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CINEMA DE PERRA GORDA

Oliver Stone

WALL STREET 2. MONEY NEVER SLEEPS (2010, Oliver Stone) Wall Street 2. El dinero nunca duerme

WALL STREET 2. MONEY NEVER SLEEPS (2010, Oliver Stone) Wall Street 2. El dinero nunca duerme

A pesar de que en algunas de las ocasiones en las que he acudido a su cine –J.F.K. (J.F.K. Caso abierto, 1991), este me ha proporcionado no poco placer, lo cierto es que he de confesar que nunca he sido devoto del cine de Oliver Stone. Su tentación al efectismo o su ausencia de rigor han sido entre otros, elementos que por lo general me han distanciado de su obra, aunque en ocasiones haya recurrido a ella con resultados desiguales, que van de la apreciable NIXON (1995) o la delirante mediocridad de THE DOORS (1991). Quizá haya sido injusto no brindar un mayor seguimiento a su ya abultada filmografía –aún estoy a tiempo de ello-. Esa relativa indiferencia es la que permite que tenga casi en el olvido el WALL STREET (1987), que tanto éxito alcanzó en su momento, ofreciendo al hoy veterano Michael Douglas un discutible Oscar al mejor actor, que es probable le hubiera encajado mejor a la hora de valorar su espléndido trabajo en la que –treinta y tres años después- supone la oportuna, aguda y, a mi juicio bastante más interesante WALL STREET 2. MONEY NEVER SLEEPS (Wall Street 2. El dinero nunca duerme, 2010). Atinando en un planteamiento que aglutina el drama intergeneracional, la tremenda actualidad económica que ha motivado la mayor crisis del moderno mundo occidental –incorporando con ello ciertos matices de raíz metafísica-, e introduciendo ciertos apuntes visuales que a mi modo de ver se sitúan entre lo menos valioso de la función, Oliver Stone acierta en un relato que alcanza un notable sentido de la progresión, logra ir soltando lastre en esa inclinación a modos visuales un tanto confusos, y en último momento tan solo el espectador adquiere la sensación de que a esta nueva entrega del mundo financiero protagonizado –en esta ocasión de manera más coral- por Gordon Gekko- le sobren unos veinte minutos de metraje.

WALL STREET 2 se inicia con un cierto grado de nostalgia. La voz en off del joven ejecutivo Jakob (Shia LaBeouf) –en realidad, el protagonista del relato-, nos introduce a la plasmación de la salida de prisión de un envejecido Gekko (Douglas). Este comprobará como su antiguo poder no le ha servido para nada, encontrándose solo a la salida del centro penitenciario. Su retorno a la vida diaria se mostrará de forma paralela a la relación que Jakob mantiene con la hija de este –Winnie (Carey Mulligan)-, una muchacha responsable de una web de carácter progresista y combativo, que se distanció de manera absoluta de su padre debido a una dura situación que motivó el suicidio de su hermano. En medio de ese contexto se producirá una dramática circunstancia en torno al veterano eje bursátil Louis Zabel (Frank Langella), el jefe y mentor de Jakob, quien será forzado a renunciar a los privilegios con que contaba, provocando en este su suicidio. Los acontecimientos se situarán cada vez más a velocidad de vértigo, puesto que la tragedia de Zabel ejercerán como detonante para la interrupción de las intenciones que su joven pupilo mantenía con un proyecto de energía alternativa, el conocimiento que este atisbará de Gekko –en una brillante secuencia que describe la conferencia en la que el veterano “tiburón” promocionará su nuevo libro-, y la certeza de que la confabulación mantenida contra el veterano financiero desaparecido, provino de la mente del ambicioso Bretton James (James Brolin). Puesto sobre el tapete su entramado dramático, y más allá de esas inclinaciones efectistas –por otra parte innecesarias-, la vivencia del casos financiero conocido por todos llevará la situación a un paroxismo profesional, al tiempo que servirá para canalizar el casi imposible proceso que logre unir a la despechada Carey con su padre, tomando para ello la mediación de Jakob.

Ligando ese proceso de crónica de una auténtica hecatombe financiera –aspecto en el que Stone demostró de nuevo una inusual astucia para el tratamiento de temas más o menos actuales-, lo cierto es que WALL STREET 2 logra describirse dentro de un equilibrio dramático y formal, que no excluye incluso su guiño a públicos juveniles con la presencia de LaBoeuf, introduciendo en esta continuidad una apuesta por una coralidad de personajes y subtramas, a las que habría que unir esa destreza en el montaje que en esta ocasión recae de forma paralela en Julie Monroe y Dabid Brenner, pero que en buena medida ha supuesto siempre una de las armas que mejor han definido el cine de su realizador. Lo cierto es que nos encontramos con un cuento cruel, en otros instantes quizá un tanto acomodaticio –la cierta blandura de su conclusión-, pero que no deja de aportar dardos envenenados dentro de una situación socioeconómica basada en el juego sobre la vaciedad más absoluta, y en la que incluso la codicia de tiempos pasados –representada en el personaje de Gekko-, supone en los actuales casi un bálsamo de sabiduría. No cabe duda que su metraje intenta –y a mi modo de ver logra en una considerable medida-, combinar los factores que le permitirían ser un producto de éxito comercial, una propuesta mainstream en definitiva, que no logró el efecto deseado –en la taquilla USA no logró recuperar su coste-, pero al que no por ello hay que dejar de reconocer su nada desdeñable capacidad crítica, dirigida a un gran público, que en muchos casos ha asistido a esta tremenda crisis mundial que aún nos atenaza, casi sin comprender sus causas.

Pero unido a esa capacidad dialéctica dentro de un relato que funciona a diversos niveles, y pese a esas fugas visuales innecesarias –otras, hay que reconocerlo, funcionan de manera más adecuada-, otro de los elementos que en última instancia redondean las virtudes de este producto atractivo aunque no redondo, reside en el acierto en un casting intergeneracional, en el que no se sabe destacar la prestación de cada uno de sus intérpretes. Una aportación en la que desde el veteranísimo Eli Wallach, el inmenso Frank Langella, el poderoso Josh Brolin ¡Como crece este actor día a día!, la sabiduría que brinda Michael Douglas, dominando la película cuando en realidad aparece en pocos momentos de la misma, e incluso el carisma que despliega el magnífico LaBoeuf o la jovencísima Carey Mulligan, confluye en un conjunto en el que quizá cuesta entrar –la presentación de las diferentes subtramas aportan un plus de morosidad a sus primeros minutos-, pero que una vez sobre el tapete se erige como una tremenda partida de ajedrez, en donde se pone en tela de juicio el sentido de la codicia a través de diversas vertientes, y en las que la ingenua pero decidida convicción ecologista de Jakob logra resultar, pese a todo, mínimamente creíble. En definitiva, y pese a sus relativas debilidades, no dejo de reconocer que WALL STREET 2 ha supuesto para mi una grata sorpresa.

Calificación: 3

NIXON (1995, Oliver Stone) Nixon

NIXON (1995, Oliver Stone) Nixon

Probablemente uno de los mejores fondos sonoros de los que se puede tener para comentar NIXON (1995, Oliver Stone) es el primero de los debates entre Bush y Kerry (me encanta que Kerry levante el vuelo en sus palabras). Viendo films como este la verdad es que te das cuenta que los meandros de la política apenas cambian con el paso de los años.

La circunstancia de gobernantes con contradictorias capacidades, que entran en el terreno de la ilegalidad, que se amparan en la razón de estado y desoyen a los ciudadanos en medidas que crean traumas en la sociedad... La historia de NIXON que nos relata Stone incide en ese discurso de sus entregas sobre el análisis de la Norteamérica de la segunda mitad del Siglo XX. PLATOON (1986), NACIDO EL CUATRO DE JULIO (Born of the Fourth of the July, 1989) o J.F.K. (1991) fueron jalones previos de desigual calado y éxito a los que se suma esta nueva entrega, de un director que de repente dejó atrás sus planteamientos reaccionarios previos alineándose en una visión más crítica con los vicios de una sociedad con enormes fisuras.

No he visto PLATOON, pero sí los otros dos títulos señalados entre los antecedentes del presente NIXON, y hay que señalar que Stone quiso trasladar los fulgores de la que quizá resulte su obra más perdurable –la mencionada J.F.K.-. Pero es evidente que en este caso no nos encontramos ante un mito –todo lo discutible que se quiera-, sino ante un personaje reaccionario y siniestro, por más que el paso del tiempo haya reconocido algunos de los logros de Richard Nixon tras su paso por la Presidencia de los Estados Unidos. Un oscuro personaje que inició su carrera en la tristemente célebre Caza de Brujas del senador MacCarthy, discurriendo por el mundo de la política hasta alcanzar ser mandatario de la Casa Blanca en un periodo convulso tanto en USA como del propio planeta.

Es por ello que NIXON palidece al lado del referente señalado. J.F.K. gozaba siempre el atractivo de lo novedoso, adquiría un formato narrativo que tenía una lógica al tomar como referente la grabación entrecortada del asesinato de Kennedy. Esta película además alcanzaba una cualidad de la que NIXON carece; el saber mostrar de forma siempre ambigua e inquietante la sombra de la conspiración que se sobrepone a los mecanismos de poder. En su defecto, el título que comentamos asume ese formato de montaje sincopado cuando en no pocas ocasiones resulta gratuito y arbitrario.

No convence esa extraña referencia visual que se realiza a la infancia y primeros pasos de Nixon –la obsesiva presencia de la madre-, la presencia de un notorio de orden narrativo que malogra buenas secuencias en deméritos de otros momentos que casi rozan el ridículo –la secuencia en la que Nixon está a punto de fallecer y es llevado al quirófano es patética; la escena imaginaria en la que se rodea de los jóvenes rebeldes ante el monumento a Lincoln-. La excesiva preponderancia del montaje, planos inclinados no funciona de la misma manera, la película abusa de las obviedades dando poco margen a esa capacidad reflexiva y de sugerencia que sí caracterizaba el ya mencionado J.F.K. –que no obstante era igualmente un film desequilibrado-.

Pese a todo lo mencionado, no quisiera hacer parecer que NIXON sea una obra despreciable. Su principal virtud estriba en que –pese a sus oscilaciones en la valía de sus secuencias-, logra mantener el ritmo e interés en sus tres horas de duración, algo más difícil de sobrellevar de lo que pudiera parecer. Al mismo tiempo logra ofrecer un retrato lo suficientemente ambiguo de su personaje central pese a resultar un individuo fácilmente rechazable a todos los niveles –esa obsesiva comparación con Kennedy, su complejo de inferioridad y la sensación de sentirse odiado-. Finalmente, no se puede objetar el acierto que ofrece su completísimo cast, con una selección de tipos y personajes realmente magnífica. Entre todos ellos cabría destacar la estupenda composición de Paul Sorvino como Henry Kissinger –que cuida incluso su característico acento-, y el contrapunto de sobriedad y apoyo que mantiene en todo momento la magnífica Joan Allen como Pat Nixon. En este comentario no puede quedar al margen la composición de Anthony Hopkins en el papel protagonista. Pese a su enorme esfuerzo, creo que se trata de una composición no muy acertada, que incurre en una serie de tics –la incidencia en esa molesta sonrisa que por ocasiones me recuerda al extravagante Liberace- que marcan un trabajo propenso en matices exteriores e histriónicos y, por ello, impiden que un esfuerzo notable se convierta en una interpretación perdurable.

Calificación: 2’5