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CINEMA DE PERRA GORDA

Alexander Payne

ABOUT SCHMIDT (2002, Alexander Payne) A propósito de Schmidt

ABOUT SCHMIDT (2002, Alexander Payne) A propósito de Schmidt

Recuerdo la sorpresa que no hace mucho tiempo me deparó la visión de ELECTION (1999), una insólita y divertidísima comedia juvenil aclamada en USA pero de paso muy efímero en las carteleras españolas. En la misma se producía una singular mirada a determinados “tics” de la sociedad de dicho país pero, sobre todo, se adivinaban las maneras de su artífice; Alexander Payne. Era de esperar que la continuidad de su obra deparara motivos de interés –no he tenido ocasión de contemplar el título de su debut, CITIZEN RUTH (1996)-. Sin embargo, A PROPÓSIDO DE SCHMIDT revela el talento de este director / guionista, al que habría que incluir ya en la nada reducida nómina de nombres bajo las que se sustenta el cine norteamericano –es curioso como por lo general se despacha al mismo en base a su comercialidad (como si pretender hacer taquilla fuera malo de por sí) y ahí están valores como Paul Thomas Anderson, M. Night Shyamalan, Neil LaBute, Todd Haynes y tantos otros que revelan la valía, capacidad autocrítica y, fundamentalmente, eficacia de la que seguirá siendo la primera cinematografía mundial-.

En esta nueva película Alexander Payne demuestra por encima de todo su original mirada a un mundo y un entorno, introduciendo continuas disgresiones y elementos satíricos, pero en este caso de forma más mesurada en función del patetismo que adquiere la historia que nos relata su protagonista. Warren R. Schmidt (Jack Nicholson) es un ejecutivo a la antigua usanza que a sus 66 años se jubila como vicepresidente de una compañía de seguros en Obraska (Nevada). Maniático, cascarrabias, egoísta y al tiempo enormemente observador –esa capacidad le lleva incluso casi a detectar las posibilidades de vida de un posible cliente de sus pólizas; una habilidad profesional-. Tras la consabida cena de jubilación se dispone a vivir una nuevo periodo vital que muy pronto se revela de una vaciedad total. Su esposa es una mujer atontada y llena de manías que contrastan con las suyas propias. Sin embargo, un nuevo motivo de interés llega a su vida viendo la televisión; la posibilidad de apadrinar a un niño. Fruto de ese interés llegará su contacto epistolar con Ndugu, su nuevo ahijado en una aldea de Tanzania.

Casualmente tras el envío de su primera carta al niño –lo que le permite desahogar las diversas ridículas situaciones que tiene que soportar-, su esposa muere repentinamente, encontrándose con la soledad absoluta. En esos momentos se dará cuenta que esa esposa a la que prácticamente detestaba, era una parte importante en su vida. Una vez celebrado el funeral y retornado su hija Jeanne (la excelente Hope Davis) a su ciudad y puesto de trabajo –impecable el vacío que esta deja cuando se dirige al vuelo de vuelta en el aeropuerto-, Schmidt se deja al mas absoluto abandono -descubriendo incluso que su esposa le fue infiel con uno de sus mejores amigos-, del que sale realizando un largo viaje con la enorme caravana de que dispone. Ese viaje iniciático finalizará en los preparativos de la boda de su hija, para lo cual recalará en la familia de su novio Randall Hertzel (Delmot Mulroney), que nunca ha sido de su agrado como esposo de su hija. La celebración de la boda verá colmada su frustración en la imposibilidad de impedirla, reconociendo finalmente el escaso apego y huella que ha dejado su paso por el mundo. Sin embargo, una circunstancia especial hará aflorar un margen de esperanza.

A tenor del sucinto comentario de su argumento, es obvio que ABOUT SCHMIDT tenía varios peligros difíciles de ser sorteados. Entre ellos la tendencia al sentimentalismo o, en su defecto, la farsa bufonesca. Afortunadamente y con una especial implicación, Payne no solo sale indemne de ambas posibilidades sino que logra marcar las pautas de unos rasgos ya presentes en ELECTION, aunque aquí modificados en función de la misma. El primer tercio de la película es espléndido. La capacidad de articular a través de sus planos una mirada satírica y observadora es excelente, logrando que el público adopte la mirada de su personaje central sin por ello dejar de asimilar los defectos del mismo. Para ello, el director logra una espléndida y comedida composición de Jack Nicholson –sin duda una de las mejores de su carrera-, en la que tan solo en la secuencia de su dolencia en el cuello se deja llevar por algunos excesos. La mediocridad de la fiesta de jubilación, la estúpida alienación de su esposa, su descripción del entorno acomodado, la tacañería de Schmidt, incluso la ridiculez de los ritos funerarios son tamizados de esa mirada singular aplicada a una planificación ajustada y basada fundamentalmente en instantes agudos, una acompasada banda sonora (Rolfe Kent) a la que acompañan la utilización de conocidas canciones, fotografía de tonos pálidos y otoñales (James Glennon y Robert Edesa) y en los primeros minutos un comedimiento incluso de la frustración del protagonista. Todos sabemos lo que piensa y que de una u otra manera tiene que estallar.

Para ello se incorpora ese rasgo epistolar que supone la relación con Ndugu, lo que introduce un hábil elemento de guión que nos permitirá conocer y complementar las vivencias del nuevo jubilado. Es evidente que Alexander Payne es mejor guionista que realizador, y no señalo ello en demérito de sus singularidades como narrador, sino fundamentalmente por la extremada habilidad de sus planteamientos –es el ejemplo que podría brindar décadas atrás el mitificado Billy Wilder-. En su doble cometido sabe dosificar los elementos, la acción, la evolución de ese protagonista que realiza un viaje físico y moral por los lugares que jalonaron su trayectoria vital –un poco como el profesor Isak Borg de la inolvidable FRESAS SALVAJES (Smultronstället, 1957. Ingmar Bergman)-. Al mismo tiempo, se ofrece una galería realmente desoladora entre las personas que rodean a su hija, desde el hi“papanatas” de su futuro esposo –un personaje quizá de excesiva caracterización- hasta su extravagante familia, en realidad pocos estímulos puede lograr una persona tan ególatra y llena de manías como aguda observadora de una alienación que no puede contribuir a evitar.

Es por ello que la misma ridiculez que supuso el rito de su comida de jubilación lo ofrece la boda y posterior convite de su hija, en el cual no tiene más remedio que pronunciar unas palabras que contradicen lo que piensan, pero en realidad todos aplauden en una aceptación de la mediocridad que le rodea –tan solo su hija se muestra incómoda y no las aplaude-. A PROPÓSITO DE SCHMIDT oscila en su ritmo, probablemente no mantiene el mismo nivel de su efectividad en todo su metraje –dos horas que se suceden por otra parte con notable fluidez-. Sin embargo, no es menos cierto que su propuesta es valiente y atrevida, que divierte, hace pensar y muestra una interesante personalidad narrativa y que concluye con uno de los finales más conmovedores que he tenido oportunidad de contemplar hace tiempo en el cine actual. Cuatro planos impecables que dan un margen a la esperanza, y que me recordaron –con todas las divergencias que se le puedan objetar-, al emotivo timming demostrado por el gran Leo McCarey en su espléndida SIGUIENDO MI CAMINO (Going My Way, 1944).

Calificación: 3