TILL THE END OF TIME (1946, Edward Dmytryk) Hasta el fín del tiempo
Aunque resulta un poco atrevido realizar esta afirmación cuando no he llegado a contemplar todos sus títulos, puede que TILL THE END OF TIME (Hasta el fin del tiempo, 1946) sea la mejor de las películas firmadas por Edward Dmytrik en la década de los cuarenta, antes de su episodio de exilio voluntario tras formar parte de los “10 de Hollywood” en la “caza de brujas”, ejerciendo posteriormente como delator en una polémica intervención que tuvo más de debilidad que de auténtica significación. No vamos a volver a entrar de nuevo en esta desgraciada circunstancia, pese a que la misma parezca ejercer como elemento determinante en cuanto a la calidad esgrimida en la obra del director. En mi apreciación personal, creo que Dmytryk firmó títulos muy atractivos durante la década en que se inserta el título que comentamos… y también lo hizo en los dos decenios precedentes, si bien es cierto que partir de este traumático episodio, su cine se tiñó de un tinte amargo que indudablemente reflejaba la relatividad de la traición y la búsqueda del perdón a través del arrepentimiento. Sin embargo, en esta ocasión el director se encontraba en un periodo donde el cine de Hollywood pudo expresar mediante sus películas, esa angustia y desasosiego que mostraban aquellos soldados que regresaban tras el triunfo aliado, protagonizando una mirada teñida de escepticismo en algunos casos y de profunda depresión en otros –sobre todo manifestada en aquellos que regresaron con minusvalías físicas o psíquicas-. Es el ejemplo que prácticamente definió de forma canónica el memorable THE BESTS YEARS OF OUR LIVES (Los mejores años de nuestra vida, 1946. William Wyler), y tuvo referentes brillantes con PRIDE OF THE MARINES (1945, Delmer Daves) o, posteriormente, y dentro de una vertiente complementaria –y el entorno de la guerra de Corea-, JAPANESE WAR BRIDE (1952. King Vidor). Dentro de este contexto, no solo hay que consignar que TILL THE END… alcanza una personalidad propia, sino que en sí mismo resulta un producto magnífico.
Basado en una novela del habitual escritor de westerns Nivel Busch, la película se inicia con el retorno de los soldados de la guerra. Entre ellos la cámara de Dmytryk se centra en la amistad que manifiestan el joven Cliff Harper (Guy Madison) y William Tabeshaw (Robert Mitchum). El primero de ellos regresará con integridad y un aparente optimismo a su casa en California, mientras que Tabeshaw volverá a la vida civil cargado de escepticismo y con una placa de metal alojada en el cerebro, fruto de una herida de guerra. Harper pronto se acomodará en el hogar que dejó tres años y medio atrás pero, aunque en apariencia todo se presta a una rápida integración, hay algo que falla para que en realidad esta no se produzca. Bajo la aparente amabilidad no hay comunicación con sus padres, no se dispone a recuperar sus estudios y tampoco encuentra la fuerza necesaria para emprender un desarrollo laboral, y una joven de cercana edad a la suya que es además vecina y que muestra su atracción por él, parece como si fuera su hija ¿Ha logrado una madurez forzosa en su estancia en la guerra? Es bastante probable que así sea. Una de las grandes virtudes del film de Dmytryk reside en saber visualizar en la pantalla ese estado de desasosiego que tiene su epicentro en su personaje protagonista, pero que de una forma u otra se hace extensiva a una sociedad civil que, aunque quiera hacer oídos sordos a esta traumática circunstancia, en realidad ha favorecido que ciudadanos suyos acudieran a la contienda, pero muy poco tiempo después han convertido a estos valientes soldados en seres incómodos y recuerdos permanentes de una circunstancia bélica ante la que pretenden dar la espalda. Toda esa compleja circunstancia es mostrada por Dmytryk con una sutileza sorprendente, en la medida de estar ubicados dentro de un periodo de su filmografía caracterizado por sus rasgos expresionistas, la influencia que en aquel entonces ofrecía su cercanía con el cine noir, y que incluso se extendió en el posterior –y más reconocido CROSSFIRE (Encrucijada de odios, 1947)-. Por el contrario, en esta ocasión nos encontramos con un relato en voz baja, en el que adquieren gran importancia elementos como la mirada de sus personajes –son significativas a este respecto las reacciones que manifiestan los padres de Cliff, especialmente su madre, que en modo alguno desea que este le relate sus vivencias bélicas-, los tiempos muertos y, también en este caso, la manera con la que se filman los exteriores urbanos, que se erigen como fríos referentes, tal y como pocos años después utilizaría Dmytryk como referente fundamental en la crónica criminal THE SNIPER (1952). Esa sensación de aparente cotidianeidad y, en el fondo, desasosiego emocional y vital, está espléndidamente recreada por la mirada del realizador, y situando como asidero en la odisea de retorno del joven protagonista, su encuentro con una joven viuda de un oficial de guerra –Pat (Dorothy McGuire)-, quien desde el primer momento compartirá esa misma sensación con alguien en quien intuirá la vivencia de una forzada madurez tras el retorno de la contienda. La relación entre ambos jóvenes se caracterizará tanto por la intensidad en la química que ofrecen sus intérpretes, como por el equilibrio logrado en la repercusión de esta singular relación y el desarrollo melodramático de la misma, a la hora de integrar ese revulsivo en el contexto del relato. Y esta misma vinculación, permitirá secuencias extraordinariamente bien planteadas en el campo de la definición de personajes y situaciones, como aquella en la que se encuentran Cliff, William y la joven vecina encaramelada con el primero en un café, mientras este escucha la canción que le permitió conocer y hacer familiar a Pat en su vida. Pronto la contemplará con otro militar, estableciéndose una situación magníficamente conducida por Dmytryk por medio de una planificación que valora en todo momento la labor de los intérpretes y su ubicación en un primer o segundo término.
Pero junto a ello, TILL THE… logra en todo momento incorporar lo íntimo y la crónica de costumbres. Sabe mostrar prácticamente con un único plano la desconexión de Cliff con sus padres –le tapan el pie cuando lo creen dormido en su habitación, pero él vuelve a destapárselo cuando ellos se marchan en señal de rebeldía, aunque no puede reprimir estallar en sollozos-, e incorporar la inadaptación del retorno al trabajo –que nos permitirá contemplar por unos instantes al futuro realizador Blake Edwards ejerciendo como encargado de una factoría-, así como ofrecer una pincelada sobre la labor de esas legiones de excombatientes de tintes ultraderechistas –que sin duda fue lo que motivó el recelo del comité de McCarthy-, en una de las secuencias menos interesantes del conjunto, pero que sin embargo revela la lejanía en las intenciones de esta película con otros títulos de Dmytryk más definidos en su carácter discursivo, o quizá menos cuidados en su entramado dramático, lo que hacía aflorar en mayor medida sus deficiencias.
Afortunadamente, esta circunstancia casi no se detecta en este film sensible y contenido, doloroso pero valiente, en el que cabría destacar la modernidad que muestra su narrativa, y en donde no se pude dejar de apreciar la espléndida labor de Dorothy McGuire y también de un joven Guy Madison que prácticamente quedó en el disparadero de las estrellas cinematográficas a partir del carisma y la sensibilidad demostrada en esta película, aunque su andadura posterior lo definiera como una promesa jamás consolidada. Es curioso señalar finalmente, como la relación que se establece entre Cliff y sus padres, por momentos parece erigirse como un precedente de la mostrada por Jim Stark (James Dean) y sus progenitores en REBEL WITHOUT A CAUSE (Rebelde sin causa, 1955. Nicholas Ray). Incluso en las secuencias finales, la propia presencia física y el atuendo informal que viste, hacen parecer a Madison como un antecedente de Dean.
Todas esas referencias y singularidades, convierten TILL THE END OF TIME es una película precisa y sensible, sobria y sincera, que habla de soledades y desasosiegos, y lo hace con tanta sutileza como precisión. Una magnífico título, lamentablemente olvidado en nuestros días, y que personalmente sumo a un buen número de películas de notables cualidades que, cada día en mayor medida, me llevan a pensar que Dmytryk es uno de los más grandes realizadores con que contó la generación intermedia de Hollywood. Puede que el paso del tiempo permita valorar en su justa medida una filmografía pródiga en títulos valiosos.
Calificación: 3’5
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