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CINEMA DE PERRA GORDA

Antoine Fuqua

KING ARTHUR (2004, Antoine Fuqua) El rey Arturo

KING ARTHUR (2004, Antoine Fuqua) El rey Arturo

En este del cine como en cualquier otra faceta de la vida hay películas que nacen con gracia y otras que nacen desgraciadas. Eso por encima de sus mayores o menores cualidades. Y viene esa afirmación a cuento al iniciar el comentario a KING ARTHUR (2004, Antonine Fuqua) –EL REY ARTURO-, puesto que a nadie se le oculta que la película no deja de aprovechar el filón comercial iniciado de forma incomprensible con la mediocre y escarizada GLADIATOR (2000, Ridley Scott). Sin embargo estimo que la misma, pese a seguir los dictados y vicios de las producciones de Bruckheimer se eleva en su interés muy por encima del mencionado referente y se erige en una muestra al menos bastante interesante en su planteamiento y magnífico en algunos momentos, manteniendo por lo general un elogiable equilibrio entre el gran espectáculo y sus planteamientos internos.

Quizá el principal logro de KING ARTHUR estribe en la originalidad de trasladar el origen de la leyenda a un referente de varios siglos atrás, plasmando un Arthur deudor de un Imperio Romano en decadencia y con ello logrando otro contexto dramático muy diferente de las otras versiones de la leyenda. En esta ocasión el legendario personaje (un Clive Owen que sabe conferir la suficiente hondura dramática a su personaje y confirma por si alguien lo duda ser uno de los mejores actores del momento), es un guerrero que en todo el metraje se encuentra escéptico ante el camino emprendido en su trayectoria; que no deja de cuestionarse su fe religiosa ante el entorno que le rodea y que se replantea el papel que ha jugado ya que su mundo se desmorona. No es habitual encontrar en el cine de aventuras de nuestros días una situación así –quizá nos vendría a la mente otra cinta interesante e igualmente irregular como EL GUERRERO Nº 13 (The 13th Warrior, 1999. John McTiernan)- y es algo que permiten proporcionar interés a esta superproducción. Es más, estimo que esa cierta hondura que se vislumbra fácilmente es la que provocó su relativo desapego entre el público, más acostumbrado a píldoras más fáciles de “engullir”.

Al margen de ese recorrido personal, el futuro rey debate entre los compañeros de su mesa redonda la evolución sobre a quien dirige sus servicios. Paulatinamente va mostrándose descreído de su servicio hacia Roma y el discurrir de sus andanzas y el encuentro con Ginebra –a la que rescata de una sala de torturas- le hará dirigir su lucha hacia un pueblo de oprimidos que se encuentra equidistante entre los romanos y el que habitualmente ha sido su enemigo. He de decir que he visto la versión extendida que se ofrece en DVD, que supongo conserva las secuencias iniciales y finales de batallas que se caracterizan por una extraordinaria crueldad, especialmente en la que prácticamente inicia la película tras el preludio encuadrado en la infancia de Lancelot (que ya en su vertiente adulta encarna con notable eficacia e ironía el poco conocido Ioan Gruffud). Del mismo modo hay que reconocer que pese a su excelente tempo, la gran batalla que se ofrece como conclusión del mismo quizá incide en demasía en los tics propios de las producciones de Bruckheimer –planos en grúa, excesivo montaje, la molesta incidencia de la banda sonora de Hans Zmimmer (aunque en ocasiones ese fondo musical funcione bien en este fragmento concreto)-. En este capítulo del “debe” habría que cuestionar las concesiones convencionales de la conclusión del film, que rompe con el fatalismo que ha impregnado todo el relato y la presencia de un breve pero molesto flash-backflash-back cargado de efectismos que si bien no tiene demasiado peso resulta totalmente superfluo.

Cabría destacar en este KING ARTHUR la habilidad con que se inserta la movilidad con el formato panorámico –algo más difícil de lo que parece-, la brillante dirección de actores y, sobre todo, la extraordinaria secuencia de la batalla en el lago helado (de claras influencias al cine de Einsenstein). Un fragmento en el que no se sabe que admirar más; la planificación elegida o el acierto de su montaje. En concreto, cabría destacar ese momento entre los más logrados del cine de aventuras de los últimos años y de alguna manera viene a demostrar que en ocasiones acudir sin anteojeras al cine comercial puede proporcionar un producto revestido de notable dignidad y con pinceladas como la reseñada, francamente reveladoras de talento y eficacia profesional tras la cámara.

Calificación: 2’5