NO TIME FOR FLOWERS (1952, Don Siegel)
A la hora de evocar la personalidad del director norteamericano Don Siegel, el recuerdo del aficionado siempre se centra en la destreza y personalidad que durante buena parte de su obra demostró en géneros como el policíaco, el western e incluso ocasionalmente la ciencia-ficción. Una personalidad que le facilitó el logro de un ramillete de títulos estupendos, engrosando junto a Robert Aldrich, Richard Brooks, Phil Karlson y otros nombres coetáneos, la denominada “generación de la violencia”. Dicha oportuna catalogación, impide que a la hora de hacer una valoración completa de su obra, se recuerden una serie de títulos que no encajan dentro de dichos parámetros, que incluso probablemente tampoco aporten timbres de gloria a la misma, pero que están ahí y no pueden ni deben ser ocultados, ya que solo con su cómputo la visión de su obra puede ser analizada en todos sus perfiles. Se trata de una parcela en la que se encuentran títulos como su exótico y casi surrealista rodaje en España –SPANISH AFFAIR (Aventura para dos, 1957), protagonizado por Carmen Sevilla-, un vehículo al servicio del inefable Fabián –HOUND-DOG MAN (1959)-, o incluso un título tan extraño como NO TIME FOR FLOWERS (1952), rodado entre dos propuestas tan atractivas como el western DUEL AT SILVER CREEK (1952) y el atractivo film de intriga y sustrato antirracista COUNT THE HOURS (1953). Esta circunstancia revela el hecho de que cualquier profesional de aquellos tiempos, aunque actuara dentro de los márgenes de una determinada serie B que les permitían una cierta libertad en la línea elegida, no les brindara siempre la elección definitiva de los materiales que finalmente llevarían a la cámara.
Y digo esto, en la medida que la película que nos ocupa, en una primera visión se antoja por completo ajena a cualquier imagen prefijada en torno al cineasta. Nos encontramos con una comedia, y una comedia extraña además, desarrollada en la Praga comunista del periodo del rodaje del film. NO TIME FOR FLOWERS (1952) se inicia de manera muy ingeniosa -tras unos títulos de crédito en formato de cartoon-, mostrando un divertido montaje de situaciones que revelan los diferentes regímenes políticos –incluido el nazismo- vividos en el territorio en ese momento sojuzgado por la terrible política de Stalin. Será en ese contexto de ocupación, carestía, estraperlo, simulación de adhesiones, y también fácil y simplista confrontación con las bondades del sistema capitalista norteamericano, donde se desarrollará esta sencilla, quizá un tanto antipática, pero finalmente agradable película, rodada por Siegel y contando con el protagonismo de su esposa, la posteriormente personalísima actriz Viveca Lindfords. Un título que siempre se ha dejado de un lado, al plantearlo como una versión bastarda de la NINOTCHKA (1939) de Ernst Lubitsch. Nada hay de malo en ello, en la medida que el referente de Lubitsch, aún considerándolo una comedia a considerar, bajo mi punto de vista no se encuentra entre sus mejores títulos. Quizá si hubiera que buscar una auténtica referencia más o menos premonitoria –y situando con ello en un lugar de cierta valoración a su propuesta- debiéramos hacerlo al ubicar su propia propuesta como un curioso precedente de la celebrada ONE, TWO, THREE (Uno, dos, tres, 1961) de Billy Wilder. En efecto, una mirada alejada en el tiempo permite apreciar ciertas semejanzas entre ambos títulos –con lógica ventaja para la comedia protagonizada por James Cagney-, atisbando en esta curiosa obra de Siegel una visión sarcástica de esa vida desarrolla en el otro lado del telón de acero, donde todos y cada uno de sus habitantes –incluso aquellos ligados a la burocracia del estalinismo- han de vérselas cada día con pillajes y todo tipo de artimañas para poder sobrevivir. Ese rasgo sardónico proporciona algunos momentos jugosos, centrados especialmente en el doble juego manifestado por sus personajes, y que tendrá curiosamente su expresión más acusada en la pareja protagonista. Por un lado tenemos a Anna Svoboda (Viveca Lindfors), una joven de familia humilde y obrera, férreamente ligada al ideario comunista, que ha sido elegida por las autoridades para encabezar una delegación a Norteamérica –todas las que han enviado hasta entonces han optado por quedarse allí, convertidas ante las supuestas ventajas del modo de vida americano-. Para asegurarse de la fiabilidad de su elección, someterán a Anna de una serie de pruebas, centradas ante todo en la simulación del fervor norteamericano manifestado por uno de sus agentes, supuesto agente comercial deslumbrado por el modo de vida USA. Este es Karl Marek (Paul Hubschmid, el posterior protagonista del hermoso díptico DER TIGER VON ESCHNAPUR / DAR INDISCHE GRABMAL (El tigre de Esnapur / La tumba india, 1959. Fritz Lang), cuya apostura y apariencia de clara ascendencia occidental, poco a poco seducirá a una Anna que dejará de lado poco a poco su frialdad inicial, dando paso a unos sentimientos que también se trasladarán al propio Karl, hasta que el propio punto de partida del ardid se transmute por completo desde sus intenciones iniciales.
No cabe duda que el punto más endeble de NO TIME... se erige en la escasa empatía que desprende su pareja protagonista, a la que no ayuda nada la frialdad de la Lindfords, aún lejos que la personalidad que lograría imprimir a sus futuras características como actriz ni, de manera muy especial, la insipidez de Hubschmid, aún pese al hecho de encontrarse rodeados de una competente galería de personajes secundarios. Pero pese a esta limitación, pese al hecho de que se echa de menos un mayor alcance sarcástico, y a los desequilibrios que alcanza un relato que, por otro lado, apenas sobrepasa los ochenta minutos, hay un elemento que, bajo mi punto de vista, se erige quizá de manera involuntaria como el rasgo de mayor atractivo de la función. Con ello me refiero a la extrañeza que produce el hecho de encontrarnos ante un argumento de comedia, expresado con una plasmación visual e incluso contexto físico que podría ser extraído de cualquier policiaco que, con anterioridad y posterioridad, firmaría Siegel en aquella década. Esa capacidad para mostrar exteriores sombríos y desasosegadores, de expresarlos como un personaje principal de la función, e incluso de hacerlos destacar por encima de la tonta pirueta romántica y la intención de comedia lograda solo parcialmente, ofrecen una curiosa relectura visual que contraría –por fortuna- los cortos límites de una película no especialmente reseñable, pero tampoco tan indigna como en ocasiones se le ha definido, sirviendo además para poder completar el perfil de la filmografía de un cineasta irregular pero en conjunto valioso.
Calificación: 2
2 comentarios
Alfredo Campello -
aleister -