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CINEMA DE PERRA GORDA

SOLDIER OF FORTUNE (1955, Edward Dmytryk) Cita en Hong-Kong

SOLDIER OF FORTUNE (1955, Edward Dmytryk) Cita en Hong-Kong

Puede que no sea precisamente SOLDIER OF FORTUNE (Cita en Hong-Kong, 1955), el título más adecuado para analizar el talento demostrado por Edward Dmytryk en su amplia filmografía. Pero con ser un título apreciable, lo cierto es que para valorar en él su moderado grado de interés, hay que centrarse en la propia ubicación de su enunciado, dentro de ese ciclo de producciones diseñadas en la 20th Century Fox de aquellos años, en los que además varias de sus películas más reputadas se desarrollaban en exóticos lugares de fondo. Por lo general, nos encontramos ante títulos de menguadísimo cuando no inexistente interés, por lo que la ligereza –y también la fluidez- que manifiesta esta mezcla de título romántico y propuesta de aventuras, aún no siendo muy satisfactoria ni aportar nada nuevo, revela  de alguna manera la destreza de un cineasta que acababa de salir del rodaje en Inglaterra de una magnífica –y, una vez más, menospreciada- adaptación de Graham Greene, con THE END OF THE AFFAIR (Vivir un gran amor, 1955). Solo el mero hecho del contraste entre la gravedad y la hondura manifestada por esta injustamente olvidada película, y la luminosidad que ofrece el film que nos ocupa, servirá cuanto menos para apreciar la versatilidad de un cineasta que quizá no en todas sus películas pudo expresar su tema vector de la búsqueda del perdón –aunque aquí también se manifiesta de una manera muy sutil que posteriormente comentaremos-, en cualquier caso era siempre una apuesta de segura profesionalidad.

 

Jane Hoyt (Susan Hayward) es una mujer americana que ha acudido a Hong-Kong en la búsqueda de su esposo Hank (Gene Barry), periodista norteamericano que ha sido hecho preso por los militares chinos, y que incluso podría haber muerto. Desde el momento de su llegada, la protagonista conocerá la galería humana en la que convivirá, dentro de una colonia británica en la que se percibe en todo momento la circunstancia de suponer un eje de fronteras. Poco a poco, y contando con la escasa ayuda practica que le brindará –pese a sus buenas intenciones- el inspector Merryweather (Michael Rennie), nuestra protagonista pronto advertirá que para poder acercarse o tener noticias de su marido, tendrá que acercarse hacia la figura de Hank Lee (Clark Gable), un hombre al que no conoce pero del que percibirá una influencia –y aprecio- muy fuerte en la colonia británica, aunque ello no le evite haber vivido situaciones que bordean e incluso flanquean la legalidad. La decidida Jane no dudará en propiciar un encuentro en la lujosa mansión de Lee, donde este manifestará de manera original su añoranza por el Chicago de su pasado -¡poniendo un disco con sonido de la vida diaria de la ciudad!-. El encuentro entre ambos dejará entrever una atracción que en Jane hará valer su condición de casada, mostrándose reticente a los galanteos de este. Sin embargo, y pese a tan poco prometedor acercamiento, la esposa dará su brazo a torcer y pedirá su ayuda, quien no dudará en poner bien claras las cartas de su atractivo hacia ella, exteriorizando noblemente su deseo de cortejarla, aunque para ello colabore activamente en el rescate de su esposo –que, efectivamente, se encuentra preso-.

 

No se puede decir que nos encontremos ante un argumento original en modo alguno, ni siquiera que se observe en su plasmación fílmica cualquier signo de apasionamiento o especial dramatismo. Creo que Dmytryk vislumbró enseguida que se encontraba ante una historia de la que no podían extraer demasiadas posibilidades, y la enfocó en un contexto ligero y hasta elegante. Y esa es, a mi modo de ver, la principal cualidad que emerge de su visionado; su volatilidad. La exquisita fotografía en color del especialista Leo Tover, y el magnífico tema inicial del maestro Hugo Friedhofer, nos introduce en el clásico relato turístico, que muy pronto se centra en el enfrentamiento y la relación marcada por sus dos protagonistas, ambos magníficamente encarnados por la Hayward y un Gable revestido de carisma. En ese juego se centra el devenir de un relato que, justo es reconocerlo, nunca apasiona –y tiene ocasiones sobradas para incidir por dicha vía-, pero también es cierto que la ligereza que Dmytryk imprime a la película a la larga le beneficia, e impide que en ella se inserte el fantasma de la pesadez o la pretenciosidad, un elemento bastante habitual en ese contexto de producción. Así pues y tal y como queda expuesto en la pantalla, SOLDIER OF FORTUNE se expresa como un melodrama ligero y elegante, que se saborea con tanta facilidad como falta de pasión. Todo en ella resulta tan correcto y elegante, como superficial y poco remarcable. Sus estrellas son fotografiadas con eficacia y se muestran tan competentes como cabría esperar de ellos –especialmente destacable me resulta el carisma en su veterania demostrado por Gable-, en un relato que bajo mi punto de vista opta deliberadamente por esa elegante superficialidad, remontando el vuelo y cobrando una cierta distancia emocional en la secuencia del reencuentro entre los dos protagonistas en la mansión de Lee. A partir de ese momento, una tormenta repentina ejercerá como inesperado motivo de suspicacia por parte de una Jane, que en ese instante intuirá aquello que hasta entonces deseaba permanecer velado para ella. Bastante después, en una secuencia que se planteará de nuevo ante ella su atracción hacia Hank; una brisa sobre su rostro recordará aquel encuentro y, con ello, pondrá ante su propia conciencia la dualidad de sus sentimientos, centrados en el hecho de retornar con su esposo o confiar en la intuición que le brinda el carisma aventurero de Hank. En ese sentido, la película se resuelve con la misma ausencia de dramatismo que ha puesto en evidencia durante todo su desarrollo. Algo que sin duda pondrán en el debe de su conjunto los detractores del film, pero que uno, contraponiendo moderadamente dicha opinión, precisamente incluye en su haber; el de haber logrado un relato ligero y agradable, de una historia que, se quiera o no se quiera, aportaba un margen de posibilidades bastante menguado.

 

Calificación: 2’5

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