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CINEMA DE PERRA GORDA

Jaime Marques Olarreaga

LADRONES (2006, Jaime Marques Olarreaga)

LADRONES (2006, Jaime Marques Olarreaga)

Un muchacho ha salido de una escuela asistencial, donde permaneció desde bien pequeño al ser abandonado por su madre. Una chica, de cómoda extracción social, acusa la rutina de su existencia. Ambos, como si fueran los dos polos complementarios del  ying y el yang, muy pronto se verán atraídos, inicialmente por compartir la experiencia de robo, aunque finalmente ello se extienda hacia una común vivencia emocional y existencial que les permita huir de un entorno de vida que ninguno de ellos ha buscado. 

A grandes rasgos, esta podría ser la premisa del espléndido debut en el largometraje de Jaime Marques Olarreaga - LADRONES (2006)- que me permito señalar como la mejor película española que he visto en los últimos años –dentro de un reducido colectivo que podría incluir LA NOCHE DE LOS GIRASOLES (2006, Jorge Sánchez-Cabezudo), SEGUNDO ASALTO (2005, Daniel Cebrián), y algunos otros títulos-. Un relato en el que el novel Marques demuestra creer en la historia que traslada a la pantalla, logrando con ello  transmitir ese interés mediante unas elecciones formales que para un espectador poco avezado quizá puedan calificarse de meramente esteticistas. Sin embargo, creo que el realizador logra mostrar un complejo andamiaje para delimitar en su propuesta la andadura existente con sus dos protagonistas. Y es a partir de ahí, con un espléndido dominio de la pantalla ancha, una dirección artística que incide en el terreno de la abstracción, una fotografía de tonos lívidos que aportan un plus de irrealidad al conjunto, y una excelente banda sonora que sabe puntear de manera impecable los momentos más intensos de la narración, donde el debutante logra unificar todos estos elementos, dando vida una historia de soledades compartidas, de búsqueda de unos orígenes –por parte del joven que encarna Juan José Ballesta-, y de una atracción en la que hay mucho de química personal en esos dos personajes en el fondo perdidos en el mundo, que solo tienen como asidero existencial “coger cosas” que, más allá de proporcionarles unos ingresos, les permita realizarse como tales seres humanos. 

Ballesta no logrará inicialmente encontrar a su madre –una rumana que lo dejó para vivir su vida-, pero si que llegará a vivir donde esta lo hacía, e incluso a probar como aprendiz de barbero. La experiencia resultará inicialmente positiva, pero un día en un supermercado observará como una joven (María Valverde) intenta sisar un compact disc. Salvándola de la situación intentará acercarse a ella, aunque en el primer momento se muestra reacia a él, en una actitud que paulatinamente se irá diluyendo, atraída casi como si de un hechizo se tratara, por adentrarse en el mundo del robo de carteras y, con ello, sentirse realizada como persona, al tiempo le provocará una atracción con ese joven con el que intuye tiene tanto en común. A partir de ahí, el muchacho venderá el producto de lo robado a un viejo anticuario –espléndido Patrick Bachau-, quien le brindará una peligrosa operación, que este fallará precisamente por ayudar a su compañera, y que finalmente no será más que el principio del fin para nuestro protagonista. Eso si, al menos este anticuario  permitirá al joven ver cumplido el deseo de contemplar  a su madre –en unos planos de mirada en donde la mirada de Ballesta llega a lo sublime-, comprobando que ese ansia de cariño que anhelaba de esta, jamás podría tener el menor viso de realidad. 

Como soy de los que piensan que lo más grande que puede darte el cine es conmoverte con sus personajes y sus acciones, he de decir que el film de Marques ha llegado a provocar en mí estos sentimientos como no lo había logrado ningún título español hacía bastantes años. Que logre proponer una historia tan eterna en su esencia, tan a ras de tierra de lo que sucede en la sociedad de nuestros días, y que al mismo tiempo nos la plasme con una modernidad narrativa de la mejor ley, una virtud que bastaría para permitir que LADRONES hubiera sido acogida de forma acorde a sus merecimientos. La propuesta de Marques es cine puro, saber mostrar historias de siempre en un contexto abstracto, y al mismo tiempo resulta un conjunto que sabe aprovechar una serie de rasgos estéticos y visuales que, en manos menos inspiradas, hubieran convertido su resultado en una torpe, pseudopublicitaria y pretenciosa propuesta. Afortunadamente, nada de esto llega a producirse, e incluso la abundancia de ralentis en su metraje resulta pertinente en su uso. Y es que esa apuesta, ese riesgo puramente cinematográfico, esa sencillez buscando la universalidad de lo narrado, esa capacidad para que con su búsqueda por la abstracción, la historia que se narra nos llegue incluso al alma. Es algo que emerge por un lado del cariño con el que están descritos sus principales personajes y las interesantes conexiones de los retratos secundarios, aplicando la profesionalidad del equipo técnico –montaje, fotografía, banda sonora, escenografía, elección de exteriores-, con una entrega tal, que no me cabe mayor justificación de esta intensidad, en la capacidad de su realizador para insuflar vida a cada fotograma rodado, al tiempo que dejando en ellos la estela de un trabajo muy personal, que pese a todo puede estar dirigido a públicos de todas las edades. 

Hay algo en LADRONES que permite que la película brille con una fuerza muy especial. Me estoy refiriendo, por supuesto, a la entrega que pone plano tras plano un descomunal Juan José Ballesta en el que es, hasta el momento, el mejor trabajo de su más que prometedora andadura cinematográfica. Ni que decir tiene que María Valverde sabe estar a la altura de este y juntos logran una química que abrasa por momentos. Pero ya va siendo hora decir –como algunos han hecho ya-, que Ballesta es tan bueno como intérprete que incluso logra que brillen aquellos que junto a él comparten el plano. Lo cierto es que pese a alguna debilidad destinada a complacer el ejército de quinceañeras que acudieron a la película para ver al taquillero actor –algunos planos lo muestran con camisetas ajustadas o el torso al descubierto-, es el momento de ver en este joven de apenas veinte años de edad a uno de los más grandes intérpretes del cine español surgido en las últimas décadas. Con su fuerza, su vulnerabilidad, su alma hundida –el memorable momento en que descubre a su madre en un club de alterne-, las divertidas provocaciones a su compañera y su sacrificio final, el ladrón encarnado por Ballesta y la película en conjunto, merecía haber estado en un lugar muy, muy destacado en los premios Goya 2008. La miopía de los miembros de la academia se lo han perdido, pero un servidor se ha sorprendido –y, por momentos, conmovido-, con una película diferente, atrevida y moderna en sus formas y eterna en el fondo. LADRONES es el aviso para que intentemos seguir la andadura de Jaime Marques, y también la definitiva prueba de que Juanjo Ballesta es un auténtico privilegio para nuestro cine. 

Calificación: 3’5