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CINEMA DE PERRA GORDA

THE EVIL OF FRANKENSTEIN (1964, Freddie Francis)

THE EVIL OF FRANKENSTEIN (1964, Freddie Francis)

De todos es conocido el escaso apego que el extraordinario operador de fotografía Freddie Francis, tenía en torno al cine fantástico y de terror. Una circunstancia que no impidió que la práctica totalidad de sus aproximadamente veinticinco largometrajes, se circunscribieran dentro del ámbito del cine de suspense y el terror. En cualquier caso, cuando su cine se desarrolló dentro del ámbito de Hammer Films, mal que bien sus aportaciones fueron más o menos apreciables. Más de lo que se puede señalar cuando las mismas se imbricaron dentro de la producción de Amicus Films –la gran competidora del gran estudio británico del género-, donde en líneas generales, y con excepciones, sus propuestas rebajaron de manera considerable su interés, tal y como sucedió del mismo modo con las aportaciones de otros cineastas como Roy Ward Baker –pienso en la horrible ASYLUM (Refugio macabro, 1972).

Sirva este preámbulo para situar THE EVIL OF FRANKENSTEIN (1964), en la que Francis de entrada encontró el lastre de proponer una continuidad de las andanzas del barón Frankenstein, que habían tenido algunos años atrás dos extraordinarias aportaciones de la mano de Terence Fisher –especialmente la segunda de ella, THE REVENGE OF FRANKENSTEIN (1958), quizá la aportación más memorable y transgresora legada a la pantalla sobre la obra de Mary W. Shelley-. De todos modos, creo que situándonos en el ámbito de aquel 1964, habrá que reconocer que ni de lejos existía el prestigio que hoy día goza el conjunto de la producción del estudio, no existía en aquel entonces en unas producciones que eran catalogadas con simpleza “cine de programa doble”. Es por ello que no creo que la crítica hiciera mención a comparaciones algunas, cuando los referentes de Fisher apenas habían llamado la atención de los especialistas de la época. Sin embargo, la perspectiva que nos proporciona el paso de medio siglo, sí que hace mella en la apreciación de una cinta irregular y con fragmentos atractivos, pero en la que cualquier amante del fantastique percibe con claridad la cierta desgana que Francis aplicó a THE EVIL OF FRANKENSTEIN, en la que contó con un guión quizá demasiado formulario por parte de Anthony Hinds.

Sin embargo, el tercio inicial de la película de Francis funciona con bastante precisión. Ayudado en su conjunto por la aportación de un entregado Peter Cushing, sus primeros instantes devienen magníficos, con una convincente atmósfera de terror, comprobando el robo del cuerpo sin vida de un joven campesino que es sustraído por parte de un ladrón de cadáveres. La manera en la que se describe el austero velatorio del difunto en el interior de una cabaña, y la adopción del punto de vista de una niña, que contemplará como el cuerpo es robado –en apariencia desapareciendo misteriosamente-, proporcionará un fragmento magnífico, que tendrá su continuidad con el encuentro con Frankenstein (Cushing), en todo momento ayudado por su fiel Hans (Sandro Elès). En su laboratorio extraerá el corazón del cadáver profanado, preparándolo para un nuevo experimento, que será abordado con la llegada del sacerdote y otras fuerzas vivas de la población. Estos frustrarán de nuevo sus intenciones, obligando al protagonista a huir con su ayudante hasta la localidad de Karlstaad, en donde diez años atrás abandonó su castillo y laboratorio, para intentar retomar sus investigaciones. La ciudad está celebrando sus fiestas de carnaval, y el barón comprobará como el recinto ha sufrido el saqueo y se encuentra abandonado. Será el momento en que relate a Hans las circunstancias que forzaron su huída del mismo, centradas en su deseo de traer a la vida una criatura de gran deformidad, que en último extremo huirá y será abatida por las autoridades.

Puede decirse que será este, el único fragmento del film de Francis que adquiere un determinado grado de interés. Su atmósfera, la inflexión que le proporciona Cushing a su personaje, la utilización de una adecuada dirección artística, y una correcta planificación, proporcionan al episodio si no más, si al menos la sensación de adentrarnos en el universo propio de la productora. Es más de lo que puede decirse de lo que viene a continuación, delimitado en un contexto de cierta rutina. Un ámbito en el que parece que Francis se encuentre, una vez más, incómodo con la vertiente fantastique del relato, y, por el contrario, aborde una crítica sin agudeza en torno a los excesos formulados por las autoridades de la ciudad –el burgomaestre porta el anillo de Frankenstein, y en su casa se encuentran objetos y mobiliario que le pertenecieron-. Ni siquiera la presencia del personaje del hipnotizador Zoltán (Peter Woodthorpe), alentado por el barón para que logre articular la conciencia de la criatura –que se encuentra en estado catatónico-, adquiere la necesaria malignidad. Sin embargo, dentro de este periplo argumental, preciso es reconocer que se encuentra un detalle magnífico; el inesperado reencuentro de la criatura, congelada durante esos diez años, en una gran superficie helada que se encuentra inmersa en una gruta. Un detalle impagable, que casi puede señalarse como una excepción en un desarrollo ulterior tan correcto como desvaído, en el que se desaprovechan una serie de posibilidades transgresoras, y la propia presencia de la criatura queda como una de las menos atractivas –quizá la que menos- de toda la singladura de la misma en el seno de Hammer Films.

Dentro de la filmografía de Francis como director, pocos años antes ya había proporcionado ciertos títulos más escorados al formato de misterio y suspense psicológico que, a mi modo de ver, se sitúan junto a la posterior DRACULA HAS RISEN FROM THE RAVEN (Drácula vuelve de la tumba, 1968) entre lo más atractivo de su por otro lado discreta filmografía. La película que comentamos, finalizará de forma rutinaria con la explosión del castillo de Frankenstein –que por otra parte aparecerá en escena con siniestra presencia-, en un relato donde lo menos valioso queda expuesto por su carencia de densidad. Ello, y la sensación de asistir, en más ocasiones de lo deseado, a un film de terror al que le avergüenza estar inscrito en el mismo.

Calificación: 2

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