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CINEMA DE PERRA GORDA

PARAONIAC! (1963, Freddie Francis) El alucinante mundo de los Ashby

PARAONIAC! (1963, Freddie Francis) El alucinante mundo de los Ashby

Sin lugar a dudas, los primeros años sesenta fueron un periodo especialmente fértil para el cine de terror psicológico en el seno de la industria británica. El estruendoso éxito logrado por Alfred Hitchcock en PSYCHO (Psicosis, 1960) y la acogida prestada en el Reino Unido a la extraordinaria THE INNOCENTS (¡Suspense!, 1961. Jack Clayton), unido al progresivo reconocimiento del cine de Joseh Losey, creó en dicho país una corriente de producción que fructificó en una francamente interesante colección de exponentes que sobrellevaban una serie de elementos comunes. Desde la adscripción por el blanco y negro, el alcance psicológico de sus propuestas, los lejanos ecos de la sobrevalorada –al menos, esa es la impresión que mantiene mi memoria- LES DIABOLIQUES (Las diabólicas, 1955. Henri-Georges Clouzot), hasta un cierto tono metálico y frío en sus imágenes, pasando por una mayor permisividad temática en contraste con la de décadas precedentes, son elementos que unen propuestas como la admirable NIGHT MUST FALL (1964, Karel Reisz) –quizá la obra mayor de esta tendencia en aquel periodo, absolutamente despreciada durante décadas y desde el momento de su estreno-, o TASTE OF FEAR (El sabor del miedo, 1961) y THE NANNY (A merced del odio, 1965), ambas obra del prometedor y prematuramente desaparecido Seth Holt, son exponentes claros de esta tendencia, a las que de alguna manera cabría unir THE DAMNED (Estos son los condenados, 1962) –excelente incursión de Losey en el contexto de Hammer Films-. El paso de los años quizá no ha permitido sin embargo establecer un análisis lo suficientemente amplio de aquel periodo, en el que por ejemplo si que alcanzan de un notable prestigio los dos títulos antes citados de Holt. No obstante, pese a situarse en una altura similar en sus cualidades –sobre todo del primero de los títulos citados; TASTE OF FEAR-, lo cierto es que el ya entonces consagrado director de fotografía que fue Freddie Francis acometió en 1963 la realización de PARANOIAC! (El alucinante mundo de los Ashby) -en su lamentable denominación española-. Con ella de manera clara se insertaba en ese modelo de producción de cine de terror psicológico, adscrito igualmente a Hammer Films, aunque por completo alejado de la línea revisionista de los mitos del terror que con magisterio desarrolló Terence Fisher. Es probable a este respecto que las escasísimas ocasiones que se ha tenido a lo largo del tiempo de poder revisarla con la suficiente distancia, ha impedido el moderado reconocimiento que la película merece.

 

Es bastante probable que el film de Francis acuse ciertas inconvenientes de grueso calado. Desde el excesivo eco que ofrece sobre la obra maestra de Hitchcock o ciertas debilidades emanadas del guión de Jimmy Sangster, hasta la excesivamente histriónica labor de un joven Oliver Reed, son elementos que pesan y limitan que este modesto pero estimulante film alcance superiores cotas de interés, aunque no le impidan adquirir un cierto encanto. La película se desarrolla en el entorno de la extraña familia Ashby. Herederos de la fortuna de sus padres –muertos años atrás en un accidente de avión-, no dejan de rememorar dicha trágica ausencia y la de su propio hermano, Tony, viviendo en una suntuosa y decadente mansión. Entre sus componentes destaca la presencia de la joven y desequilibrada Eleanor (Janette Scott) y el arrogante Simon (Oliver Reed). Este último es un joven pendenciero dado a la bebida, que pocas semanas después va a asumir la cuantiosa herencia que aún administra Kossett (Maurice Denham). Sin embargo, todas las previsiones quedarán trastocadas ante la inesperada presencia de Tony (Alexander Davion), provocando la alegría de Eleanor y el recelo de Simon y su tía Harriet (Sheila Burrell). En realidad, Tony no es más que impostor alentado por el hijo de Kossett para intentar controlar la herencia, pero la llegada de este joven cuerdo y sensato comenzará a vislumbrar los turbios recovecos que aparecen en el entorno de los Ashby, al tiempo que progresivamente irá mostrando una atracción hacia la delicada Eleanor, atracción que esta en un momento dado rechazará con horror, al pensar que la misma se trata de una relación de alcance incestuoso.. Una vez comprenda la verdadera identidad de este como impostor de la figura de Tony, ambos intentarán abandonar la mansión, no sin antes asistir a una catarsis bastante forzada que llega a rozar el ridículo.

 

Y es que para saborear en su justa medida las virtudes de PARANOIAC!, hay que abandonar en buena medida las irregularidades, trampas y la ausencia de un alcance analítico o incluso crítico que muestra el film de Francis. Es por ello recomendable que intentemos dejar de lado el seguimiento de un argumento bastante simple y, por el contrario, nos dejemos llevar por la virtuosa puesta en escena que Francis logra aplicar, siempre en franca sintonía con el habitual operador de fotografía del estudio -Arthur Grant-, y con una excelente utilización de la pantalla ancha, planificando a través de una cuidada ubicación de actores y objetos dentro del encuadre. Con un alcance casi enfermizo, los largos planos de su desarrollo sugieren un entorno enfermizo y malsano, los travellings exteriores sobre los jardines situados en el exterior de la mansión, inciden igualmente en esa sensación de un colectivo que se encuentra anclado en el tiempo. Y esa misma inclinación se da cita en las abundantes secuencias de interiores, todas ellas especialmente cuidadas en su composición, logrando con ello dotar dichos fragmentos de una mayor espesura.

 

Ciertamente, son todos ellos motivos suficientes para paladear con cierto entusiasmo una película apenas recordada incluso por los más fervorosos amantes del mítico estudio británico, y que a partir de una serie de referentes más o menos reconocibles, confluyeron en la oferta de un film de horror psicológico en el que su plasmación visual se encuentra a una altura muy superior que su escritura cinematográfica. No es poco, por otra parte, y casi me atrevería a señalar que nos encontramos con uno de los títulos más estimables jamás rodados por un hombre justamente prestigiado como uno de los grandes operadores de fotografía que ha ofrecido el cine mundial, aunque su filmografía como realizador se definiera por un grado de valía bastante más menguado.

 

Calificación: 2’5

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