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CINEMA DE PERRA GORDA

NIGHT UNTO NIGHT (1949, Don Siegel) [Alma en tinieblas]

NIGHT UNTO NIGHT (1949, Don Siegel) [Alma en tinieblas]

Es bastante común calificar con desapego no pocas de las propuestas que conformaron el amplio ciclo de producciones de misterio y suspense psicológico que, al amparo de éxitos como el de REBECCA (Rebeca, 1940. Alfred Hitchcock), y alentados por una coyuntura bélica propicia a exponentes de este subgénero, permitió la aparición de una serie de títulos que, por lo general, suelen contar con mi estima. No se si he considerarlo como una debilidad personal –un guiltry pleasure-, que me hace apreciar en líneas generales la mayor parte de ellos –cierto es que algunos pecan de ciertas debilidades-, entre los que se encuentran incluso el poco valorado SECRET BEYOND THE DOOR  (Secreto tras la puerta, 1947) de Fritz Lang. Si una obra procedente de la filmografía de unos de los más grandes cineastas que han existidos sigue sufriendo ese menosprecio ¿Cómo no va suceder lo mismo con NIGHT UNTO NIGHT (1949. Don Siegel), un título primerizo de un director que apenas se enfrentaba ante su segundo largometraje, y encima apenas ha podido ser contemplado por el gran público?

En definitiva, que una vez más me quedo gustoso apreciando casi en solitario un título, al que se le podrán –como en el posterior COUNT THE HOURS (1953)- achacar todos los desequilibrios que se quiera, pero en el que con suma modestia aparecen una serie de cualidades, elevando su resultado y proporcionándole una extraña patina de sensualidad, al tiempo que introduciendo una serie de elementos temáticos poco habituales en el cine americano de su momento. Nos encontramos en el periodo del rodaje del film, en una vivienda situada en la costa de Florida. Hasta allí llega John Galen (Ronald Reagan), un joven científico que padece el progreso de una enfermedad epiléptica, y que desea aislarse de cualquier relación social, prosiguiendo sus trabajos y la evolución de su enfermedad. Para ello, alquilará una vivienda que se encuentra en perfectas condiciones, propiedad de Ann Gracy (Viveca Lindfords, futura esposa de Siegel), una joven viuda que aún señala escuchar voces de su marido difunto –el espectador llegará a percibir dichas voces sin delimitar en ningún momento si proceden de un ámbito sobrenatural o de la mente de Ann-.

A partir de dicho encuentro, varios son elementos que proporcionan un atractivo suplementario al este poco conocido film de Siegel, y lo elevan a mi juicio muy por encima del escaso interés que hasta el momento ha suscitado, incluso por no pocos seguidores del director de DIRTY HARRY (Harry, el sucio, 1971). En primer lugar cabría señalar esa extraña sensación de atemporalidad que envuelve el relato. De un ensoñamiento quizá ya emanado en la novela del especialista Philip Wylie, que nos desenvuelve la anécdota argumental en el tiempo de rodaje del film, pero al mismo tiempo, con la utilización del interior de la mansión, y la propia configuración visual del film –con la utilización de una iluminación basada en el uso de sombras a cargo de Peverell Marley-, unido al apoyo más que puntual de la sintonía musical de Frank Waxman, consiguen casi en todo momento que el conjunto del film desprenda una sensación de extrañeza. Será algo que se sobrepondrá entre la propia relación de sus principales personajes, donde encontraremos un personaje tan atractivo como el de C. L. Shawn (Broderick Crawford), en apariencia un simple padre de familia, pero cuyas inquietudes artísticas y también el hecho de que comparta las creencias sobrenaturales de su amiga Ann –en un momento dado confesará a Galen haber vivido de pequeño una de ellas-, irá acompañado por la secuencia de la exposición. En ella, de nuevo se pondrá de manifiesto esa querencia por lo misterioso, manifestado en unos lienzos que este artista ha expuesto por vez primera como algo personal.

Y es que en realidad, el conjunto de NIGHT UNTO NIGHT, más que centrarse en el devenir de sus principales roles, parece eirigrse en su entraña como una soterrada batalla entre el racionalismo y la espiritualidad. Por ello, resulta sorprendente encontrar en el cine norteamericano de su tiempo un personaje que reconozca abiertamente su agnosticismo –el científico encarnado con opacidad pero eficacia por Reagan-, y por otra parte esas voces que finalmente desparecerán en la percepción de Ann, no tengan en el último momento una decidida prolongación narrativa. Para aquellos que podrían esperar una resolución al respecto, es probable que tengan razones para quedar decepcionados con este pequeño pero contundente film de Siegel. Sin embargo, para todos aquellos que valoramos en cualquier película la presencia constante de una tensión soterrada, encontraremos en su discurrir no pocos motivos de regocijo. Quizá podamos excluir de ello a Lisa (Osa Massen), que nos es presentada con la frivolidad que le caracterizará, acudiendo a casa de Ann con uno de sus acompañantes, el atractivo y arrogante Tony Maddox (Craig Stevens). Sin embargo, aparecerán en la película otros roles de menos importancia exterior, aunque caracterizados por una especial significación. Uno de ellos será el dr. Poole (Art Baker), viejo colega de nuestro protagonista, conocedor de los progresos negativos de su enfermedad, y con quien vivirá –junto al resto de roles del film-, el episodio de la tormenta en el interior de la mansión. Será una reunión en la que junto a la amenaza exterior, en sus dependencias se produzca esa necesaria resolución de los dramas interiores de la pareja que ha protagonizado el relato. Galen ha tomado el progreso de su enfermedad –otro detalle a destacar del film de Siegel, ser uno de los precursores a la hora de mostrar las consecuencias de la epilepsia, proponiendo la expresión exterior de la misma en un momento determinado dentro de la iconografía del cine de terror; la crisis sufrida por John que lo dejará postrado en el suelo-, como la imposibilidad de sobrellevar una vida normal, y en un momento dado caerá en la tentación del suicidio. Será algo que intentará evitar Ann, haciéndole ver la importancia del amor a un racionalista recalcitrante.

En la confluencia de ambos mundos, en la sensualidad que desprenden sus imágenes, en el cierto grado insólito que manifiesta su propia configuración visual –el peso del agua que permite asociaciones en varias de sus secuencias-, NIGHT UNTO NIGHT sugiere al espectador mucho más de lo que en apariencia pudiera parecer, erigiéndose bajo mi punto de vista y pese a sus carencias, en una atractiva y hasta cierto punto original muestra de un subgénero muy en boga en la segunda mitad de la década de los cuarenta, al tiempo que una insólita muestra de madurez de un cineasta aún en paños menores como tal.

Calificación: 3

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