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CINEMA DE PERRA GORDA

Wayne Kramer

RUNNING SCARED (2006, Wayne Kramer) La prueba del crimen

RUNNING SCARED (2006, Wayne Kramer) La prueba del crimen

Parece que tras contemplar RUNNING SCARED (La prueba del crimen, 2006. Wayne Kramer), el polémico Quentin Tarantino manifestó –así se registra en la carátula del DVD como reclamo publicitario-: “Nunca estarás preparado para una película como esta”. En cierto modo me puedo sumar a esta aseveración, pero quizá en un sentido totalmente opuesto al manifestado por el controvertido y por no pocos aficionados aclamado realizador. Si Tarantino mostraba su amparo ante esta película, probablemente estaba motivado por el hecho de ofrecerse este como una auténtica herencia de todos aquellos excesos cinematográficos –visuales, argumentales e incluso de diálogo-, que al tiempo que hicieron famoso al firmante de PULP FICTION (1994), ofrecieron al cine de los últimos tiempos un daño irreparable. En ese sentido, sí que cabría señalar que la película que comentamos bebe de todo ese cúmulo de gratuidades cinematográficas “aportadas” por Tarantino, integrándola además en un contexto de enfermizo manierismo, que logra diluir cualquier otra intención de su director, quien manifestaba realizar con RUNNING… una especie de cuento cruel sobre los terrores cotidianos de la sociedad urbana. Vana pretensión, puesto que finalmente lo que nos encontramos es ante una historia larga, casi interminable, en la que se narra una historia embarullada y carente de  interés donde ninguno de sus personajes posee entidad alguna, en donde todos ellos no dejan de proferir tacos y expresiones malsonantes cada pocos segundos,  en el que el insufrible manierismo demostrado con la cámara va en directa oposición a la eficacia de estos, y en donde el matiz reaccionario –en ocasiones casi fascistoide del relato-, deja incluso de tener importancia ya que no interesa en absoluto, e incluso los recovecos finales de la misma dejan en evidencia buena parte de las acciones que hemos estado viendo minutos atrás.

 

Joey Gazelle (el inefable Paul Walker) es un joven y probo padre de familia, que ha llevado durante bastante tiempo una doble vida formando parte de una banda de mafiosos. En una ocasión sufrirán un brutal encuentro con un grupo de policías –la secuencia inicial de la película-, que llevará a un desenlace de varios muertos. Gazella tiene la orden de desembarazarse de las pistolas, pero cometerá el error de guardarlas en su casa. En ella, el amigo de su hijo se hará cargo de la misma atentando con ella contra su padrastro, un alucinado ruso que solo tiene en su mente la figura de John Wayne. A partir de estos disparos, Gazelle se verá obligado a recuperar la pistola, lo que le obligará a seguir diferentes e infructuosas pistas, dentro de un recorrido nocturno que le entremezclará con toda la escoria con la que, de un modo u otro, ha estado vinculado, siquiera sea de manera lejana. Y es que como si se tratara de una nueva versión de WINCHESTER ‘73 (Winchester 73, 1950. Anthony Mann), el protagonista discurrirá de manera persistente y generalmente frustrada, en pos de la recuperación de esta prueba, siendo al mismo tiempo perseguido tanto por agentes de policía, como varios de los compañeros de banda que hasta entonces le han acompañado. Mirado así, lo cierto es que el guión de Kramer bebe bastante de tantas y tantas historias procedentes del thriller y, anteriormente, el cine noir. Sin embargo, su plasmación narrativa constitutyó para mi una de las películas más irritantes y enojosas que he visto en los últimos meses. Es más, me atrevería a compararla con otro título, con el que guarda no pocos semejanzas. Me estoy refiriendo a SIN CITY (2005. Robert Rodríguez). En ambos casos nos enfrentamos a relatos dotados de un deliberado artificio visual, pero cuyo manierismo en realidad no pueden ocultar la absoluta inanidad de sus propuestas. Siguiendo dicho referente, el film de Kramer –de quien podemos recordar la simpática THE COOLER (2003)- es una muestra más de un tipo de cine vacío, hueco, efectista y relamido. Una faceta que logra su público e incluso, en algunos exponentes, convierten sus resultados en auténticas cult movies, pero que personalmente no puedo más que rechazar abiertamente, ya que bajo sus oropeles no se encuentra más que la gratuidad y la ausencia de rigor alguno en la puesta en escena. Eso sí, las grúas interminables, las angulaciones de cámara, la artificiosa iluminación y las inenarrables subtramas, convierten este RUNNING SCARED en una auténtica tortura para cualquier espectador acostumbrado a las más elementales reglas de la gramática cinematográfica. Todo en esta película deviene artificioso cuando no atrozmente manipulador, como puede suceder en el episodio del matrimonio pederasta, que la esposa del protagonista asesinará limpiamente sin dejar que sea la justicia la que castigue sus conductas. Cierto es que en un momento determinado, intenté tomarme a broma las increíbles peripecias ofrecidas casi de manera meteórica, y dentro de un constante cruce de palabras malsonantes. Pero incluso si la misma fue realizada teniendo en cuenta un pretendido componente irónico, la apuesta de Kramer igualmente hubiera fallado estrepitosamente.

 

Al final, ese atribulado joven que encarna un esforzado Paul Walker -que en algún momento ofrece destellos que podrían hacernos pensar que es actor-, vemos que ha realizado una ingente búsqueda que resulta inútil del todo punto. En ese caso ¿Por qué tanta lucha, tanto deseo de acceder al arma? La trampa argumental es evidente, y no es más que el ejemplo más destacado de esa manipulación del espectador que ofrece esta cinta falsamente transgresora, falsamente apostada como un título políticamente incorrecto, falsa igualmente cuando quiere revestir sus ropajes con una aparente modernidad, e irritante finalmente al ver que esa mezcolanza de excesos verbales, visuales, de iluminación y a la hora de describir sus personajes, tengan además una conclusión tan vergonzante. Parece que, por mucho alcance irónico que se quiera plantear, en RUNNING SCARED triunfa la familia, el chico guapo y la fuerza de ser americano.

 

Lo reitero. Las dos horas del film de Kramer, han supuesto para mi una de las experiencias más irritantes contempladas en la pantalla en los últimos meses.

 

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