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CINEMA DE PERRA GORDA

Millard Kaufman

CONVICTS 4 (1962, Millard Kaufman) Cuatro convictos

CONVICTS 4 (1962, Millard Kaufman) Cuatro convictos

No cabe duda, que 1962 fue un año de cierta importancia, dentro del subgénero de cine carcelario. Estamos en el contexto en el que se estrenó una de las mejores películas de John  Frankenheimer –BIRDMAN OF ALCATRAZ (El hombre de Alcatraz), con un extraordinario Burt Lancaster. Pero junto a este conocido, galardonado y recordado exponente, la siempre interesante Allied Artists, producía la única película como realizador del habitual guionista Millard Kaufman. Esta fue CONVICTS 4 (Cuatro convictos, 1962), entroncando con esa corriente alternativa, sombría y crítica, que se iba a adentrando en el seno de una cinematografía, cuyo planteamiento de estudio estaba ya casi al borde de la desaparición. CONVICTS 4 aparece, por tanto, como una propuesta revestida de severidad, que juega sus cargas en función de algunos valiosos giros narrativos, caracterizada de una magnífica capacidad de observación, y que incorpora un valiosísimo estudio de caracteres. Todo ello le permite emerger de buena parte de las convenciones de este subgénero, que por otra parte no ha dejado de brindar exponentes de valía a lo largo del tiempo.

Tras sus percutantes títulos de crédito, y comprobando desde el primer momento la contrastada y magnífica fotografía en b/n del gran Joseph Biroc, asistiremos a unos primeros minutos realmente angustiosos, descritos en la prisión de Sing-Sing. En ellos seremos testigos de los últimos minutos de un condenado a muerte –John Resko (un espléndido Ben Gazzara)-, dispuesto a ser ejecutado en la silla eléctrica, por el inútil asesinato del propietario de una tienda, al intentar robar una muñeca para su hija, ya que nos encontramos en los primeros años treinta, dominados por la depresión norteamericana. La cámara de Kaufman –también guionista del film, en base a una novela autobiográfica del auténtico Resko-, acierta a penetrar en la creciente angustia de este hombre desesperado pero al mismo tiempo nihilista, en lo que todo parece indicar, van a ser sus últimos minutos de vida. Lo veremos en la visita de sus padres, el encuentro que tendrá con el agente Keeper (Stuart Whitman)-, e incluso rememorando la escena –en flashback-, que nos retrotraerá a un crimen, en esencia, estúpido. Sin embargo, contra cualquier indicio, y pese a haber logrado acercarse a sus carceleros, e incluso lograr de ellos cierta comprensión, Resko logrará ver conmutada su pena capital por una condena cadena perpetua, cayendo desmayado al escuchar la noticia.

Será en ese momento, cuando CONVICTS 4 asuma un giro sorprendente, describiendo la llegada de este a la prisión de Dannemora. Allí sus perspectivas no pueden ser más sombrías; las de permanecer en el recinto el resto de sus días. Muy pronto encontrará un enfrentamiento con su primer compañero de celda –Iggy (Ray Walston)-, percibiendo su incomodidad en asumir la estancia en el recinto. Conocerá al sádico mando de personal del mismo –Tiptoes (Rod Steiger)-, e incluso se reencontrará con un antiguo compañero de colegio, también condenado a cadena perpetua. Sin embargo, nada hará más mella en él que escuchar en la última visita de su esposa, que esta ha decidido abandonarlo y unirse a otro hombre –las leyes USA amparan que la mujer de un condenado a cadena perpetua pueda ser considerado un muerto-. Resko será trasladado a la celda con otro recluso –Wino (Sammy Davis Jr.)- y poco a poco se irá habituando a la convivencia de la rutina diaria, ayudado precisamente por ese preso con el que compartió colegio en el pasado. Llegará a pedir un empleo al viejo alcaide –Warden (Broderick Crawford)- comprobando que como directo ayudante suyo se encuentra Keeper, quien siempre ha visto en el protagonista la posibilidad de su redención, basándose ante todo en las aptitudes artísticas que ha observado en él. Sin embargo, ahogado ante todo por la imposibilidad de contemplar a su hija, resko ideará un plan de fuga, en plena nevada, que resultará infructuoso. No será la única ocasión que lo intente, preparando otro junto a su fiel amigo Iggy, que también será frutrado, esta vez de manera casual, por Keeper. Y es que este ha logrado, con el paso del tiempo, asumir el relevo de Warden, intentando aplicar en su nuevo cargo, una serie de planteamientos psicológicos, encaminados a lograr la redención de algunos de sus presos, figurando Resko en cabeza de sus preferencias, y basando su intuición en potenciar sus aptitudes con el dibujo y la pintura.

Es cierto que en aquellos primeros años sesenta, el cine USA no dejaba de plantear historias dominadas por un cierto alcance humano –me viene a la mente la estimable THE HOODLUM PRIEST (Refugio de criminales, 1961. Irvin Kershner)-. Fueron obras que se detenían en ese “otro lado” de la sociedad de su tiempo, por lo general además, basados en casos reales, y dominados por una clara severidad visual –uso de blanco y negro- y en algún caso, por un cierto alcance moralista. La gran virtud del film de Kaufman –del que cabe lamentar no prolongara su experiencia tras la cámara-, es la capacidad que alberga en todo momento, para lograr emerger de cualquier cliché propio de este subgénero, plasmando con considerable sensibilidad, la historia de la redención de un ser condenado inicialmente por un acto equivocado.

CONVICTS 4 apelará en todo momento a la letra pequeña, a las pequeñas incidencias de los compañeros presos del protagonista. A los altibajos de un personaje torturado como el que encarna con enorme gama de matices un joven Ben Gazzara. A la fuerza que alberga ese primer intento de fuga, en el que inútilmente intentará sortear el muro en medio de una copiosa niebla. A lo bien perfilada que se encuentra la galería de roles secundarios que despliega el relato, en buena medida otros reclusos, con los que con el paso del tiempo irá estrechando lazos de amistad. Lo cierto es que nos encontramos con una película que, en realidad, no apela a la mayor o menor procedencia de unas políticas de reinserción, que por otro lado ejemplificará el personaje encarnado con tanta dignidad por Stuart Whitman. Por el contrario, el gran acierto estriba en la creciente relación de confianza establecida entre ambos personajes, percibiéndose en sus miradas, en sus gestos, en sus retos y oposiciones incluso, una sincera relación de amistad y admiración, que tendrá su momento más memorable, en el instante, ya casi inesperado por parte de Resko, de la entrega por parte de su alcalde, del decreto con la firma del indulto. La mirada de este se llenará de lágrimas que apenas sobresalen de las comisuras de sus ojos. Y es así como se describirán los mejores intentes de esta sobria, sincera y emocionante película. Una visión de ese otro mundo, en el que no se cuestionará el pasado de todos los presos allí reunidos. Simplemente se les valorará como tales seres humanos, necesitados de comprensión como tales, por más que en algún momento de sus vidas, protagonizaran algún acto cuestionable que marcara o coartara el futuro de algún semejante.

Son muchos los detalles que avalan la entrega de Millard Kaufman y cuantos formaron parte del equipo de esta espléndida película. Esa magnífica idea de describir el paso de los años sin que llegue el indulto del protagonista, enlazándolo con diferentes felicitaciones navideñas. El abrazo finalmente entre lágrimas de Iggy cuando su amigo de tantos años va a abandonar la prisión, o la propia sobria emotividad que preside la salida de este de la penitenciaría, donde le esperará su hija convertida ya en una mujer, presentándole a la que ya es su nieta. Pese a la innecesaria presencia de algunos conocidos intérpretes en roles episódicos –supongo que por buscar en ellos un gancho comercial, y aunque todos ellos se ajusten a la perfección en sus breves cometidos-, lo cierto es que CONVICTS 4 es una pequeña delicatessen, apenas conocida y evocada, que en voz callada habla de sentimientos, más allá de las fronteras de la exclusión social. No veremos en ellas el maniqueísmo de buenos y malos, o de seres sin posibilidad de redención. Por el contrario, propondrá una mirada humanista, en la que la modulación de su engarce dramático irá espléndidamente ligada, hasta el punto de confluir en un conjunto tan sincero y contenido como, en sus instantes más emotivos, verdaderamente conmovedor.

Calificación: 3’5