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CINEMA DE PERRA GORDA

WENT THE DAY WELL? (1942, Alberto Cavalcanti)

WENT THE DAY WELL? (1942, Alberto Cavalcanti)

El progresivo acercamiento que personalmente voy posibilitando en torno a la obra del brasileño Alberto Cavalcanti me está forzando –gratamente- al reconocimiento no solo de un realizador de fuerte personalidad, sino a asumir la realidad de que nos encontramos con otro de esos grandes nombres de orígenes foráneos –como es el caso de Alexander Mackendrick, Joseph Losey o Karel Reisz-, que con su aportación merecen situarse entre las figuras más importantes del cine británico. Amén de sus orígenes como documentalista y a tenor de los diversos títulos que hasta el momento he podido visionar de su obra inglesa, lo cierto es que asistimos a una obra en la que junto a su integración en el contexto de producción en el que se inscribe –primordialmente los estudios Ealing-, denotan una fuerte singularidad que a mi modo de ver tiene su oportuno modo de expresión en una rotunda ascendencia expresionista. Un rasgo que se materializará en una dimensión física especialmente potenciada por el contraste lumínico. Pero junto a ello y en íntima relación, lo cierto es que el cine de Cavalcanti marca una fuerte tendencia con la sordidez y una original plasmación de la violencia, totalmente desusada en el cine de su época. Todas estas características, punto por punto, tienen su acomodo en esta insólita, inicialmente plácida, posteriormente angustiosa y en conjunto espléndida WENT THE DAY WELL? (1942). Otro más de esos exponentes que reflejan la riqueza del cine inglés de su época, y que han pasado décadas y décadas en el olvido. Afortunadamente, nunca es suficientemente tarde para proporcionar o recuperar las cualidades que en realidad nunca perdió una película como la que nos ocupa, y que cabe destacar como un auténtico producto de relevancia dentro del contexto de la caracterizada a primera instancia como amable Ealing.

 

La película se desarrolla en el contexto de un amplio flash-back que inicia la sencilla introducción que ofrece un lugareño, ante una tumba que entierra un colectivo de alemanes que intentaron ofrecer la avanzadilla de una invasión nazi en suelo Inglés. A partir de dicho preámbulo, la narración nos mostrará de manera apacible el contexto de la pequeña localidad de Bramley End, objetivo elegido por el contingente alemán ayudado por el traidor Bramsley (Leslie Banks), persona de absoluto respeto en la misma. De manera casi insospechada irán violentando la cotidianeidad de la casi idílica población, instalando de manera clandestina una serie de antenas de radio para proyectar con ellas la posterior invasión hitleriana. Será un proceso que los alemanes lograrán afianzar, aunque no dejarán de provocar elementos de suspicacia que finalmente delatará ese intrusismo, obligando con ello a los nazis a retener a la mayor parte de la población en el interior de su iglesia, matando incluso el viejo sacerdote del mismo. Desde su inicial terror, poco a poco los lugareños irán enfrentándose a su nueva situación, ante la cual aunarán su valentía y el sentido de protección a sus mujeres y niños, al tiempo que en ellos irá aflorando su auténtico lado oscuro. Todo ello aparecerá tras fallar los diversos métodos y argucias que han puesto en marcha para intentar sortear el estricto control que los enviados alemanes han tendido en torno a la población. Es así como controlada de manera casi inconsciente, los hasta entonces sojuzgados vecinos se rebelarán violentamente contra sus invasores, sin caer en la cuenta que tienen su mayor elemento en contra en la actuación de Bramsley, quien finalmente será descubierto por su propia esposa, la cual será la encargada de eliminarlo. No llegará su muerte hasta el desarrollo de una cruel ofensiva contra los nazis, antes incluso de que las fuerzas del ejército británico –finalmente apercibidas-, ayuden a los propios vecinos en su rebelión contra el inesperado invasor alemán. Finalmente, el viejo vecino que nos ha introducido en el relato del hecho, nos despedirá de la misma manera que nos ha recibido, retrocediendo la cámara de manera simétrica a como se ha iniciado la narración.

 

Antes señalaba, y evidentemente no soy el primero en señalarlo, que WENT THE DAY WELL? ofrece un planteamiento descriptivo e incluso en la introducción de su rasgo de conflicto, que prefigura el elemento fundamental que definirá la practica totalidad de las célebres comedias del estudio; la modificación repentina de la realidad de un contexto coral apacible, mediante un elemento que provocará la exacerbación de su cotidianeidad, marcando un entorno de lucha y conflicto en el que se encontrará bien presente un elemento de cuestionamiento social. Es algo que aparecerá de manera canónica en la posterior PASSPORT TO PIMPLICO (Pasaporte para Pímlico, 1949. Henry Cornelius), pero que se encuentra bien presente en esta película, que parte de un relato corto de Graham Greene. A partir de esta insólita y al mismo tiempo poco después familiar premisa, Cavalcanti logra aplicar un marco coral desde un prisma de comedia amable y costumbrista. Será de manera gradual –la curiosidad de un niño que descubre en un camión las antenas, siendo regañado con cierta violencia por un alemán, los detalles que sobre un papel ofrece uno de dichos soldados, el descubrimiento de una tableta de chocolate con denominación alemana-, cuando algunos de los vecinos irán intuyendo la realidad de esos soldados a primera instancia ingleses que les rodean, hasta que al final estos sojuzguen a los vecinos, sin lograr evitar que algunos de ellos intenten enviar mensajes pidiendo ayuda, que pueden ir desde pintados en huevos, hasta en pequeños papeles que entregarán a visitantes que no advertirán la situación. Será un contexto en el que aún estará presente un cierto aparente matiz de comedia, pero en el que progresivamente se integrará un componente de suspense, centrado sobre todo en la manera de sortear la vigilancia alemana y en el seguimiento de las argucias planteadas, todas ellas frustradas en su pretendido objetivo –los huevos se estrellan contra el suelo en un pequeño accidente, la nota que mantiene la visitante finalmente llegará hasta su perro-. Serán los prolegómenos para aventurar el lado cruel del relato, dominado progresivamente por un alcance trágico y oscuro en el que la población será apresada en el templo, y poco después los vecinos, de manera individual en principio y posteriormente ligando entre ellos unos eficaces modos de organización –especialmente a partir de lograr la huída de varios de ellos de su encierro en la iglesia- que se mostrará con una desusada violencia.

 

Es precisamente dentro de dicho contexto donde a mi modo de ver se encuentran los elementos más valiosos de esta película, en los que se muestra esa capacidad seca, dura y percutante del cine de Cavalcanti, marcando esta característica en los abundantes momentos en los que se expresa la violencia de dicho enfrentamiento. Una violencia que tendrá su inicio atronador en la lucha de la veterana Mrs.­­­­ Collins (Muriel George), echando pimienta en el rostro del soldado que la vigila y asesinándolo sin piedad con un hacha. A partir de dicha muerte –que poco después llegará a sus propias carnes de la mano de otro de los invasores-, la pequeña población se irá convirtiendo en un auténtico campo de batalla en el que no faltarán la presencia del traidor, y en el que los sencillos ciudadanos dejarán de lado cualquier prejuicio o ética para acometer unas lucha dominada por la crueldad, enmarcada en el hecho de recuperar su libertad. En ese contexto las tensiones, muertes e incluso gestos que se producen en los momentos más tensos de la función, a mi modo de ver obedecen a una elección formal directamente emanada de su director. Es por ello que los diferentes asesinatos mostrados se plasman con un sentido claramente expresionista, siendo insertados generalmente con ausencia de música, logrando con ello combinar contención con una sobriedad expositiva que incide en el horror de dichos crímenes –el asesinato por una puñalada en la espalda que Bramsley propina a un vecino justo en un cementerio, cuando ambos en teoría iban a escapar de la reclusión en la iglesia-, el intercambio de disparos entre uno de los soldados y el niño que corre como mensajero de la invasión, así como el hombre de campo que le protegerá en plena campiña, que finalmente caerá muerto-. En este sentido, los minutos finales destacan como una auténtica eclosión de violencia y horror, en la que podremos contemplar como la veterana Mrs. Fraser (Marie Lohr) salva a los niños que se encuentran en su mansión sufriendo el efecto de una granada que ha llegado hasta la misma, o como Nora Ashton (excelente Valerie Taylor) sacrificará a su esposo al descubrir que se trata del traidor que ha alentado la invasión alemana, matándolo en una secuencia casi paroxística, dominada además por un extrañísimo ralenti.

 

WENT THE DAY WELL? se ofrece -a tenor de lo expuesto- como un título de verdadero relieve, que logra a través de una situación ficticia impresionar al público de la época tal y como un par de décadas después marcaría Peter Watkins con THE WAR GAMES (El señor de la guerra, 1965). La fuerza y atrevimiento narrativo con la que Cavalcanti acomete un título sin duda atractivo pero al mismo tiempo lleno de riesgos, es sin duda el mejor aval de la coherencia y elevado nivel que rige la obra cinematográfica de este documentalista brasileño, que en estos años supo ejercer como observador y analista de la sociedad británica que filmó en aquellos años, bien lo hiciera con adaptaciones de Dickens, episodios de cine de terror, o relatos generalmente dominados por su dureza.

 

Calificación: 3’5

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