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CINEMA DE PERRA GORDA

Joseph Cates

WHO KILLED TEDDY BEAR (1965, Joseph Cates)

WHO KILLED TEDDY BEAR (1965, Joseph Cates)

Dentro de un periodo dominados por los cambios, y en un Hollywood en descomposición, se encuentran títulos y exponentes que en su momento fueron estoy seguro que vapuleados, y muy pronto barridos de la memoria colectiva. Películas quizá imperfectas, dominadas por las irregularidades, pero que. en sus costuras, en sus incoherencias incluso, revelan las contradicciones e incluso la crispación, de una sociedad que acierta a asomarse por sus ficciones.

Pues bien, uno de dichos ejemplos, lo proporciona WHO KILLED TEDDY BEAR (1965, Joseph Cates), un thriller urbano descrito en el Times Square newyorkino, que al parecer en el momento de su estreno fue absolutamente vapuleado, llegando a prohibirse su exhibición en el Reino Unido durante décadas. Al parecer, y de forma injusta, la mal comprendida sordidez de la película, cavó la tumba en la ya alicaída carrera de Sal Mineo, al que hay que valorar en una convincente performance, donde al tiempo que da rienda suelta al exhibicionismo narcisista de su cuidada anatomía, ofrece el retrato torturado de un alma solitaria de la gran ciudad. En realidad, el film de Cates, con una andadura televisiva como director y productor, de mucho más amplio alcance, se ofrece como una extraña mixtura, entre la rotundidad jamás superada del Alfred Hitchcock de PSYCHO (Psicosis, 1960), el grand guignol plasmado quizá con demasiada complacencia por Robert Aldrich, y una mirada urbana que por momentos lo emparenta con el universo de John Cassavetes. Lo cierto es que, en aquellos años, se podían encontrar no pocas producciones de este estilo, al margen de las grandes productoras -me viene a la mente el interesante THE COUCH (Crimen a las 7, 1962. Owen Crump)-, en las que se combinan ambos factores, centrándose en ofrecer una mirada sombría de esa sociedad urbana, dominada por el consumismo, y por una escalada cercana a la esquizofrenia, capaz de generar seres que estallen en ese ámbito en apariencia tan cómodo. En realidad, nos encontramos ya, muy cerca de referentes como el TARGETS (El héroe anda suelto, 1968) de Peter Bogdanovich, o el Martin Scorsese de TAXI DRIVER (Idem, 1976). Lo que sucedía, no obstantes, es que títulos como el que nos ocupa, se adelantaron a dicha corriente y, al mismo tiempo, lo ofrecieran con mucha menos contundencia y coherencia cinematográficas que los referentes que acabo de señalar.

WHO KILLED TEDDY BEAR, se inicia con una supuesta secuencia impactante, que nos remite considerablemente a la truculencia antes señalada de las propuestas decadentes de Robert Aldrich, dando paso a una atrayente canción en sus psicodélicos títulos de crédito, casi como si nos encontráramos antes una modesta versión, en blanco y negro, del mundo burbujeante, característico del ciclo Bond. Esa constante oscilación de influencias en modos y estilos, muy pronto dará paso a la primera secuencia amenazante, rodada con un notable sentido de la tensión física, en la que un inquietante al que no vemos el rostro, provisto de un espectacular físico, se dedica a llamar por las noches a la joven Norah Bain (Juliet Prowse), que vive en un solitario edificio de apartamentos, y trabaja como camarera en un frecuentado night club, comandado por la avispada Marian Freeman (Elaine Stritch), en donde también ejerce como camarero el tímido y aniñado Larry Sherman (Sal Mineo). Pese a no hacer caso a dichas llamadas, cada vez más insistentes, un incidente vivido en el recinto de diversión, hará llegar a la policía estas amenazas, tomando cartas en el asunto el teniente Madden (Jan Murray). Pese a las reticencias de Norah de que la policía intervenga en estas amenazas, Madden la protegerá, al tiempo que le revelará la tragedia personal que sufrió, cuando su esposa fue asesinada tres años atrás por un psicópata que no logró ser detenido, quedando él a cargo de su hija. Por su parte, comprobaremos de forma paralela que Larry cuida a Edie (Margot Bennett), su hermana de 19 años de edad, que mantiene un evidente retraso psíquico, debido a una situación traumática vivida en la infancia (uno de los elementos esbozados de manera más esquemática en la película). Poco a poco irán apareciendo equívocos y falsas sospechas, a una Norah cada vez más atemorizada, ante la posibilidad de ser asesinada, al tiempo que reparará en ese muchacho tímido y de aspecto dulce, con el que hasta entonces no había mantenido un especial acercamiento.

Antes lo señalaba, WHO KILLED TEDDY BEAR se resiente, y no poco, de esa sumisión a una serie de corrientes más o menos reconocibles en el cine de su tiempo. En cierto modo, me inclino a señalar dichas influencias como un factor que propone la innegable singularidad de su resultado. Sin embargo, hay otros factores que sí impiden que su conjunto alcance una vertiente superior, a la que pueden proporcionar sus mejores momentos. Por ejemplo, las secuencias diegéticas, descritas en el interior del night club, aparecen especialmente dilatadas, y no aportan nada a la densidad del relato, o se aprecia un notable -y a mi juicio, casi inexplicable- desprecio al principal crimen que se describe en la película -además, con un notable sentido de la opresión física-. Llegados a ese punto, y partiendo de la base del injusto menosprecio que sufrió la película cuando se estrenó, es cuando hay que valorar el grado de vigencia que albergan sus imágenes. Y en ello, no cabe duda que hay que resaltar la esplendida iluminación en blanco y negro que brinda Joseph Brun, facilitando la densidad de una atmósfera, en especial en las secuencias de exteriores, dominando todos sus pasajes nocturnos, por una asfixiante sensación de amenaza colectiva, que excede con mucho la creciente opresión vivida por su protagonista. Destaquemos todas aquellas secuencias que ligan a víctima con el sospechoso, el impactante instante en el que descubriremos la intuida identidad de este, o incluso la plasmación de ese mundo torturado de Madden, que en algunos instantes -incluso adelantándose al Richard Fleischer de THE BOSTON STRANGLER (El estrangulador de Boston, 1968), nos lo emparenta con el Henry Fonda, del drama policiaco, protagonizado por Tony Curtis.

Con todos estos mimbres, alternando pasajes magníficos, con otros descuidados o carentes de interés o credibilidad, lo cierto es que WHO KILLED TEDDY BEAR, alberga nada desdeñables momentos de interés, muestra la valentía de Sal Mineo que explorar nuevos perfiles en una trayectoria ya condenada al olvido, alberga algunas magníficas interpretaciones -especialmente en el caso de la veterana Elaine Stritch-, y emerge como una singularidad. Una estimable rareza, reveladora de este extraño caldo de cultivo que, al margen del Hollywood habitual, estaba penetrando en los recovecos del Cinema Bis norteamericano.

Calificación: 2’5