Blogia
CINEMA DE PERRA GORDA

SLEEP, MY LOVE (1948, Douglas Sirk) Pacto tenebroso

SLEEP, MY LOVE (1948, Douglas Sirk) Pacto tenebroso

En muchas de sus declaraciones, Douglas Sirk confesaba tener muy poco aprecio por buena parte de las películas que forjaron los primeros años de su obra norteamericana. No deja de ser una apreciación excesivamente autocrítica –algo que le honraba, por otra parte-, cuando en ella se dan cita títulos incluso de notable interés, reveladores además de una personalidad cinematográfica que heredaba su experiencia escénica alemana, y que prefiguraba sus grandes éxitos en la década de los cincuenta. En cualquier caso, lo cierto es que SLEEP, MY LOVE (Pacto tenebroso, 1948) no puede considerarse uno de los títulos de especial interés en ese inicial periodo hollywoodiense, por más que en ella se pueda y deba destacar el esfuerzo visual y de atmósfera logrado y la presencia de una excelente actriz como Claudette Colbert.


 

El inicio de la película es atractivo. Sobre el viaje impetuoso de un tren se despierta la atractiva y sofisticada Alison Courtland (Colbert). Sobresaltada por verse en un escenario impensable para ella, pronto se la recuperará en Boston, desde donde a instancias policiales se la devolverá en vuelo hacia New York. Allí vive habitualmente con su esposo –Richard (Don Ameche)-, en un entorno de pareja económicamente acomodada. En el vuelo de regreso, Alison conocerá a Bruce (Robert Cummings), un joven y simpático soltero con quien pronto entablará amistad, y que a la llegada a su retorno llegará a contactar con ella en varias ocasiones. Sin embargo, algo pasa en nuestra protagonista; una serie de sucesos extraños permiten pensar que se encuentra presa de alteraciones mentales. La visión de un extraño sujeto provisto de unas prominentes gafas, y ciertas actitudes complementarias, hacen dudar de la salud mental de la Sra. Courtland. Es algo que incluso llega a intuir Bruce, pero cuando acude junto a ella a la boda de su hermano adoptivo chino, permitirá que sus sentimientos hacia ella sean más profundos, y con ello sus dudas sobre la posibilidad de que ella se encuentre enferma mental. A partir de ahí se irán conociendo los detalles que describen el plan urdido por Richard y otros, para deshacerse de Alison, heredar su fortuna y casarse con Daphne (Hazel Brooks), una joven sensual y llena de vulgaridad. Un plan que finalmente se desviará de sus intenciones iniciales, en buena medida por las gestiones de Bruce –quien en un momento determinado llega a salvarla de saltar por el balcón de su casa, inducida hipnóticamente por su propio marido-, y que llevará a poder llegar a la luz pública en la resolución de este plan criminal.


 

Evidentemente, el sucinto relato del argumento nos permite comprobar que nos encontramos ante un producto que sigue la estela de melodramas de índole psicológica que tanto proliferaron en aquellos años, mostrando diversas características de los exponentes más conocidos de esta corriente –desde el Alfred Hitchcock de SUSPICION (Sospecha, 1941), hasta el George Cukor de GASLIGHT (Luz que agoniza, 1944), sin olvidarnos por supuesto del referente británico de este mismo film, filmado en 1940 por Thorold Dickinson-. En cualquier caso, quizá en esta ocasión nos situemos más cerca del apenas evocado y muy interesante MY NAME IS JULIA ROSS (Joseph H. Lewis, 1945), con la que comparte una serie de características que van desde encontrarnos ante un producto de presupuesto limitado –pese a encontrarnos con un reparto de estrellas de cierto relieve-, la presencia de una ambientación opresiva y anticuada en las formas conforme al entorno temporal en el que se desarrolla el film, y la recurrencia a villanos que en todo momento esconden su auténtica personalidad.


 

Sin embargo, lo cierto es que esos rasgos tienen en SLEEP, MY LOVE una escasa incidencia. Y es que pese a estar basada en la obra de un autor al parecer caracterizado por sus tramas ingeniosas –Leo Rosten-, lo cierto es que el interés argumental de la película resulta prácticamente nulo. Desde el primer momento –y pese al intento de ofrecer a la excelente Claudette Colbert un personaje interesante para desarrollar un personaje atormentado-, ninguno de ellos goza de interés psicológico alguno. Son, en realidad, meros títeres, además de resultar tremendamente antipáticos de cara al espectador. Y en esa línea debemos destacar al cargante Don Ameche -que en esta película parece un atildado precedente de Eduardo Zaplana-, y que desde el primer momento sabemos está tramando algo, pero esa sensación de desapego como personaje, la adquirimos también con la presencia de Robert Cummins –eficaz pese a la blandura de su aspecto, que siempre le hizo acreedor de muy poca estima como intérprete-, e incluso nos llega a resultar sin interés alguno la chirriante amante de Richard, que viste y adquiere unos ridículos aires de “femme fatal”, sin que su presencia en la película tenga ni lógica ni, lo que es peor, carisma alguno.


 

Puede parecer a tenor de lo expuesto, que SLEEP… es un film despreciable. Y no es así. Desde el primer momento se revela el gusto del realizador por intentar incorporar al conjunto una impronta que muy pronto se haría característica de su cine. Desde la recurrencia a los espejos, es reseñable en su metraje el interesante juego escénico que se logra en el interior de la mansión de los Courtland, logrando mediante la planificación y la iluminación un entorno por momentos asfixiante, en el que destaca la movilidad de la cámara, su recurso a angulaciones que provocan un barroquismo siniestro, y la utilización dramática de las escaleras del edificio, que finalmente serán el centro de la resolución del relato. De destacar es la extraña prestación de George Coulori, como uno de los colaboradores del plan de Richard, o los eficaces apuntes de comedia recreados por Cummings cuando decide visitar el despacho del marido de los Courtland. Sin embargo, de quedarme con algunos de los elementos de su conjunto –que tiene algunas debilidades argumentales tan pueriles como la visita de Bruce al negocio de fotografía, en donde de forma nada creíble encuentra las gafas y el manual fotográfico que pueden determinar la veracidad de las visiones de la atormentada protagonista-, sin duda optaría lo logrado que se encuentra el objetivo de describir una mansión abigarrada, anticuada y recargada en su ambientación de época, que contrasta con un New York contemporáneo, urbano y nocturno. Ese contraste en apariencia tan anacrónico, la garra de sus momentos iniciales, la secuencia en la que Alison está a punto de morir tirándose por el balcón –un momento, por cierto, en el que se resaltan los contrastes de ambientación ya señalados-, o la elegancia de la fiesta que se celebra en la propia mansión –y que suponen un auténtico avance de aquellas que mostrara en sus más famosos melodramas de la década siguiente-, son los elementos más perdurables de un título finalmente discreto, incluso irritante en algunos de sus frentes –todo lo que rodea al personaje de Richard-, pero al que no cabe pedir mas de lo que ofrece, configurándose finalmente como un producto menor, aunque revelador de las posibilidades del realizador, partiendo de un material de base francamente poco atractivo.

 

Calificación: 2

1 comentario

santi -

cierto es que hay alguna pelicula de las primeras de sirk destacable , esta no lo es ni el asesino poeta desde luego , pero el sirk bueno de verdad es el de los 50
esta pelicula es entretenida pero poco mas , en cualquier caso sirk casi siempre tuvo bastante interes y es uno de los grandes