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CINEMA DE PERRA GORDA

François Duyperon

C’EST QUOI LA VIE? (1999, François Duyperon) ¿Qué es la vida?

C’EST QUOI LA VIE? (1999, François Duyperon) ¿Qué es la vida?

Hay ocasiones en las que el sentimiento se muestra en la pantalla con voz callada, tomándose su tiempo, dominando la puesta en escena con una mirada intimista, contenida, logrando hipnotizar a un espectador que se siente cercano ante una serie de personajes que inicialmente pueden resultarles de lo más alejados a sus características. Esto es lo que personalmente me sucedió con C’EST QUOI LA VIE? (¿Qué es la vida?, 1999) que me ha permitido acercarme por vez primera al cine del reconocido realizador y guionista francés François Duyperon, especialmente conocido por la más cercana y emotiva MONSIEUR IBRAHIM ET LES FLEURS DU CORAN (El señor Ibrahim y las flores del Corán, 2003). Cierto es que a tenor de lo observado con el título que nos ocupa, Duyperon se caracteriza por la implicación en los temas que afronta en sus películas, la serenidad narrativa que despliega, el alcance telúrico de sus propuestas y, finalmente, logrando que el espectador vaya penetrando en la entraña interna de cada una de sus obras.

 

Nos encontramos en una granja ubicada en la Francia rural. Tres generaciones de una misma familia trabajan sobrellevando las tareas de la misma, centrada fundamentalmente en la crianza y explotación de vacas lecheras. La convivencia entre abuelo, padre e hijos queda definida por una hosca rutina, que en el fondo encubre una generalizada insatisfacción de todos, pero que quizá solo tenga salida con la huída de dicho entorno por parte de los componentes más jóvenes. Será Nicolas (un magnífico Eric Caravaca) quien desde el primer momento se plantee abandonar dicho entorno. Sin embargo, el compromiso que mantiene con su familia le hará mantenerse en su responsabilidad, por más que no deje de discutir con su arisco padre, y su intuición de que antes o después logrará encontrar una mujer con quien casarse le proporcione cierto consuelo. De pronto, las dificultades se adueñarán de la granja –se han de sacrificar las reses, ya que la epidemia de las “vacas locas” se ha extendido-, lo que forzará al suicidio del padre –Marc (Jean-Pierre Darroussin)-. A partir de esta tragedia, el abuelo perderá la razón y será llevado, junto a su mujer, a un asilo de ancianos. Nicolás intentará rehacer su vida, pero los intentos formulados le irán fallando hasta que, finalmente, se decida a recuperar el entorno de una vivienda y tierras ubicadas en una zona totalmente abandonada por el exilio rural. Allí se encaminará acompañado de sus abuelos y su hermana pequeña, logrando la rehabilitación de la casa y las tierras para el cultivo, al tiempo que alcanzando unas pocas piezas de ganado. En realidad lo que el joven alcanza a través de esta arriesgada decisión y el laborioso proceso acometido, es lograr encontrar el sentido a su existencia, a lo que cabrá añadir la soledad compartida que finalmente se intuirá en la relación que se irá mostrando entre nuestro protagonista y María (Isabelle Renauld), una viuda con dos hijos, todavía bastante joven.

 

Lo mejor de C’EST QUOI… reside en ese ritmo íntimo y sincero, en la sobriedad y cotidianeidad que se desprende de una puesta en escena que huye de cualquier atisbo de vertiente melodramática, implicándose por el contrario en un relato descriptivo que además logra una enorme autenticidad a la hora de describir ritos, costumbres y sentimientos muy propios del mundo rural. Los tonos verdosos y ocres que desprende la fotografía del japonés Tetsuo Nagata son, sin lugar a duda, un elemento de esencial pertinencia para la progresión del relato, a lo que habría que unir de forma destacada el alcance telúrico de sus secuencias, y la destreza que el realizador manifiesta en su apuesta por el predominio de planos generales en localizaciones exteriores, que indudablemente ofrecen al resultado su definitiva personalidad. En ese sentido, podemos destacar una primera mitad árida y desesperanzada sin tener siquiera que recurrir a excesos melodramáticos, que poco a poco irá evolucionando hacia esa segunda vertiente, en la que la esperanza por el futuro de Nicolás devendrá como una auténtica apuesta por el progreso dentro de esos lugares que, por lo general, suele abandonar la juventud de nuestros días. Como él mismo llega a señalar, solo sabe trabajar la tierra, y ese sentimiento es el que trasladará con su esfuerzo, manteniendo junto a él a sus abuelos –a quienes no podía dejar destruyéndose en esa residencia-  logrando comprender que su esfuerzo no es baldío, y que para su propia familia se brinda un elemento no solo de supervivencia, sino incluso se renacimiento vital. Algo que permitirá incluso la posibilidad de incorporación de Marie y sus dos hijos, alcanzando finalmente esa familia que Nicolás siempre había añorado.

 

Y ese relato, ese proceso, es trasladado a la pantalla tomando su tiempo, predominando una mirada en voz baja y con sentimientos intuidos. La no abundancia de diálogos, en esta ocasión responderá al laconismo de sus personajes, pero al mismo tiempo permitirán que el relato respire y se inunde del aroma a campo curtido, a bosques casi abandonados por el ser humano, y de la lucha por la supervivencia a través de los recursos naturales. Se nota que Duyperon cree en lo que filma, y confía en que esa sinceridad será finalmente percibida por el espectador. Es por ello que sus imágenes poco a poco se van impregnando de humanidad y verdad cinematográfica, logrando finalmente un conjunto en el que quizá no se ofrezcan de modo directo muchas respuestas, pero en el que cualquier espectador con cierta sensibilidad se verá identificado con unos personajes que, gracias al tratamiento que se les ha proporcionado, trascenderán su condición de tales, para convertirse en auténticos seres humanos, a los que quizá el influjo de esa naturaleza con la que siempre han convivido, les ha convertido en auténticos hijos suyos. Esa serenidad y comprensión con todos ellos, la apuesta por un aporte de sensibilidad visual que jamás incurre en esteticismos, serán finalmente los ejes por los que el realizador francés logra un film que quizá inicialmente se caracterizará por cierta aspereza, pero que a su conclusión nos habrá permitido asistir a una historia hermosa y universal.

 

Calificación: 3