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CINEMA DE PERRA GORDA

THE SAN FRANCISCO STORY (1952, Robert Parrish) Historia de San Francisco

THE SAN FRANCISCO STORY (1952, Robert Parrish) Historia de San Francisco

Si algo sorprende de manera muy especial THE SAN FRANCISCO STORY (Historia de San Francisco, 1952), es la marcada personalidad que su realizador, Robert Parrish, logra impregnar a un relato que no suponía más que su tercer largometraje. Cierto es que cuando Parrish decide dar el paso tras la cámara, le avalaba una considerable trayectoria como montador que sin duda le serviría de mucho a la hora de responsabilizarse de películas secas y concisas, permitiéndole evolucionar muy pronto en una filmografía en la que serpenteó con no poco acierto por unos senderos de singularidad, que ya se pueden apreciar en esta atractiva propuesta escorada en los ámbitos de la serie B. Y es que THE SAN FRANCISCO... alberga en sus costuras ligadas en su apariencia al western, la confluencia de vertientes genéricas tan contrapuestas como el cine de aventuras, el folletín o el relato político. Todo ello conformando una extraña muestra de Americana que se interna en la llegada del progreso a la ciudad de San Francisco en la segunda mitad del siglo XIX. Por supuesto, la película en modo alguno pretende inclinarse por la vertiente historicista, optando por el tratamiento de una historia de Richard Summers, convertida en guión cinematográfico de la mano de D.D.Beauchamp, a partir del cual lograron incorporar estas diversas vertientes temáticas, en un argumento que se centra en la lucha que contra el cacique de la ciudad Andrew Cain (el excelente Sidney Blackmer), manifestará el honesto y acaudalado dueño de una mina, que ha acudido a la ciudad para poder divertirse unos días. Se trata de Rick Nelson (Joel McCrea), quien ha llegado hasta aquel virulento San Francisco acompañado por su fiel amigo Shorty (Richard Erdman). Este en un principio declinará la propuesta que le ofrece el sheriff al tiempo que editor del periódico local –Jim Martín (Onslow Stevens)- para aumarse a las fuerza de la ley y combatir el imperio basado en la ilegalidad y el crimen que ha ido edificando Cain. Pese a esta rotunda negativa, pronto se introducirá en la escena la figura de la amante del cuestionado hombre de negocios; Adelaide McCall (Yvonne De Carlo), lo que de forma inconsciente acarreará un progresivo acercamiento de Nelson hacia una mujer que en un primer momento se tornará agresiva e insolente ante nuestro protagonista –incluso le propinará un latigazo en su rostro cuando este intente acercarse más a ella en un paseo en calesa-. Pese a dicho incidente, lo cierto es que muy pronto se detectará entre Rick y Adelaide una sincera atracción, que a primera instancia podría manifestar un interés hacia la llamada que Andrew le manifiesta. En realidad todo se trata de un doble juego por parte de Nelson y Martín, destinado a poder destruir el dominio del poderosísimo cacique, aspecto en el que de forma inesperada colaborará la propia Adelaide, después de enterarse de la muerte –ficticia- de Rick, entregando a Martín una documentación comprometedora que llevaría a su hasta entonces amante a una condena segura.

 

Con ser interesantes todos los recovecos de un relato atractivo, que además tiene la virtud de ajustarse a una duración que no sobrepasa los ochenta minutos, a mi modo de ver lo más valioso de THE SAN FRANCISCO... se centra en los modos cinematográficos que Parrish introduce en numerosos pasajes del relato, logrando con todos ellos ofrecer del mismo una mirada inusual y, sobre todo, revestida de personalidad. Es algo que atisbaremos ya en los primeros instantes del film, con la llegada de Rick y Shorty en caballo a San Francisco, descubriendo un ahorcado a la entrada de la población. Muy poco después, el realizador logrará plasmar con verismo ese contexto turbulento de una población a punto de transformarse como gran ciudad, y al mismo tiempo coaccionada por la lucha existente entre el dominio de Cain y aquellos que desean combatir dicha tensa e injusta situación. Parrish logra de alguna manera acentuar ese clima de dureza, con detalles tan interesantes como ese temblor que Nelson notará en sus manos al sostener un tronco desde la ventana de la oficina del sheriff, destinado a colgar a un condenado. Ese gusto por el detalle tendrá numerosos ejemplos a lo largo del film, en momentos como ese baldeo de agua que el carcelero propina a otro preso que se queja de no haber sido rescatado como uno que había encargado Cain a Blaine para poderse fiar de sus intenciones. Será esa una secuencia dotada de un pulso admirable, y en donde destacará el juego dramático que proporciona la presencia de un coche fúnebre con el que se logrará salvar a Rick y Sorthy de la emboscada que Cain había ideado, ya que había intuído la relación que este mantenía con Adelaide. Son todo ello, ejemplos relevantes de una película que no duda en insertar secuencias del secuestro de Rick en un siniestro barco, planteando con autentica pertinencia los modos presentes en aquellas nuevas formas de concebir la actividad política, en la cual los sobornos, el fraude, la compra de favores políticos e incluso el asesinato, no dejarán de tener una importante presencia en unos nuevos tiempos evolucionados que, contra lo que pudiera parecer a primera vista, puede incluso sean mucho más negativos que esa ley que hasta entonces imperó en el Oeste americano. De esta forma, con voz callada, THE SAN FRANCISCO... revela el especial talento cinematográfico de un Robert Parrish que en algunas de sus secuencias parece remitirnos al cine noir, y que plasmará de manera insólita y con una gran belleza estética el duelo con el finalmente Rick podrá liquidar a ese cacique –probablemente el fragmento más memorable de la función-, librando a la población de su elemento más pernicioso, al tiempo que brindando para él y para la propia Adelaide una segunda oportunidad en el futuro compartido de sus vidas.

 

Así pues, combinando esa auténtica mixtura de géneros y referentes, sabiendo ser ligero y denso a partes iguales, e insertando en todo momento detalles que hablan de los modos de un realizador inventivo, resulta evidente que THE SAN FRANCISCO STORY demostraba ya en aquel tiempo que Robert Parrish era un hombre de cine de vigorosa personalidad. Sería algo que su trayectoria posterior nos iría ratificando.

 

Calificación: 3

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