida por el apenas conocido Nichols, pero que albergaría tras sus espaldas una andadura de catorce largometrajes, entre los que apenas se recuerda la atractiva y previa FINISHING SCHOOL (1934, codirigida por Wanda Tuchock).

En esta ocasión, y siguiendo el sendero emanado por el look del estudio, nos encontramos ante una muestra ajustada en su desarrollo cinematográfico, que en sus primeros minutos plantea un doble elemento de intriga -la huida inicial de Paula y la presencia de la fuga de Connie- antes incluso de adentrarnos en el asesinato que, en última instancia, aparecerá como elemento primordial de su argumento. A partir del crimen quedará inserta de manera solapada esa abnegada relación amorosa de la protagonista hacia su jefe, quien desde que quedara viudo prometió a su hija no casarse para poder dedicarse a ella por completo.

A la hora de enfrentarnos ante las diversas declaraciones de los testigos, como antes hemos señalado surgidas por medio de pequeños insertos y que inicialmente aparecen como forzados, lo cierto es que poco a poco irán adquiriendo una lógica narrativa, y en un momento dado nos llegarán a presentar a Whitaker que hasta ese momento nunca habíamos visto en la película -lo que nos revelará el rostro de su intérprete, caracterizado en encarnar villanos cinematográficos- y, al mismo tiempo, ofreciendo dichos testimonios una creciente sensación de ir completando las piezas del rompecabezas de su intriga, por más que el espectador casi desde sus primeros instantes intuya la deriva de un misterioque inicialmente desconocemos. Esas singularidades son las que, finalmente, otorgan personalidad propia a lo que en definitiva se dirime en una intensa historia de amor, esbozada bajo una estructura donde el estilema del estudio se dirime como un factor determinante.

Calificación: 2’5

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