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CINEMA DE PERRA GORDA

Michael McCarthy

CROW HOLLOW (1952, Michael McCarthy)

CROW HOLLOW (1952, Michael McCarthy)

Polifacético en su actividad visual -director de cine y televisión, guionista, actor ocasiones, e incluso compositor-, en la apenas conocida figura del británico Michael McCarthy (1917 – 1959), se da cita un realizador quizá de segunda fila, que alberga una andadura de nueve largometrajes, y del que recuerdo con no poco aprecio, la que sería su última realización; OPERATION AMSTERDAM (El robo del siglo, 1959), ambientada en la II Guerra Mundial. La curiosidad que me generó el buen sabor de boca de aquella casi olvidada película, y mi inquebrantable curiosidad, por bucear en las entrañas del cine inglés, me ha llevado a la curiosa CROW HOLLOW (1952). Nos encontramos con una producción modestísima, asumiendo una duración que apenas sobrepasa los sesenta minutos. Con un reparto apenas conocido -salvo su protagonista masculino, con cierta proyección en la serie B inglesas- aunque muy eficaz, se ofrece como una muestra de esa corriente de misterio inherente a la producción británica, y que en aquellos años, e incluso posteriores, tendría un oportuno marco de expresión, y que en esta pequeña cinta, que aparecía como complemento de programa doble se ofrece como interesante exponente. Será una pequeña película que, de manera muy curiosa, se divide en dos actos, lo que, en algunos momentos, pueda dar la impresión, de encontrarnos ante un trabajo rodado para el medio televisivo, aunque no fue el caso.

CROW HOLLOW narra el casi inmediato matrimonio que se efectuará entre Robert (Donald Houston), un joven médico rural, con la ilusionada Anne (Natasha Parry). Pese a conocerse de manera casi repentina, de la noche a la mañana formarán pareja, viajando ambos a Crow Hollow, una vieja mansión, en la que Robert vivía con sus tías, ejerciendo allí su profesión. Ya incluso antes, en la visita a una vieja paciente de Robert, esta se sincerará a su joven esposa, diciéndole con angustia que no se le ocurra viajar hasta aquel destino. Un entorno que se caracterizó durante muchos años por la ausencia de los cuervos que rodearon su pasado, criaturas que irán retornando poco a poco, a modo de metáfora, ante la atmósfera malsana que se irá ciñendo en torno a la recién llegada. A partir de ese momento, una sensación opresiva se irá cerniendo de manera paulatina en torno a la joven y nueva inquilina, sintiéndose anulada en el contexto de las tres extravagantes tías que, en realidad, siguen siendo las dueñas del modo de vida de la vivienda. Un contexto, en el que destacará el extraño apego que las veteranas moradoras sentirán hacia la joven Wilow (Patricia Owens), criada de sus dependencias. Esa creciente sensación de incomodidad de Anne, unido al desapego que le brindará su marido, dedicado por completo al desempeño de su vocación médica, irá haciendo mella en nuestra protagonista, quien poco a poco observará una creciente hostilidad, llegando a pensar que se pretende ir contra su propia vida. Robert encontrará sus conclusiones sin fundamento. Sin embargo, descubrimientos de esta, e incluso inesperadas circunstancias trágicas, irán despejando la terrible posibilidad de que sus conclusiones, albergan un sólido fundamento.

En algunos de los escasísimos comentarios que existen sobre esta modesta película, se señala que nos encontramos ante una singular traslación, del universo de la capriana ARSENIC AND OLD LACE (Arsénico por compasión, 1944), combinada por ese tipo de producciones de suspense de índole psicológica, que podrían ejemplificar, dentro del ámbito de la propia serie B -en este caso en USA-, títulos como MY NAME IS JULIE ROSS (1945. Joseph H. Lewis). Es por ello, que nos introducimos con un extraño título, en el que sorprende su insólita atonalidad, dejando de lado el seguimiento de una intriga más o menos convencional y yendo, por el contrario, con propuestas que podrían realizar nombres ingleses de similares características como Vernon Sewell, aunque más escoradas al universo fantastique. Esa curiosa textura, es la que proporciona a la película uno de sus elementos de singularidad, huyendo quizá de la potenciación de lo inquietante, incluso en aquellas secuencias, en las que podía desprenderse una querencia por dicho aspecto -el aviso de la anciana confinada a Anne, para que no la lleven a Crow Hollow; el inesperado e impactante momento de descubrimiento del cuerpo apuñalado de Willow, la propia resolución de la intriga o la propia y deliberada huida, del papel de los cuervos, como elemento exterior amenazante-.

El otro gran atractivo de CROW HOLLOW reside, bajo mi punto de vista, en la enorme concisión narrativa que despliega McCarthy, al configurar todas y cada una de las escenas de la película, varias de las cuales se describen en un único plano, incorporando en el mismo leves reencuadres, para preservar esa unidad de acción. Esa querencia, aparece ya desde sus instantes iniciales, que sorprenderá por ‘ir al grano’, mostrando en primer plano ese beso apasionado de la pareja protagonista para, en esa abrupta apertura, que contradecirá esa petición de matrimonio de Robert, con la realidad, de una relación, que ha surgido casi de inmediato. A partir de ese momento, puede decirse que el posterior devenir de esta película apuesta de manera clara por largos planos. Ello sucederá tanto en secuencias más o menos secundarias, como en aquellas que se describen en el interior de la edificación que centrará la acción, de las que su director sabrá extraer una oportuna utilización de pasillos, e incluso con la presencia de planos generales con la cámara ubicada en el salón central de la misma, lo que permitirá hacer un recorrido del desplazamiento de sus personajes.

CROW HOLLOW finalizará, como antes señalaba, con una sorprendente, inquietante y, al mismo tiempo, desapasionada conclusión de su intriga -en la que el suicidio del culpable se describirá en off con el absoluto desprecio por parte de Robert. Será este último el que, en el último momento, aceptará la petición de Anne por abandonar aquellas vetustas dependencias. Sin embargo, su esposa le hará desistir de dicha decisión. Y es que, finalmente, los cuervos se han alejado y, al mismo tiempo, ella ya a empezado a sentirse un poco, dueña de la misma.

Calificación: 2’5

CROW HOLLOW (1952, Michael McCarthy)

CROW HOLLOW (1952, Michael McCarthy)

Polifacético en su actividad visual -director de cine y televisión, guionista, actor ocasiones, e incluso compositor-, en la apenas conocida figura del británico Michael McCarthy (1917 – 1959), se da cita un realizador quizá de segunda fila, que alberga una andadura de nueve largometrajes, y del que recuerdo con no poco aprecio, la que sería su última realización; OPERATION AMSTERDAM (El robo del siglo, 1959), ambientada en la II Guerra Mundial. La curiosidad que me generó el buen sabor de boca de aquella casi olvidada película, y mi inquebrantable curiosidad, por bucear en las entrañas del cine inglés, me ha llevado a la curiosa CROW HOLLOW (1952). Nos encontramos con una producción modestísima, asumiendo una duración que apenas sobrepasa los sesenta minutos. Con un reparto apenas conocido -salvo su protagonista masculino, con cierta proyección en la serie B inglesas- aunque muy eficaz, se ofrece como una muestra de esa corriente de misterio inherente a la producción británica, y que en aquellos años, e incluso posteriores, tendría un oportuno marco de expresión, y que en esta pequeña cinta, que aparecía como complemento de programa doble se ofrece como interesante exponente. Será una pequeña película que, de manera muy curiosa, se divide en dos actos, lo que, en algunos momentos, pueda dar la impresión, de encontrarnos ante un trabajo rodado para el medio televisivo, aunque no fue el caso.

CROW HOLLOW narra el casi inmediato matrimonio que se efectuará entre Robert (Donald Houston), un joven médico rural, con la ilusionada Anne (Natasha Parry). Pese a conocerse de manera casi repentina, de la noche a la mañana formarán pareja, viajando ambos a Crow Hollow, una vieja mansión, en la que Robert vivía con sus tías, ejerciendo allí su profesión. Ya incluso antes, en la visita a una vieja paciente de Robert, esta se sincerará a su joven esposa, diciéndole con angustia que no se le ocurra viajar hasta aquel destino. Un entorno que se caracterizó durante muchos años por la ausencia de los cuervos que rodearon su pasado, criaturas que irán retornando poco a poco, a modo de metáfora, ante la atmósfera malsana que se irá ciñendo en torno a la recién llegada. A partir de ese momento, una sensación opresiva se irá cerniendo de manera paulatina en torno a la joven y nueva inquilina, sintiéndose anulada en el contexto de las tres extravagantes tías que, en realidad, siguen siendo las dueñas del modo de vida de la vivienda. Un contexto, en el que destacará el extraño apego que las veteranas moradoras sentirán hacia la joven Wilow (Patricia Owens), criada de sus dependencias. Esa creciente sensación de incomodidad de Anne, unido al desapego que le brindará su marido, dedicado por completo al desempeño de su vocación médica, irá haciendo mella en nuestra protagonista, quien poco a poco observará una creciente hostilidad, llegando a pensar que se pretende ir contra su propia vida. Robert encontrará sus conclusiones sin fundamento. Sin embargo, descubrimientos de esta, e incluso inesperadas circunstancias trágicas, irán despejando la terrible posibilidad de que sus conclusiones, albergan un sólido fundamento.

En algunos de los escasísimos comentarios que existen sobre esta modesta película, se señala que nos encontramos ante una singular traslación, del universo de la capriana ARSENIC AND OLD LACE (Arsénico por compasión, 1944), combinada por ese tipo de producciones de suspense de índole psicológica, que podrían ejemplificar, dentro del ámbito de la propia serie B -en este caso en USA-, títulos como MY NAME IS JULIE ROSS (1945. Joseph H. Lewis). Es por ello, que nos introducimos con un extraño título, en el que sorprende su insólita atonalidad, dejando de lado el seguimiento de una intriga más o menos convencional y yendo, por el contrario, con propuestas que podrían realizar nombres ingleses de similares características como Vernon Sewell, aunque más escoradas al universo fantastique. Esa curiosa textura, es la que proporciona a la película uno de sus elementos de singularidad, huyendo quizá de la potenciación de lo inquietante, incluso en aquellas secuencias, en las que podía desprenderse una querencia por dicho aspecto -el aviso de la anciana confinada a Anne, para que no la lleven a Crow Hollow; el inesperado e impactante momento de descubrimiento del cuerpo apuñalado de Willow, la propia resolución de la intriga o la propia y deliberada huida, del papel de los cuervos, como elemento exterior amenazante-.

El otro gran atractivo de CROW HOLLOW reside, bajo mi punto de vista, en la enorme concisión narrativa que despliega McCarthy, al configurar todas y cada una de las escenas de la película, varias de las cuales se describen en un único plano, incorporando en el mismo leves reencuadres, para preservar esa unidad de acción. Esa querencia, aparece ya desde sus instantes iniciales, que sorprenderá por ‘ir al grano’, mostrando en primer plano ese beso apasionado de la pareja protagonista para, en esa abrupta apertura, que contradecirá esa petición de matrimonio de Robert, con la realidad, de una relación, que ha surgido casi de inmediato. A partir de ese momento, puede decirse que el posterior devenir de esta película apuesta de manera clara por largos planos. Ello sucederá tanto en secuencias más o menos secundarias, como en aquellas que se describen en el interior de la edificación que centrará la acción, de las que su director sabrá extraer una oportuna utilización de pasillos, e incluso con la presencia de planos generales con la cámara ubicada en el salón central de la misma, lo que permitirá hacer un recorrido del desplazamiento de sus personajes.

CROW HOLLOW finalizará, como antes señalaba, con una sorprendente, inquietante y, al mismo tiempo, desapasionada conclusión de su intriga -en la que el suicidio del culpable se describirá en off con el absoluto desprecio por parte de Robert. Será este último el que, en el último momento, aceptará la petición de Anne por abandonar aquellas vetustas dependencias. Sin embargo, su esposa le hará desistir de dicha decisión. Y es que, finalmente, los cuervos se han alejado y, al mismo tiempo, ella ya a empezado a sentirse un poco, dueña de la misma.

Calificación: 2’5

OPERATION AMSTERDAM (1959, Michael McCarthy) El robo del siglo

OPERATION AMSTERDAM (1959, Michael McCarthy) El robo del siglo

¿Quién fue Michael McCarthy? A tenor de las escasas referencias de que disponemos, se trataba de un director y guionista inglés, nacido en 1917 y fallecido en 1959, que alternó su experiencia cinematográfica –iniciada a finales de la década de los cuarenta- con su prolongación al medio televisivo. He de confesar que hasta contemplar OPERATION AMSTERDAM (El robo del siglo, 1959), nunca había tenido noticias de su existencia, ratificando una vez más la casi inagotable veta de talento y profesionalidad que ha ido produciendo la cinematografía británica a través de sus diferentes manifestaciones genéricas. Sorprende a tenor de las calidades que manifiesta esta película, que su nombre haya relegado al anonimato, aunque hasta cierto punto fuera comprensible el hecho de que fuera su film póstumo –murió prematuramente poco después del rodaje-. Sin embargo, tenemos un ejemplo más o menos similar en el caso de Seth Holt, y hoy día su exigua obra es objeto casi de culto. Bien es cierto que no es lo mismo insertarnos en el terreno del cine de terror o suspense psicológico, que en una producción que de entrada podría parecer anacrónica, por más que sus cualidades aparezcan incólumes.

OPERATION AMSTERDAM posee, ya de entrada, unos veinte minutos iniciales absolutamente perfectos. En ellos, y tras una escueta voz en off que describe en pequeñas pinceladas la invasión nazi de Holanda y la elección de Winston Churchill como primer ministro británico en 1940, nos introduce en la presentación de la terna de protagonistas de la delicada misión que va a centrar el relato. Se trata del robo de la producción de diamantes que se alberga en la ciudad de Ámsterdam, al objeto de evitar que caiga en poder nazi, sirviendo como financiación para su escalada bélica. La cámara de McCarthy –admirablemente ayudado por el sombrío blanco y negro fotográfico de Reginald Wyer, ejerce casi como testigo mudo de las escuetas instrucciones que recibirán de sus superiores, los enviados a una misión de extrema dificultad, que les llevará hasta la frontera marítima holandesa –plagada de minas-, y en donde en apenas unas horas deberán recoger, custodiar y trasladar el botín, mediante el contacto que les proporciona uno de los enviados –Jan Smit (Peter Finch)- hijo del holandés Johan Smit (admirable Malcolm Keen), respetado comerciante de diamantes allí residente, y encargado de intentar convencer a sus compañeros en la materia, para que cedan sus diamantes y estos se trasladen hasta suelo británico. Como superior de la misión se encontrará el mayor Dillon (Tony Britton) y también Walter Keyser (el magnífico Alexander Knox). Ambos viajarán hasta un puerto holandés en un fragmento caracterizado por un sorprendente sentido de la precisión, sin que sobre o falte plano alguno, sin margen a histrionismos, excesivo alcance patriótico o sentimentalismos. Nada sabemos sobre lo que rodea la vida normal de estos tres hombres ni nos interesa, puesto que vamos a convivir con ellos una jornada que tiene todas las trazas de resultar letal para ellos –ambos son conscientes de sus riesgos-, pero de la que pese a todo se encuentran convencidos en protagonizar. Un barco los trasladará hasta las cercanías de la costa, siendo trasladados hasta tierra holandesa por una barca que los esperará iniciada la noche. La llegada hasta el puerto será desoladora, con una muchedumbre de ciudadanos intentado embarcar hasta Inglaterra y huir de un país y una zona que se encuentra ya sufriendo constantes bombardeos. La dantesca estampa tendrá un momento de inflexión con el encuentro de los tres encargados de la misión de una joven dispuesta a suicidarse tirándose con el coche en marcha hacia el mar. Se trata de Anna (Eva Bartok), que será salvada in extremis por nuestros protagonistas, quienes por otra parte necesitan un coche para trasladarse hasta Ámsterdam con tiempo suficiente para cumplimentar el epicentro de su objetivo.

Será quizá un punto de contacto con lo convencional, pero no dejará de resultar necesario para introducir en el relato la duda de si la joven en realidad es una mujer con la que se puede confiar –Holanda se ha convertido en un territorio en donde nadie sabe a que bando pertenece-, al tiempo que con ella dispondrán de una guía que les trasladará a los lugares precisos. A partir de ese momento OPERATION AMSTERDAM se articula de manera alterna con la precisión de un mecanismo de relojería –de destacar es la importancia de su montaje en las secuencias en las que la tensión se encuentra más latente-, con pasajes en los que se vislumbre la tragedia que se cierne sobre tierras holandesas. En este segundo aspecto, resultará de especial significación la reunión mantenida por el veterano Johan con sus compañeros de implicación en el negocio de los diamantes, donde saldrá a la luz el temor y la debilidad de personas que en la normalidad de sus vidas han sido poderosos, pero que en esta situación límite se desnudan en sus intimidades –especialmente memorable resultará la visita individual a este de uno de ellos, rogando que trasladen a su esposa enferma hasta Inglaterra, o los peligros que la procedencia judía de uno de ellos podría comportar si entregara sus diamantes-.

Así pues, en la contraposición de un relato en donde no falta ese componente humano; esos escasos diamantes que Johan entrega a su hijo –al que quizá jamás vuelva a ver-, y que le guardó desde que era pequeño-, la negación del padre de abandonar esa tierra holandesa de la que es parte activa, la presencia del pequeño al que han asesinado a sus padres en un bombardeo, y que resultará de vital importancia para que finalmente nuestros protagonistas concluyan su misión… Todo ello irá acompañado por una escalada de tensión que se articulará en la creciente presencia de militares y, sobre todo, en el magnífico episodio que se desarrollará en el asalto del banco que se encuentra cerrado –es domingo- y donde nuestros hombres, ayudados por resistentes que se encuentran en la ciudad, contrarrestando la ofensiva de oficiales alemanes, en un fragmento en el que no cabe que admirar más, si la precisión se montaje, la eficacia de sus metáforas visuales –sensacional la utilización dramática de los elementos y figuras del organillo que sirve como fondo y barricada en el asalto-, o la extraña configuración del mismo, en medio de un marco urbano en el que la ciudad de Ámsterdam aparece en casi todo su retrato como una triste y siniestra fantasmagoría. Será algo que se describirá también en el episodio en el que Dillon luche en solitario, tras ser perseguido, por un oficial, al que matará y arrojará a uno de los canales, o en el acoso a que serán sometidos Jan y Anna en el ya señalado asedio, introduciéndose en un comercio, en el que la presencia de maniquís añadirán un plus de inquietud al dramatismo del mismo.

Una vez más, con OPERATION AMSTERDAM –que culmina con una extraña sensación agridulce-, ya que pese al éxito de la misión el drama seguirá patente en el camino de regreso y el puerto al que regresarán –el barquero que los había trasladado morirá en uno de los bombardeos-, quedando en el aire el destino de Anna, que en un arrebato de valentía decidirá no acceder a la invitación de viajar hasta Inglaterra, decidiendo quedarse en Holanda con la esperanza de recuperar a su novio retenido, y del que no sabe ni siquiera si se encuentra vivo.

Seca, áspera, interpretada de modo tan magnífico como sobrio, con escaso margen para las emociones, precisa en sus intenciones y contundente en sus resultados, nos encontramos, una vez más, con una de esas piezas tan frecuentes en el cine británico, de las que apenas hemos conocido hasta ahora su existencia. Una interesante producción, que además nos lleva a intentar seguir la pista de las otras cintas rodadas por su casi anónimo realizador.

Calificación: 3