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CINEMA DE PERRA GORDA

SO EVIL MY LOVE (1948, Lewis Allen)

SO EVIL MY LOVE (1948, Lewis Allen)

Aunque apenas hasta la fecha haya visto solo seis de la quincena de títulos que formaron su filmografía para la pantalla grande –no hay que olvidar su considerable aportación televisiva-, me atrevería a afirmar que quizá SO EVIL MY LOVE (1948) sea la mejor de todas las películas dirigidas por Lewis Allen.. Y es que aunque nos encontremos en su obra con un título de cierto culto como es THE UNINVITED (Los intrusos, 1944), se puede decir que es en el eternamente ignorado referente que nos ocupa, donde Allen se revela como un auténtico estilista cinematográfico, logrando plasmar la atmósfera más sórdida y opresiva de toda su carrera. Me sorprende que un título de las más que considerables cualidades del que comentamos, prácticamente quede escondido en el anonimato más absoluto. Ejemplos como este, son los que por un lado hablan bien a las claras de la importancia de la individualidad de cada película por encima incluso del marchamo de su director, dinamitando con ello la cada día más confusa teoría de los “autores”. En una vertiente complementaria, nos revelan que entre una producción tan amplia como la generada en el pasado, quedan tantos y tantos films de relieve, escondidos y amontonados hipotéticamente como las esculturas que albergaba Orson Welles en su inmenso sótano durante los instantes finales de CITIZEN KANE (Ciudadano Kane, 1941. Orson Welles). En este sentido, y por abordar ambos una temática más o menos cercana, la sorpresa del visionado del film de Allen me recordó poderosamente la que sentí hace algunos años cuando pude acceder a la igualmente estupenda FOOTSTEPS IN THE FOG (Pasos en la niebla, 1955. Arthur Lubin). Ambos son sendos melodramas criminales victorianos, entroncados en una vertiente muy extendida en las fronteras establecidas entre las cinematografías inglesa y norteamericana. Una corriente que quizá tuviera en la británica GASLIGHT (Luz de gas, 1940. Throld Dickinson) su referencia más clara, que por cierto muy pronto fue trasplantada al cine norteamericano por medio de la versión que George Cukor filmó en 1944 –GASLIGHT (Luz que agoniza), cuya existencia por cierto forzó a prácticamente retirar de la circulación las copias del referente inglés-.

 

Valgan todas estas premisas a la hora de destacar un título magnífico, que por derecho propio debería ocupar un lugar de especial relevancia dentro de dicho subgénero, aunando en sus imágenes la reflexión existencial y la crítica a un contexto social opresivo y asfixiante. Todo ello en su faceta temática y argumental, ya que en realidad el gran bagaje de SO EVIL… se manifiesta en la densidad de su propuesta, la ambivalencia en la descripción de sus personajes, una ambientación extraordinaria sometida a las necesidades del relato, su magnífica progresión dramática y, sobre todo, un rasgo que en pocas ocasiones he visto manifestado de manera tan rotunda en la pantalla. Me refiero a la credibilidad que muestran todas y cada una de las incidencias que se plantean en un relato en donde la vertiente folletinesca tiene tanto peso. Es algo que con mucha mayor facilidad de la previsible, hubiera permitido la presencia de recovecos y elementos inverosímiles o poco desarrollados. Por fortuna, nada de eso sucede en el film de Allen, revelando un inusual rigor a la hora de su planteamiento enriqueciendo finalmente con múltiples detalles un metraje que por momentos llega a resultar apasionante.

 

Basada en un suceso real novelado por Joseph Shearing –una mujer bajo pseudónimo-, la película se iniciará en el viaje que realiza Olivia Harwood (Ann Todd), de regreso de una isla de las Antillas tras haber quedado viuda de un misionero. El desplazamiento en barco se torna dificultoso por la presencia de una epidemia, en cuyo trayecto conocerá al encantador Mark Bellis (Ray Milland). Muy pronto hechizada bajo su influjo, este le permitirá ir dejando de lado sus prejuicios puritanos en beneficio de un disfrute más sincero de la vida, sin ella saber que se trata de un delincuente que al mismo tiempo tiene dotes para la pintura. Poco a poco, Olivia revelará ante Mark la dualidad de su personalidad reprimida, accediendo a los dictados de este y acercándose a una antigua amiga –Susan Courtney (Geraldine Fitzgerald)-, de la que poco a poco se aprovecharán económicamente. Esta es esposa de un influyente miembro de la corte –Henry (Raymond Huntley)-, egoísta y dominante, que mantendrá a su esposa totalmente aislada del mundo exterior, contratando a Olivia como asistente personal suya. Poco a poco esta relación se irá cubriendo de tintes turbios, hasta que el enfrentamiento de mundos, ambiciones y personajes adquiera su vertiente más sórdida y criminal. Será un contexto que finalmente obligará a revelar el lado sensible y humano de la pareja protagonista, pero que finalmente estará marcado y condenado por el fatalismo, al revelar la imposibilidad de vivir con una cierta independencia dentro de un marco social ahogado por las convenciones y la represión.

 

SO EVIL..., combina la mirada crítica con la tensión emocional que trasladan sus imágenes. Cualquier gesto, cualquier mirada o inflexión en sus personajes, está centrada en la demostración de la ambivalencia e incluso el lado oculto de sus psicologías. En ese equilibrio mostrado a la hora de plantear un relato lineal, y el enriquecimiento constante de sus líneas argumentales, reforzadas con una densidad narrativa constante, es donde se expresa el atractivo casi hipnótico que, por momentos, alcanza esta ignorada y magnífica película. Ayudado por la excelente interpretación de todo su cast –en el que cabría remarcar la extraña química que se desprende de su pareja protagonista-, en el acierto de su contrapunto musical –que sabe acompañar y puntear sus instantes y giros más significativos-, en una planificación lógica, que logra en todo momento ofrecerse como el mejor aliado del interés que despierta su intriga, lo cierto es que el film de Allen se plantea como una auténtica piedra angular que liga diversas vertientes familiares en el cine británico –aunque esté amparada bajo la producción de la Paramount-. Es en la presencia de la excelente Martita Hunt o en la propia configuración del relato, donde podemos encontrar ecos de esos melodrama victoriano que tan adecuadamente representaba la producción de la Gainsborough Pictures o ejemplificaban algunos títulos filmados en aquellos años por David Lean –no es casualidad, a este respecto, señalar que un par de años después, Ann Todd protagonizaría un relato de estas características; MADELEINE (1950), firmado por Lean-. Pero al mismo tiempo, el título que nos ocupa por momentos parece anteceder el rasgo de relato psicológico de lucha de clases, que tendría su máximo exponente algunos años después en la obra británica de Joseph Losey –no olvidemos asimismo la realización por parte de Losey de un melodrama de estas características THE GIPSY AND THE GENTLEMAN (1958, Joseph Losey)-. Es por ello, que más allá de sus intrínsecas cualidades, SO EVIL… plantea un curioso y jamás planteado “eslabón perdido” de pertinente efectividad.

 

En la fuerza de sus interiores, la interacción de los elementos externos como refuerzo del dramatismo de sus secuencias, la sordidez con la que plantea una galería humana francamente poco recomendable y, por ello, creíble en su representación en la pantalla, es donde se encuentran los sólidos cimientos de este magnífico drama. Unamos a ello la imprevisibilidad de algunos de sus giros –como el terrible que sirve como conclusión-, la pintura existencial que se extiende a lo largo de todo el relato –el pequeño enfrentamiento inicial de la protagonista con el capitán del barco, que es ateo-, la fuerza que adquieren esos planos interiores dominados por una escenografía recargada y decadente, o la presencia de grandes escaleras que parecen ejercer como metáfora de ese ascenso social a marchas forzadas que buscan los protagonistas del relato… Sin duda alguna, SO EVIL MY LOVE es una película a revalorizar con urgencia, densa y precisa en su mecanismo interno, reveladora de tantas y tantas buenas películas que aún esperan la apreciación de las nuevas generaciones de aficionados, y al mismo tiempo mostraba el ocasional grado de inspiración de un Lewis Allen en el mejor momento de su carrera.

 

Calificación: 3’5

1 comentario

Feaito -

Concuerdo plenamente con tu apreciación de "So Evil My Love", es una película que al igual que "The Lost Moment", merece y debe ser revisitada más de una vez. Simplemente fascinante. Ann Todd es un gran talento que también merece ser redescubierto ("El Séptimo Velo").