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CINEMA DE PERRA GORDA

FOUR DAUGHTERS (1938, Michael Curtiz) [Cuatro hijas]

FOUR DAUGHTERS (1938, Michael Curtiz) [Cuatro hijas]

Una de las corrientes más exitosas dentro del cine norteamericano, fue la plasmación de universos familiares, en donde la letra pequeña de su cotidianeidad, e incluso sus puntuales elementos de crisis, eran dirimidos con una clara apuesta en torno a la vigencia de dicho modelo. Podría decirse que cada estudio planteó ejemplos más o menos avalados por éxitos de público, que ejemplificaría LITTLE WOMEN (Las cuatro hermanitas, 1934), rodada por George Cukor para la RKO, y asumida como remake –de la novela de Louise May Alcott- para la Metro Goldwyn Mayer en 1949, con la cursilona LITTLE WOMEN (Mujercitas. Mervyn LeRoy). También en el seno de la RKO aparece la apreciable I REMEMBER MAMA (Nunca la olvidaré, 1948. George Stevens), pudiendo encontrar decenas de ejemplos a este respecto. En el contexto de la producción más o menos realista de la Warner, y en un ámbito casi destajista por parte de Michael Curtiz, en 1938 aparece FOUR DAUGHTERS, que surgía como otro exponente de dicha corriente, que logró incluso ser uno de los títulos seleccionados por la Academia de Holywood a la mejor película de la temporada.

Nunca estrenada comercialmente en nuestro país, el film de Curtiz puede decirse que alberga lo mejor y lo peor de dicho subgénero pero, por fortuna, mantiene un cierto grado de vigencia, pese a las casi ocho décadas de antigüedad que atesora. La capacidad de inmediatez que ofrece su puesta en escena, apuntes insertos que introducen un cierto grado de realismo a un producto destinado a públicos familiares y,  fundamentalmente, el crescendo dramático que se percibe en el último tercio del metraje, permiten que el espectador vaya apreciando esa amargura asumida por la propia dureza de la existencia, inserta en el microcosmos protagonista. Basada en un relato de la muy adaptada Fannie Hurst –experta en este subgénero, y de cuya pluma surgieron algunos célebres exponentes del género, dirigidos por John M. Stahl, Jean Negulesco o Douglas Sirk-, FOUR DAUGHTERS se inicia de manera plácida, con esa cámara que se acerca al hogar de los Lamp que encabeza el veterano músico Adam Lamp (Claude Rains). Junto a él vive la anciana pero vitalista tía Etta (la siempre magnifica May Robson), y las cuatro jóvenes hijas de Lamp. Ellas son Ann (Priscilla Lane), Kay (Rosemary Lane), Thea (Lola Lane) –las tres hermanas en la vida real-, y Emma (Gale Page). Un entorno revestido de felicidad, encontrándose todas ellas con aficiones musicales que controla su padre, al tiempo que en su vida de juventud se encuentran sin pretenderlo, ligadas a la vivencia de relaciones sentimentales. Emma la mantiene desde el primer momento, aunque sin especial vinculación, con el florista Ernest (Dick Foran), mientras que Thea se ha ligado con el bonachón Ben Crowley (Frank McHught, habitual secundario cómico). Sin embargo, no será hasta la llegada a dicho entorno del joven y apuesto Félix Deitz (Jeffrey Lynn), cuando se inicie un cierto grado de conflicto en dicho ámbito familiar, puesto que muy pronto revelará un atractivo aceptado hacia Ann, pero implícito por parte de Emma –mientras este solo la tiene como una gran amiga-. La incorporación en el argumento del arrogante y descreído Mickey Borden (John Garfield), amigo y ayudante musical de Félix, cerrará la complejidad de las relaciones en juego, ya que pronto se enamorará de Ann –entre ambos se establecerá una gran complicidad-, pero esta se encuentra ligada a un Félix con el que se ha dispuesto incluso una boda, que finalmente se abortará de manera dramática, casándose con Michael. El paso de unos meses, revelará al mismo tiempo la paradójica fugacidad y la permanencia de los sentimientos, y el hecho de que la vida se ha de degustar día tras día.

FOUR DAUGHTERS aparece en sus primeros pasajes como una propuesta dominada por cierta blandura. Le cuesta situarse en un contexto dramático y, a mi modo de ver, aparece hasta cierto punto periclitada, en ese servilismo descriptivo hacia un contexto en el que parece imperar la felicidad. Esa preponderancia, e incluso cierta anuencia con la cursilería –aunque, justo es reconocerlo, de manera más mitigada que algunos referentes en este subgénero-, se irá rodeando de cierta complejidad con la presencia de Félix, un muchacho arrollador –impagable el detalle de su aparición alzándose sobre la puerta de entrada al jardín de la vivienda de los Lamp-. Secuencias como la de la merienda campestre, irá permitiendo atisbar esa complejidad emocional, a partir de la secreta veneración que Emma siente por un Félix que ignora, en su irrefrenable vitalismo y carisma –ejemplificado en la descripción de la primera cena junto a él por parte de los componentes de la familia-, el efecto que provocará a un elemento femenino, que siempre quedará atraído con él. Así pues, la escasísima entidad de los personajes de Ernest y Ben, equilibrará la fuerza de los roles masculinos, enriquecido con la presencia de un jovencísimo John Garfield, quien desde su introducción en el relato, aporta sus modernos modos interpretativos, y un ritmo que enriquece el conflicto vivido, que a partir de ese momento adoptará unos extraños tintes existenciales, ligados a la sensación personal de vivir un destino adverso. Será algo que parezca diluirse en su acercamiento hacia Ann, que en poco tiempo le permitirá incluso atisbar lados estimulantes en una personalidad fatalista. De tal forma, poco a poco el film de Curtiz irá insertándose en los recovecos del drama, acertando el director con su gusto por la movilidad de la cámara, o la querencia por el detalle. En ese aspecto, resultará ejemplar la manera con la que Ann apreciará la atracción de su hermana Emma por Félix, tras la advertencia resentida de Mickey. La metáfora de la caída accidental de la figura de la novia de la tarta nupcial, culminará un episodio que romperá por completo la afabilidad que hasta ese momento había caracterizado la película.

Pasarán apenas cuatro meses, y las heridas existentes empezarán a cicatrizarse. El matrimonio Borden sobrellevará una convivencia dominada por las incertidumbres y las estrecheces económicas –quizá la única alusión social del relato-. Pero es la Navidad, y han de regresar al hogar familiar. Será el momento de enfrentarse con los recuerdos y resentimientos del pasado –sobre todo, el retorno al mismo de Félix-. Será al mismo tiempo la constatación por parte de Michael de su destino aciago -¡En cuantas ocasiones tuvo que desaparecer Garfield en sus primeros roles secundarios, para poder brindar una conclusión convencional a las ficciones en las que intervenía!-. Será la oportunidad para la reaparición del antiguo amante de Ann, una vez pase el tiempo, y se restituya la normalidad entre las hermanas –Emma vería la solidez de su relación con Ernest tiempo atrás-, en una brillante alusión sonora, con el sonido de esa puerta exterior, movida de manera repentina mientras las hijas ensayan, y que para Ann será la señal de la inesperada presencia de Félix. Incluso esa vieja cotilla que tiempo atrás no se recataba en inspeccionar los escarceos de la pareja, vivirá con placer ese balanceo por dicha puerta, cerrando de manera inesperada, un melodrama familiar que si bien se inicia con demasiada azúcar, acierta en su progresión dramática, hasta erigirse como una muestra relativamente perdurable del mismo.

Calificación: 2’5

1 comentario

Jorge Trejo Rayón -

se hizo otra versión de este argumento con frank sinatra y doris day: Young at Heart. no recuerdo quién la dirigió ni quiénes fueron los otros intérpretes...