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CINEMA DE PERRA GORDA

GENTLEMAN’S AGREEMENT (1947, Elia Kazan) La barrera invisible

GENTLEMAN’S AGREEMENT (1947, Elia Kazan) La barrera invisible

Siempre me ha sorprendido la escasa valoración que se tiene de las primeras películas realizadas por Elia Kazan dentro de la 20th Century Fox. Mas allá de la común valoración de THE SEA OF GRASS (Mar de hierba, 1947) como su peor obra –que hasta la fecha no he tenido ocasión de contemplar, como tampoco PINKY (1949)-, lo cierto es que este periodo inicial de su andadura como director cinematográfico ofreció títulos a mi juicio brillantes como A TREE GROWS IN BROOKLYN (Lazos humanos, 1945), BOOMERANG! (El justiciero, 1947), o PANIC IN THE STREETS (Pánico en las calles, 1950) y el que nos ocupa que, bajo mi punto de vista, se sitúan bastante por encima de BABY DOLL (1956), A FACE IN THE CROWD (1957) o, pese a su alcance mítico, EAST OF EDEN (Al este del edén, 1955). Puede que el eje de esta menguada valoración resida en el hecho de ser todos ellos títulos codificados dentro de la producción realista del estudio de Zanuck, en líneas generales definidos como propuestas “de prestigio”, y en las que Kazan iba forjándose con creciente confianza en una faceta en la que se introdujo tras una consagrada experiencia como director teatral en Broadway.

GENTLEMAN’S AGREEMENT (La barrera invisible, 1947) -bastante olvidada en nuestros días pese a que por ella alcanzó en su día el Oscar a la mejor película y al mejor director-, es un exponente típico de su tiempo. Y no quiero que mis palabras puedan inducir a un matiz peyorativo, ya que pretendo precisamente destacar el efecto contrario. Con ello quiero subrayar su viva expresión como un ejemplo destacable y aún vivo de esa corriente progresista que definió el cine de Hollywood aquellos años –que quedaría destrozada por la irrupción de la “Caza de Brujas” de McCarthy-, y que representaban títulos como ALL THE KING’S MEN (El político, 1949. Robert Rossen). Sorprende aún en nuestros días encontrarnos con una película que, de forma tan sutil, exprese los rasgos y formas cotidianas en los que la discriminación racial o de cualquier otra índole, se expresa en las sociedades incluso más avanzadas, y que queda ejemplificada en esta ocasión con la estadounidense.

GENTLEMAN’S… relata la andadura de Phil, un escritor que encarna con enorme sensibilidad Gregory Peck. Este acepta el encargo de una revista semanal para elaborar una visión sobre el antisemitismo en la sociedad norteamericana. Viudo y con un hijo a su cargo, no tardará mucho en encontrar el modo de poder efectuar una mirada personal sobre el tema que se le ha encargado –algo que siempre ha caracterizado su andadura profesional previa-, hasta que finalmente decida hacerse pasar por judío, intentando descubrir a partir de esta fingida ascendencia, la realidad aparentemente larvada de ese sentimiento. Muy pronto Phil la vivirá de forma directa, pero esta desagradable sensación será apreciará no de forma dramática, sino a través de pequeños gestos o actitudes que hasta ese momento resultaban inapreciables a su percepción. Desde una mirada extraña de los propios compañeros de la revista, hasta verse rechazado como cliente de un hotel, pasando por sufrir su propio hijo una agresión por hacerse pasar por tal, lo cierto es que la sensibilidad y honestidad de Phil experimentará ese rechazo a “lo diferente” que, camuflado de diversas posibilidades y en el contexto de todos los pueblos –curiosamente, con mayor incidencia en las sociedades de entrada más avanzadas-, se ha visto manifestada por el conjunto de la ciudadanía. Será un sentimiento que incluso expresará la mujer de quien el periodista se ha enamorado -Kathy (Dorothy McGuire)-, una joven inicialmente de personalidad abierta y tolerante, que se mostrará sin embargo recelosa de amparar a Dave (John Garfield), excombatiente amigo del protagonista.

Con ser interesante –y lamentablemente aún de permanente actualidad-, el contenido del film de Kazan –basado en una novela de Laura Z. Hobson y llevado a guión cinematográfico por el especialista Moss Hart-, creo que los elementos que seis décadas después de su realización lo hacen mantenerse vigente se centran precisamente en la serenidad con la que expone una crónica y búsqueda personal de Phil, describiéndose esta con absoluta falta de énfasis y en donde su vertiente discursiva se encuentra muy bien dosificada. Es curioso señalar que ese carácter enfático que definió varias de las obras posteriores de Kazan, aquí queda muy mitigado y se contrapone por una narración muy sobria –quizá en algún momento su planificación sea ligeramente fría o estática-, en la que su progresión dramática generalmente se desarrolla por un destacable uso de la elipsis. Es un recurso cinematográfico por el que su metraje se centrará en detalles cotidianos, eludiendo la historia cualquier tendencia a la incorporación de secuencias definidas en su énfasis melodramático, quizá con la excepción del instante casi final en el que la madre del escritor lee algunas de las conclusiones del trabajo que este ha entregado finalmente a la revista. Una única –e interesante- apelación a lo discursivo, que se centra en una llamada no solo a una tolerancia pasiva del individuo contra cualquier vulneración del respeto debido a todo ser humano, sino que precisamente apuesta por una inclinación más activa del ciudadano en su constante lucha por la igualdad de las personas, sea cual sea su raza y condición.

Como no podía ser menos en un realizador de su demostrada experiencia teatral, la dirección de actores es magnífica, desplegándose el talento de un reparto con una homogeneidad y sinceridad realmente admirable.

Calificación: 3

2 comentarios

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Jordan 4 -

Tears are the silent language of grief.