THE CARPETBAGGERS (1964, Edward Dmytryk) Los insaciables
He aquí como el paso de los años, al igual que a ciertas películas las hace envejecer y a otras ganar en cualidades, también permite establecer comparaciones ante títulos que en su momento no se ofrecieron con tal intención. Esa ha sido la primera impresión que me ha venido a la mente en el momento de revisar, después de muchísimos años, THE CARPETBAGGERS (Los insaciables, 1964). La verdad es que cuando pude contemplar hace más de dos décadas la película, en su momento me pareció soporífera y casi inaguantable. Sin embargo, hoy día ha pesado mi cada vez más creciente estima al conjunto de la filmografía de Edward Dmytryk, para acercarme con cierta curiosidad a uno de los títulos que forjaron el periodo final de su obra. Cierto es, y este nuevo visionado me lo ha confirmado, que no se trata ni de lejos uno de sus títulos más destacables. Con posterioridad firmó otros de superior entidad –igualmente olvidados- como ALVAREZ KELLY (1966) o ANZIO (La batalla de Anzio, 1968)-. Del mismo modo, cabe señalar que nos encontramos ante todo con un título de productor, en el que Joseph H. Levine apostó sin recato por una historia llena de ingredientes pretendidamente fuertes –sexo, infidelidades, situaciones de raíz folletinesca, lujos y dinero que envilecen, grandes momentos-, en una línea que prolongó en películas como las posteriores WHERE LOVE HAS GONE (Adonde fue el amor, 1964) –igualmente dirigida por Dmytryk- o HARLOW (Harlow, la rubia platino, 1965. Gordon Douglas) –también con Carroll Baker-. Se trataba en todos estos casos, de referentes dominados por planteamientos de base revestidos de los tópicos mil y una veces contemplados en la pantalla, pero con un rasgo mayor de sensacionalismo, en los que por otro lado no faltaban las referencias a adversos elementos, asimismo sensacionalistas, sobre el mundo del cine.
La evidencia de esta querencia por referentes altisonantes, no lleva en mi opinión aparejado un desprecio de sus resultados. En este sentido, aún no habiendo podido contemplar hasta la fecha el segundo de los títulos citados, HARLOW la recuerdo como una convincente película, y el título que nos ocupa me ha parecido que –pese a sus evidentes debilidades- ha sabido resistir el paso del tiempo con bastante buena salud. Al menos, y es una valoración muy particular, si bien ello no le permite ser merecedor de una estima demasiado grande, creo que nos encontramos con un producto que tiene una gran virtud; sabe trascender sus esquematismos y debilidades de base, logrando ofrecerse como una propuesta sumamente entretenida pese a dos horas y media de duración. Confieso en este sentido, haber disfrutado relativamente con la andadura personal de este Jonas Cord (encarnado con enorme aplomo por un Georpe Peppard cada día más experto en encarnar héroes con un lado oscuro, antes de que el rápido declive de su trayectoria arruinara una carrera muy interesante), en cuyo retrato vital se encierra un equivalente más que acusado de la figura del multimillonario Howard Hughes. Es por ello que al inicio de estas líneas aludía de manera indirecta a la comparación que esta película me provocaba con el cercano film de Scorsese THE AVIATOR (El aviador, 2004); una comparación en la que desde ya confieso inclinarme sin duda por la película de Dmytryk. Dentro del desarrollo de THE CARPETBAGGERS, podemos asistir a un notable capítulo en la evolución de la vida americana de las primeras décadas del siglo XX. Y ello nos será mostrado a través de la andadura vital de este joven arrogante y emprendedor, astuto en los negocios desde el momento en que hereda la empresa de su padre, pocos momentos después de que este fallezca. Un hombre que desde el primer momento demostrará que era algo más que alguien ocioso destinado a complacer ocasionales conquistas femeninas, estableciendo todo un poderoso imperio con un instintivo olfato para los negocios, sin dudar insertar en ellos la demostración de un materialismo, eso sí, jamás envuelto en hipocresía alguna. Todo el recorrido vital de Cord –ligado de forma estrecha a la biografía del multimillonario Hughes- cierto que está envuelto en el sensacionalismo, en los denominados “momentos fuertes” –especialmente en los dos instantes en los que la mujer de este, lo contempla acompañado por despampanantes rubias-, y en la moralina que desprende un material en apariencia escabroso. No voy a negar esas debilidades. Pero también es cierto que THE CARPETBAGGERS logra en todo momento mantener un interés estrictamente cinematográfico, en base precisamente a la experta mano del ya veterano Dmytryk, quien sabe plantear la fragmentación de la película en una serie de pequeños bloques, dosificando el uso de la pantalla ancha y demostrando –por si a alguien le quedaba duda-, que en el siempre denostado realizador se dio cita en casi todo momento un inspirado adaptador de referentes literarios. Cierto es que en esta ocasión todas las referencias hablan de la nulidad que supone la obra de Harold Robbins que le sirve de base, pero ello no me impide reconocer las capacidades del realizador para articular el desarrollo de este melodrama, intentando en buena medida dejar de lado su alcance escabroso –que no siempre consigue-, y apostando en esencia por una narrativa dividida en pequeños capítulos unidos por la frecuente presencia de elipsis. Una serie de parámetros estos, que en un momento dado nos introducirán al contexto cinematográfico de finales del cine mudo, en el que nuestro protagonista probará fortuna, y quedará en buena medida hechizado ante sus posibilidades. Lo cierto es que todo este capítulo se erige como uno de los más interesantes del film, y en él es donde se puede destacar esa huída deliberada por plantear secuencias más o menos ampulosas –la manera como se expresa el éxito de la película protagonizada por la Baker, apenas entrevista tras la puerta entre las masas estallando en gritos histéricos-.
En definitiva, THE CARPETBAGGERS ha envejecido de manera notable en los elementos que en su momento se potenciaron para provocar un éxito de taquilla. Sin embargo, se mantiene en buen estado como exponente de cine – espectáculo. También en su retrato de un hombre hecho a sí mismo, y que en el fondo durante toda su vida ha vivido atormentado por un hecho de su infancia, que ha mantenido oculto ante todos, y que podría ver comprometida su previsible intención de lograr una descendencia. En cualquier caso, lo cierto es que su fuerza, la adecuada formulación narrativa, la aportación de Joseph MacDonald como operador en su cromatismo fotográfico, la renovadora partitura aportada por Elmer Bernstein, y el ocasional interés de algunas de sus propuestas argumentales, es lo que permite que el balance de la función sea al menos interesante, Y es que pocos títulos de estas características, podemos decir que permiten al espectador vivir un espectáculo, en el que cualquier exceso quede compensado por el ritmo y la fuerza que ofrece su conjunto. Este es uno de ellos.
Calificación: 2’5
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Manuel Lamarca -