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CINEMA DE PERRA GORDA

Kevin Reynolds

TRISTAN + ISOLDE (Kevin Reynolds, 2006) Tristán e Isolda

TRISTAN + ISOLDE (Kevin Reynolds, 2006) Tristán e Isolda

Si hubiera que calificar de alguna manera la andadura cinematográfica de Kevin Reynolds, probablemente habría que hacerlo como la uno de esos cada vez más escasos realizadores, entroncado por la practica del cine de género, buscando en sus películas un cierto regusto clasicista, combinado con la aplicación –generalmente mucho más mitigada de lo habitual- de los tics visuales más habituales de los últimos tiempos. Pese a esa última característica, lo cierto es que lo que he podido contemplar hasta ahora de su trayectoria, siempre me ha proporcionado la medida de quedar como un digno heredero de los clásicos artesanos que el cine de Hollywood prodigó entre la década de los años treinta, y hasta inicios de los sesenta.

Es sin embargo posible que en nuestros días resulte bastante difícil intentar mantener unas equivalencias cinematográficas con aquel irrepetible modelo de cine popular, pero lo cierto es que Reynolds consigue en sus películas servir a la industria, y ofrecer de forma paralela amenidad y un cierto regusto a clasicismo, puntualmente enturbiado por su dependencia a elementos visuales que deslucen otros momentos logrados en su intensidad. Algo de ello conviene destacar en TRISTAN + ISOLDE (Tristan e Isolda, 2006), que si bien no se puede situar entre sus títulos más acertados, sí que creo cabría ubicar dentro de ese digno nivel medio que, bajo mi punto de vista, define las no demasiado numerosas películas firmadas por el realizador hasta el momento.

Enclavada de nuevo en el cine de aventuras –género en el que Reynolds ha desarrollado la mayor parte de sus películas-, TRISTAN + ISOLDE podría delimitarse como un título de serie B aplicado al cine de nuestros días. En su making off se resaltan las limitadas condiciones de producción de su rodaje–sin indicar su coste real; pese a ello la vanidad prevalece-, y resaltando la utilización de medios que hubo que aplicar para simular una mayor opulencia –por cierto, uno de los productores es Ridley Scott-. Esa circunstancia a mi juicio favorece el conjunto, ya que prácticamente le obliga a un retrato más intimista, olvidando esa dependencia de tener que plasmar un epic en el que en todo momento haya que “lucir” los medios empleados. Ello no evita que –como es habitual en el cine de Reynolds-, sobren planos innecesarios de grúas que se elevan sobre el paisaje, pero al mismo tiempo permite que secuencias como las de las batallas estén muy bien planificadas y gocen de cierto grado de veracidad –tener que simular más extras de los que constaban finalmente favorece el resultado-.

Del mismo modo, destacaremos la eficacia con que se integra al espectador en un marco histórico –que toma elementos reales y bastantes de la leyenda-, por medio de una rápida descripción del entorno desarrollado para la narración. A este respecto, creo que TRISTAN + ISOLDE funciona mejor en su primera mitad, donde se desarrolla la relación entre los protagonistas y la acción de la película está mejor descrita en su aplicación, logrando un ritmo adecuado y una acertada planificación de índole clásica. Ese buen tono decrece un tanto una vez se establece el triangulo amoroso al casarse Isolda con Marke (Rufus Sewell). Es entonces cuando la introducción del elemento melodramático limita en cierta medida los logros precedentes, aunque sin que ello dañe una película que funciona muy bien en su ambientación, y la evidente humildad de sus propósitos siempre la conviertan en un producto simpático. Que duda cabe que sobran “moderneces” por otra parte al parecer consustanciales al epic de los últimos años, pero por otro lado esa inclinación como heredera de las películas de aventuras de “toda la vida”, permiten que su resultado sea tan discreto como apreciable, aunque cierto es que su desenlace trágico no esté aprovechado en la medida que sus posibilidades lo intuían.

Con todo, y aunque parezca una herejía, me quedo con la aparente cortedad de miras de esta película de Reynolds, que el alarde de ampulosidad del ya señalado Scott en la tan galardonada GLADIATOR (2000). Y eso que hay un enorme fallo de casting en la película, como es el protagonismo del inútil James Franco, empeñado en sus caídas de ojo “a lo James Dean”, al que voluntad de entrenamiento físico no puede anular su nulo acierto para poder encarnar un héroe de leyenda.

Calificación: 2

 

THE BEAST OF THE WAR (1988, Kevin Reynolds) La bestia de la guerra

THE BEAST OF THE WAR (1988, Kevin Reynolds) La bestia de la guerra

Creo que el paso del tiempo –una vez más- y la propia evolución del cine comercial norteamericano, puede permitir una cierta consideración a la trayectoria de Kevin Reynolds. Es cierto que su filmografía se caracterizó –para lo bueno y lo menos bueno-, por su asociación con el actor / estrella Kevin Costner –a quien lanzó a la fama con FANDANGO (¿Dónde dices que vas? 1985)- y cierto es que también en su no muy amplia obra no se encuentra ningún film redondo.

Pero creo que es innegable que pese a supuestos tropiezos como WATERWORLD (1995) –y digo supongo, ya que no la he visto y hago caso de las apariencias-, en sus títulos se puede rastrear una relativa equivalencia con aquellos artesanos de género que tanto proliferaron en los años 50. Como un sucesor a los Nathan Juran, Byron Haskin o Richard Thorpe, las películas que he visto de Reynolds destacan por su nivel de dignidad, ritmo o inclinación a la aventura. Efectivo tratante de géneros, quizá en sus productos se detecten sin embargo debilidades, servilismos visuales o insuficiencias, pero se caracterizan por una encomiable dignidad.

Dentro de su trayectoria se encuentra un título generalmente ignorado, del que incluso en una conocida guía española se califica como “subproducto bélico típico de la era Reagan” –esto seguro que en su momento el autor de la misma ni la vio-, realmente atípico, pero quizá no por ello deja de ser uno de sus obras más interesantes. Me estoy refiriendo a THE BEAST OF THE WAR (La bestia de la guerra, 1988) –creo recordar se rodó en tierras españolas-, que pese a ubicarse en el entorno de la invasión rusa a Afganistán en 1981, muy pronto deja de lado los perfiles concretos de una lucha para erigirse en un producto caracterizado por su abstracción, y definiéndose finalmente como una parábola nada complaciente sobre el horror que cualquier guerra genera no solo entre las víctimas civiles, sino incluso entre aquellos soldados o personas que por una u otra causa forman parte de los bandos en contienda.

Para ello, THE BEAST... nos describe en sus primeros instantes el cruel ataque realizado en una aldea afgana por parte de un comando ruso que posee un tanque como epicentro de sus operaciones. Tras esta secuencia inicial, el argumento prestará especial atención a los grupos de contendientes, mostrándonos quizá con cierta rudeza sus perfiles psicológicos, sus luchas internas, estrategias emprendidas y habilidades bélicas. Pero en la vertiente del reducido comando ruso encontramos que su mando está a cargo de Daskal (George Dzundza), persona caracterizada por su brutalidad, desconfiando incluso de su gente aunque adquiriendo en su experiencia en el ejército un conocimiento de la psicología de la vida militar.

Muy pronto, la búsqueda del pequeño comando de afganos, y del tanque que se ha perdido en el desierto para eliminarlo, se convertirá en un auténtico infierno de resonancias casi terroríficas. Y es ahí donde Kevin Reynolds muestra sus cartas con algunas imágenes y secuencias realmente magníficas: el círculo de fuego que describe este tanque en plena oscuridad de la noche para defenderse de un intuido ataque afgano que pronto descubrirán que se trata realmente de una mana de ciervos a la que eliminan con sus metrallas. Precisamente la dantesca imagen nocturna de los ciervos calcinados, será fundida con otra perspectiva idéntica pero diurna, desde donde los afganos comentan el grado de desesperación de sus enemigos.

Los instantes brillantes se suceden a lo largo de la película, como el encuentro del tanque con un impresionante precipicio no contemplado –el mapa que portaba el mando estaba parcialmente quemado-; el asesinato previo del colaborador ruso de origen afgano que se encontraba semisumergido en las aguas de un río; el fantasmagórico aterrizaje de un helicóptero soviético cuando el tanque se ha paralizado el borde del gigantesco precipicio –y al que los dos súbditos de Daskal se suben casi automáticamente para huir infructuosamente de la encrucijada en que se encuentran-. Pero este mismo aparato volador –que inmediatamente abandona a los rusos prosiguiendo en su búsqueda de agua- nos reserva una imagen decididamente fantasmal, al ser encontrado por el grupo de agfanos, aterrizado junto al pequeño charco que han envenado previamente los soviéticos, con sus tripulantes ya cadáveres junto al mismo.

Creo que THE BEAST... ofrece suficientes momentos de buen cine, caracterizados por una dosificada crueldad –esa mano amputada que entorpece el discurrir del tanque, la auténtica “mancha”  de sangre que dejará el aplastamiento inicial, el joven soldado Koverchenko (estupendo Jason Patric) atado entre las rocas, inmovilizado por una granada explosiva en su nuca, sometido al acoso de los lobos y poco después lapidado por las mujeres nativas-, como para dejar en segundo término sus deficiencias de producción, la horrible banda sonora, su cierta brusquedad y una recurrencia en determinados momentos a lentes y objetivos deformantes.

Pese a no desarrollarlo hasta sus últimos extremos, la película plantea la ambigüedad existente en el terreno de las lealtades al servicio de la sinrazón de la guerra, representada fundamentalmente en el mencionado personaje de Koverchenko, quien porta en todo momento tanto las dudas como una cierta ética que le llevará a ser repudiado por su hasta entonces compañeros de bando, ayudar a los afganos –en una operación que en el fondo se plantea como una venganza al trato que ha sufrido-, y que finalmente retornará al ejército ruso, dejando por ello una conclusión agridulce. En definitiva, un título imperfecto pero francamente interesante, bastante más valioso, por poner un ejemplo, que algunas de las mediocridades “pseudoprogresistas” filmadas por mediocres y galardonados directores como Oliver Stone.

Calificación: 2’5