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CINEMA DE PERRA GORDA

IMITATION OF LIFE (1934, John M. Stahl) La imitación de la vida

IMITATION OF LIFE (1934, John M. Stahl) La imitación de la vida

Nunca he creído la afirmación –bastante célebre-, que señalaba que una buena película solo se podía realizar de una manera. Siempre he pensado que el cine permite adaptar la opción completamente opuesta, planteando opciones diversas de un mismo material de base, sin que ello sea un inconveniente de cara a la valía del conjunto resultante. Y aunque quizá no sea el ejemplo más pertinente de lo expuesto, este axioma se puede exteriorizar al evocar las dos adaptaciones cinematográficas realizadas de la novela de Fannie Hurst, Imitation of Life. Durante décadas, el aficionado al cine tuvo que conformarse –quizá no sea esta la expresión más afortunada-, con acceder a la versión que en 1959 supuso la culminación de la filmografía de Douglas Sirk. Evidentemente, IMITATION OF LIFE (Imitación a la vida, 1959) versus Sirk está considerado con bastante justeza uno de los grandes melodramas de la historia del cine, sublimación del look Ross Hunter, crítica social, deconstrucción del género y expresión última de la personalidad estilística y dramática de su artífice. Su condición de auténtica obra maestra –aunque en el momento de su estreno, lo único que llamó la atención fue su enorme éxito popular-, solo tuvo un efecto negativo, como fue la política de la Universal de esconder todos aquellos títulos que en la segunda mitad de los cincuenta reutilizó en la pantalla Sirk, y que un cuarto de siglo antes había plasmado por vez primera para el mismo estudio el especialista John M. Stahl. Su adaptación de IMITATION OF LIFE (La imitación de la vida, 1934) fue uno de los ejemplos más señalados de este injusto ocultamiento, impidiendo por un lado acceder a títulos que merecían estar en la memoria de los aficionados de posteriores generaciones, al tiempo que poder establecer una comparación entre ambas versiones. Ello sin omitir la necesaria perspectiva a la hora de acercarse al estilo y personalidad demostrada por un realizador muy popular en su tiempo, pero al que el paso del tiempo le llevó a un injusto olvido. Afortunadamente, esta circunstancia ha sido soslayada con el paso del tiempo, y poco a poco su cine es reeditado, evocado y recordado. Pienso que no se hace en la medida que debiera, ni su figura previsiblemente es ubicada en el lugar que merece, pero de alguna manera se le va teniendo en cuenta y, lo que es mejor, su obra está logrando vencer la inercia de esa inmerecida amnesia que sufrió durante muchos años.

 

Todas estas disgresiones me devuelven a mi argumentación inicial, a la hora de comentar uno de los títulos más célebres de la trayectoria de Stahl, y que como antes hemos señalado, fueron retomados por Douglas Sirk en la década de los cincuenta. IMITATION OF LIFE –versión Stahl-, quizá no llega a las excelencias mostradas por la versión del austriaco en 1959. Sin embargo, creo que esta circunstancia externa a sus propias cualidades no le exime de ser un título magnífico, muy representativo del estilo y las técnicas utilizadas por su director y que, ubicándolo además dentro del contexto de un género como el melodrama, dentro de un periodo aún dependiente de la teatralidad deudora de la reciente implantación del sonido, emerge como un exponente lleno de insospechada frescura. En este sentido, no voy a adentrarme en demasía a la hora de comentar las semejanzas y divergencias existentes entre las versiones de Stahl y Sirk, fundamentalmente por el hecho de que lo que se trata es comentar los rasgos que presiden una película a la que por el propio olvido y desconocimiento al que se ha condenado durante tanto tiempo y por sus intrínsecas cualidades, merece comentarse por sí misma. IMITATION… expone desde sus primeras imágenes la impronta de su planteamiento dramático… basado precisamente en la casi total ausencia de dramatismo. A partir del plano de un patito de madera flotando sobre una bañera, la cámara de Stahl nos describe con pasmosa naturalidad la cotidianeidad de la vida de la joven viuda Beatriz Pullman -maravillósamanete cotidiana Claudette Colbert-, con su pequeña hija Jessie. Con una total despreocupación por el énfasis, el espectador muy pronto penetrará en la rutina de la vida de ambos personajes, conoceremos las dificultades económicas que plantea la ausencia del esposo, e incluso penetrarán en el hogar los ecos de la gran depresión norteamericana. Serán matices ofrecidos a partir de la inesperada llegada de Delilah (Louise Beavers), mujer negra de mediana edad que busca trabajo como criada, dificultada en su deseo al tener una pequeña niña. El encuentro entre ambas mujeres será providencial, ya que si bien para Delilah supondrá cumplir sus deseos, sin ella suponerlo devendrá para nuestra protagonista como la auténtica catalizadora de su triunfo social y laboral. Será un detalle que Stahl reflejará muy bien al encuadrar en contrapicado a la ya casi criada, ubicando entremedias los varales de la barandilla, en clara metáfora de su encierro doméstico. A partir de dicho encuentro, y entre las penurias que se intuyen de una sociedad que no se encuentra en su mejor momento económico, Bea logrará mostrar el suficiente empeño para establecer un pequeño negocio a partir de las tortas que su reluciente criada confecciona con auténtico magisterio, basadas en una vieja receta familiar. Una vez más, Stahl pasará de lado en todo el componente dramático de esta evolución, dominando el conjunto con elipsis y predominando en ellas una mirada optimista, a la que la personalidad artística de la propia Colbert contribuye no poco a fomentar. Del mismo modo se proyectará a otro encuentro providencial de nuestra protagonista; el del avispado y casi hambriento Elmer Smith (Ned Sparks), quien logrará ofrecer a Bea la sugerencia que llevará a ese humilde restaurante que la protagonista ha alquilado, a convertir su producto de base como elemento de una considerable empresa. Con la ligereza de tono marcada por el realizador –de nuevo la elipsis se erige como elemente de estilo-, nos llevará ya al entorno de unos personajes que han logrado el éxito económico, aunque en el caso de Delilah este no le lleve a asumir con ello una liberación de su asumida condición de “sirvienta negra”, y ya comience a advertir los rechazos que en su hija produce tener que asumir su raza negra –por su aspecto mestizo-. La nueva vida social de los protagonistas permitirá a Bea conocer al caballeroso Steve Archer (Warren William), en quien pronto verá el hombre de su vida, y con quien iniciará una relación sentimental. Los elementos ya se dejan al devenir del destino. Ni la riqueza permitirá que Delilah logre liberarse como ser humano ni le lleve a alcanzar en vida el reconocimiento de su hija, ni el amor llegará finalmente a la acaudalada Beatriz, consciente de que la aceptación de su relación traería la infelicidad a su ya crecida hija.

 

Contemplando las imágenes de IMITATION OF LIFE, me intrigaba intentar desentrañar los aparentemente sencillos métodos que han permitido que el cine de Stahl llegue a nuestros días con tan notable frescura. Partiendo de la base de acceso limitado al cine por él firmado que he podido llegar a contemplar, resulta innegable que en todo momento apuesta por una notable desdramatización, que a ojos de nuestros días, permanece como un elemento de notable modernidad. En la película que nos ocupa los sentimientos emanados por sus personajes se reflejan con una acusada naturalidad, y la planificación de Stahl combina su predominio de planos medios o americanos fijos, con una limpia y ajustada movilidad de la cámara, cuando la acción o la relación entre los personajes lo requieren. Dentro de esa aparente sencillez –que en el fondo revela una considerable complejidad-, podemos en todo momento centrarnos en esta historia e intuir las tensiones sociales de un periodo de carestía en la sociedad americana y, sobre todo, apreciar los elementos temáticos emanados en la novela de la Hurst, que en esta ocasión se plantean con esa sobriedad consustancial al relato cinematográfico. Pero sin lugar a duda, donde creo se encuentra el elemento más perdurable del cine de Stahl, es en la dirección de actores propuesta. En consonancia con la ligereza de tono que domina su conjunto –y que quizá tenga una notable excepción en las secuencias previas a la muerte de Delilah, revestidas de una sincera emotividad, y en las que Beatriz advierte la soledad real que supone para ella la desaparición de la fiel criada-, ese secreto máximo del cine de Stahl revista en una manera de expresar la labor de los intérpretes, que aún hoy está revestida de verdad cinematográfica. En IMITATION… la labor de las actrices es espléndida, pero es que incluso en los roles masculino, pese a la reticencia y inicial envaramiento de sus personalidades, también estos revelarán una personalidad interesante como tales. Es algo que muy pronto advertiremos tanto en el opaco Elmer como el elegante Steve. En este sentido, y por compararla con cineastas de su tiempo, creo que esta cualidad revela un mayor conocimiento del ser humano que el que por aquel entonces demostraba un George Cukor, y quizá podríamos relacionar a Stahl con nombres como Borzage, McCarey o incluso Ford, aunque se desligue de ellos en función de un mayor apego al naturalismo cinematográfico.

 

Esa circunstancia, la frescura que desprende esta película, es la que permite considerar la personalidad de Stahl, muy por encima de otros cineastas de aquel tiempo. Y siempre me fijo en la figura de Gregory La Cava, pero es evidente que podríamos situarle también en un estrato superior al de John Cromwell, que por otro lado dispone en este periodo de títulos más que notables, o incluso en la obra de Cukor en los años treinta. Esa capacidad para trasladar a la pantalla situaciones y momentos dolorosos para la vida y los propios sentimientos –como el propio final, en el que Beatriz y Steve se separan aun queriéndose sinceramente-, dominada por la sencillez y la aceptación, quizá es la que durante mucho tiempo haya llevado a concluir de forma ligera sobre las cuestionables capacidades de Stahl. Creo no obstante que el paso del los años ha permitido otorgar el valor que merece a una manera de entender el melodrama, que en IMITATION OF LIFE tiene un exponente espléndido –aunque algunas rupturas de ritmo o recurrencias al carácter pintoresco de Delilah estén un poco de más-, mostrando con ello que en plenos años treinta, con esa dependencia a la verborrea directamente heredada del teatro en buena parte de los melodramas producidos, había sido radicalmente superada por una manera más específicamente cinematográfica de llevarla a cabo. En esta ocasión, el logro estuvo a punto de ser absoluto.

 

Calificación: 3’5

3 comentarios

Victoria C -

La primera version es magnifica!!! Aunque como persona moderna ver una division en el hogar de arriba y abajo es complicado.. Y mas la obvia escala social del negro en aquella epoca... La version de los 50' algo mas moderna obviamente, pero me quedo con la original... Ambas son magnificas producciones

Juan Carlos Vizcaíno -

Pues aún apreciando más Stahl como realizador que a Sirk -estamos hablando de dos grandes-, y considerando la versión del primero una magnífica película, la versión de Sirk me parece uno de los más grandes melodramas de la década de los cincuenta, y la obra maestra de su director.

santi -

una pregunta cual le parece mejor esta o la de sirk?