Blogia
CINEMA DE PERRA GORDA

Joseph Kane

THUNDER OVER ARIZONA (1956, Joseph Kane) [Tormenta en Arizona]

THUNDER OVER ARIZONA (1956, Joseph Kane) [Tormenta en Arizona]

Hoy totalmente olvidado –aunque probablemente sea por méritos propios-, a la hora de realizar cualquier historiografía del cine del Oeste, precisaría al menos una mera mención, al aporte brindado por el norteamericano Joseph Kane (1894 – 1975), ligado a los extremos más formularios de la Republic Pictures, y que proporcionó al western decenas de exponentes, dirigiendo a estrellas tan emblemáticas como John Wayne, y otros representantes más exóticos, como el inefable y cantarín Roy Rogers o Gene Autry. Con todos ellos, alberga una filmografía que supera ampliamente el centenar de largometrajes, casi todos ellos de exiguo presupuesto, escasa duración y nulas pretensiones, insertos como complementos de programa doble. Obras de escaso fuste, previsiblemente, que apenas se encuentran disponibles más que en pequeños registros digitales, y del que, como en el caso de cineastas paralelos como Lesley Selander o William Whitney, quizá en algún momento cabría brindar una mirada, cuanto menos representativa.

Eso es lo que me indujo a contemplar THUNDER OVER ARIZONA (1956), en una copia infame que subraya las insuficiencias del Trucolor del estudio, y que además elimina parte de la sorprendente pantalla ancha elegida para dar vida a este pequeño western, en el que una confusión de identidad servirá como catalizador para luchar contra la trama de corrupción que se cierne en una pequeña localidad. De entrada, uno de los previsibles alicientes que me hacía contemplar esta película, residía en el insólito protagonismo de Skip Homeier (1930 – 2017). Entonces un joven intérprete que se encontraba en el mejor momento, para encarnar dentro del cine del Oeste y el noir, una competente galería de roles secundarios caracterizados por su villanía o sus rasgos esquizoides. Su propia complexión física –rubio, con una mirada punitiva y un físico afilado-, lo facilitaron para encarnar esos seres convulsos, con los que pasará en la pequeña gran galería de característicos de su tiempo. Homeier encarna en esta película, uno de sus escasísimos protagónicos. Se trata de Tim Mallory, un joven cowboy del que conocemos sus intenciones, que en una taberna se encuentra con un violento pistolero –Shotgun Kelly (Georges Keymas)-, al que ha ganado a las cartas. Anteriormente, la película se ha centrado en una localidad de Arizona, donde hemos contemplado el enfrentamiento vivido en torno al veteranísimo propietario de una mina, que es asesinado por el comisario de la población, poco antes de que el hijo del ejecutado elimine a dicho marshall. Todo obedecerá a un plan urdido por el mayor Ervin Plummen (el eterno villano de mejilla marcada, George Mccready), siempre ayudado por su fiel amigo Hal Stiles (Wallace Ford), aunque levemente crítico con las ideas del primero.  Plummen ha contactado con Kelly para que efectúe ese trabajo para arrebatar la mina a los descendientes del eliminado Warren, en especial de su combativa hija Fay (Kristine Miller). Por medio de una azarosa circunstancia, Mallory será percibido en la localidad como Kelly –y es algo que en la película en modo alguno quedará revestido de credibilidad-, integrando al joven cowboy en el entorno del avieso Plummen, hasta que en el primer encuentro que tenga con Fay, su inclinación se dirija hacia el colectivo perseguido e incluso acosado.

A partir de estas sencillas premisas, se desarrolla una sencilla producción, que aun estando en los albores de la serie B, apenas alberga en sus costuras el caudal de virtudes que hizo grande el creativo cine de bajo presupuesto norteamericano. THUNDER OVER ARIZONA se describe de manera cansina y previsible, dominada por roles –que no personajes- que apenas pueden emerger dentro de su condición de estereotipadas presencias. Todo discurre de manera morosa, pese a su escasa duración. Y, a fin de cuentas, del film de Kane apenas se puede evocar la extraña e involuntaria textura visual del deteriorado Trucolor. Una cierta destreza en la utilización de exteriores rocosos, la extraña personalidad que Homeier brinda a su personaje, ciertas secuencias malsanas a las que someten al mismo –el apresamiento que sufre, siendo maniatado y reducido-. En realidad, bastante poco, para esta producción rutinaria, que apenas merece una mera referencia, dentro de la amplísima producción del género aquellos años. Sin salir de dicho ámbito de producción de serie B, comparar un título de medios tan irrisorio y resultados tan magníficos, como STRANGER ON HORSEBACK (1955, Jacques Tourneur), con el que comentamos, es la prueba evidente que para que la inventiva aflorara, el dinero no era ingrediente indispensable, pero si la presencia de un talento, que el maestro Tourneur albergaba hasta durmiendo, y que el pobre Kane quizá le apareciera en algún momento, por mera casualidad.

Calificación: 1’5