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CINEMA DE PERRA GORDA

Tom DiCillio

DELIRIOUS (2006, Tom DiCillio) Delirious

DELIRIOUS (2006, Tom DiCillio) Delirious

 Recuerdo que cuando DELIRIOUS (2006, Tom DiCillio) se estrenó en el marco del Festival de Cine de San Sebastián –donde su realizador recibió un tanto fantasmagórico Premio Donostia al conjunto de una andadura cinematográfica no demasiado rotunda-, la película recibió algunas críticas demoledoras. Hasta cierto punto estas referencias podrían tener su punto de lógica, máxime cuando es bastante probable que ningún film del norteamericano haya sobrepasado jamás la barrera de lo apreciable y ocasionalmente interesante. En este sentido, y habiendo hasta la fecha contemplado tan solo JOHNNY SUEDE (1991) y THE REAL BLONDE (Una rubia auténtica, 1997), quedaba patente en ellas una mirada hasta cierto punto singular, entremezclada de un determinado alcance satírico, y siempre envuelta en un entorno urbano, especialmente definido en  su  veneración por un New York que generalmente es mostrado en una serie de detalles que van desde aspectos puramente contraculturales, hasta otros ligados a facetas artísticas más o menos reconocidas. Valga toda esta larga digresión, para ratificar por un lado que DELIRIOUS se muestra totalmente coherente con la filmografía previa de DiCillio pero, bajo mi punto de vista, y contradiciendo con ello los comentarios adversos señalados al principio, se erige como el título más sólido de cuantos he podido contemplar de su realizador, definiéndose en su discurrir como una estupenda comedia, mezcla de vertiente satírica y componentes románticos.

 

La película centra su línea argumental –obra del propio DiCillio-, en la extraña relación que se establece entre Lee Galantine (Steve Buscemi) -un paparazzi de mediana edad, caracterizado por una andadura vital francamente errática-, y el joven y angelical Toby (Michael Pitt), muchacho sin hogar empeñado inútilmente en ser actor. El segundo propone al primero ejercer como su ayudante, a cambio de ofrecerle un rincón en su desvencijado apartamento, desarrollándose entre ambos una amistad poco habitual en la que se entremezclaran pillajes, desconfianzas y vivencias, que llegarán a un punto de inflexión en el encuentro que se producirá entre el muchacho y la conocida estrella de la canción K’Harma (Alison Lohman). Será dicha circunstancia la que posibilitará un cambio en el entorno de Toby, que a partir de entonces verá factible la posibilidad de convertirse en un actor… y además famoso de forma inmediata.

 

Lo primero que cabría destacar en DELIRIOUS –que afortunadamente va creciendo en el interés de su propuesta de forma progresiva-, es la eficacia de su guión. Nadie puede negar que el cine de DiCillio propone bases argumentales cuanto menos originales y atractivas, pero lo cierto es que en esta ocasión esa combinación de sátira, comedia romántica y mirada suavemente crítica en torno a los estragos y los síntomas de la fama, o incluso de las servidumbres que esta conlleva, está formulada de forma bastante coherente, equilibrando ambos componentes y, sobre todo, dosificando sus elementos en un entramado dramático de sorprendente eficacia, en un conjunto donde cada elemento introducido tendrá indefectiblemente su integración en el desarrollo posterior –pienso en la presencia y encuentro inicial de esa encargada de casting con Toby, que devendrá finalmente decisiva en el posterior salto a la fama de este-. Con una base tan férrea, es difícil que la película pueda fallar. Y en este sentido hay que decir que su plasmación cinematográfica deviene atractiva, en ocasiones muy divertida –los modos con los que consiguen una foto de un famosillo saliendo de una operación en su pene-, en otras entrañable –los apuntes que se establecen cuando la relación entre Lee y Toby se deteriora al comprobar el segundo que este le ha engañado, y llegarle la fama de forma repentina-. Dichas cualidades, permiten incluso que la formulación visual adoptada por DiCillio –con ecos nada velados al formato dogma-, no resulten chirriantes, e incluso el alcance crítico de la propuesta no sobrelleva ese excesivo intelectualismo que, bajo mi punto de vista, lastraban algunos de los títulos precedentes de su realizador.

 

¿Blandura en el planteamiento? Quien sabe. Al menos a mi no me lo pareció. Creo que DiCillio adopta un punto de vista quizá menos beligerante, pero indudablemente más efectivo de cara a la aceptación del espectador. En este sentido, DELIRIOUS deviene un conjunto interesante, que en algunos momentos me recordó el apreciable HERO (Héroe por accidente) dirigida en 1992 por Stephen Frears, y que bien mirado se podría ofrecer como una actualización –muy sui géneris- de aquellas fábulas elaboradas en los años 30 y 40 por realizadores como Frank Capra o Preston Sturges –y señalo a estos dos grandes realizadores, en la medida que en el título que nos ocupa se alternan la vertiente crítica y la más amable de tinte romántico e incluso fabulesco. En medio de este contexto, la visión sobre la fugacidad de la fama, de los métodos con que esta llega, de las molestas servidumbres que conlleva tener que vivir con esta a cuestas, la superficialidad que rodea en líneas generales mantener y sobrellevar esa permanente actualidad que rodea lo fashion, lo que se lleva, lo colorista y lo que de la noche a la mañana se pone de moda.

 

No voy a negar que DELIRIOUS no apura hasta el fondo las posibilidades disolventes de su planteamiento de partida, pero ello no me impide reconocer las cualidades de una comedia francamente bien desarrollada, equilibrada, que muestra una vez más las cualidades de su realizador y guionista como cronista urbano, y que finalmente logra establecer una potente química entre el ya veterano Seteve Buscemi –actor habitual en el cine de DiCillio- y el joven Michael Pitt.

 

Calificación: 3

THE REAL BLONDE (1997, Tom DiCillio) Una rubia auténtica

THE REAL BLONDE (1997, Tom DiCillio) Una rubia auténtica

Confieso que no he podido seguir hasta la fecha la por otra parte no muy extensa filmografía del realizador estadounidense Tom DiCillio, reciente y quizá un tanto forzado “Premio Donosita” en el Festival de San Sebastián 2006. Cuando hasta la fecha han sido únicamente seis los largometrajes que ha firmado en quince años como director, la verdad es que viendo THE REAL BLONDE (Una rubia auténtica, 1997), no se puede comprender que su figura suscitara tantos entusiasmos, aunque bien es cierto que nos encontramos con una aceptable comedia, que funciona a medias tintas en las inyectivas que quiere disparar, mientras que en líneas generales su aire intelectualizado perjudica el divertimento que proporcionan buena parte de sus imágenes y el desarrollo de sus personajes.

El argumento de THE REAL BLONDE se centra en la crisis que vive la pareja formada por Joe (Matthew Modine) y Mary (Catherine Keener). Él es un treintañero con vocación frustrada que tiene que sobrellevar sus anhelos ejerciendo como camarero, mientras que su esposa trabaja como maquilladora en un estudio fotográfico. Joe es amigo de Bob (Maxwell Cauldfield), un empedernido ligón que busca desahogar sus fantasías sexuales haciendo el amor con rubias auténticas, que posteriormente es contratado como actor de culebrones. La trayectoria de los dos amigos se disocia, triunfando el segundo en su carrera televisiva, mientras que Joe es seleccionado para intervenir en un video clip de Madonna. Mientras tanto, Mary sobrelleva su existencia teniendo que hacer frente al ahogo que le ofrece ser deseada por los hombres, lo que intentará reconducir acudiendo a un terapeuta y asistiendo a unas clases de defensa personal.

Quizá los mayores reproches que se le puedan hacer a esta, con todo, simpática comedia, provengan de su exceso de pretensiones, combinando el alcance satírico de la superficialidad del entorno de los modelos, los culebrones televisivos, las neurosis masculinas y femeninas y, en definitiva, todo un cúmulo de elementos y situaciones propias de una sociedad urbana de consumo, personificada en al entorno de la ciudad de New York. Todo ello es mostrado por la en ocasiones sofisticada planificación de DiCillio, bien servido por la colorista fotografía de Frank Prinzi que, sin embargo, no logra alcanzar esa buscada “magia”, quizá por que el fondo sonoro de Jim Farmer resulta redundante, molesto y excesivamente intelectualizado.

La presencia de ese invisible filtro, esa sensación final de que el realizador no se implica totalmente con las posibilidades que le brinda el entorno vodevilesco que le proporciona el guión ideado por el propio realizador, es lo que quizá impida que su conjunto pueda ser disfrutado de la manera gozosa que le proporcionan parte de sus secuencias. En definitiva, me da la impresión que DiCillio resulta bastante más interesante como guionista que en calidad de realizador. En cualquier caso, todos estos relativos reparos no impiden que THE REAL BLONDE sea una propuesta disfrutable y divertida, pasablemente sofisticada, y que resulta especialmente sangrante en la descripción de los ambientes antes señalados –la superficialidad del mundo de las modelos y la interpretación basada en la apariencia, o las conspiraciones que se pueden desarrollar en la realización de un culebrón televisivo-. En este sentido, quizá donde más claramente se pueden apreciar los aciertos de esta comedia, estriba en la descripción de determinados personajes secundarios, como son el jefe de camareros o la ya madura fotógrafa de moda que imagina que su labor adquiere un alcance casi mesiánico, y que encarnan de forma espléndida los veteranos Christopher Lloyd y Marlo Thomas. No puede decirse lo mismo de la desafortunada presencia y labor de una Kathleen Turner absolutamente inadecuada. Y en lo relativo a los personajes protagonistas, quizá Matthew Modine no tiene el carisma y la chispa necesaria, pero en su oposición Catherine Keener se muestra espléndida. Sin embargo, finalmente quien se lleva el gato al agua en la función es el televisivo Maxwell Caulfield, quien realiza una sangrante autoparodia de su conocido rol en las series “Dinastía” y “Los Colby”, demostrando unas singulares dotes para la comedia, poco aprovechadas en la pantalla grande.

Lo dicho, un divertimento en ocasiones logrado y en otras lastrado por un cierto exceso de intelectualismo.

 

Calificación: 2’5