Blogia
CINEMA DE PERRA GORDA

VIRGINIA CITY (1940, Michael Curtiz) Oro, amor y sangre

VIRGINIA CITY (1940, Michael Curtiz) Oro, amor y sangre

Vaya por delante señalar que considero VIRGINIA CITY (Oro, amor y sangre, 1940) una de las aportaciones más valiosas del prolífico y no siempre inspirado Michael Curtiz en el cine del Oeste –curiosamente la elegiría junto al que supone su última película; THE COMANCHEROS (Los comancheros, 1961)-, un género en el que nunca el húngaro dejó una especial estela. Pero es que, en última instancia, VIRGINIA CITY tiene poco de auténtico western, aunque sí sea representativa del contexto en el que se extendía uno de los grandes géneros cinematográficos en aquellos finales de la década de los treinta o inicio de los cuarenta. Es decir, nos situábamos en un ámbito aún embrionario que muy pronto iría adquiriendo una asombrosa madurez, para convertirse junto al cine noir en dos de los géneros más valiosos y depurados que proporcionó el cine USA en las décadas de los cuarenta y cincuenta. Es por ello que aún asumiendo ropajes del cine del Oeste, el film de Curtiz emerge con su bagaje de cualidades –y también con algunas convenciones- como una auténtica epopeya. Todo un tratado sobre la fractura que dividió a EEUU en su guerra civil, planteando en su argumento esa búsqueda de elementos de unión que, tras una cruel contienda, logró unir dos modos de pensar tan enfrentados en la mitad del siglo XIX, suponiendo el despegue definitivo de esos Estados Unidos de Norteamérica que han llegado hasta nuestros días.

 

VIRGINIA CITY se inicia con la presentación de sus principales personajes, encuadrada en la localidad de Richmond, conocido referente sudista. En sus calles se siente la cercanía del fin de su lucha, diezmados por el acoso de las fuerzas de la Unión y la falta de financiación. Como oficial destacado de estos y capitán de la prisión, se encuentra el comandante Vance Irby (Randolph Scott), este conocerá los intentos de fuga emprendidos por el capitán de la Unión –Kerry Bradford (un Errol Flynn en la cima de su encanto y galanura)- junto a unos subditos y amigos suyos. Será un primer contacto entre ambos dominado por el respeto mutuo, que de forma casi inesperada cobrará un notable giro dramático. De un lado Irby tendrá que viajar hasta Virginia City, atendiendo a la llamada de su amada Julia Hayne (correcta Miriam Hopkins), quien le ha proporcionado el señuelo para atraer para el Sur un cargamento en oro de cinco millones de dólares. Por otro lado, Bradford logrará llevar a éxito su fuga, teniendo noticias de la acción de los sudistas para alcanzar esa contundente fuente de financiación, y con la intención de abortarla. Sin embargo, las intenciones no podrán ser tan transparentes, ya que en el traslado de Bradford conocerá a Julia, estableciéndose entre ambos una sincera atracción, a la cual solo separará el hecho –desconocido entonces para ambos- de la filiación de cada uno de ellos a bandos opuestos. A partir de ese momento, la película dirigirá la vertiente afectiva introduciendo un triángulo amoroso entre Vance, Kerry y Julia –uno de los elementos de la película más ligados a la convención-, pero de forma paralela logrará describir mediante su propia progresión y la interacción de sus personajes, ese delicado proceso en el que los luchadores de ambos bandos adquirirán conciencia de la relatividad de sus razones y comportamientos. Será ese, a mi modo de ver, uno de los elementos más atractivos de esta notable película, que sabe combinar la acción con la reflexión, la épica con la emotividad, e incluso el sentido del humor –todo hay que decirlo, no siempre con el mismo grado de acierto-.

 

El film de Curtiz destaca en su impecable sentido del ritmo –una cualidad por otra parte muy ligada a su estudio de pertenencia –la Warner Bros-, la capacidad de mostrar comportamientos nobles y censurables por representantes de ambos bandos y en la seca fisicidad que se manifiesta de manera muy especial en el episodio del traslado de los lingotes de oro –que van camuflados en los bajos de unas diligencias, tal y como años después nos mostraría la memorable VERA CRUZ (Veracruz, 1954. Robert Aldrich)-, por territorios de Texas. Será un traslado en el que echaremos de menos a los indios –uno de los elementos más recurrentes del género que no se encuentran presentes en esta película-, pero sí logrará transmitir al espectador un grado extremo de dureza, que quizá solo tendría una superación en el género en títulos como PURSUED (1947, Raoul Walsh) o YELLOW SKY (Cielo amarillo, 1948) de Wellman. Dentro de ese aire primitivo que impedirá a Curtiz extraer todo el partido posible a esos impresionantes exteriores rocosos o la aridez del desierto de Texas, sí que es cierto que logra mostrarlo de una manera más simple, aunque igualmente efectiva.  Fragmentos como la llegada de la caravana de sudistas al río totalmente seco adquieren un profundo dramatismo, como efectividad alcanza el instante en el que un oficial unionista descubre el oro escondido por las profundas huellas que las caravanas dejan en la tierra. Atractivos resultarán asimismo aquellos instantes en los que la acción se caracteriza por estar desarrollada en interiores, adquiriendo un extraño rasgo opresivo. Serán ejemplos como los que se desarrollan al inicio contemplando el intento de fuga encabezado por Bradford, o todos aquellos instantes que tienen como marco esa herrería que camufla bajo balas de paja los lingotes de oro que se fabrican –y que será el marco de una vibrante secuencia de tiroteo cuando el cargamento se aleja poco antes de llegar hasta allí el personaje encarnado por Flynn-. Del mismo modo, y dentro de ese abanico de situaciones y convenciones que el film atesora, cabe destacar la magnífica secuencia que plasma el asalto del bandido Burell –un personaje demasiado estereotipado con una interpretación de Bogart absolutamente miscasting- a la diligencia en la que viajan Bradford y Julie –lugar donde ambos se conocerán-, o el episodio del asedio multitudinario de la banda del bandolero, en donde se planteará una de las ideas más sugestivas del film –ese enterramiento mediante voladura del cargamento de oro para evitar que caiga en manos del bandido caso de morir todos en la refriega-, aunque servirá para resolver el triángulo amoroso sobre el que se ha sostenido el lado romántico de la película, sirviendo al mismo tiempo este para ejercer de contrapunto a la relatividad del enfrentamiento que, finalmente, quedará diluido ante la realidad del beneficio del esfuerzo común, y ante la presencia final de Lincoln. Junto a todos estos aciertos, el logrado ritmo del film, y pese a lo estereotipado que resulta todo cuanto rodea al personaje de Burrell, nada hay en la película que alcance más emoción que ese largo travelling de retroceso que se iniciará en la tumba del pequeño sudista Cobbie Gill (Dickie Jones), después de ese fundido en negro que evitará mostrarnos su muerte tras la agonía vivida en un accidente en pleno viaje. Es una muestra de la grandeza del mejor cine americano; la de plasmar la emoción más honda con la absoluta sencillez.

 

Calificación: 3

1 comentario

santi -

yo como observador de las pelis de flynn con michael curtiz encuentro que con dive bomber esta se me hizo un pelin aburrida , que era como una montaña rusa iba a veces hacia arriba y otras descendia , me gusto mas el halcon del mar y dogde ciudad sin ley donde verdaderamente curtiz ofrecio un producto mas que digno junto al capitan blood claro esta
no se que decir mas de este film casilo situaria al mismo nivelde cerco de fuego de keighley , ambas son dos correctas pelis y poco mas, eso si flynn esta en su salsa de vaquero pese a no ser muy recordado en esta faceta