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CINEMA DE PERRA GORDA

THE HUMAN STAIN (2003, Robert Benton) La mancha humana

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Si tuviera que citar un ejemplo práctico de película en la que bajo sus fotogramas se intuyen una serie de potenciales cualidades en su referente literario, que no son aprovechadas debidamente en el resultado expuesto en la pantalla, para mí THE HUMAN STAIN (La mancha humana, 2003. Robert Benton) sería uno de los elegidos. Ello no quiere decir que el resultado contemplado no sea interesante –que lo es-, pero en muchos momentos se tiene la impresión que el hasta ahora último film de Robert Benton –cinco años después de filmar la magnífica TWILIGHT (Al caer el sol, 1998)-, se pliega en exceso hacia lo que podríamos denominar el cine de qualité contemporáneo –presencia de Anthony Hopkins y Nicole Kidman en cabeza de cartel, distinguidos ambientes universitarios, sensación de decadencia del mundo occidental, utilización de hermosos paisajes-. Toda una serie de convenciones –todo lo válidas que se quieran-, que se ofrecen al servicio de la adaptación de la novela de Philip Roth –con guión del ya lejano realizador Nicholas Meyer-.

Y es que dentro del clasicismo que respira en THE HUMAN STAIN, se comprueba desde la recurrencia a una voz en off que inicia e introduce sarcásticamente la película –corresponde al escritor Nathan Zuckerman (Gary Sinise), amigo del protagonista y quien realmente nos contará la historia fragmentada de su vida- y en su desarrollo –todo él descrito en un flash-back-, oscila paralelamente en dos tiempos. Uno de ellos se centra en aquel que va desde que Coleman Silk (Anthony Hopkins) pierde su sólida y prestigiosa cátedra universitaria por una infundada acusación de racismo, hasta que termina sus días. El otro hilo narrativo irá más atrás en el tiempo y se centrará en el Coleman joven, negro nacido de piel blanca, que guardará con cobardía su auténtica condición y raza, al objeto de lograr un futuro más ambicioso.

Es en el capítulo donde se encuentra una mayor cercanía temporal, comprobaremos como la dimisión de nuestro protagonista de su cátedra llevará a la muerte de su mujer –el mejor momento de la película; un largo travelling de retroceso que en su lejanía se detendrá, pareciendo buscar la intimidad de los dos esposos cuando ella va a decir adiós a su existencia- y al encuentro con un escritor que se encuentra retirado de la vida mundana –Nathan Zuckerman-, para ofrecerle una novela que tome como base la historia de la injusticia que se ha cometido con él. Será por consejo de Zuckerman por el que el propio Silo realice esa novela, con un pésimo resultado final reconocido por el propio autor y principal personaje. Toda esta existencia llena de amargura tendrá para el ex catedrático una última luz, al conocer a una joven trabajadora tan atractiva como vulgar. Se trata de Faunia Farley (Nicole Kidman), quien compartirá con él la vivencia del sexo y la narración de un duro pasado desde bien pequeña –su padrastro abusó de ella cuando tenía 14 años, su esposo la persigue, sus dos hijos murieron en un incendia (ella aún conserva sendas cajas metálicas con las cenizas de sus pequeños desaparecidos).

Mas allá de todas estas historias, ambientes y situaciones, creo que lo que más se retiene en la película es la descripción inicial que se nos efectúa de la vida americana en 1998, en la que el “caso Lewinsky” ha desatado las iras del conservadurismo estadounidense, por más que irónicamente en nuestra historia se utilice la vía contraria; la denuncia de inexistente racismo para eliminar de la vida académica a un profesional exigente y riguroso –lo cual no es más que otra forma de hipocresía-. Y siguiendo aquel sendero, THE HUMAN STAIN contará bajo distintos prismas y periodos, una auténtica historia de cobardía vital y renuncia a sus orígenes, bajo el temor de ser rechazado por una sociedad nada tranquilizadora en el día a día de sus habitantes. Por ello quizá Silo encuentre en Faundia esa última oportunidad –algo que le expresa a Nathan en una de sus conversaciones- de ser él mismo y luchar por esa libertad personal pese a las opiniones en contra de su joven abogado “de carita blanca”.

La película de Benton, pese a su tono pausado, recorre todos estos cambios espacio temporales, insertando momentos tan insólitos como la secuencia en la que Coleman y Nathan bailan juntos una canción de Irving Berlin –el primero llegará a decir que le provoca un deseo de inmortalidad-, u otros tan emotivos como el inesperado encuentro de Silk joven con su hermana negra, estando delante su novia. Cierto es que esta circunstancia concreta –la distanciación del protagonista de su familia y raza original-, jamás busca efectos melodramáticos, pero de la forma en que se insertan en el film a mi juicio no logran alcanzar la fuerza que potencialmente estos podían albergar –la excepción sería la muerte del padre, que trabaja como camarero en un tren pese a su educación intelectual, tras haber tenido un debate con su hijo alentándole a que deje el boxeo-.

Es con todo ello, esa mezcla de insatisfacción y atrevimiento cinematográfico, recurriendo afortunadamente a elementos clasicistas, y no utilizando con mayor frecuencia esa ironía inicial que tan buen resultado ofrece para adentrarnos en un relato que, muy probablemente, ha perdido bastante a la hora de ser trasladado a la pantalla, en una película que pese a todo, destaca por lo apreciable de sus resultados, y confirma el buen momento de un Robert Benton al que su avanzada edad, no le debiera impedir desarrollar una más prolongada labor como realizador.

Calificación: 2’5

 

2 comentarios

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ana Sánchez Flores -

pese a la falta de efusión de la pelicula, Anthony es un actor excepcional y puede interpretar cualquier papel tan expledidamente que hace que el corte siempre tenga una atmosfera intrigante. anthony es el mejor.