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CINEMA DE PERRA GORDA

RETURN FROM THE ASHES (1965, John Lee Thompson) Una llamada a las doce

RETURN FROM THE ASHES (1965, John Lee Thompson) Una llamada a las doce

Una de las corrientes más saludables que proporcionó el cine de la primera mitad de los sesenta, fue la proliferación de exponentes de suspense psicológico. La herencia de ejemplos ya probados en tiempos precedentes, combinada por la incidencia por las nuevas corrientes emanadas en el cine europeo, es la que facilita la presencia de títulos ya clásicos, firmados por nombres como Joseph Losey o Roman Polanski, entre muchos otros. Lo cierto es que ante todo, la impronta del cine británico es la que proyecta la misma –con aportaciones tan valiosas y aún tan infravaloradas como la extraordinaria NIGHT MUST FALL (1964) de Karel Reisz-, aunque en el cine francés aparecieran valiosas aportaciones como la de René Clément –el reconocido PLEIN SOLEIL (A pleno sol, 1960), y el lamentablemente ignorado LES FÉLINS (Los felinos, 1964). Un cine en el que se sumaron influencias de aspectos como la obra de Bergman o Antonioni, ejerciendo como una especie de extraña simbiosis, reflejando la paranoia de aquellos tiempos, con exponentes tan reivindicables como THE THIRD SECRET (El tercer secreto, 1964. Charles Crichton)

Buena parte de dichas premisas, casi se palpan en RETURN FROM THE ASHES (Una llamada a las doce, 1965), con la que el británico John Lee Thompson recuperaba parcialmente las cualidades para la introspección psicológica que había caracterizado su cine, antes de adentrarse en el terreno de las superproducciones, y pocos años antes de iniciar una tremenda espiral de decadencia, que durante décadas ocultó esa parte de su filmografía llena de interés. Es más, Thompson prolongaría e incluso elevaría ese atractivo con EYE OF THE DEVIL (1966), notable revisión de temática satanista, cuyos evidentes conflictos de rodaje y producción, no mermaron una de las propuestas menos reconocidas del cine de terror de su tiempo. En esta ocasión, Thompson asume –también como productor- una propuesta de la Mirisch Corporation, aunando un reparto internacional, en el que desde el primer momento destaca la poderosa impronta visual del gran operador de fotografía Christopher Challis, agrandada por la elección de un húmedo blanco y negro, y el formato panorámico. La aportación de la banda sonora del británico John Dankworth, es otro aspecto que nos inserta en referentes loseyanos, en una película que bebe de forma poderosa en el “Losey Style”, a la hora de narrar en imágenes la adaptación realizada por el muy veterano Julius Epstein, a partir de la novela de Hubert Monteilhet. Una base dramática en la que intuyo, se dejó por el camino buena parte de lo que podría tener de reflexión, en torno al desarrollo de un conflicto en las postrimerías del nazismo, o la personalidad de sus principales roles –en especial la predilección de su principal protagonista masculino, por el lado nihilista de la literatura de Dostowiesky-.

RETURN FROM THE ASHES se inicia de manera admirable, con una secuencia pregenérico que podría calificarse como la más perdurable de su conjunto, sirviendo para describir con rotundidad el tremendo estado anímico de Misha Wolf (estupenda Ingrid Thulin). Se trata de una doctora judía que fue apresada en 1940, tras la ocupación nazi de Paris, y que su entorno había dado por muerta en los campos de concentración. Vuelve acabada, hundida, y pronto comprobará como su esposo mantiene relación con una joven. Un encuentro nocturno con el dr. Charles Bovard (magnífico Herbert Lom, el mejor del reparto), permitirá al espectador descubrir parte del sentir que anida en la retornada. Bovard fue un eterno pretendiente de Misha, aunque un breve flashback, nos permita descubrir el encuentro de esta con Staníslaus Pilgrin (Maximillian Schell) un joven arrogante, descreído y embaucador, que seducirá a la doctora a partir de un inesperado contacto para jugar al ajedrez. El encuentro provocará que una vez llegada la ocupación alemana, Pilgrin proponga a Misha la boda, casándose aunque por parte de él no anide el amor. El retorno a la actualidad del relato, nos permitirá comprobar que la joven con la que el esposo se relaciona no es otra que Fabienne (Samantha Eggar, recién salida de THE COLLECTOR (El coleccionista, 1965. William Wyler)), la hijastra de Misha, a la que en realidad nunca prestó especial atención. Precisamente entre esta inesperada pareja se planteará la posibilidad de obtener su herencia –no olvidemos que todos la han dado por muerta-, observando por casualidad Fabienne a la retornada médica, y confundiéndola con otra persona ¡con gran parecido con la desaparecida! El discurrir del relato permitirá descubrir la realidad de esta, y el establecimiento de un presuntamente mórbido triangulo entre Pilgrin y las dos mujeres, hasta enfrentarse con una situación ideada por Fabienne y aprovechada por el astuto Pilgrin, que finalmente revelará a Misha la realidad de sus relaciones.

Lo que uno lamenta en el film de Thompson, es el hecho fácilmente constatable, de haber desaprovechado las múltiples sugerencias que emanan de su relato –el relato del entorno de posguerra, la relación establecida a tres bandas, el peso de la vivencia de la protagonista, el aspecto canallesco de la ascendencia de Pilgrim sobre las mujeres-, para dirimirse todo ello en una intriga que, justo es reconocerlo, funciona a primera instancia, pero en muy pocas ocasiones llega a trascender o a prender más allá de su propia especificidad como juguete de intriga psicológica. Dentro de un juego al gato y al ratón, lo cierto es la película bebe de manera poderosa el referente de Losey –la secuencia de la inesperada llegada de Misha a su mansión en Paris, descubriendo a Pilgrim y su hijastra en su dormitorio superior, parece calcada de un célebre pasaje de THE SERVANT (El sirviente, 1963. Joseph Losey), e incluso la performance de Schell y su propia dicción, estoy seguro tuvieron como referente los modos de Dirk Bogarde-. Hay instantes en donde aparece ese lado inquietante de la obsesión de los dos vértices femeninos por el nada recomendable Pilgrim.

Un adecuado uso de las secuencias de interior, en donde la movilidad de la cámara y los claroscuros en torno a los rostros y acciones de su trío protagonista deviene pertinente en casi todo momento –atención a la secuencia en el cuarto de baño, entre Pilgrim y Fabienne, dominada por la insinuación y la demostración de la villanía del primero-, se ve lastrado por la molesta ocurrencia de Thompson en alguna ocasión al inclinarse por instantes enfáticos –el breve fragmento en la taberna protagonizado por Pilgrim-, o el convencionalismo que preside su conclusión, empeñados en explicar casi al detalle los recovecos finales de la intriga, rechazando cualquier anuencia con la sugerencia y la ambigüedad. Con todo, un relato muy propio de su tiempo, revelador del nada menguado talento que aún albergaba su realizador, y que mantiene un estimable grado de interés.

Calificación: 2’5

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