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CINEMA DE PERRA GORDA

David Swift

LOVE IS A BALL (1962, David Swift) Ese desinteresado amor

LOVE IS A BALL (1962, David Swift) Ese desinteresado amor

Dentro de la pléyade de realizadores que frecuentaron la comedia en el cine USA de la década de los sesenta, al socaire de su más grandes representantes –Donen, Tashlin, Lewis, Edwards, Quine, Minnelli- se encontraron otros que brindaron resultados en ocasiones estimulantes –Sidney, Panama, Frank, Walters-. De entre esta última nómina, siempre he sentido una pequeña debilidad hacia David Swift, ligado durante largos años a la Disney, y especializado en el ámbito del cartoon –facetas ambas, sobre todo la segunda, que se perciben en sus no muy numerosas realizaciones. Todas ellas, con la excepción de THE INTERNS (Hombres que dejan huella, 1962) –un drama centrado en el personal de un hospital, que curiosamente es el único título de su obra que no he visto-, se trata de comedias que, Incluso las primeras –POLYANNA (1960) o THE PARENT TRAMP (Tú a Boston y yo a California, 1961), destacan por su agilidad y saber evadirse de determinados clichés de la productora, erigiéndose como productos moderadamente divertidos, que combinaban con cierta destreza su condición de productos destinados al público familiar, con su integración en los moldes de esa moderna comedia americana que ya estaba en un periodo de florecimiento.

Imbuida en dicho contexto, LOVE IS A BALL (Ese desinteresado amor, 1962), supone en realidad su primera apuesta abierta dentro de dicho marco, producida por la United Artists –uno de los estudios que con más agudeza se insertó en dicha corriente-, contando además con la colaboración en el apartado de guión junto al propio Swift, al tandem formado por Tom y Frank Waldman, ligados ya desde la ignota HIGH TIME (1960) a la andadura de Blake Edwards. Y cierto es que algo de ellos percibimos en esta mezcla de comedia rosa, que nos evoca eco de títulos como THE RELUCTANT DEBUTANTE (Mamá nos complica la vida, 1958. Vicente Minnelli) o la mediocre A BREATH OF SCANDAL (Escándalo en la corte, 1960. Michael Curtiz) –su base argumental-, de la excelente y costumbrista FANNY (1960, Joshua Logan) –su marco de desarrollo en la costa francesa, y la presencia de intérpretes como Charles Boyer y la veterana Georgette Anys-, la presencia de fiestas sofisticadas, que habían cobrado carta de naturaleza en la no muy lejana BREAKFAST AT TIFFANYS (Desayuno con diamantes, 1961), o incluso lejanos ecos de la hichcockiana TO CATCH A THIEF (Atrapa a un ladrón, 1955), uniendo a esta extraña mezcla de referencias la presencia musical de un Michel Legrand –tan controvertido como por mi admirado-, que ya había demostrado la idiosincrasia de una apuesta por la melodía romántica, que tendría su demostración gloriosa en la posterior y cantada LES PARAPLUIES DE CHERBOURG (Los paraguas de Cherburgo, 1964. Jacques Demy).

Todos estos elementos, confluyen en esta historia casi de cuento de hadas trasladada a la riviera francesa, donde una acaudalada heredera norteamericana –Millie (Hope Lange) custodiada por su tío, el Dr. Christian (un insólito Telly Savallas)-, aparecen como un apetitoso objeto de deseo para el veterano Etienne Primm (impagable Charles Boyer), un hombre que ha dedicado su vida a concertar bodas entre consortes adinerados con otros de sangre noble -una de las simbiosis más codiciadas siempre para de alguna manera “cambiarlo todo para que nada cambie”, entre representantes de dos contextos en apariencia tan opuestos, pero en el fondo tan complementarios-. Primm verá la ocasión propicia de lograr las nupcias de la joven norteamericana con un aristócrata al que ha apadrinado. Se trata del gran duque Gaspard Duclezeau (un sorprendente Ricardo Montalbán), uno más de los numerosos jóvenes sin oficio ni beneficio, y que solo pueden aportar ese título nobiliario, que en realidad esconde una familia arruinada y una juventud llena de privaciones. Para lograr su objetivo, Primm captará un concienzudo grupo de ayudantes, entre los que contará a un antiguo triunfador en las carreras –John L. Davis (Glenn Ford)- retirado de las mismas y centrado en un pequeño barco que necesita una costosa reparación, razón esta para aceptar la oferta de este e incluirse en dicho equipo.

No cuesta mucho imaginar el ulterior derrotero de esta simpática comedia, que funciona más en sus aspectos más puramente ligados al slapstick –los tropiezos de Gaspard en sus entrenamientos para convertirse en un educado caballero-, la secuencia en la que Millie intenta seducir a Davis en una mansión que se encuentra en una isla cercana, dotada incluso de adelantos técnicos; algo que de nuevo utilizaría Swift en su posterior UNDER THE YUM YUM TREE (Adán también tenía su manzana, 1963)- o en otros más cercanos a la comedia elegante, como la trampa preparada por Primm para formalizar un encuentro con Christian, para la cual utilizará al cocinero que ha contratado, deslumbrando al norteamericano por la delicia consumida, y también por el don de palabras del astuto organizador de esponsales, que en un momento dado mostrará un mapa donde se reflejan las más de cien bodas que ha organizado con el paso de los años, reclamándose para si mismo el derecho de haber extendido felicidad con su trabajo.

Ni que decir tiene que Swift no logra en todo momento desprenderse de ese grado de cursilería que condiciona el subgénero rosa en el que se inserta su base argumental –en algunos momentos incluso menos que en sus dos títulos rodados para la Disney-, pero también es cierto que su conjunto se ofrece en última instancia como una tan discreta y por momentos estimulante aportación menor a la comedia –que como detalle curioso provocó una injustificada recepción apologética por parte de los críticos de la revista española “Film Ideal”, que la situaron sorprendentemente en su encuesta anual entre las mejores películas estrenadas en nuestro país en 1964-. Una producción en la que destaca la dirección de actores y que, personalmente, alcanza lo mejor de sí misma en la interacción del personaje del gran duque y Janine (Ulla Jacobson). Lo hará en dos secuencias intimistas, en las que Swift aporta un notable sentido del romanticismo cinematográfico. La primera de ellas será la que exprese los sentimientos del aristócrata cuando revela la triste realidad de su condición y el sentimiento que ella le embarga. La segunda aparecerá en los minutos finales, poco antes de que la millonaria finalmente se acerque a Davis –en un instante por cierto revestido de notable espontaneidad fílmica-. En esos momentos –punteados por el bellísimo teclado de Michel Legrand-, el aristócrata confiesa a Janine que no quiere seguir un modo de vida vacuo y basado en la falsedad, narrándose una ficticia carta que le mandaría en el futuro para demostrarle su amor. Es sin duda mi secuencia preferida en esta comedia desigual, discreta y agradable a partes iguales, que sirve para completar mi visión de un director modesto pero apreciable, cuyo mayor título de gloria será la excelente y aún apenas reconocida HOW THE SUCCED IN THE BUSINESS WITHOUT REALLY TRYING (Como triunfar sin dar golpe, 1966).

Calificación: 2

LOVE IS A BALL (1962, David Swift) Ese desinteresado amor

LOVE IS A BALL (1962, David Swift) Ese desinteresado amor

Dentro de la pléyade de realizadores que frecuentaron la comedia en el cine USA de la década de los sesenta, al socaire de su más grandes representantes –Donen, Tashlin, Lewis, Edwards, Quine, Minnelli- se encontraron otros que brindaron resultados en ocasiones estimulantes –Sidney, Panama, Frank, Walters-. De entre esta última nómina, siempre he sentido una pequeña debilidad hacia David Swift, ligado durante largos años a la Disney, y especializado en el ámbito del cartoon –facetas ambas, sobre todo la segunda, que se perciben en sus no muy numerosas realizaciones. Todas ellas, con la excepción de THE INTERNS (Hombres que dejan huella, 1962) –un drama centrado en el personal de un hospital, que curiosamente es el único título de su obra que no he visto-, se trata de comedias que, Incluso las primeras –POLYANNA (1960) o THE PARENT TRAMP (Tú a Boston y yo a California, 1961), destacan por su agilidad y saber evadirse de determinados clichés de la productora, erigiéndose como productos moderadamente divertidos, y que combinaban con cierta destreza su condición de productos destinados al público familiar, con su integración en los moldes de esa moderna comedia americana que ya estaba en un periodo de florecimiento.

Dentro de dicho contexto, LOVE IS A BALL (Ese desinteresado amor, 1962), supone en realidad su primera apuesta abierta dentro de dicho marco, producida por la United Artists –uno de los estudios que con más agudeza se insertó en dicha corriente-, contando además con la colaboración en el apartado de guión junto al propio Swift, al tandem formado por Tom y Frank Waldman, ligados ya desde la ignota HIGH TIME (1960) a la andadura de Blake Edwards. Y cierto es que algo de ellos percibimos en esta mezcla de comedia rosa, que nos evoca eco de títulos como THE RELUCTANT DEBUTANTE (Mamá nos complica la vida, 1958. Vicente Minnelli) o la mediocre A BREATH OF SCANDAL (Escándalo en la corte, 1960. Michael Curtiz) –su base argumental-, de la excelente y costumbrista FANNY (1960, Joshua Logan) –su marco de desarrollo en la costa francesa, y la presencia de intérpretes como Charles Boyer y la veterana Georgette Anys-, la presencia de fiestas sofisticadas, que habían cobrado carta de naturaleza en la no muy lejana BREAKFAST AT TIFFANYS (Desayuno con diamantes, 1961), o incluso lejanos ecos de la hichcockiana TO CATCH A THIEF (Atrapa a un ladrón, 1955), uniendo a esta extraña mezcla de referencias la presencia musical de un Michel Legrand –tan controvertido como por mi admirado-, que ya había demostrado la idiosincrasia de una apuesta por la melodía romántica, que tendría su demostración gloriosa en la posterior y cantada LES PARAPLUIES DE CHERBOURG (Los paraguas de Cherburgo, 1964. Jacques Demy).

Todos estos elementos, confluyen en esta historia casi de cuento de hadas trasladada a la riviera francesa, donde una acaudalada heredera norteamericana –Millie (Hope Lange) custodiada por su tío, el dr. Christian (un insólito Telly Savallas)-, aparecen como un apetitoso objeto de deseo para el veterano Etienne Primm (impagable Charles Boyer), un hombre que ha dedicado su vida a concertar bodas entre consortes adinerados con otros de sangre noble -una de las simbiosis más codiciadas siempre para de alguna manera “cambiarlo todo para que nada cambie”, entre representantes de dos contextoS en apariencia tan opuestos, pero en el fondo tan complementarios-. Primm verá la ocasión propicia de lograr las nupcias de la joven norteamericana con un aristócrata al que ha apadrinado. Se trata del gran duque Gaspard Duclezeau (un sorprendente Ricardo Montalbán), uno más de los numerosos jóvenes sin oficio ni beneficio, y que solo pueden aportar ese título nobiliario, que en realidad esconde una familia arruinada y una juventud llena de privaciones. Para lograr su objetivo, Primm captará un concienzudo grupo de ayudantes, entre los que contará a un antiguo triunfador en las carreras –John L. Davis (Glenn Ford)- retirado de las mismas y centrado en un pequeño barco que necesita una costosa reparación, razón esta para aceptar la oferta de este e incluirse en dicho equipo.

No cuesta mucho imaginar el ulterior derrotero de esta simpática comedia, que funciona más en sus aspectos más puramente ligados al slapstick –los tropiezos de Gaspard en sus entrenamientos para convertirse en un educado caballero-, la secuencia en la que Millie intenta seducir a Davis en una mansión que se encuentra en una isla cercana, dotada incluso de adelantos técnicos; algo que de nuevo utilizaría Swift en su posterior UNDER THE YUM YUM TREE (Adán también tenía su manzana, 1963)- o en otros más cercanos a la comedia elegante, como la trampa preparada por Primm para formalizar un encuentro con Christian, para la cual utilizará al cocinero que ha contratado, deslumbrando al norteamericano por la delicia consumida, y también por el don de palabras del astuto organizador de esponsales, que en un momento dado mostrará un mapa donde se reflejan las más de cien bodas que ha organizado con el paso de los años, reclamándose para si mismo el derecho de haber ofrecido felicidad con su trabajo.

Ni que decir tiene que Swift no logra en todo momento desprenderse de ese grado de cursilería que condiciona el subgénero rosa en el que se inserta su base argumental –en algunos momentos incluso menos que en sus dos títulos rodados para la Disney-, pero también es cierto que su conjunto se ofrece en última instancia como una tan discreta y por momentos estimulante aportación menor a la comedia –que como detalle curioso provocó una injustificada recepción apologética por parte de los críticos de la revista española “Film Ideal”, que la situaron sorprendentemente en su encuesta anual entre las mejores películas estrenadas en nuestro país en 1964-. Una producción en la que destaca la dirección de actores y que, personalmente, alcanza lo mejor de sí misma en la interacción del personaje del gran duque y Janine (Ulla Jacobson). Lo hará en dos secuencias intimistas, en las que Swift aporta un notable sentido del romanticismo cinematográfico. La primera de ellas será la que exprese los sentimientos del aristócrata cuando revela la triste realidad de su condición y el sentimiento que ella le embarga. La segunda aparecerá en los minutos finales, poco antes de que la millonaria finalmente se acerque a Davis –en un instante por cierto revestido de notable espontaneidad fílmica-. En esos instantes –punteado por el bellisimo teclado de Michel Legrand-, el aristócrata confiesa a Janine que no quiere seguir un modo de vida vacuo y basado en la falsedad, narrándose una ficticia carta que le mandaría en el futuro para demostrarle su amor. Es sin duda mi secuencia preferida en esta comedia desigual, discreta y agradable a partes iguales, que sirve para completar mi visión de un director modesto pero apreciable, cuyo mayor título de gloria será la excelente y aún poco reconocida HOW THE SUCCED IN THE BUSINESS WITHOUT REALLY TRYING (Como triunfar sin dar golpe, 1966).

Calificación: 2