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CINEMA DE PERRA GORDA

Burguess Meredith

THE MAN ON THE EIFFEL TOWER (1947, Burgess Meredith) El hombre de la torre Eiffel

THE MAN ON THE EIFFEL TOWER (1947, Burgess Meredith) El hombre de la torre Eiffel

 

Si tuviéramos que realizar una selección más o menos representativa de las rarezas y extravagancias que tuvieron lugar dentro de la hipotética frontera que abarca el clasicismo de Hollywood, sin duda alguna uno de los títulos elegidos para dicha supuesta galería, tendría que ser forzosamente THE MAN ON THE EIFFEL TOWER (El hombre de la torre Eiffel, 1947). Y lo es, más allá de por sus intrínsecas cualidades –que las tiene, aunque de forma francamente intermitente-, por suponer una de esas películas fruto de extrañas circunstancias y la fusión de un conjunto de talentos contrapuestos, al tiempo que detectarse en su visionado las dificultades de producción que debió sobrellevar en su desarrollo. Todas estas circunstancias se ofrecen en la que supone la única propuesta cinematográfica que filmara el estupendo actor Burgess Meredith, en una producción de Irving Allen –posteriormente se quito la “g” final en su nombre, atormentando a generaciones de aficionados con mediocres aventuras fantásticas y potenciar el subgénero de catástrofes a inicios de los setenta-, de la que se aseguran el propio productor filmó diversas de sus secuencias, mientras que otras corrieron a cargo de uno de sus protagonistas; Charles Laughton, ocho años antes de acometer su célebre y única incursión como director de cine –en la que por cierto se llevó como operador de fotografía al mismo de esta película; Stanley Cortez-. Sea por esta mezcla de realizadores o por las dificultades de producción, lo cierto es que esta tan atractiva como descompensada adaptación de Simenon, que permitiría a Laughton una atinada encarnación del detective Maigret, acusa en todo momento esa indefinición que rodea fragmentos o detalles atractivos, junto a otros que contradicen lo anteriormente visto o subrayan aquello que previamente hemos apreciado en la pantalla. Sobrecargamiento y retórica, momentos definidos por lo enfático junto a otros sin duda atractivos, se sucesión sin solución de continuidad en un relato en el que destaca la extraña complicidad que se establece en su trío protagonista –en este sentido, me recuerda la que manifestaría posteriormente la hustoniana THE LIST OF ADRIAN MESSENGER (El último de la lista, 1963)- y, lamentablemente, el extraño cromatismo casi bicolor –en él tienen presencia una gama de ocres y azules- aportado por la experta gama de Cortez, ha quedado muy deteriorado y diluido con el paso de los años.

 

Con sus virtudes y sus defectos, en última instancia lo que intenta THE MAN… es una reflexión sobre la hipotética superioridad del mal sobre el bien en nuestra sociedad. Se trata, en definitiva, de la apuesta que realizará el desequilibrado y al mismo tiempo extremadamente inteligente Johann Radek -un ajustado Franchot Tone, que pocos años antes había dado vida a otro psicópata en PHANTOM LADY (La dama desconocida, 1944. Robert Siodmak)-, en una extraña partida de ajedrez mantenida con el experto Maigret, quien llegará a apostar por simular el escape del acusado Heurtin (el propio Meredith). En todo ello se dilucidará una apuesta de inteligencia por parte de un asesino que prácticamente anuncia la culpabilidad de los crímenes que ha perpetrado, pero que en realidad apuesta por una competición de inteligencia que permitiera al sagaz detective a encontrar las pruebas que le incriminen. En este sentido, y pese al empeño de sus intérpretes, considero que la película no alcanza sus objetivos, quedando muy por debajo de títulos casi contemporáneos –generalmente firmados por Alfred Hitchcock; estoy pensando en ROPE (La soga, 1948) o STRANGERS ON A TRAIN (Extraños en un tren, 1951)-. En su defecto, podemos disfrutar con algunos set pièces como la secuencia de la persecución en lo alto de la Torre Eiffel –que de alguna manera Radek ya había vaticinado con el propio inspector-, o la intrincada narrativa y barroquismo visual que manifiesta la función de forma intermitente. Dentro de dicho conjunto, la pintoresca presencia de la ciudad de Paris como uno de los principales intérpretes de la misma, resulta una simple anécdota que en realidad no ofrece más que un empeño –en ocasiones acertado y en otras forzado-, de intentar mostrar los máximos encuadres posibles en exteriores parisinos. En vez de ese empeño, lo cierto es que hubiera sido más interesante que se hubiera evitado ese fallo de raccord que se ofrece en la carrera de Heurtin por calles parisinas tras escapar de la cárcel y que, sin solución de continuidad pasa de noche a día de un plano a otro.

 

En cualquier caso, hagamos mención al impacto y alcance siniestro de algunos de los momentos de la función –aquellos en los que se desarrolla el doble crimen inicial y la vivencia del mencionado Heurtin cuando simplemente se planteaba robar; el instante en que este intenta suicidarse ahorcándose; la presencia y definición de la madre de Radek, la crueldad y calculadora altanería demostrada por el propio asesino-, y la sensación que recorre el relato, de estar asistiendo a un conjunto que, por momentos, se ofrece como un producto con pretensiones, en otros se enclava dentro de la serie B más estimulante, mientras que en algunos se inscribe en la serie Z más desaforada. Una curiosidad que finalmente, es la que permite la auténtica singularidad de esta extraña película, que tuvo una desastrosa carrera comercial –no es de extrañar-, e incluso algunos de sus productores quisieron destruir en todas sus copias. Pero es precisamente a partir de la conjunción de dichas circunstancias, con las que THE MAN… logró con el paso de los años su condición de rareza, aunque en esta ocasión sin llevar aparejada la atribución de logro cinematográfico

 

Calificación: 2’5